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Manual de primeros pasos en Responsabilidad Social Universitaria

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Aquí va el Manual de Primeros Pasos en responsabilidad Social Universitaria que hemos realizado para el BID:

caratula manual RSU BID.jpg

Manual RSU

Es una herramienta útil a todos: directivos, profesores, administrativos, estudiantes. No duden en bajarla e inspirarse en ella para hacer avanzar la responsabilización social de su Universidad. Suerte!

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Responsabilidad Social Universitaria, nada más ni nada menos

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En otro artículo del presente blog Respuestas a preguntas sobre RSU Ivett Navarro de la UNAM me pregunta lo siguiente:

1. ¿Existen otros modelos de Compromiso Social Universitario (CSU) en Latinoamérica, además de los de Extensión, Voluntariado, Proyección, Responsabilidad Social y Servicio Social/Comunitario?

2. ¿Cuáles son las principales metodologías para el desarrollo del CSU?

3. ¿Existe bibliografía sobre los dos temas anteriores (modelos y metodologías del CSU) que nos pueda recomendar?

Quisiera contestarle volviendo sobre la distinción entre RSU y Extensión, que no es una distinción metodológica sino filosófica. Siendo una distinción filosófica, no importa mucho el nombre que le damos (no es una “marca”) pero sí importa mucho el sentido que le damos (es un “concepto”).

Lo que Ivett llama Compromiso Social Universitario (CSU) puede ser entendido de dos maneras contradictorias:

(1) O bien se trata de otro nombre para la Extensión-Voluntariado-Proyección-Servicio Social, y pongo todos estos términos en el mismo conjunto porque designan la misma preocupación de los universitarios por lo que pasa al exterior de la universidad, es decir la preocupación social universitaria vista como un salir afuera de la Universidad al encuentro de la Sociedad.

La crítica que le hago a este paradigma es que parte de una premisa equivocada: la separación universidad-sociedad. De esta premisa equivocada, se deducen todos los problemas de esta estrategia: muy bien intencionada para ayudar a los que más lo necesitan en la sociedad (los vulnerables, marginados, etc.), está estrategia se vuelve muy débil en su aplicación, porque, por un lado, la Universidad no está preparada para asistir y resolver los problemas sociales en forma directa, y por otro, la Universidad no está mentalizada para concebir la formación e investigación como un proceso social sino como un proceso académico especializado. Y aquí entra la letanía de las quejas de los actores de la Extensión universitaria, que denuncian ser siempre la última rueda del coche universitario, queja que es legítima porque la extensión es muy útil y valiosa para los universitarios, pero al mismo tiempo queja ilegítima porque la finalidad de la universidad es ante todo la producción y transmisión del conocimiento, y no la extensión, por lo que los directivos universitarios tienen razón en privilegiar los procesos académicos sobre los demás.

Y no sólo es débil sino que incoherente porque, al no ver que la universidad ES también la sociedad, el paradigma de la Extensión no ve la relación intrínseca que existe entre la existencia de los problemas sociales por un lado y los modos de producir y transmitir los conocimientos científicos, técnicos y humanísticos en la Universidad. (No estoy aquí criticando a los actores de la Extensión en su trabajo cotidiano sino a las Universidades que piensan que este paradigma cumple con su propósito social en forma satisfactoria). Así que después de haber enseñado adentro del claustro universitario todos los conocimientos y hábitos profesionales que permiten, facilitan e incluso a veces crean los problemas sociales que encontramos afuera del claustro, uno va a tratar de ayudar a las víctimas sociales de estos conocimientos y hábitos profesionales afuera. O sea, hacemos en la Universidad lo mismo que reprochamos a las empresas que hacen “greenwashing” y paternalismo en lugar de RSE.

