Vergüenza en curso: La campaña presidencial en curso

El Comercio

Conforme avanza la campaña presidencial se evidencia que esta será una de las más vacías de contenido porque prima la pulla venenosa antes que las ideas y los spots publicitarios antes que los programas. Cuando los candidatos agreden burdamente al contrincante, se cierran las puertas al debate y cada cual termina exponiendo sus escasas propuestas en solitario.

Alejandro Toledo está primero en todas las encuestas. Tiene una campaña bien diseñada y con mucha disciplina interna. Pero los demás se le han “prendido” de una manera deplorable, que dice algo de sus magras calidades humanas y mucho más de sus escasas habilidades políticas. El caso emblemático es Lucho Castañeda, pero no se quedan atrás otros actores que no son candidatos.

Vi a Castañeda en televisión presentando sus nuevos spots y retando a Toledo a cortarse el pelo, como ridículamente han hecho sus seguidores, para demostrar que no consume cocaína. Prueba simplista que un consumidor sobrepasa absteniéndose unos días. Pero es una ofensa a cualquier interlocutor y solo se explica cuando los políticos han perdido la chaveta y no se dan cuenta de que así no podrán gobernar en paz. Tuvo la osadía de retarlo a obedecer antes del 1 de marzo so pena de quedar marcado por su vinculación al narcotráfico. Reacción histérica que termina victimizando a Toledo.

Fueron los psicosociales de Montesinos los que acuñaron la especie de que Toledo era borracho y coquero. Que los use Rey ahora que recién se muestra como el fujimorista que siempre fue, vaya y pase. Lo increíble es que Castañeda los use ahora cuando él fue víctima de ellos.

En medio del inicio de esa ofensiva, la revista “Caretas” patinó en dos números colocando fotos que lo acercaban a uno de los Sánchez Paredes cuando era presidente y todos se le acercaban y pretendiendo vincular a Javier Reátegui con el mismo grupo de peruanos investigados por narcotráfico. Le falló la foto y la patinada fue enorme. Ha declarado que no quiso mancillar el honor de Reátegui –lo conozco hace sesenta años a él y su familia y son personas honorables por todos lados– pero parece que con el honor de Toledo “Caretas” puede jugar libremente, pues sus fotos sembraron la especie y no quiere rectificar. Muy mal ejemplo de una revista que ha sido clave en la lucha por la democracia.

Ahora Ollanta Humala y su coro de repetidores, también sin escrúpulos, ponen en aprietos a la embajadora de Estados Unidos tratando de utilizarla para atacar a Toledo por haber recurrido a esa embajada a pedir iniciativas contra la candidatura de Humala a fines del 2005. La embajadora ha sido tajante y ha negado terminantemente que Toledo hubiera pedido o propuesto algo. La mentira de Humala quedó al descubierto cuando Fernando Rospigliosi reconoció que fue él quien lo hizo cuando ya no era ministro ni tenía vínculo alguno con el gobierno de Toledo. Pero insisten como un sonsonete en que cualquiera que haya hecho el pedido termina inculpando al presidente que no tenía cómo saberlo y que no intervino para nada en la campaña electoral. Nacionalismo teatral el de los humalistas que muestra carencia de valores democráticos elementales.

Pero la pataleta por las encuestas, que está detrás de todo esto, llegó a mayores cuando el Jurado Nacional de Elecciones en resolución aberrante hizo caso de las quejas constantes de Castañeda, Humala y Kuczynski, mezcla de ignorancia y mal disimulada piconería. Muchos observadores ven tras bambalinas la mano del presidente García en este caso como en el de “Caretas”, dejando la impresión de un miedo desproporcionado al cambio de posta. Se esperan nuevas maniobras contra Toledo, ¿hasta dónde soportará la institucionalidad democrática? Sigue leyendo

Por qué apoyo a Alejandro Toledo

El Comercio

La candidatura presidencial de Alejandro Toledo tiene el peso de la experiencia. Gobernó el Perú en uno de los momentos más difíciles de nuestra historia, cuando salíamos del fujimorato y muchos actores confundieron democracia con “todo vale”. Los peruanos comprobamos hoy los buenos resultados económicos, pero sobre todo los buenos resultados democráticos de ese gobierno cuyo presidente aguantó de todo, respetando las libertades y reabriendo canales institucionales malogrados por el régimen autocrático.

El ejemplar gobierno del presidente Paniagua no podía agotar la transición que iniciamos en una aventura unitaria y concertada, desde el Congreso, las fuerzas democráticas. En esa lucha conocí a Toledo, actuando en la Mesa de Diálogo de la OEA, y coordinamos en el Parlamento y en las calles. Tras el gobierno de Paniagua, recién pudimos cambiar muchas de las reglas institucionales que no alcanzó a consensuar la Mesa de Diálogo para abrir puertas a un proceso más firme y participativo. Fue decisiva la Mesa Directiva del Congreso concertada con todas las bancadas, elegida dos años casi por unanimidad. Fue Carlos Ferrero quien encabezó el proceso, a mí me tocó continuarlo hasta que se rompió la concertación por decisión de los opositores y se formó la primera alianza entre el Apra y Unidad Nacional, que enfrenté en las elecciones del 2003. Además de las leyes que restablecían reglas democráticas en los poderes del Estado, produjimos la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública promovida por Anel Townsend y la primera ley de partidos políticos, que tuvo varios padres. Ambas son claves en la institucionalidad democrática de hoy, pero lo más importante fue la descentralización y, aunque hoy el mismo Toledo acoja las críticas, esa fue la acción más saltante de su gobierno, la que hace que hoy el Perú se gobierne de otra forma y no solo desde Lima, aunque también en eso haya mucho por cambiar.

