Aquellos tiempos

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A mis amigos del CEPREPUC.


Me gusta recordar. Me gusta saborear el intenso y sublime sabor de la nostalgia. Es decir, los momentos de inmensa satisfacción que he pasado son imborrables. Además, no solo quedan los rescoldos de amores frustrados o ilusiones, sino también de amistades únicas. Pues bien, aun las tonterías y los chistes me retornan a una época en la que un joven debía estudiar o, simplemente, vagar, lo cual resultaba perjudicial. Por ello, me es fácil recordar a mis amigos de un centro preuniversitario; los naipes nos confrontaban a duelos súbitos, juegos como “ocho locos” acompañaban las sombrías mañanas de enero, por ello sería raro no sentirse un tanto mafioso, ya que mi amigo usaba gafas oscuras y anchas, las que lo aparentaban como un gangster italiano.

Creo que, a lo largo de los años, he aprendido que uno le da el valor indicado a los recuerdos. Y así, mientras añoro a las chicas que me llevaron al fenómeno tan hermoso que es el amor, recuerdo a Kelly (ex enamorada), Milagros o a Rosi, personas que me dieron sonrisas ocultas, alegrías invisibles al ojo humano. Hoy, después de un lapso conmemorativo, siento que he desperdiciado un año de mi vida, quizá por enamorarme y acatar órdenes mezquinas de mi corazón, atado a los sentimientos heroicos de un amor platónico o de una relación, y por ende viviendo en mundos quiméricos por la belleza y sutileza de ellas. Resistiéndome de manera corajuda a los celos, siendo victima de la timidez y la cobardía. Mientras mis amigos me decían lo cojudo que era al no actuar, yo me resignaba a un triste final. Pero, así es señores. Las personas debemos pasar por decepciones amorosas y sufrir para entender que la vida no consta solo de enamorarse, sino también de un esfuerzo para conseguir nuestras metas.

Para el 2009, la cumbia era la música que gobernaba los buses de Lima. Un joven podía tomar dos caminos: ser pandillero o seR estudiante. Claro, en el mejor de los casos, artista. Con ello pude sobrevivir a una generación degradada por el reggaeton, mitigando los resquemores de un país que va en desequilibrio. Siempre dije:”Las penas pasan mejor con coca cola”, mi fiel amiga antidepresiva (aunque algunas veces también me deprimía) es decir, yo busco deprimirme, quizá como un ejercicio autodestructivo y sofocante con el cual libero muchas tensiones oprimidas en el corazón y en la mente.

Enero del 2010, estudio como un loco angustiado por ingresar a la PUCP, compito en la CEPREPUC, sé que llegará el día del examen final y me pondré tenso, y con ello mandaré a la mierda todo el esfuerzo que di. Estudio en la cafetería de arte mientras oigo Cada vez que digo adiós, pienso:”Las matemáticas son más divertidas con rock”. Me divierto en los imaginativos caminos de la geometría, me pregunto:” ¿Sería yo un buen arquitecto? “Me respondo:” Quiero ser bueno en algo, no importa en qué”

Se aproximan tiempos difíciles para este escribidor, para este intento absurdo de escritor en el que me he convertido. Vaya, vaya. A mis dieciséis años de edad, me he dado cuenta que no sobrevive el inteligente, el “chanconcito” sino el más astuto. Es aquí donde un mínimo animal como el zorro le gana al magno delfín.

Lima, 27 de Enero del 2010

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