LATINOAMERICANISMO

LATINOAMERICANISMO

Por Raúl Antelo

En ese enunciado, América Latina ocupa una posición ambivalente. Es tanto objeto de una acción—el conjunto de disciplinas y saberes que llamamos latinoamericanismo—como sujeto (parcial) de esa misma acción, es decir, América Latina está implicada en la definición del objeto que legitima su propia práctica teórica.Sobre esa inclusión, activa y operante, recae además una aguda sobredeterminación histórica la cual, a menos que pretendamos una súbita y no menos dura suspensión de creencias, es imposible ignorar. Me refiero al hecho de que la misma historia cultural de América Latina nos enseña que la emergencia de ese concepto no fue un acto puntual de descubrimiento sino un proceso paulatino de colonización A partir de esta evidencia, cabría definir a la modernidad, aqui materializada en el Nuevo Mundo, no como el descubrimiento de lo nuevo sino como la integración operativa de lo disponible. La modernidad siempre supone inclusiones pragmáticas.
Por ello, si analizamos el estado del campo latinoamericanista, su constitución y dinámica a la luz del nuevo orden mundial, no podemos menos que subrayar que, en lo que va del siglo,la variante norteamericana se ha vuelto cada vez más decisiva. En efecto, es en función de intereses hegemónicos continentales que las universidades norteamericanas son las primeras en flexibilizar, cuando no derribar, las líneas de fuerza idiomática que fracturaban los objetos de estudio en virtud de orígenes peninsulares. Enuncian así, perentoriamente, la existencia de un mismo objeto, sino homogéneo al menos reunificado, que se acoge ahora a los Departamentos de Español y Portugués. Su versión más acabada es, como sabemos, la historiografía de Henriquez Ureña. Sin embargo, como también sabe todo aquel que haya pasado por uno de estos departamentos universitarios, las alianzas pragmáticas suelen darse, en su interior, entre especialistas de literaturas luso-brasileñas y los de otras literaturas peninsulares que ven a los hispanoamericanistas como auténticos enemigos en las políticas distributivas de cada unidad departamental.
Durante la modernización capitalista de posguerra, la dinámica interna de este bloque hispanoamericanista (ante el cual el rótulo ïberoamericano es meramente inócuo) se alimenta ya sea de una versión política, la teoría de la dependencia, ya de una tecnológica, la nueva crítica latinoamericana, menos historicista y más autorreflexiva que su antecesora en las grandes universidades del Este.El ejemplo más cabal es el de Emir Rodriguez Monegal que, aunque a menudo desacató la trinchera de Tordesillas, no llegó sin embargo a elaborar una teoría global de la literatura latinoamericana (cosa que el modelo modernizador de la transculturación narrativa implanta con mayor suceso) por la sencilla razón de que la categoría que regulaba esas construcciones era, a pesar de su fantasmagorización –formalista en su caso, polifónica en el de Rama—el concepto de autor.
En el capitalismo tardío, sin embargo, las reconfiguraciones son más severas.Jameson, como se recuerda, argumenta que, en esta etapa, culturas periféricas como la latinoamericana no pueden más pensarse en oposición al Primer Mundo como lo Otro de lo Mismo. Es más, el colapso de la dicotomía centro/periferia señala también,en última instancia, el fin del concepto de periferia de modo tal que el otrora Tercer Mundo se vuelve ahora una región más, integrada como otras a la globalización imperante, aun cuando esta integración sea desigual o asimétrica. Se sabe también que, a partir de esta premisa, los subalternistas concluyen que hablar desde el Tercer Mundo es hablar desde un lugar inexistente.Uno de los argumentos más frecuentes que se lanzan contra ciertas reivindicaciones,digamos, adornianas, de densidad estética, cuyo rigor analítico está normalmente eclipasado en las lecturas culturalistas norteamericanas, es el de que ciertas categorías (normas o valores estéticos,usos políticos de tradiciones modernas o nacionales) colapsaron junto con la caída de la dicotomía centro/periferia (1). No se habla en esos casos de la substitución del dilema revolucionario (liberación o dependencia) por un trilema: liberación disciplinaria, dependencia a la agenda internacional o sea ( y he aqui el tercer enunciado) liberación y