Editorial de el Diario El Comercio. Día 30 de julio de 2009
El impulsor del proyecto y presidente de la comisión ad hoc, nuestro laureado escritor Mario Vargas Llosa, ha confirmado que ya se ha asegurado el local para el museo, en un área subterránea bajo del Campo de Marte, en Jesús María. Esto es importante, pero lo es también la admonición de Vargas Llosa en el sentido de que “el museo no puede servir de propaganda política para nadie, porque entonces se desnaturalizaría”.
De lo que se trata es de conocer objetivamente lo que pasó en el período signado por la barbarie terrorista, que nos dejó un altísimo costo en vidas humanas, pobreza y enfrentamiento entre peruanos, que no podemos olvidar y menos repetir.
Ese es precisamente el objetivo del museo de la memoria: conocer lo que realmente sucedió, cómo llegamos a esos extremos, quiénes fueron los principales protagonistas de esa época y, sobre todo, sacar lecciones de todo aquello para evitar caer nuevamente en otra espiral violentista y sanguinaria.
En este, como en otros casos, hay que aprender de la experiencia de países como Alemania, cuya canciller ha entregado una importante donación para poner las bases en este museo, pero también de otras naciones que han atravesado dolorosos períodos de cruenta guerra interna.
Al respecto, es fundamental mantener un criterio objetivo y equilibrado a la hora de seleccionar y evidenciar los hechos. El informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) es una referencia, pero no puede ser la única fuente. Habrá que mirar y evaluar, con el mismo respeto y acuciosidad, la versión de los estamentos militares, policiales y de la sociedad civil, que tuvieron un papel principal para repeler las acciones subversivas y propiciar la paz.
Por lo mismo, es importante que el comandante general del Ejército, Otto Guibovich, haya manifestado su apoyo a la comisión de alto nivel que preside Vargas Llosa y que integran, además, connotadas personalidades de intachable trayectoria. Están allí el ex presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación Salomón Lerner, junto al obispo Luis Bambarén, Fernando de Szyszlo, Enrique Bernales, Juan Ossio y Frederick Cooper.
De lo que se trata, como lo hemos señalado reiteradamente, es de mostrar a los peruanos “las trágicas consecuencias que resultan del fanatismo ideológico, la transgresión de la ley y la violación de los derechos humanos”. Es penoso, pero necesario, recordar que los excesos los cometieron los terroristas, pero también algunas autoridades y agentes del Estado, en hechos execrables que no deben repetirse nunca más. Tal es el cometido del museo: Conocer el pasado, sin sesgos polarizadores de ningún tipo, para no volver a tropezar con la misma y sangrienta piedra que nos dividió por tantos años.
Fuente: El Comercio