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Papatzul

Todo estaba padre, ¿sabes? Nos reunimos en la casa de Luciana (sin Mario que tenía una reunión o algo así), ella preparó la comida, cenamos, todo estaba delicioso, equis. Luego de eso tomamos tequila; Jorge Alberto tomó bastante pero nada fuera de sus estándares, estaba igual bien, definitivamente consciente. Tomamos el metro rumbo a Soho, rumbo a Papatzul. Llegamos, nos pusimos a bailar, equis. Jorge Alberto dijo que iba a pedir más tequila y se fue, luego volvió, y a la tercera de esas idas y venidas sí me comencé a preocupar un poco; cómo toma este wey, pensé, y bromeando le iba a decir que yo tendría que cuidarlo a él cuando durante la cena él me dijo que me cuidaría a mí, pero me distraje y no le llegué a decir nada.

Las cosas se pusieron raras cuando en un punto alguien se pone a hablar con Luciana, le pregunta algo y entonces Jorge Alberto se me acerca y me dice que todo el LL.M. está preguntado por ellos, que qué son ellos dos; y creo que dije ‘pues amigos ¿no?’ pero Jorge Alberto me respondió algo de estilo todo el mundo pregunta qué somos. Yo le dije que qué importa lo que la gente piense, que son puros chismes, y ahí me hizo un gesto para ir a comprar más trago. Lo seguí y vi de reojo que Luciana lo estaba mirando, mirando raro ¿sabes?, pero nuevamente con solo eso no podía deducir nada.

Entonces volvimos con ella. Nos pusimos a bailar y en eso ellos dos cruzan algunas palabras, yo me comencé a sentir sola, un poco como excluida, así que me puse a bailar con un colombiano, ¿cómo se llama este wey? Bueno, equis. Y mientras estoy en eso veo que ellos dos dejan de bailar y se van al fondo del antro. Se sientan, se ponen a conversar, y siento que está raro porque un rato después se les acercó alguien pero casi instantáneamente se dio media vuelta y los dejó solos. Los miré, ninguno sonreía.

Quince, quizá veinte minutos, ese tiempo estuvieron en esas. Y luego Luciana se paró y se fue. Así, sin más, se paró, se acercó a mí para decirme que ella ya se iba, le quería decir que me espere un rato para irnos juntas pero claramente estaba ofuscada, así que no dije nada y se fue. Entonces voy hacia donde está Jorge Alberto pero él me dice que lo espere que va a comprar más trago. Y ahí es que lo perdí de vista, él no volvía y un rato después me puse a buscarlo por el local, pero nada. Pensé que se había ido y volví a bailar. Poco después de eso alguien se me acercó y me dijo que Jorge Alberto estaba afuera, llorando.

***

No pude ir a casa de Luciana por un compromiso con peruanos que había asumido desde meses atrás, así que los vería a ellos (y a todos) en Papatzul. Quizá si hubiese estado desde un inicio las cosas hubieran cambiado, Clara dice que Jorge Alberto hubiera tomado menos tequila (una botella entre cuatro te golpea menos que una botella entre tres). Pero en fin, llego a Papatzul y veo afuera a Jorge Alberto sentado y a Clara a su lado. Voy hacia ellos y caigo en cuenta de que algo no anda bien; Jorge Alberto está llorando, cubriéndose los ojos. Saludo a ambos y Clara me hace un gesto de que no entiende qué está pasando. Me acerco a Jorge Alberto y le digo qué paso mi amigo y él responde que todo bien, todo bien, mientras se limpia las lágrimas. Qué difícil es cuando alguien te dice que está bien mientras evidencia que está muy mal. Pero bueno, entonces le pregunto a Clara dónde está Luciana —te digo que yo no sabía nada hasta ese momento— y Clara me dice que ya se fue. Raro, pienso, ¿cuándo Luciana se va temprano de una fiesta? Pero eso pasa a un segundo plano si al lado tienes a un tipo, no, más que eso, a un amigo, llorando.

Mientras estamos en eso se arma una situación extraña. Algunos de los que salen a fumar un cigarro se acercan a Jorge Alberto para decirle que tranquilo, que todo va a estar bien. Esto sucede varias veces, una o dos personas vienen, le dicen eso, le dan ánimos, se quedan un rato y luego se van. Yo tengo ganas de preguntar qué pasó pero si Clara está en la luna entonces en teoría no tiene sentido preguntarle a alguien más. No es por nada pero después de Luciana —aunque ya no sé si eso se mantiene— Clara y yo somos los mejores amigos de Jorge Alberto.

Entonces Jorge Alberto dice que quiere volver a ingresar. Ahí me doy cuenta de lo borracho que está; miro a Clara y ambos entendemos que este tipo tiene que irse a dormir. Jorge Alberto se para, yo le digo que lo mejor sería ir a descansar. Nembre, me dice, si tú acabas de llegar. Clara le dice que ella ya está cansada y que podrían irse juntos. Empieza toda una discusión que se hubiese prolongado por un buen rato pero le llega la bajada de nuevo. Es solo cuando empieza otra vez a lagrimear que Jorge Alberto acepta irse a dormir. Apenas empezamos a caminar él para, me mira y dice que yo debo quedarme, que ni siquiera he entrado a Papatzul. No quiero quedarme, pero conozco a este huevón, no va a dar su brazo a torcer. Clara me hace un gesto de que todo ya parece bajo control y entonces digo que ok, que yo me quedo. Me despido de ellos y entro.

