Por: Mario Andrés Aquino López
El concepto económico de igualdad/desigualdad
La idea de que el concepto de pobreza es equiparable al de desigualdad tiene una plausibilidad inmediata. Al fin y al cabo, las transferencias de los ricos a los pobres pueden tener un efecto considerable en la pobreza en muchas sociedades. Incluso la línea de pobreza que se usa para identificar a los pobres ha de establecerse en relación con estándares contemporáneos en la comunidad de que se trate. Así, la pobreza podría parecer muy similar a la desigualdad entre el grupo más pobre y el resto de la comunidad.
En su famoso estudio de principios de siglo sobre la pobreza en York, Seebohm Rowntree definió las familias en situación de “pobreza primaria como aquellas” cuyos ingresos totales resultan insuficientes para cubrir las necesidades básicas relacionadas con el mantenimiento de la simple eficiencia física. No sorprende que consideraciones biológicas relacionadas con los requerimientos de la supervivencia o la eficiencia en el trabajo se hayan utilizado a menudo para definir la línea de la pobreza, ya que el hambre es, claramente, el aspecto más notorio de la pobreza.
Privación relativa
El concepto de “privación relativa” se ha utilizado con buen fruto para analizar la pobreza (Runciman, 1966 y Towsend, 1974), sobre todo en la literatura sociológica. Ser pobre tiene mucho que ver con tener privaciones y es natural que, para un animal social, el concepto de privación sea relativo. Sin embargo, en el término “privación relativa” están contenidas, al parecer, nociones distintivas y diversas.
Una distinción tiene que ver con el contraste entre “sentimientos de privación” y “condiciones de privación”. Peter Townsend (1974:25-26) ha sostenido que “la última sería una mejor acepción”. Hay mucho que decir a favor de un conjunto de criterios basados en condiciones concretas, que permitieran usar el término “privación relativa” en un “sentido objetivo para describir situaciones en las cuales las personas poseen cierto atributo deseable, menos que otras, sea ingreso, buenas condiciones de empleo o poder” (Wedderburn, 1974:4).
Por otra parte, la elección de las “condiciones de privación” no puede ser independiente de los “sentimientos de privación”. Los bienes materiales no se pueden evaluar, en este contexto, sin una referencia a la visión que la gente tiene de ellos; incluso si los “sentimientos” no se incorporan de manera explícita deben desempeñar un papel implícito en la selección de los atributos. Townsend ha insistido, con acierto, en la importancia de “definir el estilo de vida generalmente compartido o aprobado en dada sociedad y evaluar si (…) hay un punto en la escala de la distribución de recursos por debajo del cual las familias encuentran dificultades crecientes (…) para compartir las costumbres, actividades y dietas que conforman ese estilo de vida” (Towsend, 1974:36). Sin embargo, para definir el estilo y el nivel de vida, cuya imposibilidad de compartir se considera importante, hay que tener también en cuenta los sentimientos de privación. No es fácil disociar las “condiciones” de los “sentimientos” y, un diagnóstico objetivo de las primeras requiere una comprensión adecuada de los segundos.
¿Un juicio de valor?
En tiempos recientes, muchos autores han expuesto de modo convincente la concepción de que “la pobreza es un juicio de valor: Concebir como algo que se desaprueba y cuya eliminación resulta moralmente buena parece natural. Más aún, Mollie Orshansky (1969:37) prominente autoridad en la materia, ha dicho que “la pobreza, como la belleza, está en el ojo de quien la percibe”7. El ejercicio parecería ser, entonces, fundamentalmente subjetivo: Desplegar las normas morales propias sobre las estadísticas de privación.