Vinieron entonces las maniobras para vacar al presidente Toledo, que fracasaron una tras otra. Los promotores se conocen aunque hoy lo nieguen. Por iniciativa del Tribunal Constitucional modificamos el reglamento para que no se pueda intentar con mayoría simple, y ello ayudó al actual presidente a superar una maniobra parecida. En un régimen presidencial los presidentes solo pueden ser removidos por una decisión compleja y muy concertada.

Admiré la paciencia y sencillez con la que Alejandro Toledo enfrentó esas maniobras. No ha habido presidente más atacado en todas las dimensiones de su vida. Pero puedo decir que no encontré en él, en ningún momento, a un gobernante corrupto ni antidemocrático. Resistió el temporal con estoicismo y bastante buen humor –ciertamente mejor que el mío– y buscó salidas sanas, en cada caso. Fue uno de los presidentes que más escuchó, a todos y tiene una horizontalidad que pocos logran en este Estado tan vertical que hasta a los parlamentarios –simples representantes– los hace aparecer jefes.

No comparto la fe neoliberal, pero creo indispensables las libertades que ellos defienden y varias de las que se olvidan. Su primer gobierno tuvo demasiado de la herencia preexistente y para crear alternativas se necesita tiempo que no tuvo. Pero ese gobierno ha permitido el crecimiento actual y que tengamos la posibilidad de debatir lo que queremos cambiar o dejar como está, porque eso es también la democracia que construimos.

Han ido cayendo todas las acusaciones. Su familia es pobre, él y su mujer viven bien, pero de su trabajo que está registrado internacionalmente. Por donde lo miren es una persona capaz de servir, con el peso adicional de la experiencia. Porque la política es un servicio o no sirve para nada. Estamos hartos de elegir presidentes que se comportan como emperadores o reyes para imponerse a los demás y no para ser sus servidores. Toledo jamás nos tratará como los artículos de “El perro del hortelano” ni dirá que hay peruanos de segunda categoría o nos pateará por la espalda o nos abofeteará desde la protección de su guardia.

Necesitamos una profunda reforma del Estado, que haga de cada cargo público un servidor de los demás. Toledo puede hacerlo y por eso lo apoyo. Sigue leyendo

Los escándalos de corrupción : El delito detrás de los ‘Petroaudios’

El Comercio

Un ciudadano que está en prisión mientras lo procesan judicialmente, me escribe a raíz de mi último artículo para argumentar que en el caso de los ‘petroaudios’ no hay delito. Es evidente que están en campaña y el asunto ha llegado hasta el Tribunal Constitucional, donde, otra vez, saliéndose de sus funciones, ha vuelto a demostrar que la corrupción incluye a los altos dignatarios que manipulan las reglas del juego sin importarles el interés público ni el escándalo.

Solo al fiscal y al juez corresponde determinar si hay delito en los ‘petroaudios’. Pero la corrupción no se limita al campo del derecho penal y los ciudadanos reaccionamos con lo que se evidencia a primera vista, y no tenemos que esperar el largo trámite de un juicio para formarnos una opinión.

Lo que se evidenció en los ‘petroaudios’ fue una manera de hacer política que es corrupta en sí misma: personajes vinculados al partido de gobierno traficando influencias a favor de una o más empresas; ministros de Estado visitando al empresario lobbista en su habitación del hotel a la vez que los deslenguados personajes que fueron grabados especulan con el resultado de esa faena y los recursos que sumarán para una próxima candidatura presidencial. Las relaciones internacionales del partido de gobierno aparecen orientadas a buenos negocios de algunos en vez de centrarse en temas políticos y públicos.

Este es el mayor escándalo de corrupción de este gobierno también por la forma en que se ha manejado. Los ciudadanos tenemos que increpar al Gobierno, al Poder Judicial y al Ministerio Público por el largo tiempo transcurrido sin resultados. Y cuando vemos que uno de los técnicos formados por nuestra Marina de Guerra, el que se acogió a la cooperación eficaz, termina de empleado del Consulado del Perú en Estados Unidos no podemos dejar de sospechar que hay malos manejos del Gobierno, y algunos vinculan esto a los ‘petroaudios’ perdidos o manipulados.

