Homi Bhabha
Por: Richard Leonardo
Dentro de la economía conflictiva del discurso colonial, que Said caracteriza como la tensión entre la visión panóptica sincrónica de la dominación (la demanda por la identidad, estasis) y la contrapresión de la diacronía de la historia (el cambio, la diferencia), el mimetismo representa un compromiso irónico. Para Bhabha, el mimetismo colonial es el deseo de Otro reformado, reconocible, como sujeto de una diferencia que es casi lo mismo, pero no exactamente. De lo que se puede inferir que este discurso se construye alrededor de una ambivalencia; para lograr sus efectos, el mimetismo debe producir continuamente su deslizamiento, su exceso, su diferencia. El mimetismo emerge como la representación de una diferencia que es en sí misma una renegación.
El mimetismo es el signo de una doble articulación; una compleja estrategia de reforma, regulación y disciplina, que se apropia de lo Otro cuando éste visualiza el poder. El mimetismo, no obstante, es también el signo de lo inapropiado, una diferencia u obstinación que cohesiona la función estratégica dominante del poder colonial, intensifica la vigilancia y proyecta una amenaza inmanente tanto sobre el saber “normalizado” como sobre los poderes disciplinarios.
El efecto del mimetismo sobre la autoridad del discurso colonial es profundo y perturbador. Pues al “normalizar” el estado o sujeto colonial, el sueño de la civilidad postiluminista aliena su propio lenguaje de libertad y produce otro saber de sus normas.
El mimetismo es un proceso discursivo en el cual el exceso o deslizamiento producido por la ambivalencia del mimetismo no se limita a efectuar la “ruptura” del discurso sino que se transforma en una incertidumbre que fija al sujeto colonial como una presencia parcial (incompleta y virtual). Homi Bhabha dice que es como si la emergencia de lo colonial dependiera para su representación de una limitación o prohibición estratégica dentro del propio discurso autoritativo. El éxito de la apropiación colonial depende de una proliferación de objetos inapropiados que aseguren su fracaso estratégico, de modo que el mimetismo es a la vez parecido y amenaza.
El mimetismo no es el ejercicio conocido de relaciones coloniales dependientes a través de la identificación narcisista. El mimetismo no oculta ninguna presencia o identidad detrás de su mascara. La menace del mimetismo es su doble visión que al revelar la ambivalencia del discurso colonial también perturba su autoridad. Y la doble versión es resultado de lo que Bhabha define como la representación/reconocimiento parcial del objeto colonial.
Las diferentes versiones de la otredad, pueden ser vistas también como figuras de la duplicación, los objetos parciales de una metonimia del deseo colonial que aliena la modalidad y normalidad de aquellos discursos dominantes en los que emergen como sujetos coloniales “inapropiados”. Un deseo que articula esas perturbaciones de la diferencia cultural, racial e histórica que amenaza la demanda narcisista de la autoridad colonial; un deseo que invierte, en parte, la apropiación colonial produciendo una visión parcial de la presencia del colonizador; una mirada de la otredad.
En este proceso la mirada de vigilancia retorna como la mirada desplazante del disciplinado, donde el observador se vuelve el observado y la representación “parcial” rearticula toda la noción de identidad y la aliena de su esencia.
La visibilidad del mimetismo es producido siempre en el lugar de la interdicción. Es una forma de discurso colonial que es proferido inter dicta: un discurso en la encrucijada de lo que es conocido y permisible y lo que aunque debe ser mantenido oculto; un discurso proferido entre líneas y como tal a la vez contra las reglas y dentro de ellas. La cuestión de la representación de la diferencia en consecuencia siempre también un problema de autoridad. El deseo de mimetismo no es meramente esa imposibilidad del Otro que repetidamente se resiste a la significación. El deseo de mimetismo colonial, un deseo interdictorio, puede no tener un objeto, pero tiene objetivos estratégicos; que Bhabha llama la metonimia de la presencia.
Los significantes inapropiados del discurso colonial (por ejemplo, la diferencia entre ser inglés y ser anglicizado), son estrategias del deseo en el discurso que hacen de la representación anómala del colonizado algo distinto de un proceso de “retorno de lo reprimido”. Estos casos de metonimia son producciones no represivas de creencia contradictoria y múltiple. Cruzan los límites de la cultura de la enunciación gracias a una confusión estratégica de los ejes metafórico y metonímico de la producción cultural de sentido.
En el mimetismo, la representación de la identidad y el sentido es rearticulada sobre el eje de la metonimia. Aquí Bhabha recuerda a Lacan que expresa que el mimetismo es como el camuflaje, no una armonización de la represión de la diferencia sino una forma de parecido, que difiere de, o impide, la presencia, desplegándola en parte, metonímicamente. Bhabha agrega que, esta proviene de la prodigiosa y estratégica producción de “efectos de identidad” conflictivos, fantásticos, discriminatorios, en el ejercicio de un poder que es elusivo porque no oculta esencia alguna, ningún “sí” mismo.
El mimetismo no se limita a destruir la autoridad narcisista mediante el repetido deslizamiento de la diferencia y el deseo. Es el proceso de la fijación de lo colonial como forma de conocimiento interclasificatorio y discriminatorio dentro de un discurso interdictorio, y, en consecuencia plantea necesariamente la cuestión de la autorización de las representaciones coloniales; una cuestión de autoridad que va más allá de la falta de prioridad del sujeto llegando hasta una crisis histórica en la conceptualidad del hombre colonial como objeto del poder regulador, como el sujeto de la representación racial, cultural, nacional.
La ambivalencia del mimetismo (casi, pero no exactamente) sugiere que la cultura colonial fetichizada es potencial y estratégicamente una contra apelación insurgente. Los “efectos de identidad” están siempre crucialmente escindidos. Bajo cubierta de camuflaje, el mimetismo, como el fetiche, es un objeto parcial que revalúa radicalmente los conocimientos normativos de la prioridad de raza, escritura, historia. Pues el fetiche imita las formas de autoridad hasta el punto en el que las desautoriza. De modo similar, el mimetismo rearticula la presencia en términos de su otredad. Aquello que reniega.
El discurso colonial que articula una otredad interdictoria es precisamente la “otra escena” de este deseo europeo decimonónico de una autentica conciencia histórica.
“Lo impensado” sobre lo que se articula el hombre colonial es ese proceso de confusión clasificatoria que Bhabha ha descripto como la metonimia de la cadena sustitutiva del discurso ético y cultural. Esto resulta en la escisión del discurso colonial de modo que persisten dos actitudes hacia la realidad externa; una de ellas toma en consideración la realidad mientras que la otra reniega y la reemplaza por un producto del deseo que repite, rearticula la realidad como mimetismo.
Esas articulaciones contradictorias de realidad y deseo vistas en estereotipos, afirmaciones, bromas y mitos racistas, no son capturadas por el círculo dudoso de lo reprimido. Son los efectos de una renegación que niega las diferencias del otro pero produce en su lugar formas de autoridad y creencia múltiple que alienan los supuestos del discurso “civil”.
La ambivalencia de la autoridad colonial va una y otra vez del mimetismo (una diferencia que es casi total, pero no exactamente) a la amenaza (una diferencia que es casi total pe total pero no exactamente). Y es esa otra escena del poder colonial, donde la historia se vuelve farsa y la presencia, “una parte”, pueden verse las figuras gemelas del narcisismo y la paranoia repitiéndose furiosa e incontrolablemente.