dependencia conjugadas. Esta liberación impotente o esta potencia de sujeción no siempre se implica en el nuevo escenario y nos propone a menudo una sutil abducción, la del mismo sujeto de enunciación entendido, de manera trascende, como un sujeto subalterno, y no ya, ambivalentemente, como el lugar de una ruptura inmanente. Podríamos entonces argumentar en efecto que, ya que ha desaparecido la dicotomía centro/periferia, es justamente ahora que cierto debate sobre los usos de las tradiciones teóricas puede casualmente prosperar, una vez que el único argumento que no se podrá aplicar contra estas lecturas es el de eurocentrismo, porque, recordemos, la dicotomía ha desaparecido de escena. No es por lo tanto Occidente (no sólo Europa sino, fundamentalmente, los Estados Unidos, hipérbole neo-europea por antonomasia) lo que se ha globalizado sino que es la globalización la que, como aduce Ulrich Beck, nos presenta un escenario cada vez más parecido al periférico. O para ser más preciso y retomar su metáfora,la misma por lo demás que usara años atrás Terry Gillian, el presente globalizado tiene cada vez más la cara del Brasil: desarrollo con exclusión. Pero, en ese caso, no es justamente ésa la paradoja latinoamericana de los nacionalismos, la de que lo nacional es aquello que no puede ser representado en un conjunto más amplio en el que, pese a todo, no deja de estar incluido? En ese sentido, más que sabalternistas debiéramos definirnos glocalistas, es decir, marcados en nuestra singularidad local, latinoamericana, pero no menos integrados al orden global.
Las cuestiones nacionales, lejos de ser anacrónicas recidivas de males ya superados, nos devuelven incesantemente la cuestión de las subjetividades no integradas a cualquier tipo de conjunto homogéneo (lo subalterno,por ejemplo) y por lo tanto menos dispuestas a aceptar lo monstruoso de las nuevas normas.
No es fácil, de mi punto de vista, aceptar los argumentos ya sea de los subalternistas, ya de los críticos culturales latinoamericanos. Los primeros se dicen pós-hegemónicos pero el mismo concepto (gramsciano) de subalternidad presupone el de hegemonía, con lo cual su posición revierte a la tradición marxiana de pensar la modernidad. Celebran, además, una cultura de jubileo que precisamente impone distancia en todo punto donde una resistencia regional se hizo visible en el pasado.
Por otra parte, los críticos culturales suelen buscar su específicidad en la estética, entendida como un compromiso activo con el artificialismo, olvidando o eufemizando que lo característico de la obra de arte en la época de su reproductibilidad mecánica no es lo estético sino lo anestésico. Creo, sin mayores ambiciones, que la cultura introduce al hombre en el campo de la transgresión pero el arte, en cambio, le señala su caída en la esfera de lo imposible, ya que toda obra de arte, como anuncio de la nada sin resto, atenúa la positividad ontológica y crea asimismo acefalidad normativa.
Mi posición peculiar es que, para no reincidir en un existencialismo de la sincronización compulsiva (que para los críticos culturales se ajusta a las rupturas modernistas y para los subalternistas a la irreversible globalización) es necesario situar a la nada (no el néant dicotómico sino el rien de desgaste trilemático) como la condición misma de posibilidad de la crítica.Como argumenta Peter Sloterdijk (2), las formas convencionales del modernismo—el pragmatismo y el populismo—cierran decididamente los ojos ante lo monstruoso que les pertenece porque no pasan de fanatismos de la normalidad.

Notas
(1) Ver la polémica entre Beatriz Sarlo, Roberto Schwarz, J. Kraniauskas, J.Beasley-Murray,H.Achugar et al. sobre “Literatura y valor”in ANDRADE, Ana L. et al. Leituras do ciclo.Florianópolis, ABRALIC/Grifos,1999,p.287-306.La posición de Sarlo se explicita en “Cultural Studies and Literary Criticism at the Crossroads of Values”in Journal of Latin American Cultural Studies vol.8, n 1, 1999,p.115-124. En el mismo número (p.125-145)se lee la réplica de Alberto Moreiras,”The Order of Order: On the Reluctant Culturalism of Anti-Subalternism Critiques”.
(2) SLOTERDIJK, Peter – Nicht Gerettet. Versuche nach Heidegger. Frankfurt, Suhrkamp Verlag, 2000.

Fuente: la posición.revista de letras, cultura y política

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