Un amor y un café

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No es frecuente que vaya a Starbucks, pues voy siempre y cuando cuente con la economía necesaria para consumir un capuccino. El día de mi cumpleaños decidí sentarme en una de las aisladas mesas de dicho establecimiento para consumir un frapuccino de moka; sentado con el sorbete en la boca, pensé:” ¿Qué estará haciendo Rosi? Debo presentarla: Rosi es una chica muy hermosa a la que conocí en el centro preuniversitario en el que estudiaba, ella se orientaba hacia la creativa carrera de arquitectura, sin embargo no logró ocupar vacante alguna; nunca le hablé, eso me suele suceder siempre, por ello no logré conversar con ella durante todo el ciclo. No podía sacarla de mi cabeza, todos los momentos del día la tuve tan presente, tan dentro de mí que me resigné a la mísera y cobarde idea de olvidarme de ella, ya que me conocía a mí mismo, por ende sabía que no la conquistaría y que sería mejor echar todo al olvido.

Paradójicamente ese mismo día hablé con mi ex pareja, a quien quiero y estimo demasiado por lo mucho que he aprendido de ella y porque en el lapso que duramos fui feliz, y que si me detectasen una enfermedad terminal y me dijeran que moriré en un mes o, peor aún, unos días, me gustaría que ese mes o esos días sean acompañados de su dulzura tan alocada. Entonces, ese día le conté que yo estaba inmensamente enamorado de Rosi, quizá de una manera conchuda e insensible, sin embargo ella lo entendió e inclusive me deseó todo el bienestar de la manera más amigable que pueda existir. Es decir, mi ex enamorada, que hoy es una de mis grandes amigas, aceptó mi nuevo interés sentimental de forma corajuda, por ello espero que conozca a un buen chico, ya que ese don que posee – artista y amical – solo le debe pertenecer a quien lo merezca, lamentablemente yo no estoy capacitado para ello. Ese mismo día, Kelly, mi ex enamorada, me dio una gran lección de nobleza y, sobre todo, de amor al decirme que ella siempre sería mi amiga para lo que yo necesite en el futuro y me deseó los exitos que no estoy seguro que lograré. Creo que me he alejado mucho del tema principal. A todo ello, me siento complacido con la alegría de ese amor platónico que siento hacia Rosi, solo basta verla, no es necesario que me hable para sentir el goce sublime y angelical que su presencia crea eufóricamente en mí.

El frapuccino se va reduciendo de a poco. Entretanto, veo a las parejas tan felices y es inevitable no sentir una envidia abyecta a los tórtolos que rondan dándose ligeros besos en la vía pública, exhibiendo la majestuosidad del amor en su día que, irónicamente, es el mismo día de mi cumpleaños. Son las 3 y media de la madrugada del 15 de febrero, mientras escribo unos sutiles versos que serán publicados en mi blog, pienso en Rosi, pienso que me gusta, que es tan ilógico querer a alguien a quien nunca has hablado. Pienso en ella y sé que es un imposible. Pienso en que quiero verla y nada más, pues con ello cumplo parte de mi efímera felicidad diaria.

El frapuccino se acabó una hora después de ser adquirido. El amor que siento hacia Rosi se acabará cuando conozca a otra chica, cuando el amor no se mezcle con todos los cafés que consumo a diario o para que a diario, el café no consuma el amor que siento. Hoy puedo querer a Rosi, mañana no sé a quien querré, tampoco quiero saberlo, solo quiero ser envestido por el celestial golpe del amor, aunque si fuese de Rosi, el golpe sería el cobijo de la mano de Dios.

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