¿Qué favor le está pagando este gobierno? Tenemos que enfrentar la corrupción y solo podremos hacerlo si respetamos escrupulosamente las reglas del juego democrático. No solo las de las elecciones sino las que se refieren a la manera de gobernar, a la división de poderes, a la fiscalización de la prensa al Poder Judicial. Todo esto se relativiza cuando no se sanciona al corrupto, cuando delinquir es rentable y ocultable bajo el inmenso cúmulo de procedimientos judiciales. El lobbista que me escribe no es ajeno a este tráfico indebido. Habla de antiaprismo, pero a mí no me puede colgar ese sanbenito. No solo concerté con ellos cuando estuve en política activa sino firmé a favor de Jorge del Castillo, cuando estalló el escándalo. Mis amigos me criticaron pero lo volvería a hacer porque lo que firmé corresponde con lo que fue su trayectoria democrática. Pero en el régimen actual el enredo armado sobre los ‘petroaudios’ es de tal magnitud que salpica a todos los que gobiernan y solo se entiende en un partido que hace más de 30 años forma y reúne gente para las funciones judiciales. Afirmarlo no es signo de antiaprismo sino de elemental análisis de la realidad. Necesitamos que el caso se aclare, pero son muchos los que quieren que nos hundamos en los enredos judiciales que ni son casuales ni sirven a la ciudadanía. Son parte de la corrupción que tiene que terminar. Sigue leyendo

La corrupción otra vez. Esalud: El nuevo escándalo de Barrios

El Comercio

El presidente García ha reaccionado rápido ante el escándalo de su ex ministro Barrios. Sabemos que tiene buenos reflejos, pero es necesario preguntarnos: ¿Por qué lo nombró ministro sin evaluar su gestión en Essalud? Obviamente no me refiero a las ‘obras’, que le permitió inaugurar, ni a los gestos y palabras que suelen adular a los máximos gobernantes. En los estados modernos hay métodos de chequeo y balance de poderes que hacen que ojos atentos e independientes vigilen lo que se hace; y un pago enorme a un funcionario genera, por lo menos, luz ámbar para los fiscalizadores.

Aquí al fiscalizador se le considera enemigo y se ponen candados a los mecanismos que la Constitución prevé para el control político.

En algunos casos es la propia Constitución la que cierra el paso. ¿Cómo es posible que un contralor designado por el presidente de la República –al cual el Congreso solo ratifica, pues el presidente monopoliza la iniciativa– fiscalice al Gobierno? Otorongo no come otorongo, o sea nadie se fiscaliza a sí mismo. El congresista Víctor Andrés García Belaunde ha mostrado cifras preocupantes del Essalud que Barrios manejó como si fuera su chacra y ya aparecen en los diarios denuncias sobre sus empresas –facturando al Estado– sobre otros cobros de burócratas que se llevan mucho de lo que aporta la ciudadanía asegurada.
Pero escandaliza más que el Congreso haya sido incapaz de fiscalizar a tiempo. Las democracias son regímenes que descansan en los límites y los controles de cada parte del Estado. Pero aquí no funcionan, les pusieron candado con alianzas que se hacen en nombre de la gobernabilidad. No es cierto que no se puede gobernar sin mayoría parlamentaria. El Poder Ejecutivo tiene todos los resortes para definir su política económica y sus políticas sectoriales. Se usa a la mayoría o a las alianzas impúdicas –como la hecha por el Partido Aprista con el fujimorismo– para que estos manejos indebidos puedan operar sin sanción inmediata y sin fiscalización que pare los actos corruptos a tiempo.

Por eso, parafraseando un lema político que ya no se usa, sostengo que “solo el escándalo salvará al Perú”. El ‘chuponeo’ mafioso de los ‘petroaudios’, el Caso Cofopri o ahora el Caso Barrios no aparecen por acto de fiscalización preventiva ni control político. Es la libertad de prensa la que funciona mejor y el otro día un alumno de la maestría en Ciencia Política aportó un elemento clave al decirme: “Cierta es la fiscalización de la prensa, pero a ella le llegan datos desde adentro”. Yo recordé el Caso Cantuta, en el apogeo de la autocracia fujimorista, cuando incluso tras mi denuncia mucha gente nos volteaba la cara. Entonces fueron militares disconformes con su comando corrupto, y hoy pueden ser funcionarios o empleados escandalizados con lo que hacen sus jefes. ¿No les parece que es hora de ventilar la gestión pública? La trasparencia es la mejor aliada de los buenos gobernantes y los que la evaden tendrán que pasar momentos de vergüenza colectiva, como se evidencia en este momento del gobierno.

Hay que exigir a los candidatos presidenciales una definición sobre este tema, que no puede quedarse en generalidades.

¿Van a permitir que funcionen los mecanismos de fiscalización? ¿Permitirán que con interconexión virtual se pueda prender la luz ámbar desde un lado independiente del gobernante? Nadie tendrá mayoría propia, ¿pero las alianzas en el Parlamento impedirán que se fiscalice como ha pasado en este gobierno? Porque el escándalo lleva a la crisis política y por conjurar esta muchas veces se diluye la denuncia de corrupción y termina siendo ineficaz, como en el caso de los ‘petroaudios’.
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Hablando de lealtades: Respuesta a Constante Traverso

El Comercio

Leí ayer en Hildebrandt en sus trece un artículo de un ciudadano que conocí hace unos 20 años y que, además del mal gusto de llamar San Alfonso del milagro a quien no le puede contestar, se ocupa de mí con falsedad. Nunca he sido Presidente del IU ni me propuse selo. Tras el Congreso integré una presidencia colegiada de ocho miembros, que era más o menos lo mismo que el Comité Directivo anterior que también integraba.

