Archivo por meses: febrero 2010

Un amor y un café

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No es frecuente que vaya a Starbucks, pues voy siempre y cuando cuente con la economía necesaria para consumir un capuccino. El día de mi cumpleaños decidí sentarme en una de las aisladas mesas de dicho establecimiento para consumir un frapuccino de moka; sentado con el sorbete en la boca, pensé:” ¿Qué estará haciendo Rosi? Debo presentarla: Rosi es una chica muy hermosa a la que conocí en el centro preuniversitario en el que estudiaba, ella se orientaba hacia la creativa carrera de arquitectura, sin embargo no logró ocupar vacante alguna; nunca le hablé, eso me suele suceder siempre, por ello no logré conversar con ella durante todo el ciclo. No podía sacarla de mi cabeza, todos los momentos del día la tuve tan presente, tan dentro de mí que me resigné a la mísera y cobarde idea de olvidarme de ella, ya que me conocía a mí mismo, por ende sabía que no la conquistaría y que sería mejor echar todo al olvido.

Paradójicamente ese mismo día hablé con mi ex pareja, a quien quiero y estimo demasiado por lo mucho que he aprendido de ella y porque en el lapso que duramos fui feliz, y que si me detectasen una enfermedad terminal y me dijeran que moriré en un mes o, peor aún, unos días, me gustaría que ese mes o esos días sean acompañados de su dulzura tan alocada. Entonces, ese día le conté que yo estaba inmensamente enamorado de Rosi, quizá de una manera conchuda e insensible, sin embargo ella lo entendió e inclusive me deseó todo el bienestar de la manera más amigable que pueda existir. Es decir, mi ex enamorada, que hoy es una de mis grandes amigas, aceptó mi nuevo interés sentimental de forma corajuda, por ello espero que conozca a un buen chico, ya que ese don que posee – artista y amical – solo le debe pertenecer a quien lo merezca, lamentablemente yo no estoy capacitado para ello. Ese mismo día, Kelly, mi ex enamorada, me dio una gran lección de nobleza y, sobre todo, de amor al decirme que ella siempre sería mi amiga para lo que yo necesite en el futuro y me deseó los exitos que no estoy seguro que lograré. Creo que me he alejado mucho del tema principal. A todo ello, me siento complacido con la alegría de ese amor platónico que siento hacia Rosi, solo basta verla, no es necesario que me hable para sentir el goce sublime y angelical que su presencia crea eufóricamente en mí.

El frapuccino se va reduciendo de a poco. Entretanto, veo a las parejas tan felices y es inevitable no sentir una envidia abyecta a los tórtolos que rondan dándose ligeros besos en la vía pública, exhibiendo la majestuosidad del amor en su día que, irónicamente, es el mismo día de mi cumpleaños. Son las 3 y media de la madrugada del 15 de febrero, mientras escribo unos sutiles versos que serán publicados en mi blog, pienso en Rosi, pienso que me gusta, que es tan ilógico querer a alguien a quien nunca has hablado. Pienso en ella y sé que es un imposible. Pienso en que quiero verla y nada más, pues con ello cumplo parte de mi efímera felicidad diaria.

El frapuccino se acabó una hora después de ser adquirido. El amor que siento hacia Rosi se acabará cuando conozca a otra chica, cuando el amor no se mezcle con todos los cafés que consumo a diario o para que a diario, el café no consuma el amor que siento. Hoy puedo querer a Rosi, mañana no sé a quien querré, tampoco quiero saberlo, solo quiero ser envestido por el celestial golpe del amor, aunque si fuese de Rosi, el golpe sería el cobijo de la mano de Dios.

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Aquellos tiempos

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A mis amigos del CEPREPUC.


Me gusta recordar. Me gusta saborear el intenso y sublime sabor de la nostalgia. Es decir, los momentos de inmensa satisfacción que he pasado son imborrables. Además, no solo quedan los rescoldos de amores frustrados o ilusiones, sino también de amistades únicas. Pues bien, aun las tonterías y los chistes me retornan a una época en la que un joven debía estudiar o, simplemente, vagar, lo cual resultaba perjudicial. Por ello, me es fácil recordar a mis amigos de un centro preuniversitario; los naipes nos confrontaban a duelos súbitos, juegos como “ocho locos” acompañaban las sombrías mañanas de enero, por ello sería raro no sentirse un tanto mafioso, ya que mi amigo usaba gafas oscuras y anchas, las que lo aparentaban como un gangster italiano.

Creo que, a lo largo de los años, he aprendido que uno le da el valor indicado a los recuerdos. Y así, mientras añoro a las chicas que me llevaron al fenómeno tan hermoso que es el amor, recuerdo a Kelly (ex enamorada), Milagros o a Rosi, personas que me dieron sonrisas ocultas, alegrías invisibles al ojo humano. Hoy, después de un lapso conmemorativo, siento que he desperdiciado un año de mi vida, quizá por enamorarme y acatar órdenes mezquinas de mi corazón, atado a los sentimientos heroicos de un amor platónico o de una relación, y por ende viviendo en mundos quiméricos por la belleza y sutileza de ellas. Resistiéndome de manera corajuda a los celos, siendo victima de la timidez y la cobardía. Mientras mis amigos me decían lo cojudo que era al no actuar, yo me resignaba a un triste final. Pero, así es señores. Las personas debemos pasar por decepciones amorosas y sufrir para entender que la vida no consta solo de enamorarse, sino también de un esfuerzo para conseguir nuestras metas.

Para el 2009, la cumbia era la música que gobernaba los buses de Lima. Un joven podía tomar dos caminos: ser pandillero o seR estudiante. Claro, en el mejor de los casos, artista. Con ello pude sobrevivir a una generación degradada por el reggaeton, mitigando los resquemores de un país que va en desequilibrio. Siempre dije:”Las penas pasan mejor con coca cola”, mi fiel amiga antidepresiva (aunque algunas veces también me deprimía) es decir, yo busco deprimirme, quizá como un ejercicio autodestructivo y sofocante con el cual libero muchas tensiones oprimidas en el corazón y en la mente.

Enero del 2010, estudio como un loco angustiado por ingresar a la PUCP, compito en la CEPREPUC, sé que llegará el día del examen final y me pondré tenso, y con ello mandaré a la mierda todo el esfuerzo que di. Estudio en la cafetería de arte mientras oigo Cada vez que digo adiós, pienso:”Las matemáticas son más divertidas con rock”. Me divierto en los imaginativos caminos de la geometría, me pregunto:” ¿Sería yo un buen arquitecto? “Me respondo:” Quiero ser bueno en algo, no importa en qué”

Se aproximan tiempos difíciles para este escribidor, para este intento absurdo de escritor en el que me he convertido. Vaya, vaya. A mis dieciséis años de edad, me he dado cuenta que no sobrevive el inteligente, el “chanconcito” sino el más astuto. Es aquí donde un mínimo animal como el zorro le gana al magno delfín.

Lima, 27 de Enero del 2010

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