Y nos preguntamos ¿porqué no funciona nuestro esfuerzo de extensión? Sin ver que se trata de una cuestión sencillamente estadística: mientras hemos tratado de ayudar a 100 pobres afuera

– hemos formado 1000 economistas adentro que piensan que existen “leyes económicas” organizadas por una mano invisible que produce la armonía del “óptimo paretiano”;
– hemos formado 1000 contadores que no saben ni una palabra del cálculo de una huella ecológica de una organización, porque sus profesores piensan que su trabajo es el análisis financiero nomás;
– hemos formado 1000 médicos que denigran la medicina tradicional (en su país multicultural), separan tajantemente lo biológico de lo psico y sociológico, y sueñan con trabajar en Houston;
– hemos formado 1000 sociólogos que no saben nada de ciencias, y separan tajantemente los “hechos sociológicos” de la biología, la psicología, la física;
– en resumen, hemos formado 100 000 profesionales que no saben más que “aplicar” su pequeña inteligencia ciega híper especializada (Edgar Morin), y es esta situación la que contribuye en reproducir sistemáticamente la pobreza social y ambiental.

En realidad, vamos afuera a ayudar después de haber construido adentro los conocimientos y los jóvenes profesionales que garantizan la reproducción de la misma inteligencia ciega que reina afuera. En realidad, la universidad es el espejo de la sociedad, y la sociedad el espejo de la universidad. Sólo una concepción hologramática (la parte del todo contiene la imagen del todo) de la Universidad permite no desarrollar esta enfermedad autoinmune de creer que los problemas son de la sociedad y no de la universidad. Y si existen problemas sociales en nuestra sociedad moderna organizada de modo técnico y científico (es decir dirigida y mantenida por gente que, cada vez más, salen de las instituciones de educación superior), es porque la formación de los técnicos y científicos está basada en una racionalidad que produce problemas sociales. Lo que nos conduce a la segunda posibilidad.

(2) o bien lo que llama Ivett CSU se entiende como Responsabilidad Social Universitaria (RSU), y se trata entonces del ESFUERZO REFLEXIVO y CORRECTIVO de la Universidad sobre si misma para examinar en qué medida ella participa de este sistema socialmente insostenible, en qué medida lo reproduce también, en qué medida prepara los futuros profesionales para reproducirlo, agravarlo o transformarlo, en qué medida esta insostenibilidad social y ambiental se reencuentra en sus hábitos rutinarios adentro del campus, en los salones de clase, en los esquemas mentales de sus profesores y administrativos, en qué medida tiene ella impactos sociales negativos en su propio actuar institucional, en qué medida ella también se desentiende de sus partes interesadas, no escucha a su gente y no practica ella también una real democracia participativa.

Es por eso que este “compromiso social” es una “RESPONSABILIDAD social”, porque se trata de un esfuerzo sobre sí misma, es decir una responsabilización. Toda responsabilidad es un esfuerzo sobre uno mismo, como cuando digo “tengo que tomar mis responsabilidades”, “tengo que asumir mis responsabilidades”. Lo que caracteriza entonces el modelo de la RSU frente y en contra del modelo de la Extensión y Proyección social, es el hecho de no empezar por lo último (la acción social afuera) sino por lo primero (la transformación de la producción y transmisión del conocimiento adentro).

Ojo, responsabilización no significa culpabilización: No se trata aquí de flagelar de la pecadora universidad para después conseguir una redención mística, una transformación revolucionaria de la noche a la mañana. La responsabilización es más humilde, discreta, paciente y eficaz. Esta auto-reflexión de la universidad que se responsabiliza por sus impactos es un largo camino hacia la coherencia entre lo que se quiere como sociedad y lo que se hace como universidad, camino nunca acabado, camino cuyos pasos son los de su gente, sus actores (estudiantes, profesores, administrativos, directivos, trabajadores) reflexionando juntos sobre lo que hacen a diario, tomando decisiones académicas y administrativas, innovando con sus partes interesadas externas. Esto incluye por supuesto el aprendizaje basado en proyectos sociales, entonces el “ir afuera a ayudar”, pero no concebido como “extensión” después y separadamente de la “formación e investigación”, sino como método legítimo y racional de asegurar la formación e investigación (así ya no debería haber una Extensión como “última rueda del coche”, sino una “formación e investigación” que sea de por sí un proceso extensivo social, o sea un solo proceso académico y no tres procesos separados con uno marginado, como es el caso actualmente).