Cuando Alfonso comenzó el proceso de ruptura propuse, entre otros, un congreso bajo la regla “un militante, un voto”. Me encargaron su organización con una comisión en la que todos los partidos participaron y organizamos más de 400 congresos provinciales y distritales previos al Congreso de Huampaní de enero de 1989. Se inscribieron más de 150 000 ciudadanos y los que no teníamos partido éramos más de cien mil. Si Alfonso, que se inscribió y tuve el padrón con su firma en mis manos- hubiera asistido a este Congreso que tuvo presentes más de 3 000 delegados elegidos en los congresos previos, sin duda hubiera retomado el liderazgo y puesto sus condiciones. Su ausencia debilitó la posibilidad de cambiar lo que era sólo una alianza electoral de partidos.

El articulista habla de mi ambición por la candidatura presidencial y eso tampoco es cierto. Suelo contar una anécdota que se produjo un año antes en una relajada conversación entre Alfonso y yo. Alfonso comentó que un amigo le había dicho que él era el dueño de los votos de IU. Le dije que estaba equivocado, que él era el hombre de la unidad de la izquierda y que si rompía IU cualquier c… sacaría más votos que él. Era obvio que pensaba que la ruptura destruía las posibilidades de todos. En un seminario de la Comisión Sudamericana de Paz, en Caracas de 1991, dirigido por Juan Somavía y al que asistió el general Morales Bermúdez, Alfonso sostuvo que el pueblo lo había flagelado por dos razones: por la ruptura de IU y por su amistad con Alan García.

Tras el Congreso, junto con Gustavo Mohme y Jorge del Prado, hicimos reiterados esfuerzos por convencerlo de aceptar la candidatura y yo me negué a aceptarla cada vez que me la propusieron hasta que Alfonso se inscribió como candidato presidencial con algunos de los partidos de IU, sellando la ruptura. Allí había que defender el espacio político que tanta gente construyó trabajosamente. Para mí esa candidatura significó sacar la cara –en su peor momento- por la izquierda que integré y por peruanos muy valiosos que al quedar fuera de juego retrocederían lo avanzado en democracia. Más de medio millón de votos dejaron a varios de sus representantes en el Parlamento pero el daño de esa ruptura que fragmentó la izquierda es uno de los factores que elevó a Fujimori.

Ni siquiera quise ser parlamentario, permitiéndolo la ley de entonces al candidato presidencial. No entiendo cómo ese ciudadano me increpa lo que yo haya hecho en el Parlamento al que llegué en 1993, no por IU sino por el MDI, que formamos con Rolando Ames, Gustavo Mohme, Javier Iguíñiz, Óscar Ugarte, Gloria Helfer y Julio Castro, entre otros, cuando IU, cuando IU ya no existía. Existen los textos del MDI y de la IU, propuestas programáticas democráticas por todos lados pero prefiero hablar en primera persona: traté de construir una izquierda democrática y combatí siempre las tesis de lucha armada incluso desde mis clases en le Universidad. No he sido no marxista ni leninista y sí he propuesto un socialismo democrático. A diferencia del articulista, lo que pienso está impreso en más de quince libros y en muchos artículos de la prensa nacional. Izquierda Unida fue una apuesta democrática y se comprueba con la forma en que gobernamos Lima. La historia tendrá que reconocer el liderazgo de Barrantes haber hecho avanzar la democracia a pesar de varios componentes ideológicos en contrario presentes en todos en mayor o menor medida. La experiencia hizo avanzar. Es cierto que no avanzamos en relación al defecto que afecta a la mayoría de partidos, de izquierda, centro o derecha en el Perú: el caudillismo exacerbado que explica mucho de estas rupturas y que lo forjan no sólo líderes caudillistas sino seguidores que necesitan un caudillo como el articulista de marras. Tendrá que entenderse alguna vez que los partidos son asociaciones de ciudadanos y funcionan con reglas que se asumen libremente pero que todos cumplen. Y una de de esas normas es que siempre los líderes tienen que ser aves de paso.

Sigo siendo amigo de los que se fueron y de los que nos quedamos. Tienen derecho a criticar mi terquedad: yo no quise romper e hice toso lo que pude para impedirlo. Fui consecuente con que le dije a Alfonso en la primera conversación política que tuve con él en 1983, tras invitarme a ir como Teniente Alcalde: “Tú y los partidos son indispensables y los demás no debemos agudizar la contradicción.” Fue al día siguiente de la inscripción de la lista, que tuve que encabezar yo-recién llegado-, porque tras una discusión Alfonso se retiró y desapareció una hora antes del cierre del plazo para inscribir la lista municipal.

