APC CON EE.UU.: Las claves en Washington

Estimados Blogeros:

A continuación transcribo un relato aparecido en el portal de América Economía respecto a como el gobierno peruano desarrollo su estrategia para convencer al establishment político norteamericano de la necesidad de firmar el APC con EE.UU., en paralelo a las razones de como Colombia no logro ese objetivo. Saquen sus propias conclusiones…

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Por: Antonieta Cadiz (Tomado de América Economía – 20.08.2008)

“¿Ésa es la persona que necesitamos convencer?” La pregunta del presidente Alan García sonó casi como un susurro en uno de los pasillos del Capitolio, sede del poder legislativo estadounidense. La interrogante iba dirigida a Felipe Ortiz de Zevallos, embajador de Perú en Washington, quien respondió con un simple “sí”. “Bueno, déjame solo unos momentos con él”, le dijo el presidente peruano.
Se referían al congresista Charles Rangel, presidente del Comité de Medios y Arbitrios en la cámara baja, que en general se encarga de revisar los tratados de libre comercio (TLC) y decidir si pasan a votación en el pleno del Congreso. Mientras Ortiz de Zevallos esperaba afuera junto a la comitiva, en esa fresca mañana de abril de 2007, al interior de la oficina de Rangel, García presentó en su estilo los argumentos de por qué Estados Unidos debía aprobar un TLC con Perú. Le fue bien: aunque poco se sabe de lo que se habló adentro, el mandatario salió entre risas. “Rangel me regaló el prendedor de su corbata”, le mostró complacido García a su embajador.
Pero Ortiz de Zevallos tuvo poco tiempo para reír. Al rato, con el representante del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo y otro asesor, debió entrar a una reunión con el staff del congresista demócrata que duró un poco más de lo esperado: de seis de la tarde a mediodía del día siguiente. “En esas 18 horas debimos responder todas las preguntas que ellos tenían, les faltaba mucha información adecuada”, dice el embajador, quien sólo hasta el último minuto de la maratónica reunión logró conseguir lo que estaba buscando: el respaldo de Rangel para el TLC y su promesa para visitar Lima. ?El éxito en el encuentro con Rangel fue sólo una pequeña parte del enorme esfuerzo diplomático que Perú llevó adelante para lograr el acuerdo de libre comercio con la mayor economía del mundo. Esfuerzo comparable al que realizaba casi simultáneamente Colombia por el mismo objetivo, pero que terminó con un resultado distinto: mientras Perú hoy se prepara para recibir los beneficios del tratado, el de Colombia fue rechazado por el legislativo y hoy el país espera fecha para que el tema vuelva a la agenda de la política de EE.UU.
De hecho Colombia ya había tenido menos éxito que Perú al aproximarse a la oficina de Rangel: de acuerdo a la Unidad de Registros de Agentes Extranjeros (FARA, por sus siglas en inglés) y que monitorea las reuniones y encuentros de los legisladores de EE.UU., el único encuentro de representantes colombianos con Rangel entre 2006 y 2008 fue el que tuvo la firma de cabildeo o de lobby Glover Park Group LLC y Jon Sheiner, uno de los miembros del staff de Rangel. No obstante, fue el mismo Rangel quien dio las razones para que el acuerdo con Colombia no prosperara más allá de las conversaciones: “Bajo las actuales circunstancias, no podemos apoyar el TLC con Colombia”, afirmó Rangel, en un comunicado conjunto con Nancy Pelosi, la demócrata que preside la Cámara de Representantes de Estados Unidos, tras la decisión de Bush de enviar al Congreso el acuerdo en abril pasado, a pesar de no contar con los votos necesarios para su ratificación. “Pese a los avances logrados por el presidente Álvaro Uribe, Colombia sigue siendo un lugar peligroso para los sindicalistas. Además, para los que perpetran ese tipo de violencia hay pocas amenazas de que sean enjuiciados y castigados”. Ambos se referían a la difícil situación sindical de Colombia, país que arrastra el fantasma del asesinato de 26 sindicalistas sólo entre enero y mayo de 2008. Entre los demócratas existe la sensación de que el gobierno de Uribe ha hecho poco para enfrentar esta situación.
