Henry Pease

Por: Nelson Manrique
Conocí a Henry en 1980, cuando entré a trabajar en Desco. Henry era el director y en los 10 años que ejerció el cargo la convirtió en una de las ONG más influyentes del país. Entablamos entonces una buena amistad que se mantuvo a lo largo de los años, primero en Desco y después en la PUCP. 

Henry provenía del socialcristianismo y durante el gobierno militar optó inequívocamente por la izquierda. Para cuando lo conocí no militaba en ninguna organización, pero en 1980 nació la Izquierda Unida. En Desco trabajaba gente que militaba en diferentes organizaciones y también gente de izquierda independiente. Se acordó realizar un trabajo “de franja”, es decir, tomando como referente los parámetros de la Izquierda Unida, dejando en libertad a cada uno para desarrollar a nivel personal su propia militancia. Fue una opción muy fértil.

Para cuando lo conocí, Henry había publicado un par de libros que ejercieron una notable influencia, El ocaso del poder oligárquico, y Los caminos del poder, sobre la primera y segunda fase del gobierno militar. A estos les seguirían varios más, que combinaban la entrada académica con su experiencia como dirigente político, sea como teniente alcalde de Alfonso Barrantes en la municipalidad de Lima, como candidato presidencial de Izquierda Unida en 1990, o como parlamentario durante las dos décadas siguientes, todo articulado siempre con su quehacer como docente universitario.

Henry tuvo la visión de comprar para Desco una de las primeras computadoras usadas por una ONG y de impulsar la organización de una base de datos sobre la política peruana que permitió publicar durante años el Resumen Semanal y la colección Cronología Política, que brindaron a los investigadores material muy valioso para el análisis político y social.

Henry tenía una vocación política muy clara y estaba decidido a contribuir a cambiar el país, pero su aspecto y hasta su nombre, que para otros quehaceres le hubieran abierto muchas puertas, eran una desventaja para constituirse en un líder de izquierda. Me contaba que hasta tuvo que hacer un juicio para cambiar su apellido materno, García-Yrigoyen por García, para quitar el retintín oligárquico que esto le añadía al inglés Henry Pease. Finalmente se ganó su espacio en la izquierda como dirigente gracias a su tenacidad –era un bulldozer trabajando–, su sencillez, su capacidad de conversar y su extraordinaria capacidad como organizador.

Frecuenté la amistad de Henry y la de su hermano Franklin, sociólogo de izquierda uno y etnohistoriador de derecha el otro, tan parecidos en su brillantez y rigor intelectual, su enorme espíritu de trabajo, su amor por el país y su vocación de maestros, y tan distintos en sus opciones políticas y en su temperamento. Henry era, como lo puede testimoniar todo el que lo haya conocido, una persona encantadora, empática y bondadosa, gran conversador y tenía mucha correa para soportar las bromas (que menudeaban en el Dazibao de la Izquierda Irresponsable que Fernando Eguren fundó en Desco, en homenaje a la entonces recién estrenada “izquierda responsable”). Pero a Henry le faltaba el humor y la cundería que le sobraba a Franklin.Este se divertía mucho rememorando las pasadas que le hacía a su hermano, como cuando al retorno de España, luego de la primera vuelta electoral de 1990 (él era militante del Fredemo, por supuesto) y al desembarcar en el aeropuerto leyó en la primera plana de un periódico declaraciones de Henry. “¡El 65% del país votó contra Vargas Llosa!”. De inmediato consiguió un teléfono para llamar a su hermano. “¡No sigas diciendo eso
–le aconsejó–, porque van a decir que el 94% del país votó contra ti!”. Henry reía de buena gana y estoy convencido de que para él las pérdidas más dolorosas de su vida fueron la muerte de Franklin y la de su esposa Mary, a la que permaneció fiel hasta el fin de sus días.

A Henry el maestro su discípulo Fernando Correa le ha brindado un bello texto, en su muro en Facebook: “quiero pensar que dejó en nosotros, sus alumnos, algo así como el fuego de Prometeo: la capacidad de sentirnos insatisfechos y no dejarnos llevar por la corriente. Y ese fuego lo instaló muy bien. Imagino que Henry Pease llegó para dejarnos eso y luego partió para los Elíseos. Lugar que, estoy seguro, está bastante poblado de héroes e ídolos que en algún momento terreno se asentaron en algún rincón del fundo Pando” (https://www.facebook.com/fernandocorreasalas).

Si escriben esto en tu memoria, utilizaste bien el tiempo que te fue concedido en este mundo. Descansa en paz, Henry.

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