Henry Pease

Por: Mirko Lauer

La reforma política (Lima, PUCP, 2008) nos sigue pareciendo el libro fundamental de Henry Pease. Concebido a partir de su experiencia parlamentaria, es un conjunto de propuestas concretas para atacar rémoras evidentes de nuestro sistema, como el excesivo presidencialismo, la inoperancia del Congreso, la debilidad de los partidos políticos.

Cuando Pease lo publicó (lo había escrito el año anterior) el país todavía no había entrado al descalabro institucional que vemos hoy. Pero el autor lo intuía. En 1994, en el título de otro libro, había llamado al periodo fujimorista como Los años de la langosta, y es probable que en privado no haya tenido un mejor concepto para la actual era de trifulcas autodestructivas.

Prácticamente ninguna de sus propuestas del 2008 fue llevada a la práctica. No porque se hubiera optado por otras propuestas, que las hubo, aunque menores. Sino porque el sistema político peruano simplemente ha decidido no reformarse en sus aspectos defectivos más importantes. Pease reclamaba cambios contraintuitivos para la lógica política criolla.

Esta actitud, resumible en tratar de resolver el problema en tiempo real y no esperar, ingenua o cazurramente, que este simplemente se vaya resolviendo por el camino, no le facilitó la vida política a Pease. Si bien es cierto que ocupó algunos de los espacios más importantes de la política, siempre fue como de prestado: más por su prestigio personal que por sus ideas.

Sus ideas y sus hábitos eran exigentes, e incluían cosas como evitar atajos en lo administrativo, practicar la mayor transparencia posible en el tira y afloja político-partidario, profesar un izquierdismo moderado cuando pocos de sus socios políticos creían en eso. No fue realmente, y en eso rectifico una percepción mía de otra época, un hombre de su tiempo. Fue un hombre superior a su tiempo.

Me tomaré la libertad de reproducir, levemente modificados, párrafos de una columna que escribí sobre su libro cuando apareció: “Difícil imaginar libro más oportuno y útil que este, un vademecum para quienes están a punto de perder la paciencia con uno o todos los poderes del Estado, y desean hacer algo al respecto dentro de cauces democráticos.

“Pease no se hace grandes ilusiones sobre la rescatabilidad de una excelencia republicana, y propone algunas medidas puntuales para ir entablillando, digamos, las partes torcidas de nuestra convivencia política. Su tesis es que eso se comienza a hacer por el lado de la representación.

“Muchos de los cambios que propone Pease se imponen por su propio peso. Pero el autor además los explica bien y los ubica en el contexto amplio que es la reforma a que alude el título. La misma que se ha ido frustrando con roche en los dos últimos finales de legislatura. Es sintomático que ideas como las de Pease sean impopulares precisamente en el Congreso.

Algunas de las propuestas:

— Elecciones primarias abiertas en los partidos como una alternativa al voto preferencial.
— Vacancia automática para quien deja de pertenecer al partido que lo llevó al Congreso o a un Consejo Regional o Municipal.

° Solo los partidos podrán tener bancada (y mantener la valla en 5%).

— Empezar un camino de reconocimiento de los partidos regionales, para espacios específicos.

— Menos firmas y más indicadores objetivos de que un partido político efectivamente existe.

“Además de estos cambios, relativamente poco mencionados en el debate, Pease recoge en algunos cuyo reclamo ya cae de maduro, como el financiamiento estatal de los partidos, mayor transparencia interna en ellos, o la renovación del Congreso por mitades. En todos los casos el autor expone y argumenta con claridad de catedrático, lo cual en efecto es”.

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