Reunión para un posible caso. Mi presencia es más simbólica que necesaria pues hay varias cosas que definir antes de evaluar un posible proceso. Bueno, busquemos el lado positivo. Cojo un lapicero y me pongo a escribir palabras sueltas para relajar el pensamiento.
Tengo igual un oído activo en la reunión —no sería gracioso que me pregunten algo y yo esté divagando—. Uno de los asistentes toma la palabra para decir que otro es un “máster”, pero luego continua y dice que es “más terco que […]”. Me pareció gracioso y sonrío un poco; no será una broma como para llorar de risa, mas cosas así dejan buena vibra.
Pero la idea se queda en mi cabeza. Y se me queda porque máster/más terco es un juego llano de palabras que tímidamente se acerca a un ritual lúdico más complejo: los textos bifrontes. No soy experto pero en esencia es un texto que suena igual pero arroja diversos sentidos al cambiar el orden de las sílabas. Va ejemplo:
El mar y no tu telar.
El mar y no el ejido, el mar y no su eco.
Que también puede leerse como:
El marino tutelar.
El marino elegido, el marino sueco.
Estoy reflexionando sobre el marino sueco y en máster/más terco mientras un abogado habla sobre estrategias y plazos. Para ser sincero, hace días que estoy pensando en textos bifrontes, tengo presente a Darío Lancini, un venezolano que, parece, devocionó su vida a ciertos juegos del lenguaje, incluyendo a los bifrónticos.
Pero pensar en Lancini también es una advertencia. No parece ser juicioso seguir la posta de un tipo que, posiblemente, quedó descolocado por dedicarse tanto tiempo a juegos del lenguaje. La percepción, la cosmovisión se corrompen. El juego pasa a ser el centro. ¿Cómo construir con total libertad si estás enfocado en que el texto no solo tenga por sí mismo sentido, sino que también lo tenga en relación al juego al que se ve sometido?
Pero Darío Lancini es Darío Lancini y Gino Rivas es Gino Rivas. Yo solo soy un aficionado, un tipo que sonríe mientras escribe pero que nada espera de ni reclama a la literatura. En teoría el mayor riesgo en mi caso es frustrarme un rato y luego dejarlo de lado. Además, esta reunión tiene para al menos una hora más así que por qué no ocuparnos en algo para pasar el tiempo.
Máster/más terco es jodidamente complicado. Después de un rato encuentro un inicio prometedor, una posible puerta:
Más terco, menta
Máster, comenta
Pero el costo ha sido alto, por lo menos he quemado 20 minutos para aumentar unas pocas sílabas. La (mi) lentitud me exaspera pero también me obsesiona. Tengo muchas ideas y posibles continuaciones y en eso estoy pero de la nada la reunión también termina así que es hora de las despedidas.
Me despido mientras en mi mente cruzan frases como sientoquemos (siento que hemos / sien toquemos). Salgo de todo, que el mundo espere un rato, necesito, necesito, terminar esto.
Ahora que estoy libre de distracciones decido empezar de cero. Máster / Másterco es un buen punto de partida pero por qué no buscar otros. Recuerdo uno que leí hace tiempo:
Azulado es el mar.
A su lado es el cielo.
Elijo a ese. Es cuestión de apoyarme en “comenta” —por las puras no gasté 20 minutos de mi vida en descubrir (?) tal conjunción de letras— y seguir construyendo.
Comenta se vuelve cometa (Azulado cometa/ A su lado come ta[…]) y mi día se vuelve un infierno. No puedo dejar esto hasta tener algo completo. No almuerzo, las lentejas que cociné pueden seguir viviendo. Estoy mal (Azulado cometa, mal / A su lado come tamal) pero eso por ahora es lo de menos.
Salgo a caminar. Parque, carro, niño, poste, botica, avenida solo sirven en función a su utilidad para el juego. Todo pasa a someterse al juego. El universo entero se reduce a esto. ¿Qué tiene esto que es tan obsesivo? Pienso en tetris, en acomodar las piezas, en que todo coincida, en que haya un orden, pero también un bisentido, pues uno no es suficiente. No puede ser suficiente.
El sol indica que ya han pasado varias horas. Tengo claro que esto no es sostenible. Pienso en dejarlo ahí, pero me asusta dejarlo inacabado. ¿Cómo voy a dormir pensando en esto? Debo ponerle fin sin reparo. Hago un esfuerzo y logro tener algo completado.
Azulado cometa, mala sien, toquemos todo lo grado.
A su lado come tamal, asiento que hemos todo logrado.
Cojo el texto, lo veo. Es aceptable, sí. Puede continuarse, sí. Pero mejor no verlo de nuevo. Escribir, para mi, nunca había sido sufrimiento. En todo caso, ha sido refugio para atesorar las cosas buenas y lidiar mejor con las cosas malas. Pero hoy entiendo que hay que tener cuidado al jugar con las palabras. Quizá si la mayoría juega en una ruleta igual no sienta ganas de ir al día siguiente, pero hay un 1% que queda condenado a esas apuestas sin remedio. Quiero decir más pero ya no debo decir más. Todo lo grado podría perfeccionarse, y continuarse, pero antes de darle más alas a esa idea mejor exterminarla sin miramientos. Y que este sea un testimonio de que al menos una vez jugué con fuego.
*Este texto puede pecar de ridículo y artificial. Pido disculpas por ello.