Me gustaría argumentar en contra de este enfoque. Es importante distinguir las distintas maneras en que la moral se puede incorporar en el ejercicio de medición de la pobreza. No es lo mismo afirmar que el ejercicio es prescriptivo de por sí que decir que debe tomar nota de las prescripciones hechas por los miembros de la comunidad. Describir una prescripción prevaleciente constituye un acto de descripción, no de prescripción. Ciertamente, puede ser, como ha dicho Eric Hobsbawm, que la pobreza “se defina siempre de acuerdo con las convenciones de la sociedad donde ella se presente” (Hobsbawm, 1968:398). Pero esto no convierte al ejercicio de medirla en una sociedad dada en un juicio de valor, ni en un ejercicio subjetivo de algún tipo. Para la persona que estudia y mide la pobreza, las convenciones sociales son hechos ciertos (¿cuáles son los estándares contemporáneos?), y no asuntos de moral o de búsqueda subjetiva (¿cuáles deberían ser los estándares contemporáneos?, ¿cuáles deberían ser mis valores?, ¿qué siento yo respecto de todo esto? (Esto no niega, en manera alguna, que los valores propios pueden afectar implícitamente la valoración de los hechos, como sucede con mucha frecuencia. La afirmación tiene que ver con la naturaleza del ejercicio, el cual se ocupa de valorar los hechos, y no con la manera como se realiza típicamente la valoración ni con la sicología que está detrás del ejercicio (el médico vinculado a la pensión de estudiantes en la cual me hospedé en Calcuta se rehusaba a diagnosticar la gripe porque consideraba que “esa enfermedad no debería ser una razón para quedarse en cama”).
La cuestión es, en cierta forma, comparable con la influencia de los intereses en los valores de una persona. Para un importante análisis histórico de diversos aspectos de esa relación (Hirschman, 1977).)
Si la sociedad piensa que no se debe permitir que las personas mueran de hambre o de frío, entonces definirá la pobreza como la falta de comida y techo necesarios para conservar la vida. Si la sociedad siente que tiene alguna responsabilidad de brindar a todas las personas una medida establecida de bienestar que vaya más allá de la simple supervivencia, por ejemplo, buena salud, entonces deberá añadir a la lista de cosas necesarias los recursos para prevenir o curar la enfermedad. En cualquier momento, una definición de política refleja un equilibrio entre las posibilidades y los deseos de una comunidad. En sociedades donde los ingresos son bajos, la comunidad difícilmente puede comprometerse más allá de la supervivencia física. Otras sociedades, más capaces de apoyar a sus ciudadanos dependientes, empiezan a considerar los efectos que el pauperismo tendrá, tanto sobre los pobres como los que no lo son (U.S. President’s Commission on Income Maintenance,1969:8).
la pobreza ha de considerar como un ejercicio descriptivo, que evalúa las penurias de las personas en términos de los estándares prevalecientes de necesidades. Es un ejercicio empírico y no ético, en el cual los hechos se relacionan con lo que se considera como privación y no directamente con las políticas recomendadas. La privación referida tanto aspectos relativos como absolutos, como se ha argumentado.
Observaciones de Amartya K. Sen
La pobreza es, por supuesto, un asunto de privación. El reciente cambio de enfoque —especialmente en la literatura sociológica— de la privación absoluta a la relativa ofrece un provechoso marco de análisis. Pero la privación relativa resulta esencialmente incompleta como concepción de la pobreza y complementa (aunque no sustituye) la perspectiva anterior de la desposesión absoluta. El tan criticado enfoque biológico, que requiere una reformulación sustancial, mas no el rechazo se relaciona con este núcleo irreducible de privación absoluta, manteniendo los problemas de la muerte por inanición y el hambre en el centro del concepto de pobreza.
La visión frecuentemente recomendada, de la pobreza como un problema de desigualdad, no hace justicia a ninguno de los dos conceptos. La pobreza y la desigualdad se relacionan estrechamente pero son conceptos que se diferencian con claridad y ninguno se subsume en el otro.
Hay buenas razones para concebir la medición de la pobreza no como un ejercicio ético, como se postula con frecuencia, sino como uno descriptivo. Más aún, es posible afirmar que la “definición de política” de la pobreza, que tanto se utiliza, está equivocada en lo fundamental. Describir las dificultades y padecimientos de los pobres en términos de los estándares predominantes de “necesidades” involucra, por supuesto, las ambigüedades inherentes al concepto de pobreza; pero una descripción ambigua no es lo mismo que una prescripción (Sen, 1980). En cambio, la ineludible arbitrariedad que resulta de elegir entre procedimientos permisibles y entre posibles interpretaciones de los estándares prevalecientes, requiere tomarla en cuenta y darle un tratamiento apropiado. (Tomado de la Revista Corporación Región # 45)
En otros trabajos diferentes al anterior, autores como Stephen Carter al estudiar a Shakespeare dice que tenemos una estrategia de formulación determinista dudosa, el error es que vivimos en una era de determinismo, creemos que todos los fenómenos internos de la conciencia humana son “causados por los eventos o condiciones externas a (nuestro) conocimiento.