En verdad, en mi concepción de la RSU a partir de los 4 impactos universitarios, el más importante, el fundamental, el que conduce a todos los demás, es el impacto cognitivo.

4 impactos RSU.jpg

Mientras dejemos a los modelos mentales, epistemológicos y cognitivos promovidos por la Universidad fuera del debate sobre el compromiso social de la Universidad, no avanzaremos en nada. Y les puedo decir que me preocupa cada vez más cómo los universitarios siguen vanagloriándose con las lindas acciones de ayuda social realizadas por la profesora X con sus alumnos Y de la Facultad Z en el barrio popular A, mientras todo sigue absolutamente igual adentro de la Universidad, con los mismos modelos administrativos y educativos de siempre, sobre todo en la Facultad Z. Lo único que cambia es que llamamos a esto “RSU” ¡porque es más fashion!

Quisiera terminar con tres cosas:

(1) el primer libro que se tiene que leer si uno quiere tener un compromiso social desde la universidad es la “INTRODUCCION AL PENSAMIENTO COMPLEJO” de Edgar Morin, que no habla ni una palabra de proyección social estudiantil, pero que explica en forma resumida y sencilla el problema de la INTELIGENCIA CIEGA, que es el único problema social y ambiental que la Universidad está preparada y legitimada para enfrentar eficazmente, sino resolver.

(2) el segundo libro que quisiera recomendar, es el MANUAL DE PRIMEROS PASOS en RSU que escribí con Cristina de la Cruz y Pedro Sasia para el BID y que está publicado por McGraw Hill. Lo recomiendo sin falsa vergüenza porque creo realmente que aporta algo nuevo al debate y la práctica del compromiso social universitario, y ya es disponible gratuitamente en el enlace siguiente:
http://idbdocs.iadb.org/wsdocs/getdocument.aspx?docnum=35125786

(3) Existe un test sencillo para verificar si estamos en el paradigma de la Extensión universitaria o en aquél de la RSU: Si su Universidad cree que está practicando la “Responsabilidad Social Universitaria” y todavía nada le duele, es que está todavía bien lejos de verdaderamente responsabilizarse por sus impactos negativos rutinarios.

François Vallaeys

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¡Energía social, papá!

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energía social

Cierro mi computadora portátil sin apagarla. Mi hijo de 7 años me pregunta:
– ¿Por qué no la apagas, papá?
– Porque así podré abrir más rápido mis archivos, hijo.
– Pero papá… estás despilfarrando ENERGÍA SOCIAL!

Diciendo esto, mi hijo se va alegremente al cole, orgulloso de su respuesta que ha dejado a su padre mudo y pensativo… ¿Energía “social”? ¿cómo puede ser “social” la energía eléctrica? Y poco a poco, me invade toda la sensatez de este inusual concepto.

Vivimos en Francia ahora, o sea que nuestra electricidad la produce la Empresa “Electricidad De Francia”, más conocida como EDF. Otrora empresa pública, es ahora Sociedad Anónima, pero su ligación con el poder estatal es más que estrecha.

Por supuesto que la página web oficial de EDF nos agobia de buenas palabras éticas: los 5 valores de su “estrategia ética”, el altruismo de su “compromiso”: “Un grupo industrial responsable, animado por una gestión ética y preocupado por actuar a favor del desarrollo sostenible”. El mismo blablablá empresarial de siempre, que cansa a todo el mundo, menos a las Direcciones de Comunicación al parecer. Pero la realidad es diferente…

Aunque la “Integridad” sea uno de los valores proclamados por EDF, el Grupo está actualmente en juicio contra Greenpeace por haber espiado, en el marco de su lucha contra los grupos antinucleares, a la computadora del ex director de programas de Greenpeace-Francia. ¿Energía social, hijo mío? Energía de piratas incluso quizás. Ver por ejemplo los artículos (en francés):
http://www.lejdd.fr/Societe/Justice/Actualite/Greenpeace-EDF-mis-en-examen-129276/
http://www.lejdd.fr/Societe/Justice/Actualite/EDF-Greenpeace-et-les-barbouzes-74919/

