VARGAS LLOSA SOBRE HENRY PEASE

Por: Giovana Castañeda:

Este es un extracto de El Pez en el Agua de Mario Vargas Llosa, tomado del muro de Jose Carlos Yrigoyen. El escritor cuenta cuánto respeto le tenía a Henry Pease cuando este convocó a todos los candidatos a la presidencia de la República a una marcha por la paz contra el terrorismo. Pease era uno de los candidatos por la izquierda:

“La mañana siguiente el candidato de Izquierda Unida a la alcaldía de Lima y a la presidencia, Henry Pease García, anunció que el día escogido por el senderismo para el paro armado él saldría a las calles con sus partidarios a fin de mostrar «que la democracia era más firme que la subversión». Yo estaba con Álvaro, en mi escritorio —todas las mañanas, temprano, antes de la reunión del kitchen cabinet, pasábamos revista al programa del día—, cuando escuché en la radio la noticia. Al instante me vino la idea de solidarizarme con la marcha y salir también con mis partidarios a manifestar el 3 de noviembre en respuesta al desafío de Sendero Luminoso. A Álvaro le gustó la idea, y, para evitar que se embrollara en consultas con los aliados, la hice pública sin pérdida de tiempo, en una entrevista telefónica con Radioprogramas. En ella, felicité a Henry Pease y le propuse que desfiláramos juntos.

No me hubiera plegado a la Marcha por la Paz si la iniciativa no hubiera venido de Henry Pease, un adversario que, como intelectual y como político, me parecía respetable. Hay muchas maneras de definir lo respetable. En lo que a mí se refiere, me merece respeto el intelectual o el político que dice lo que cree, hace lo que dice y no utiliza las ideas y las palabras como una coartada para el arribismo.

No abundan en mi país los intelectuales respetables en este sentido. Lo digo con tristeza pero sabiendo lo que quiero decir. El tema me desveló, hace años, hasta que un día creí entender por qué los índices de deshonestidad moral parecían, entre las gentes de mi oficio, más elevados que entre los peruanos de otras vocaciones. Y por qué habían contribuido tantos de ellos y de manera tan efectiva a la decadencia cultural y política del Perú. Antes, me devanaba los sesos tratando de adivinar por qué entre nuestros intelectuales, y sobre todo los progresistas —la inmensa mayoría—, abundaban el bribonzuelo, el sinvergüenza, el impostor, el pícaro. Por qué podían, con tanta desfachatez, vivir en la esquizofrenia ética, desmintiendo a menudo con sus acciones privadas lo que promovían con tanta convicción en sus escritos y actuaciones públicas.

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