Por: Juan Paredes Castro
Hemos tenido más gobiernos militares que civiles, más años de inestabilidad que de continuidad exitosa, 20 años de terrorismo y 10 años de escandalosa corrupción como herencia de un régimen cuyos seguidores reclaman, ¡oh ironía!, el “activo” de la pacificación del país. Es más: no hemos olvidado el salvajismo de Ilave ni el desborde de Arequipa ni el levantamiento de Andahuaylas. ¿Y qué hemos aprendido?
Desde este país fantasmagórico tenemos que reclamarle al Congreso hacer los cambios constitucionales necesarios para dotarse a sí mismo de la representación que no tiene y que es la representación de la que a su vez carecen millones de peruanos. Probablemente el Perú sea el único país “democrático” en el mundo en el que un congresista no representa a ninguna jurisdicción en concreto. Es “congresista de la República”. Todo y nada. Vaciedad e inutilidad.
Tenemos que reclamarle al Jurado Nacional de Elecciones hacer uso de sus prerrogativas para impulsar cambios que los políticos no van a plasmar jamás. No importa que el JNE se quede en el pataleo, como la Defensoría del Pueblo. Pero sabremos, por lo menos, que murió en el intento. ¿Va a esperar el doctor Hugo Sivina, estoico, el 2011, para ver pasar el siguiente funeral de la política peruana?
Tenemos que reclamarle al poder político hacer más Estado que Gobierno y a la oposición hacer más camino recto al andar que saltos a la garrocha en cualquier dirección, inclusive la desestabilizadora.
Fuente: El Comercio