El anuncio de Lourdes Flores Nano de aceptar la posibilidad de su candidatura a la Alcaldía de Lima -como una reacción de la decencia que sigue presente en nuestra sociedad frente a la corrupción que nos impone al señor Kouri, a pesar de los “vladivideos”-, me ha devuelto el ánimo perdido.
En estos días hay una suma de escándalos que encabeza el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), que jaló al fiscal Avelino Guillén, brillante acusador de Fujimori, con un examen desaparecido sobre un caso que el magistrado había ganado en la vida real (Kouri-Montesinos); también se agravió a otro fiscal al pedirle una coima.
Además, se mostró otro lado de la corrupta decisión presidencial de indultar a Crousillat -cuando este ha usado su libertad para pretender recuperar el canal cuya línea editorial vendió a Montesinos-, quien recibió el apoyo del presidente aprista de la Corte Superior de Lima cambiándole el juez de la causa.
Los efectos de estos y otros escándalos se pueden medir en ese crimen espantoso donde la joven que asesinó a su madre, después de declarar que la amó mucho, dijo que el amor era bueno, pero el dinero era mejor.
Pocas cosas son tan contundentes para la moral pública como estas palabras, que muestran la invertida escala de valores que estamos dejando a los más jóvenes desde la acción pública y la política. Porque esta realidad de crisis intelectual y moral se está manifestando en candidaturas que pretenden catapultar como modelos de ciudadanía a personajes vinculados a la mayor corrupción de nuestra historia republicana, como si fueran angelitos que apenas admiten algunos errores (si los admiten), y aspiran a los más altos cargos de la elección popular.
Estas candidaturas tienen que recordarnos al oprobioso ochenio del general Odría y al equívoco refrán: “Roba, pero hace obra”, que tanto daño sigue causando en la conciencia ciudadana. Nos obligan a revisar nuestra cultura política y a hacer docencia de ciudadanía con base en la decencia y la honorabilidad.
Lourdes Flores ha sacado la cara en nombre de la decencia y esa decisión debe ser apoyada más allá de su legítima postura partidaria, como respeto a una escala de valores que no debe ser destruida por los pragmatismos que se impusieron desde el fujimorato y que hoy prostituyen la vida política y afectan mucho a nuestra sociedad. Se requiere un amplio debate sobre lo que nuestras ciudades deben esperar de las elecciones municipales y sobre lo que la sociedad peruana tiene que afirmar en las elecciones del 2011. Hay que exigir valores y línea de conducta a los aspirantes a cargos públicos de todo nivel y Lourdes se ha puesto a la cabeza con coraje que merece nuestro respaldo Sigue leyendo