La energía nuclear… ¿cómo no calificarla como “energía social”? Miro mi factura de luz. Ahí está escrito: “Origen 2008 de la electricidad: 82,9% nuclear, 9,3% renovable (de la cual 7,5% hidráulica)”. Sí, pues, ahí está toda la estrategia de la República Francesa, desde la época del General De Gaulle, de apostar militar y civilmente por lo nuclear como pilar de la independencia nacional. Ahí está también toda la argumentación actual del Gobierno que pretende que la electricidad nuclear es “limpia en CO2”, aunque los ecologistas resaltan más bien su carácter insostenible. ¿Energía social, hijo mío? Energía geoestratégica, militar, política, etc.

¿Y cómo no pensar, al mirar mi foco de luz francesa triunfante, en estas personas en Níger o Gabon, víctimas de cáncer y otras enfermedades inducidas por las minas de uranio explotadas por Francia para mi bienestar? En 2007, la ONG Sherpa, asociación de juristas franceses cuyo objetivo es que los derechos humanos y laborales sean respetados tanto en los países pobres como en París http://www.asso-sherpa.org/ , junto con la CRIIRAD, Comisión de Investigación e Información Independiente sobre la Radioactividad (un laboratorio francés independiente tanto del poder político como de los intereses económicos) publica un informe sobre la situación de los trabajadores mineros de la COMUF, la SOMAÏR y COMINAK, respectivamente sucursales mineras de Gabon y Níger para el Grupo AREVA-COGEMA (proveedor de uranio para las centrales nucleares francesas, o sea mi proveedor de electricidad). La situación es escandalosa:

• El material de medida de la radioactividad de la CRIIRAD fue confiscado en la capital, sin duda con la ayuda del director de explotación de COMINAK que había amenazado con impedir la investigación.
• En ninguna de las minas de uranio de AREVA los trabajadores estaban informados de los riesgos ligados a la radioactividad. Ellos y sus familias vivían a proximidad de las minas en total confianza.
• Los residuos mineros eran reutilizados sin precaución alguna para la construcción de viviendas y edificios públicos (hospital, maternidad, escuela, mercado, etc.). Los mismos se acumulan y son expuestos a las lluvias y vientos. Lo que significa que estas minas africanas no están sometidas a las mismas reglas de precaución que en Francia.
• El mantener los trabajadores en la ignorancia permite no tener que indemnizarles en caso de patologías ligadas con la sobreexposición a la radioactividad.

Ver informe en francés aquí.

Frente al escándalo y al desempeño de la ONG Sherpa, el Grupo AREVA se ve finalmente obligado en firmar, en junio 2009, un contrato de asociación con Sherpa y Médicos del Mundo para la creación de un observatorio sanitario en cada sitio de extracción de uranio y de un mecanismo de indemnización de los antiguos asalariados en Gabon y Níger. Este acuerdo comprende también la creación de un Grupo Pluralista de Observación de la Salud compuesto de 10 miembros, expertos científicos y médicos, elegidos en paridad por la empresa y las asociaciones, encargado de estudiar la salud de los trabajadores de las minas de uranio de AREVA así como la de las poblaciones vecinas y publicar los resultados en forma transparente.

