Le digo que voy a contar una historia que desembocará en otra que a su vez conectará con una tercera y todo dentro de un mismo esquema. Y ahora voy a empezar, anuncio, y le hablo sobre la vez en que un amigo y yo casi perdemos la vida y que después de eso me dijo ya basta me voy a buscar a la dominicana, y me contó que en Miami —en Little Havana, para ser precisos— la conoció y que hubo química y que entre palabras al oído y miradas sentidas ella le contó su vida y le dijo que ya estaba cansada de lo mismo, que quería salir a empezar de cero, ¿por qué no juntos? ¿por qué no viajar a Asia o a Oceanía y hacer todo de nuevo?
He hablado de corrido al menos cinco minutos. Le pido disculpas por el monólogo y ella me dice que no hay problema, que estuvo bonito y me pregunta a dónde iremos después. En ese momento me queda claro que a ningún lado.