Solo una referencia a las torpes afirmaciones del articulista sobre Susana Villarán y Fuerza Social. Poner flores en la tumba de un amigo o de alguien al que uno quiere es normal y burlarse de eso es tonto y falto de mínima calidad humana. Fuerza Social no es la continuidad de Izquierda Unida ni de ninguno de sus partidos. Es gente mucho más joven que, salvo Susana y alguno más, no vivía en esa época. Déjenlos ser lo que quieran ser, con respeto.
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27 años después: El gobierno democrático del alcalde Alfonso Barrantes

El triunfo de Susana Villarán no es con las justas.Comenzó muy abajo y es por eso que no tiene alcaldíasdistritales. El salto mayúsculo lo dio en la coyuntura enque sacaron a Kouri, no por transvase de votos sinoporque allí se posicionó mediáticamente como lacandidata con más fuerza.

A Susana la atacaron sin piedad y con enormesfalsedades. A una demócrata que nunca defendió lalucha armada le han dicho terrorista. Jaime Bayly lodemostró en la noche de las elecciones, al protestar concasi todos los tabloides en la mano por las primeras planas del sábado cuando estabaprohibida la campaña. La calumniaron hasta en las horas de silencio obligado.

Esta coyuntura me recordó algo de lo que viví hace 27 años cuando acompañé a AlfonsoBarrantes en su victoria de 1993. Nos dijeron de todo. A mí me cuestionaron hasta mireligión y dijeron que corregí mi apellido materno por razones políticas para esa campaña.Quisiera que a estas alturas se den cuenta de su error, pero en nuestra política criolla novale sino la diatriba coyuntural.

Ahora dicen que Susana no podrá gobernar porque tiene un par de regidores de PatriaRoja y porque no tiene alcaldes distritales, que son otros gobiernos. Les voy a demostrarque es posible gobernar en grande y con grandeza y estoy seguro de que Susana lo hará.Pero tengo una cuestión previa. Quiero aclarar que Fuerza Social y Susana Villarán son laizquierda democrática de hoy. No heredan las taras, limitaciones ni prejuicios de ayer ytienen derecho a ser ellos mismos. Mostraré lo que hicimos con el liderazgo de AlfonsoBarrantes y con peruanos tan valiosos como Ángel Delgado (reforma tributaria, impuestode promoción municipal), Óscar Ugarte (vaso de leche) y muchos más que aquí no puedomencionar. Pero hoy esa Izquierda Unida ya murió y está surgiendo otra. Tiene que serdistinta porque el mundo lo es.

No hay izquierda democrática si no reconoce, de entrada, que solo se llega al Gobiernopor elecciones democráticas, no por golpe ni por vía armada. Esta es una opción quemarcó toda mi vida, y la compartí con Alfonso Barrantes porque lo acordamos en 1983,cuando me invitó a participar, y él fue ejemplar en cumplir lo que acordamos. Por eso,ambos enfrentamos a Sendero Luminoso sin medias tintas. Pero la democracia no es soloun método para elegir gobernantes, es una manera de gobernar.

Ahora que tantos dicenque es imposible que Susana gobierne con amplitud, este ejemplo puede servirle no paraimitarlo sino para hacer su propia creación heroica. Alfonso me visitó pocos días antes deque juráramos con un ejemplar de la revista “Quehacer” de Desco en la que escribí un artículo contra la ley que da mayoría absoluta a cada alcalde al margen de los votosobtenidos. Me dijo: “Nos convertiremos en dictadores”. Yo tenía una fórmula y se la dije:“Cuando en el debate no hayamos convencido por lo menos a una de las bancadas deoposición, yo te pediré que postergues el tema hasta la siguiente sesión. Con calmaevaluaremos si se han unido por fregar o si tienen la razón”. El resultado fue más del 90%de los acuerdos del consejo por consenso en los tres años.

El gobierno de Barrantes incorporó a las tres bancadas de oposición: Manuel Cáceda(PPC) encabezó el transporte urbano, Pedro Coronado (PAP) presidió la comisión depresupuesto y Lucho Castañeda (AP) encabezó la empresa administradora del peaje. Miscompañeros de bancada aceptaron que el protagonismo lo tuvieran quienes perdieron laelección. Yo sé que los pleitos al interior de Izquierda Unida y su ruptura por decisión de Alfonso nublan todo, pero podemos decir con la frente muy alta ante las diatribas conservadoras que fuimos un gobierno democrático desde todos sus ángulos. Algo más,nos investigaron hasta 1995 auditando nuestras cuentas hasta tres veces: no hubo ni uncaso de corrupción. ¿Por qué reciben así a Fuerza Social y a Susana Villarán cuando hayestos antecedentes? Solo pido un poco de consecuencia y de respeto por el otro, algoelemental para la democracia Sigue leyendo

El liberalismo que espera el país: El ejemplo de Vargas Llosa

El Comercio

El Perú y toda Iberoamérica están de fiesta. Somos los consumidores de sus libros: lo mejor que nos ha ofrecido su vida a todos. Me dieron ganas de releer “Conversación en La Catedral” o “La fiesta del Chivo”, los dos libros que más me han gustado, pero aguardaré el que está por salir, pues parece que en él vuelve a combatir autoritarismo y arbitrariedad y a sustentar de manera práctica algo que siempre me cuesta enseñar a mis alumnos: que la democracia es la ciencia y el arte de los límites, y cuando estos faltan regresamos al mundo arcaico de las dictaduras y la barbarie.