Aquí empieza otra historia, por fin, la de la RESPONSABILIDAD SOCIAL de los diversos actores, implicando empresas, ONG y gobiernos locales en el cuidado ético y la gestión transparente de los impactos de la actividad empresarial. Se puede constatar que:

1. No se trata de filantropía, al margen de la actividad de la empresa, sino de una vigilancia constante de su misma actividad económica. Lo digo y lo repito, la UNICA definición de la Responsabilidad Social es la GESTION DE LOS IMPACTOS SOCIALES Y AMBIENTALES DE LA ORGANIZACIÓN. Todo el resto es blablablá.
2. No se trata de la Responsabilidad Social de la Empresa, sino de la responsabilización social de TODOS los actores económicos, de la sociedad civil comprometida y de los gobiernos locales. La RSE no funcionará nunca si se la ve como algo que tiene que hacer cada empresa en su rincón. Sólo la asociación con los “enemigos”, tornándolos en socios estratégicos, crea una real responsabilización social. Si me declaro responsable yo solo para hacer lo que me da la gana sin admitir fiscalización, ¿de qué responsabilidad estamos hablando?
3. Así la famosa “atención y participación de los stakeholders”, tan querida en los discursos de RSE, no es la muy cómoda “información anual” a los stakeholders (ahora todas las grandes empresas publican su “Memoria de Sostenibilidad”, muchas veces un simple himno a la autosatisfacción filantrópica), es el sometimiento (forzado o voluntario, depende) a la fiscalización por parte de los stakeholders, bajo reglas comunes y en forma transparente. No es cómodo, no es muy placentero, pero es responsable.

Con la Responsabilidad Social es otra historia humana que quiere nacer, una historia donde la sociedad se reflexiona y cuida a sí misma, equilibrando los poderes económicos (empresas), legales (Estados) y sociales (sociedad civil organizada), para que cada uno vigile a los demás, limite los abusos y puedan concordar y trabajar juntos.

Esta idea no es ni siquiera tan nueva, es sencillamente la aplicación, a la totalidad de la sociedad humana, de lo que habían encontrado los filósofos del Siglo de las Luces: la separación de los 3 poderes estatales (ejecutivo, legislativo y judicial) para luchar contra la opresión absolutista. Hoy, frente a los nuevos riesgos globales que el principio de avidez del Capitalismo genera, que el poder innovador de las ciencias facilita y que el principio de poder de los Gobiernos incentiva, debemos separar y equilibrar los poderes económicos de producción, los poderes legales y normativos de los Estados y Organismos Internacionales, los poderes sociales de legitimidad de los ciudadanos, consumidores y movimientos de defensa organizados (ONG, Asociaciones) y los poderes cognitivos de los científicos (laboratorios de investigación, think tanks, Universidades, asociaciones de científicos).

Nadie detiene la verdad absoluta, ni la legitimidad definitiva, por lo que todos deben de colaborar y fiscalizarse mutuamente. Lo que hay que evitar al máximo son las colusiones entre grupos de poder en contra de los demás: las empresas con los Estados (gran corrupción internacional), las empresas con los científicos (Monsanto, etc.) siendo las dos colusiones actuales más peligrosas que la sociedad civil debe de denunciar e impedir.

Debemos de inventar y practicar esta nueva sociedad política en la era de las ciencias y los riesgos globales, olvidándonos de las distinciones obsoletas entre lo social y lo natural, lo privado y lo público, lo local y lo global… como sabe hacerlo mi hijo de 7 años que no duda en articular fenómenos físicos con problemas humanos.

Sí hijo mío, tenías razón: la energía eléctrica es social. Detrás de cada foco de la casa se esconde (entre otros) un minero africano que aspira a la dignidad y la seguridad sanitaria, como cualquier otro ser humano. Trataré de no olvidarlo nunca más hijo mío, y apagaré mi computadora, te lo prometo.

Mitakuye Oyasin!
François Vallaeys
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La Responsabilidad Social entre la derecha y la izquierda

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Derecha/Izquierda

La Responsabilidad Social no sabe todavía dónde colocarse en el tablero de ajedrez político.