***

Si no aparecía Mario creo que no convencíamos a Jorge Alberto de irse. El caso es que nos fuimos los dos rumbo al metro y en toda la caminata él seguía en esas, quebrado. Lo deje estar para que pueda calmarse, hasta que una vez ya dentro del metro le dije pero qué pedo, a ver si me cuentas de una vez qué sucedió. Me dijo que no era por nada en especial, que se sentía triste porque nuestro programa de LL.M. ya iba a terminar y que en menos de 2 meses ya se iba de vuelta a Cdmx. No manches Jorge Alberto, le dije, me quieres ver la cara de payasa o qué porque esa historia no te la crees ni tú mismo. Me pidió disculpas y yo ok te disculpo pero quiero escucharte, ayudarte. Ya en ese punto había decidido no insistir más pero empezó a hablar.

La historia es larga pero en resumen Jorge Alberto y Luciana fueron, al inicio, más que amigos. Luciana siempre le dijo que no era algo serio, y que había que tomar las cosas de manera ligera porque en unos meses cada quien volvería a su país. Él —entiendo— respondió que no tenía problemas con eso. Pero neta en realidad Jorge Alberto estaba ocultando sus emociones. El caso es que un par de semanas atrás hablaron y quedaron en que lo mejor era ser amigos, porque se entendían muy bien y eran lo suficientemente maduros para no tener que dejarse de ver o algo así. Él aceptó en palabras pero, me dijo, por dentro estaba que se moría.

Y bueno, parece que en Papatzul el detonante fue esta pregunta que le hicieron (¿Qué quién le hizo la pregunta? No lo sé, equis). Y entonces Jorge Alberto le dijo a Luciana que quería hablar con ella. Ella le dijo que mejor en otro momento, pero él insistió y le pidió por favor que la escuchara. Ahí es cuando se sientan, y Jorge Alberto le suelta todo lo que siente. Una vez que termina Luciana le hace unas cuantas preguntas, después de eso le dice que ya le escuchó y que no es momento para hablar, que si van a hablar que sea otro día, y se despide.

Jorge Alberto me mira y empieza a lagrimear de nuevo. Qué hago me pregunta. Quiero responderle pero me dice que Luciana es demasiado madura, que la admira y que se siente un torpe a su lado. Entonces me cuenta que precisamente hace unas semanas cuando conversaron ella le dijo que lo que tenían era eterno, que esa amistad no iba a acabar nunca, y que no valía la pena ponerla en riesgo intentando algo que podía no funcionar y que en cualquier caso tampoco iba a durar mucho. Jorge Alberto solo atinó a decirle que ella tenía razón.

Lo que tenemos es eterno, repite. No supe qué responderle.

***

Entro a Papatzul y unos mexicanos me llaman con la mano. Me acerco y lo primero qué me dicen es qué pedo con Jorge Alberto wey. Pues ni idea, respondo, acabo de llegar. Y me disparan varias preguntas, ¿qué pero no te has enterado? ¿no sabes qué se mamó? y otras de ese estilo. Yo entonces no sé qué responder y se empiezan a reír. Ándale Mario, me dicen, ya no es necesario seguir con el libreto. Sonrío, me tomo una cerveza y por suerte empiezan a hablar de otra cosa.

Saco el celular y le escribo a Clara. ¿Todo bien? Me dice que sí, que están en la estación del metro, que Jorge Alberto ya está más calmado. Le digo que me alegro y le pido que si se entera de algo que me cuente qué pasó. Me responde ok y me dice que por favor ya deje el celular y que disfrute. Guardo el celular. La verdad es que sin Clara, Jorge Alberto y Luciana no sé bien con quién estar. Creo que me llevo bien con muchos pero no me siento tan en confianza. Pero en fin, pienso, me vendrían bien unas cervezas y bailar en grupo con los latinos de la clase.

Me empato con unos colombianos, empiezo a hablar con uno sobre que deberíamos hacer algo un día en grupo y bla bla bla. De súbito me dice marica qué pasó con Jorge Alberto. Yo lo miro y le digo que se quebró, que supongo que tomó mucho. Ya pero nadie esperaba una reacción así, desde cuándo ellos salían. Le pregunto que quiénes ellos. Pues tu parce y Luciana, me responde. Ellos solo son amigos, le digo, y entonces se empieza a reír. Qué amigos, qué me estás diciendo. Y me cuenta que Jorge Alberto se le acercó llorando y le dijo que se moría por Luciana, que no era feliz así, y más cosas que no logró entender bien.

Le pregunto si alguien más escuchó todo lo que le dijo. Me dice que cree que nadie más, que básicamente le habló al oído. Bueno, qué tal si le damos paz a Jorge Alberto, le pregunto, y en ese momento yo pensaba que sería genial que este tipo no haya contado nada de lo que escuchó. Bueno, me responde, tu parce ha estado ventilando lo que siente como casi media hora, ha hablado con casi todos los mexicanos como mínimo. Me quedo cojudo, y creo que se nota porque se ríe y me dice que vayamos por más cervezas. Le digo que sí y entonces él enrumba hacia la barra, yo lo sigo y en ese recorrido saco mi celular, veo un mensaje de Clara. Ya sé que pasó, me dice. Yo ya sé también, le respondo, lo sabe todo el mundo.

***

¿Sabes qué es lo que más risa me da? Que su grupito mantuvo el libreto hasta el final, incluso después que el propio Jorge Alberto. Tal parece que el wey no les avisó que había confesado su amor a todas voces y ellos seguían diciendo que no, que Jorge Alberto y Luciana son solo amigos, que él tiene una vieja en México.