No basta aprovechar campañas publicitarias ajenas para hacer de la cultura un factor de desarrollo. Se necesita formular políticas públicas.
Por Santiago Alfaro Rotondo
Para evidenciar el aporte de la cultura al desarrollo no era necesario, entonces, acreditar la hibridación de los repertorios artísticos. Al hacerlo se ocultan las contradicciones de ese proceso (los niveles socioeconómicos más altos podrán escuchar al Grupo 5, pero todavía no saben bailar huayno; y los más bajos escuchan Iron Maiden, pero no leen literatura) y se deja de lado la difusión de datos e imágenes concretas que visibilicen el aporte de las actividades culturales al PBI y la calidad de vida de la población (tema central de la campaña).
En todo caso, fuera del fallido despliegue publicitario, resulta paradójico que el INC promueva este tipo de iniciativas. La actual gestión de Cecilia Bákula justamente se caracteriza por no haber hecho mayor esfuerzo por formular y ejecutar políticas culturales orientadas hacia el desarrollo. ¿Conoce el lector algún programa y/o servicio impulsado por el INC durante el régimen aprista? La salvaguardia del Qhapaq Ñan, la construcción del Museo Chavín, la elaboración del Directorio Nacional de la Cultura y las Artes, la recuperación de las piezas extraídas de Machu Picchu por Hiram Bingham, entre otros proyectos vigentes, se iniciaron durante gobiernos anteriores.
Otras actividades importantes, como el apoyo presupuestal al Museo de Sitio de Pachacamac, el impulso de ferias y exposiciones artesanales en Lima, el continuo reconocimiento de expresiones culturales como “patrimonio inmaterial de la nación” y la construcción del Museo de Sitio de Cao, o tienen un carácter aislado o fueron promovidas por empresas privadas. Además, la falta de liderazgo frente a alientos ajenos es escandalosa. Lo demuestra el escaso seguimiento a la creación de un ministerio para la cultura (a estas alturas una estafa presidencial) y la organización del I Congreso de Políticas Culturales (financiado también por la Aecid).
En materia de políticas culturales, el Perú ocupa dentro de la región el mismo lugar que la selección en las eliminatorias para el mundial de fútbol. A diferencia de lo que sucede aquí, en México existe un Sistema de Información Cultural que provee al sector de estadísticas frescas; en Brasil se viene gestando el proyecto Vale-Cultura, que busca democratizar el acceso a los bienes y servicios culturales; en Chile, cinco fondos concursables han financiado más de 6.000 proyectos de múltiples rubros artísticos; y en Argentina, el Centro de Apoyo al Productor Cultural (CAPC) ofrece servicios gratuitos de información y asesoramiento a las pequeñas y medianas empresas culturales.
No necesitamos más publicidad, sino políticas como las citadas. Ya es tiempo de que Bákula ajuste cuentas con la ciudadanía y que la ciudadanía se lo demande. ¿Hasta cuándo se mantendrán callados los cineastas, actores, pintores, gestores, músicos y demás miembros del sector cultural?
Fuente: Poder 360°