Las dos últimas intervenciones de Mario Vargas Llosa en la política peruana son significativas. Convenció al presidente Alan García de abrir el Lugar de la Memoria y –al renunciar– le enmendó la plana al socialdemócrata ahora converso, que como todo converso se va al otro extremo, más que conservador, troglodita, muy distante del liberalismo, llevado de la mano por Rafael Rey a restaurar el imperio de la impunidad con el D.L. 1097, elaborado con los abogados de los asesinos.

En el Perú no tuvimos la vida política dividida entre liberales y conservadores en el siglo XIX, y siempre ante un liberal importante nos inundaron los conservadores que eran parte de la herencia colonial.

El militarismo distorsionó la contradicción y, en las décadas recientes, el pensamiento que aquí llamamos neoliberal –y que en realidad es neoconservador– separó radicalmente el liberalismo político del liberalismo económico, para así defender los caminos de Fujimori o de Pinochet. Pero el liberalismo clásico nunca se redujo a las libertades económicas y en nuestros días la defensa de la democracia política y los derechos humanos es inseparable entre sí, como también lo es de las libertades económicas básicas a las que invoca toda economía de mercado aunque no exista una única manera de entenderla.

Vargas Llosa es un demócrata consecuente y coherente. Ha defendido algo esencial de la democracia y al hacerlo se ha acercado a muchos más que de lo que pudo hacer en las elecciones de 1990. Pero yo tengo un ejemplo suyo en esas elecciones que debo recordar y que guarda continuidad con su actual línea de conducta. En 1989 vivíamos momentos muy difíciles, para mí uno de los más dramáticos de mi vida. Sendero asustaba y decretó un paro armado en Lima. Yo que era candidato a la Alcaldía por Izquierda Unida y que pocos días después terminé de candidato a la presidencia por ruptura de la alianza, convoqué a una marcha por la paz para decirle ¡basta! a Sendero Luminoso y mostrar que el pueblo peruano no aceptaba su chantaje terrorista. Lo hice en momentos en que en los distritos de Lima no operaba la campaña electoral porque había cada día más miedo y varios políticos, desde el Gobierno, por ejemplo, me dijeron ‘irresponsable’, porque creían que el problema era de las FF.AA. y no de los ciudadanos. Vargas Llosa me llamó casi al enterarse y se unió a la convocatoria aunque él era, no yo, el que estaba posicionado para la presidencia. Fue la marcha más grande que ha visto Lima y se replicó en todas las capitales de departamento porque el pueblo peruano quería deslindar con Sendero y el terrorismo, y lo hizo llegando al Centro de Lima sin micros ni apoyo de nadie.

Ahora que todos celebran el Nobel, quiero destacar este ejemplo que guarda coherencia con lo que ha hecho hace poco y nos enseña que ser demócrata es defender libertades y derechos humanos, primero, y es defender la democracia política o el régimen democrático a la vez, no acompañando a los autócratas como tantos políticos y profesionales de medio pelo que insisten en vaciar de contenido la institucionalidad democrática. Seamos claros. Con esta separación no se convoca a todos y cada día lo entiende mejor el mundo empresarial, pero los trogloditas no lo podrán entender porque viven de eso. Solo le deseo a Mario Vargas Llosa que no lo hagan un ícono. Creo que tiene la astucia para no permitirlo. No tengo talla para llamarlo ni me mando la parte. Desde aquí, felicitaciones. Sigue leyendo

El liberalismo que espera el país: El ejemplo de Vargas Llosa

El Comercio

El Perú y toda Iberoamérica están de fiesta. Somos los consumidores de sus libros: lo mejor que nos ha ofrecido su vida a todos. Me dieron ganas de releer “Conversación en La Catedral” o “La fiesta del Chivo”, los dos libros que más me han gustado, pero aguardaré el que está por salir, pues parece que en él vuelve a combatir autoritarismo y arbitrariedad y a sustentar de manera práctica algo que siempre me cuesta enseñar a mis alumnos: que la democracia es la ciencia y el arte de los límites, y cuando estos faltan regresamos al mundo arcaico de las dictaduras y la barbarie.

Las dos últimas intervenciones de Mario Vargas Llosa en la política peruana son significativas. Convenció al presidente Alan García de abrir el Lugar de la Memoria y –al renunciar– le enmendó la plana al socialdemócrata ahora converso, que como todo converso se va al otro extremo, más que conservador, troglodita, muy distante del liberalismo, llevado de la mano por Rafael Rey a restaurar el imperio de la impunidad con el D.L. 1097, elaborado con los abogados de los asesinos.

En el Perú no tuvimos la vida política dividida entre liberales y conservadores en el siglo XIX, y siempre ante un liberal importante nos inundaron los conservadores que eran parte de la herencia colonial.

