En la barra de un restaurante mexicano en Brooklyn un tipo toma mezcal con parsimonia. Suena su celular, esa debe ser una señal porque emocionado trata de sacar el teléfono de su bolsillo. En ese movimiento su brazo hace caer el shot de mezcal, de inmediato levanta el vaso y coge unas servilletas. El teléfono deja de sonar.
El tipo se queda mirando la barra, la pequeña laguna frente suyo. El mezcal está derramado sin remedio. Esa es la señal. Esa es la verdadera señal. Paga la cuenta y se va.
Al día siguiente amanece muerto.