Específicamente, la exposiciones y los museos sobre violencia política y memoria buscan (i) fomentar el recuerdo o conocimiento de las atrocidades cometidas a sujetos y grupos específicos, siendo las víctimas de dichos sucesos recordadas y homenajeadas a través de estos actos colectivos; (ii) forjar una identidad en las generaciones siguientes construyendo una memoria histórica en la que estén considerados tanto los hechos de dolor como las responsabilidades sociales y políticas, (iii) y apelar de forma emotiva y reflexiva a las poblaciones globales y, principalmente, locales para que estos actos no vuelvan a ocurrir.
En el Perú la violencia política de casi veinte años causó la muerte y desaparición de 69, 280 peruanos en manos principalmente de Sendero Luminoso, así como del Movimiento Revolucionario Tupac Amarú y de las Fuerzas del Estado, ante la eminente ceguera de la capital y de la clase política. La Comisión de la Verdad y Reconciliación propuso la necesidad de un Museo de la Memoria reconociendo las posibilidades de los museos como instituciones que contribuyen, junto a otras políticas, al recuerdo colectivo, a la reconciliación social y a forjar ciudadanías responsables.
Sin embargo, más allá de los grandes desarrollos de la Nueva Museología y en particular en este caso de los museos de la memoria donde los Museos del Holocausto han marcado una pauta clave, el ministro de defensa Ántero Flores Aráoz, el canciller José Antonio García Belaunde y el cardenal Juan Luis Cipriani pretenden dar un nuevo giro a las posibilidades sociales de estos museos.
Esta “nueva museología” se basa en tres grandes lineamientos que se esgrimieron como respuesta al ofrecimiento de dos millones de dólares por parte del gobierno alemán para construir el Museo de la Memoria en el Perú. Estos “lineamientos” son los siguientes:
“Si yo tengo personas que quieren ir al museo, pero no comen, van a morir de inanición. Hay prioridades” (Flores Aráoz).
“No es el momento ni la oportunidad para crear un museo que va a mantener abiertas las heridas sobre este tema que todavía no concilia a los peruanos entre sí” (García Belaunde).
“No es cristiano un museo de la Memoria” (Cipriani).
¿Qué podemos decir ante tales afirmaciones que no sólo rechazan un ofrecimiento generoso sino que hablan de una particular perspectiva estatal sobre la construcción de la memoria pública y de la función de los museos? Primero, la viabilidad de los museos es posible no sólo cuando la pobreza de los países es superada; sino que los museos pueden ayudar a mejorar las condiciones de vida de la población. El Museo del Barrio de Estados Unidos o el Museo de Antioquía en Colombia son claros ejemplos de esto.
Segundo, es inaceptable que desde el Estado se señale el argumento fácilista que la satisfacción de las necesidades económicas son primeras a la satisfacción de las necesidades simbólicas y culturales, como si de estructura y superestructuras se tratará. ¿Hasta cuando se van a esgrimir estas excusas planas hacia la cultura, la memoria y la identidad? Los factores culturales y simbólicos se interrelacionan e influyen en los económicos, y viceversa. Me pregunto ¿qué hizo el Estado con las propuestas trabajadas por los equipos del Proyecto Impulso para la elaboración de políticas culturales donde uno de los principales ejes fue entender lo cultural en su capacidad integradora y reconciliadora?
Dentro de esta argumentación ciudades como Huancavelica y más aun sus comunidades campesinas no podrían gozar de museos. Señor Sánchez recuerdo tras haber sido convocada por usted y por los comuneros de la comunidad de Buenos Aires de Parco en mi gestión en el INC haberlos apoyado en la elaboración del proyecto de un museo en su localidad; pero de acuerdo a esta “nueva museología” mi respuesta tendría que haber sido que primero solucionen sus carencias económicas antes de pensar en la construcción de un museo. Por suerte Sr. Sánchez, usted, yo, los comuneros de este poblado en Huancavelica, y otros muchos peruanos no comulgamos con estos “nuevos lineamientos” que pretenden ubicar lo cultural y lo simbólico en el rincón de las necesidades. De ahí que tal vez se entienda porque la promesa de este gobierno sobre la creación del Ministerio de Cultura resulta tan inverosímil.
Tercero, los museos de la memoria no buscan mantener abiertas las heridas de la población; por el contrario son modelos culturales que buscan ayudar a sanar estas heridas, pero no desde el olvido sino desde el recuerdo y la responsabilidad colectiva. Por otro lado, los museos de la memoria no necesariamente se construyen cuando esta memoria dolorosa ha sido socialmente superada, sino que son en sí mismos medios de reconciliación, son espacios de encuentro para trabajar una memoria compartida sobre periodos de la historia y construir ciudadanías comprometidas e inclusivas que no permitan cegueras similares ante el dolor y la injusticia hacia conciudadanos. Negar esta capacidad a los museos es desconocer totalmente sus posibilidades.
Cuarto, quien haya visitado la exposición Yuyanapaq. Para Recordar y no se haya sentido conmovido ante el sufrimiento, y aterrado ante la indiferencia y las responsabilidades sociales y políticas debe tener la piel bien gruesa. No se trata de marcar agendas políticas, se trata de sensibilidad social y de entender la capacidad reconciliadora que los museos de la memoria tienen en diversos países del mundo. Por otro lado, la construcción de museos en nuestro país responde en muchos casos a la ayuda internacional sin la cual por ejemplo el Museo de Chavín, de Sican, de Sipan no hubiesen sido posibles. En estos casos la ayuda internacional respondió a un pedido del gobierno peruano pero también a un interés de los países cooperantes – por supuesto buenos intereses – en apoyar dichos proyectos. En el caso del Museo de la Memoria no sólo se ajusta a una recomendación de la CVR, sino que responde al gran impacto que la exposición de Yuyanapaq tuvo en Chorrillos y sigue de alguna manera teniendo en el Museo de la Nación. O ¿es que son solo los museos que muestran el glorioso pasado arqueológico, el que no perturba las mentes y las responsabilidades los que se deben construir? Por supuesto que no. Recordar el dolor no implica no perdonar, recordar implica sacar una lección para nuestras vidas: ¿o no es ello lo que se nos ensaña cuando debemos recordar el dolor, el perdón y la reconciliación en el Cristianismo? Dolor, memoria y reconciliación pueden y deben ir de la mano para como individuos y como sociedad no cometer los mismos errores y forjar una ciudadanía inclusiva, responsable y crítica.
Ojalá que esta “nueva museología”, que contribuye a la completa banalización de los museos y a la poca comprensión sobre la construcción de identidades complejas, no marque la agenda política, cultural e identitaria de nuestro país que merece y requiere no olvidar para construir un futuro común sobre el recuerdo de todos.
+ Datos adicionales:
Topografía de la Memoria
http://www.memoriales.net/topographie/Alemania/topographie.htm
Museo Memoria Abierta – Argentina
http://www.memoriaabierta.org.ar/principal.php
Destierro y Reparación – Museo de Antioquía, Medellín
http://www.destierroyreparacion.org/node/22
Fuente: http://maniobras.wordpress.com