El militarismo distorsionó la contradicción y, en las décadas recientes, el pensamiento que aquí llamamos neoliberal –y que en realidad es neoconservador– separó radicalmente el liberalismo político del liberalismo económico, para así defender los caminos de Fujimori o de Pinochet. Pero el liberalismo clásico nunca se redujo a las libertades económicas y en nuestros días la defensa de la democracia política y los derechos humanos es inseparable entre sí, como también lo es de las libertades económicas básicas a las que invoca toda economía de mercado aunque no exista una única manera de entenderla.

Vargas Llosa es un demócrata consecuente y coherente. Ha defendido algo esencial de la democracia y al hacerlo se ha acercado a muchos más que de lo que pudo hacer en las elecciones de 1990. Pero yo tengo un ejemplo suyo en esas elecciones que debo recordar y que guarda continuidad con su actual línea de conducta. En 1989 vivíamos momentos muy difíciles, para mí uno de los más dramáticos de mi vida. Sendero asustaba y decretó un paro armado en Lima. Yo que era candidato a la Alcaldía por Izquierda Unida y que pocos días después terminé de candidato a la presidencia por ruptura de la alianza, convoqué a una marcha por la paz para decirle ¡basta! a Sendero Luminoso y mostrar que el pueblo peruano no aceptaba su chantaje terrorista. Lo hice en momentos en que en los distritos de Lima no operaba la campaña electoral porque había cada día más miedo y varios políticos, desde el Gobierno, por ejemplo, me dijeron ‘irresponsable’, porque creían que el problema era de las FF.AA. y no de los ciudadanos. Vargas Llosa me llamó casi al enterarse y se unió a la convocatoria aunque él era, no yo, el que estaba posicionado para la presidencia. Fue la marcha más grande que ha visto Lima y se replicó en todas las capitales de departamento porque el pueblo peruano quería deslindar con Sendero y el terrorismo, y lo hizo llegando al Centro de Lima sin micros ni apoyo de nadie.

Ahora que todos celebran el Nobel, quiero destacar este ejemplo que guarda coherencia con lo que ha hecho hace poco y nos enseña que ser demócrata es defender libertades y derechos humanos, primero, y es defender la democracia política o el régimen democrático a la vez, no acompañando a los autócratas como tantos políticos y profesionales de medio pelo que insisten en vaciar de contenido la institucionalidad democrática. Seamos claros. Con esta separación no se convoca a todos y cada día lo entiende mejor el mundo empresarial, pero los trogloditas no lo podrán entender porque viven de eso. Solo le deseo a Mario Vargas Llosa que no lo hagan un ícono. Creo que tiene la astucia para no permitirlo. No tengo talla para llamarlo ni me mando la parte. Desde aquí, felicitaciones. Sigue leyendo

La izquierda democrática: Lo que significa la opción Susana Villarán

El Comercio

Nos acercamos al final de la campaña municipal con varias lecciones. La primera tiene que ver con la corrupción y la decencia en política. Álex Kouri tuvo la osadía de aspirar al gobierno de Lima tras el escándalo de sus ‘vladivideos’ corruptos y el peaje chalaco en una obra muy discutible; Lourdes Flores le salió al frente con valentía y decisión. Pero Kouri persistió en errores ética y políticamente enormes. Trató de engañar confundiendo domicilio legal con vecindad y para colmo se inscribió desde un partido inexistente, simple franquicia para ofrecerse como vientre de alquiler. El JNE lo sacó de la carrera, pero cuando lo hizo Lourdes ya lo aventajaba en las encuestas. Más de un analista enfatizó que la correcta decisión del jurado lo libró de la derrota, pero no lo libró de la crítica ética y democrática.

La coyuntura cambió y se volvió contra Lourdes no solo porque no tuvo un discurso distinto a tiempo sino porque le saltó a la cara el Caso Cataño. Seamos claros, nadie ha acusado de corrupción a Lourdes pero los servicios profesionales de un político tienen más limitaciones que los de los demás abogados. Eso se ha usado y le hizo daño, pero tampoco sirvió a Lourdes unirse al coro macartista contra Susana Villarán, porque la sepultó en su nicho de votos propios y perdió la intención de voto que ganó al posicionarse contra Kouri.

En esa misma coyuntura se posicionó Susana. Tuvo la capacidad política para torear la campaña y subir. No está dicha la última palabra pero ya se pueden ver más fortalezas que debilidades. Ella representa una apuesta de izquierda democrática y su partido es una agrupación que expresa una nueva generación, que no tiene las limitaciones ni los prejuicios de etapas anteriores que no vivieron la mayoría de sus integrantes. Su mensaje tiene la frescura de la personalidad de Susana y la modernidad que le aportan profesionales bien capacitados, con experiencia técnica y de gobierno. Ministra de la Mujer con Valentín Paniagua y Javier Pérez de Cuéllar, exhibe estas credenciales democráticas y el orgullo de haber sido integrante del gobierno que abrió la lucha contra la corrupción fujimorista y dejó una huella de honorabilidad y transparencia ejemplar.

