Por Zenón Depaz Toledo
Afirmaba, con razón, Eduardo Galeano que si alguien quiere saber donde hay pobreza extrema en América Latina, pregunte dónde hubo gran riqueza minera. Lugares como Potosí, Zacatecas y Ouro Preto lo confirman lamentablemente. El mapa de la pobreza en el Perú también: Huancavelica, Cerro de Pasco, Talara,… Dicen los japoneses, o ahora los irlandeses, también con razón, que tuvieron suerte de no contar con riquezas naturales, porque debieron echar mano del único recurso que tenían en abundancia: población y, por tanto, el potencial creativo del trabajo que sólo una fuerte inversión en educación podía desplegar. Igualmente Adam Smith (matriz del pensamiento económico liberal, a quien los fanáticos neoliberales no parecen haber leído, pues desmienten algunas de sus creencias mayores), señalaba enfáticamente, y con razón, que la fuente de la riqueza económica no es la naturaleza ni los metales preciosos, sino la capacidad productiva del trabajo; convicción que define la modernidad.
Quienes participan del consenso fujimorista, asumiendo que el rol del Estado es básicamente ser garante de los grandes negocios y negociados, cantan cínicas loas a un “libre mercado” existente sólo en sus fantasías y como coartada para imponer a la fuerza (como ahora ante la justa protesta de los pueblos amazónicos) escandalosas concesiones plagadas de corrupción, tal como el país entero pudo ver a propósito de los petroaudios y ratamails. Opción que nada tiene de moderna. Solamente el Lote Petrolero N° 76 ocupa millón y medio de hectáreas, proyectando 166 campamentos con sus respectivos helipuertos, con lo que devora la Reserva Comunal de Amarakaire e impacta los parques nacionales del Manu, de Bahuaja Sonene y la Reserva Tambopata-Candamo. Por tanto, las comunidades amazónicas defienden no sólo sus justos derechos y la vigencia de la Constitución que, en efecto, el presidente García atropella sin pudor para favorecer aquellos negocios, sino que defienden también la vida contra un proyecto económico fanático y depredador, hoy en crisis de credibilidad. Y defienden el derecho a otra vía de desarrollo, incorporando el criterio absolutamente moderno de otorgar prioridad a la educación (hoy en abandono) como vía para el despliegue de las potencialidades creativas del trabajo, pues sin ello todo discurso sobre el desarrollo es absolutamente falaz.
Fuente: La República