Mecidos hasta el hartazgo por las autoridades y abandonados a su suerte, los nativos amazónicos están otra vez en pie de guerra en defensa de sus territorios donde conviven en armonía con la naturaleza. Bosques y ríos con sus ecosistemas han sido amenazados por decretos legislativos de un gobierno que prefiere abrir las puertas a las oleadas depredadoras de las transnacionales rechazando otros proyectos de desarrollo sostenible que benefician al país y protegen a los nativos y a sus culturas ancestrales.

Esto supone promover el ecoturismo, fomentar la conservación y explotación sostenible de la biodiversidad amazónica, de sus especies vegetales para usos terapéuticos, por ejemplo. Nuevas tecnologías que respeten la propiedad intelectual de los pueblos indígenas y hagan más eficiente la utilización de esos recursos en beneficio de sus pobladores y de un país que se precie de mirar hacia el futuro. Proyectos de Mecanismo de Desarrollo Limpio como los que promueve el FONAM con inversiones de millones de dólares por la venta de bonos de carbono hasta la experiencia maravillosa registrada en Caretas por Diana Zileri, de surcar el Ucayali para conocer Pacaya Samiria, hoy amenazada por lotes de hidrocarburos superpuestos a la Reserva. En fin, una “revolución científica y tecnológica” para convertir a la Amazonía en la renta estratégica del Perú en el siglo XXI como sostiene el experto Roger Rumrrill en su último libro.

Pero no son tiempos auspiciosos para la Amazonía y los nativos han tomado medidas que pronostican un desenlace violento dado la toma de un aeródromo en Pucallpa, de estaciones de Petroperú y el bloqueo de embarcaciones petroleras. Los acuerdos de García con Lula ayer, en la frontera con Brasil, tampoco auguran buenas noticias considerando el afán depredador de nuestro gobernante “amazónico”. Las miles de hectáreas que se robarán a los bosques para plantar biocombustible y las futuras hidroeléctricas a instalar en la selva serán motivo de más y más conflictos.