La campaña macartista de algunos medios se estrelló con decisiones rápidas de Susana para corregir lo poco que había que corregir –sacar al candidato a regidor denunciado de violentista casi en el acto, a pesar de que con el puesto 39 no iba a salir elegido–, y respondió con iniciativa cada agresión. La guerra sucia siguió desde varios lados y afectó a Lourdes con el ‘chuponeo’ telefónico, pero no ha logrado sus objetivos. El papelón de Pedro Pablo Kuczynski debiera enseñar a nuestra derecha lo que los liberales siempre comprendieron: no vale excluir al otro ni jugar al cuco. Todo régimen democrático gana si tiene una izquierda democrática y moderna. Eso es lo que representa Susana Villarán y sus alianzas, que tanto levantan sus adversarios, son eso: alianzas y no definen con su cuota de poder el rumbo de Fuerza Social.

Ha crecido el número de ciudadanos que rechaza la corrupción, y quienes aspiren a ejercer cargos públicos deben ser más prolijos porque serán escrutados. Lo que sí es urgente es un pacto contra el ‘chuponeo’, que debe incluir a los medios o tendremos que comunicarnos en morse o algún lenguaje críptico.

Dos mujeres valiosas son las protagonistas. No son caudillos ni su equivalente femenino. Estamos avanzando en democracia. Sigue leyendo

El rey que rabió: El cuestionado DL 1097

El Comercio

Uso el nombre de una opereta porque a eso se parece la comedia de equivocaciones cuyo protagonista es el ministro de Defensa, personaje que tenemos ya que considerar nefasto para la democracia. En su última y accidentada conferencia de prensa ha reclamado tolerancia, algo que no suele practicar. Hay que ser claros, debemos ser tolerantes con las ideas y con las prácticas que corresponden a la vida privada de los demás, pero no podemos ser tolerantes con los asesinos ni con los corruptos y, obviamente, la tolerancia no puede presidir la investigación de quienes han sido denunciados por delitos de ese tipo.

Es un escándalo que daña gravemente al Gobierno que el ministro de Defensa haya sido asesorado por abogados de los acusados de terrorismo y corrupción, como lo ha reconocido. Hay conflicto de intereses, por decir lo menos, y hasta tráfico de influencias, agregarán algunos, algo que ya en el caso BTR remeció a este gobierno. Es también un escándalo que el congresista Sousa escriba a la hermana de Pichilingue, el número 2 del grupo Colina, para informarle que ha gestionado la inclusión de esta delegación de facultades que se usa dentro del D.L. 1097 en la ley de delegación que solicitaba el Gobierno para la lucha en el VRAE.

Este congresista fujimorista reveló nada menos que al relator de la ONU sobre derechos humanos una lista de los acusados a quienes favorecerá esa ley, es decir, está probado que ha sido una ley con nombre propio. Todo esto evidencia un juego de poder sin ningún escrúpulo para reconstruir la impunidad.

No es nueva esta conducta y viene siendo práctica repetida desde el fujimorato por los que han sido cómplices de la corrupción y de la violación de derechos humanos de ese régimen. Fueron cómplices por cerrar los ojos unos, y por usar todo tipo de artimañas para impedir que se investigue y juzgue, otros. Cuando hice la denuncia del Caso Cantuta en el Congreso en 1993, este mismo personaje me dijo levantándome su dedo índice acusador: “Tienes que decir que es un hecho aislado, no una política sistemática”. Le contesté que no podía afirmarlo ni negarlo porque solo tenía información de un hecho. No acababan de salir de su asombro los presentes ante la descripción de cómo fue el acto criminal y ya salía Rey a defender ideológicamente pero sin base empírica al fujimorato. El gobierno, apoyado por abogados como los que hoy asesoran a Rey, impidió que la comisión investigadora citara a los militares implicados, maniobró para que la causa quedara en el fuero militar que los trató con paños tibios y produjo la amnistía que rechazó la justicia internacional en 1995. De la misma manera han maniobrado para impedir los juicios desde el Ministerio de Defensa y por mucho tiempo. Han negado la información que reclamaba la justicia por casos graves que siguen impunes y hoy los mismos que desde el Poder Ejecutivo o desde la abogacía son responsables de las demoras las usan para cancelar las investigaciones judiciales.

En declaraciones –siempre destempladas– pretenden convertir a quienes reclaman justicia en enemigos de las FF.AA., confunden asesinatos indefendibles con combates que se hacen por mandato de la ley y exageran la magnitud de los afectados por la investigación judicial encubriendo su propia responsabilidad en las demoras. Los peruanos que sirven a la patria en las FF.AA. no deben dejarse sorprender, saben que su profesión es incompatible con los asesinatos y no pueden admitir el confusionismo ideológico que se elabora para encubrir errores y delitos.

Ya hay algunas reacciones en el Partido Aprista que es el principal afectado, porque este decreto legislativo y este ministro contradicen su conducta democrática en la transición y catapultan al aprismo al callejón oscuro de las autocracias. Ojalá reaccionen y deroguen el decreto de marras. Sigue leyendo