No obstante, los que siguieron de cerca ambas negociaciones coinciden al afirmar que la situación laboral y sindical no fue la única diferencia que marcó los distintos resultados para ambos países. También influyeron la rapidez y plasticidad que tuvo el gobierno peruano para responder al cambio de escenario en el Congreso estadounidense después de las elecciones de 2006 y que le permitieron al partido demócrata volver a tener la mayoría en el legislativo. Algo de lo que careció Colombia, que se confió más en el apoyo que ya habían obtenido por parte de la Casa Blanca. “Lima fue muy flexible en su reformulación sobre los términos del acuerdo”, dice Michael Shifter, vicepresidente del think tank Diálogo Interamericano, basado en Washington. “Marcó una diferencia que facilitó mucho el apoyo de los demócratas en Washington”. Desde que asumió la nueva mayoría demócrata, Perú salió a defender con fuerza en Washington la realidad de los trabajadores en Lima y a explicar las reformas que venían en camino. Muchos de estos esfuerzos se concentraron en un edificio ubicado varias cuadras al oeste del Capitolio, que alberga a una de las instituciones más poderosas del país: AFL-CIO (Federación Americana de Trabajadores y el Congreso de Organizaciones Industriales, por sus siglas en inglés).
Esta entidad tiene gran influencia política, no sólo porque representa a cerca de 10 millones de trabajadores en todo el país, sino también por su estrecha relación con el partido demócrata, al que sólo durante el último ciclo electoral de 2006 entregó US$ 40 millones para gastos de campaña. “Sabíamos que no se lograría el respaldo de la AFL-CIO, por la compleja postura que en general tiene frente a los TLC, pero estábamos conscientes que su no oposición era fundamental”, dice Ortiz de Zevallos.
De hecho, en su visita en 2007, Alan García conversó por largo tiempo con John J. Sweeney, presidente del organismo. La conversación giró en torno a la tradición socialdemócrata del APRA, el partido de García, en la defensa de los derechos laborales y le respondió a inquietudes sobre varios reclamos que había oído de centrales de trabajadores constituidas en Perú. Una conversación clave con la que se aseguró la “no oposición” de Sweeney, quien fue invitado a Lima a ver con sus propios ojos la importancia del TLC. Colombia también hizo campaña frente a la organización sindical, pero no consiguió lo mismo. “El tratado con Perú fue el primero en incorporar estándares laborales y medioambientales más fuertes”, dice Thea Lee, directora asistente de políticas públicas de la AFL-CIO. “Entiendo que éstos también se encuentran en el acuerdo con Colombia, pero pensamos que la situación allá es mucho más compleja”.
La coyuntura política también marcó diferencias. “Perú sacó el acuerdo, entre otras cosas, porque tuvo un poco de suerte”, dice Carl Meacham, asesor jefe para asuntos latinoamericanos del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. “Los demócratas no querían mostrarse como opositores naturales al libre comercio y ya estaba decidido que no le iban a aprobar el tratado a Colombia. Con Perú, en el fondo, se quiso dar una señal. Se trató de mostrar que los demócratas están a favor de los tratados de libre comercio que son buenos, pero no los que poseen componentes negativos importantes que no se pueden ignorar”. Otros describen la misma lógica con otras palabras: como muchos demócratas veían al presidente Uribe como muy cercano a George W. Bush, entonces no se debía apoyar el acuerdo con Bogotá.
“El presidente García le presentó la idea al presidente Bush de que Perú debía ser un aliado estratégico de EE.UU., pero también habló con Rangel y Sweeney y los convenció de que su proyección no es pro empresarial, sino que viene de un partido de defensa tradicional de los trabajadores”, dice Ortiz de Zevallos.
Algo que sirvió incluso para compensar el menor dinero destinado a cabildeo en Washington. De acuerdo a FARA, entre 2006 y 2008, Perú gastó cerca de US$ 1,3 millón en lobby en Washington, lo que se tradujo en al menos ocho reuniones diferentes con Charles Rangel y con varios congresistas más, entre los que se destacan Nancy Pelosi, Sandy Levin y Roy Blunt. En el lobby del gobierno de Uribe ha usado intermediarios como Burson-Marsteller, Globar Park Group LLC, entre otros, en el que se ha invertido US$ 1,6 millón en igual periodo, los que consiguieron encuentros con representantes republicanos y demócratas y donde incluso se incluyen documentos de mejoramiento de imagen del presidente como “Mitos y hechos sobre las acusaciones contra Álvaro Uribe”.
Consenso local. Pero ésta no era una carrera que sólo se corría en suelo estadounidense. Además de las gestiones efectuadas en Washington, otro punto que destacó en la estrategia peruana ha sido el esfuerzo que se realizó a nivel local para convencer al país sobre la necesidad del TLC. El éxito conseguido en esta área fue un elemento de peso en la argumentación que llevaron al Capitolio. Patricia Teullet, gerente general de la Sociedad de Comercio Exterior del Perú (Comexperú), explica que la idea del acuerdo fue aceptada con facilidad por las autoridades y el gobierno, pero que resultó más difícil convencer al sector privado, sobre todo al área farmacéutica. ?No obstante, luego de que se consiguió un cierto consenso a nivel empresarial, Comexperú