Como un paréntesis, dice, todas las peores’ ismos’ de los dos últimos siglos han publicado de esta mentalidad: el determinismo de género, de raza (eugenesia), el determinismo económico (el marxismo), la lista es bastante extensa. Esas ideologías pertenecen al interior de la vida cotidiana de la humanidad, por lo general tratan de explicarlo como «síntomas» de la miríada de formas externas de la injusticia social.
Poder, dice Carter, puede ser definido como el uso de la fuerza coercitiva para influir o controlar el comportamiento de la gente, por lo general para promover los intereses de uno mismo o los demás, positiva o negativamente. El poder es neutral, no es, por definición, benévolo o corruptos. Debemos guardarnos de creer ingenuamente que el poder es el problema, cuando en realidad el poder es necesario en las sociedades humanas.
Dice Carter: Yo realmente soy el capitán de mi alma. Así, Macbeth fue corrompido por su deseo de poder interno. Otelo fue dañado por su interior sentimiento de insuficiencia ante una joven esposa, y la voluntad para pensar en su traición.
Por supuesto y aun cuando no lo menciona el autor citado, El Rey Lear murió debido a su irresponsabilidad y sus errores de juicio.
Esta creencia errónea de que los acontecimientos externos y las condiciones de “control” son la causa de todas las cosas es la que ha llevado al estado de cosas, o sea, para Carter los millones de pobres surgen por causa de ellos mismos, los explotados lo son por su propia culpa y las víctimas son responsables de los delitos que padecen.
En nuestra opinión
La verdad no es absoluta, es cierto, pero parece que son absolutamente falsos estos argumentos anti deterministas.
Tal vez la mejor explicación para definir la pobreza es sufrirla, porque como dice Agustín de Hipona: “yo sé bien qué es el tiempo, pero si me lo preguntas no lo podría definir”, así todos sabemos qué es la pobreza, pero quizá no la podríamos definir.
Si consideramos que es un estado de carencia o privación, ésta incluye la falta o escasez de AGUA.
El 22 de marzo fue el “Día del Agua”, algo que los pobres no tienen o la que tienen es de muy baja calidad, porque tanto la Comisión del Agua Mundial, Internacional y Nacional (CNA) están constituidas por “organismos operadores de agua”, es decir semi privados y privados, a los que los políticos les entregaron un recurso como es el agua, que no se puede crear, pero se puede re-novar (1. restaurar a un estado anterior, como por la reparación o remodelación. 2. Para impartir nuevo vigor, revivir).
Como empresas, ellos lo ven como un bien sujeto a la oferta y la demanda, un negocio cuyo artículo en venta es un bien que tradicionalmente consideramos de todos pero que ellos se han apropiado con la connivencia y complicidad de los políticos en perjuicio de los pobres que no están definidos, pero ahí están, “Generalmente no se encuentra las vías para salir de la pobreza porque se desconoce la complejidad con la que se repite la pobreza.” Dice el Economista Virgilio Ramos Ballarte en su investigación: LA EDUCACION Y LA CIRCULARIDAD DE LA POBREZA.
A los organismos operadores del agua, a los políticos y a los grandes capitalistas (nada hay que atacarles a los capitalistas que no son gigantes) le conviene la actitud de “los estadounidenses pobres, que tienen habitualmente el suficiente tacto para permanecer invisibles ante la clase multimillonaria.” Como dice Barbara Ehrenreich en “Hacer añicos el capitalismo “.
Pero eso no hace que sus conceptos y políticas sean justos, que se estén beneficiando con un elemento de la naturaleza aprovechando que es indispensable para la vida.
Estoy de acuerdo con los autores citados por Amartya K. Sen, y desde luego con dicho autor, es hora de definir qué es pobreza, qué es abuso, qué es delito de lesa humanidad y hasta genocidio en algunos casos, es hora que los pobres dejen de ser invisibles.
Fuente: http://www.enlineadirecta.info