Conceptos que en su conjunción encierran una problemática de múltiples niveles que cruza la historia y la cultura americanas desde el momento de la conquista. Los conceptos fueron fijados en la tradición latinoamericana de forma antinómica por el prócer argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) en su polémico libro Civilización y Barbarie: vida de Juan Facundo Quiroga (1845). En él queda claramente establecido el conflicto entre la cultura europea y estadounidense consideradas culmen de la civilización opuesta a la cultura americana, entendida como sinónimo de barbarie. La preferencia de Sarmiento fue en favor de la civilización occidental que estimó como modelo a imitar.
La formulación de la antinomia tiene su antecedente en la propia historia de Occidente. Fernand Braudel, desde una óptica eurocentrista, rastreó los orígenes de ambos términos especificando que la
“civilización” –un neologismo– aparece tardía y casi furtivamente en Francia en el siglo XVII. Fue fabricado a partir de las palabras “civilizado” y “civilizar” que existían desde hacia mucho tiempo y que eran frecuentemente utilizadas en el siglo XVI. Al cobrar sentido, civilización se opone, grosso modo, a barbarie. Por un lado están los pueblos civilizados; por el otro, los pueblos salvajes, primitivos o bárbaros (Braudel, 1991: 12-13).
Es evidente que la fijación terminológica europea resultó el punto conclusivo de un largo proceso histórico de la construcción imaginaria de dos figuras: el civilizado y el bárbaro. Tales figuras aparecen dentro del marco cultural helénico clásico. Es de observarse que entre los griegos el sentido de bárbaro no tenía connotaciones racistas, sólo de distinción, por lo que inclusive hablaban de las “sabidurías bárbaras”. La cristiandad medieval reelaboró la visión del bárbaro legada por la antigüedad clásica, envolviéndola con todos aquellos enunciados propios de la cultura medieval. Para el siglo XVI Europa o más específicamente españoles y portugueses emplearon la compleja figura del bárbaro como clave de interpretación sobre los indios de América, con lo que se inicia el proceso de barbarización del negro y posteriormente del indio. El indio en algunos momentos fue visto como el buen salvaje viviendo en la simplicidad de la naturaleza, pero en otros fue considerado un ser presa de sus instintos, degradado y corrompido. El hombre americano fue, pues, construido como antítesis del hombre civilizado por excelencia, el europeo. Semejante polémica atraviesa la época colonial hasta desembocar en el período independiente.
Las figuras del civilizado y del bárbaro alcanzaron en América Latina su formulación definitiva en la obra de Sarmiento. La antinomia por un lado expresaba las aspiraciones de la clase burguesa argentina, y más ampliamente latinoamericana, en ascenso durante la centuria pasada. Y, por otro, la prevalencia de las ideas ilustradas y positivistas, que buscaban la consolidación de un status favorable a los intereses de la burguesía. Bajo tal orientación los conceptos de civilización y barbarie nunca llegaron a ser criticados a fondo para constatar si respondían auténticamente a la problemática de la identidad y la cultura latinoamericanas. Fueron aceptados como inevitable alternativa a ser resuelta por el camino de la elección de uno de ellos. Sarmiento concibió inicialmente su libro como un esquema para comprender la inestable estructura cultural de la Argentina sometida a la dictadura gaucha de Juan Manuel de Rosas, pero el libro desbordó esta intención acabando por convertirse en un análisis global de la propia naturaleza de América Latina. En la visión sarmentiana el continente se encontraba en la encrucijada de la barbarie indígena y de la civilización occidental o, con otras palabras, naturaleza contra cultura, donde no cabía la asunción simultánea de ambos extremos. La civilización no es otra cosa que la alternativa asociada a Europa y los Estados Unidos, alternativa que incuestionablemente conducía al desarrollo y al progreso.
Esta comprensión unilateral impidió al prócer argentino ver y denunciar lo que también tiene de negativo la civilización occidental, cuyo otro rostro es el del salvajismo, el primitivismo y la violencia. La ciudad, en especial la “culta Buenos Aires”, fue sin discusión considerada por Sarmiento el asiento propio de la civilización, depositaria de orden y progreso; heredera del cosmopolitismo europeo y escenario inseparable de los hombres civilizados. La ciudad era la muralla que detenía la embestida del campo. La barbarie tenía su ámbito natural y pavoroso en el campo. En el insondable espacio rural los instintos del bárbaro, el gaucho y el indio, cabalgaban sin freno. En suma, Sarmiento apostó por lo moderno en contra de la tradición; por el hombre cultivado y letrado contra el bárbaro ignorante; por la idea occidental de civilización contra el localismo centrífugo del espacio rural. Pero, en su cruzada civilizatoria Sarmiento no estuvo solo.
Empero, la antinomia civilización y barbarie con el paso del tiempo fue difuminando los perfiles con que la cinceló Sarmiento para ser sublimada o desplazada hacia otros esquemas simbólicos, con lo que al civilizado y al bárbaro se le otorgaron nuevas representaciones. Como fue el caso de José Enrique Rodó en el que la civilización pasó a ser sinónimo de espiritualidad e inteligencia encarnada en la figura etérea de Ariel (véase: Arielismo), cuya antinomia es la barbarie materialista de Calibán. Así, la figura del civilizado y su contraparte el bárbaro resurgirán con distinto vestuario en el amplio espectro de la cultura y el pensamiento latinoamericanos desde fines del siglo pasado hasta el presente.
Bartra, Roger. El salvaje en el espejo, ERA, México, 1992. Franco, Jean. La cultura moderna en América Latina, Joaquín Mortiz, México, 1971. Braudel, Fernand. Las civilizaciones actuales, REI, México, 1991. Gracia, Jorge y Jaksic, Iván. Filosofía e identidad cultural en América Latina, Monte Ávila, Venezuela, 1988. Hurbon, Laënnec. El bárbaro imaginario, FCE, México, 1993. Moreno Durán, Rafael Humberto. De la barbarie a la imaginación. La experiencia leída, Tercer Mundo Editores, Colombia, 1988. Ortega Medina, Juan A. Imaginología del bueno y del mal salvaje, UNAM, México, 1987. Sarmiento, Domingo Faustino. Facundo. Civilización y barbarie, Biblioteca Ayacucho, Venezuela, 1977. Zea, Leopoldo. Discurso desde la marginación y la barbarie, Anthropos, Barcelona, 1988.
(HGAL)
Fuente:
Diccionario de Filosofía Latinoamericana
http://www.cialc.unam.mx/pensamientoycultura/biblioteca%20virtual/diccionario/posmodernidad.htm