desplegó un trabajo de cerca de un año para llegar a la población y lograr el respaldo popular del acuerdo. Teullet junto a varios miembros del sector privado se pararon frente a sindicalistas, estudiantes, profesores y medios de comunicación en sectores como El Cusco, Cajamarca, Arequipa, Iquitos, Piura, Ica, además de Lima. Especialmente dura, recuerda Teullet, fue una presentación frente a un sindicato de trabajadores despedidos a los que había que convencerlos de las bondades del libre comercio. “Yo pensaba: ¿por qué puerta voy a tener que salir ahora?”, dice. “Pero cuando se habla y se tiene paciencia, logras conectarte con la gente”. La campaña sirvió para romper mitos y dar información, lo que fue complementado con una campaña publicitaria radial que realizó el gobierno. El resultado: las voces de protestas sindicales apenas se levantaron contra el acuerdo en Washington. ?En el caso colombiano, en cambio, el consenso no parece estar tan cohesionado como en el caso peruano. Aún hoy hay sectores empresariales grandes, como los textileros, que siguen oponiéndose. Además, la Confederación General del Trabajo en Colombia aseguró en un comunicado que “temas tan delicados como la soberanía de alimentos; la educación principalmente en los niveles técnico, tecnológico y superior; la producción agropecuaria; el acceso a medicamentos, etc., ya no serán regulados de acuerdo a los dictámenes de nuestras necesidades y normativas, sino que se regirán por las normas del TLC, que no son otra cosa que los mandatos de las empresas transnacionales y su interés de garantizar mercados sujetos a sus excedentes de producción”.
Otra oportunidad. Colombia, no obstante, trabaja en una tarea que muchos ven como imposible: aprovechar la ventana legislativa que se dará entre las elecciones presidenciales y el cierre del año, para impulsar la ratificación. En caso que esto no resulte, el gobierno de Uribe planea impulsar su TLC para enero. Para ello, tiene una nueva estrategia. Hernando José Gómez, uno de los negociadores del TLC Estados Unidos-Colombia, dice que el argumento del gobierno de Uribe estará enfocado en mostrar todos los progresos que se han hecho para garantizar el ejercicio libre de los derechos sindicales, es decir, proteger la integridad y la vida de los sindicalistas. “Se ha desarrollado una serie de programas y se ha gastado una gran cantidad de recursos en esto”, dice Gómez. “Hay unas pocas observaciones de la Organización Internacional del Trabajo a nuestra normativa laboral y ya implementamos un par de leyes que las toman en cuenta en gran parte”. Ahora, Bogotá -apoyada en el cómplice boom que ha ganado el país tras la liberación de Ingrid Betancourt y otros rehenes, algunos estadounidenses entre ellos- se ha dedicado a difundir argumentos no sólo en Washington, sino también con las visitas del ministro de Comercio, el canciller, los viceministros y el sector privado, a diferentes estados como California, Texas, Nueva York e Illinois, sin contar las invitaciones que les ha extendido a congresistas y miembros del AFL-CIO para visitar el país. Al cierre de esta edición, una carta escrita en el New York Times entre el secretario de Defensa de EE.UU. y el ministro de Defensa colombiano explicaba los avances en Colombia y la importancia del TLC, exhortando al legislativo a su aprobación.
Pero no será fácil de convencer. “Apreciamos la voluntad del gobierno colombiano de compartir su información”, dice Lee, de la AFL-CIO. “Pero nuestro contacto son los sindicatos y de ellos oímos historias muy diferentes en relación a las acciones tomadas por el gobierno de Uribe para reformular la ley, proteger a los sindicalistas y llevar ante la justicia a los responsables de la violencia en contra de ellos”.
El desafío para Colombia es enorme. Deberá hacer que los avances conseguidos valgan más que los problemas actuales. Si no, una vez más las negociaciones terminarán perdiéndose en los pasillos del Capitolio.

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Acerca del autor

Luis Alberto Duran Rojo

Abogado por la PUCP. Profesor Asociado del Departamento de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Director de ANALISIS TRIBUTARIO. Magister en Derecho con mención en Derecho Tributario por la PUCP. Candidato a Doctor en Derecho Tributario Europeo por la Universidad Castilla-La Mancha de España (UCLM). Con estudios de Maestria en Derecho Constitucional por la PUCP, de Postgrado en Derecho Tributario por la PUCP, UCLM y Universidad Austral de Argentina. Miembro de la Asociación Peruana de Derecho Constitucional, del Instituto Peruano de Investigación y Desarrollo Tributario (IPIDET) y la Asoción Fiscal Internacional (IFA).

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