Por el lado de la derecha liberal, ciertos ven en ella una buena ocasión de retornar a la situación ideológica del inicio del siglo XIX, cuando en Europa occidental las “obligaciones” de los dueños de las fábricas todavía se concebían como meros deberes éticos, es decir voluntarios, fuera de toda coacción jurídica, y que no existían los “derechos sociales”. El debilitamiento actual del Estado-providencia en el marco de la globalización puede efectivamente nutrir el optimismo de los nostálgicos del “paternalismo filantrópico”, que siempre ha adorado ayudar a los pobres, pero detesta pagar impuestos para ellos. Ciertos liberales, más serios y lúcidos, consideran sin embargo a la Responsabilidad Social como un buen medio para regular y desde luego estabilizar el sistema económico, para su propia legitimación y sostenibilidad. Pero los ideólogos los más radicales del liberalismo temen que, al final, esta “Responsabilidad Social”, todavía voluntaria, se torne a su vez obligación estatal que vaya a entorpecer la libre actividad empresarial (ver por ejemplo la típica reacción de Milton Friedmann, quien veía desde los inicios de los 70 en la Responsabilidad Social un peligro socialista que había que combatir).

Por el lado de la izquierda, los medios socialistas en general consideran a la Responsabilidad Social con mucha desconfianza, no sólo porque la corriente viene del mundo empresarial (siempre sospechoso), sino también justamente porque la RS no se presenta como una responsabilidad jurídica garantizada por el Estado, sino como algo voluntario, lo que conlleva el riesgo de ser más una operación “cosmética” de las empresas (markethics, greenwashing) que una real responsabilización social. Pero ciertos medios de izquierda ven sin embargo aquí una oportunidad para reformar el sistema económico desde dentro, abrir iniciativas de negociaciones creativas para corregir a los abusos del mercado e imponer poco a poco mayor transparencia en el juego global. El mismo diagnóstico de la dificultad que tiene el Estado-providencia para sobrevivir en el proceso de globalización, así como el rompe cabeza del financiamiento de los proyectos de desarrollo de las ONG y el dolor de su poco impacto social, conducen finalmente a interesarse por este curioso movimiento social que es la “Responsabilidad Social”.

Por ambos lados, entonces, se considera a la Responsabilidad Social con cautela, los sentimientos oscilan entre seducción y sospecha, entusiasmo e ironía. En mi opinión, es porque cada quien sigue acampando en su tienda ideológica de siempre. Sin embargo, la Responsabilidad Social se alimenta muy mal con la oposición clásica entre liberalismo y socialismo, entre derecha e izquierda. Ella llama más bien a un cambio hacia la ecología política, que sería su único marco ideológico pertinente, pudiendo conjugar a la vez (1) regulación sistémica, (2) militancia y vigilancia ciudadana, y (3) subsidiaridad, es decir preferencia por la autonomía, la creatividad local, la descentralización y la participación, contra la burocracia y la estatización. El principio de subsidiaridad, en efecto, enuncia que una decisión colectiva debe de ser tomada al nivel más cercano posible de las personas afectadas por las consecuencias de dicha decisión, el nivel que permita acceder a la mejor información acerca de la pertinencia de la decisión y a la mayor participación de las partes interesadas.

Está ahora claro que las soluciones a los problemas globales de regulación de la sostenibilidad de la vida humana (justicia y durabilidad) no se sitúan más al nivel del Estado-nación, sino al nivel de los estándares y acuerdos internacionales, porque se trata de una problemática de redes y no una problemática de hegemonía territorial, pasablemente ineficaz en el contexto cosmopolita actual de la mundialización. Y curiosamente, este cosmopolitismo supranacional da una nueva legitimidad y eficacia a la acción local, porque las reglas operando para toda la trama globalizada se expresan en cada nudo de la red, en sintonía y resonancia con el todo. El Estado-nación se encuentra poco a poco sobrepasado por arriba (por las reglas internacionales) y por abajo (por las prácticas locales en red mundial). En otros términos, la Responsabilidad Social se expresa como una responsabilidad global, y este hecho la hace poco traducible en términos estatales. Ella pide una visión ecológica del mundo, prácticas colectivas mundiales encarnadas en acciones locales, que atraviesan a los Estados-naciones como a cualquier otro nudo de la trama global (Empresas, ONGs, Organizaciones, etc.). El Estado es un actor importante de la Responsabilidad Social, mas no el único, ni mucho menos el decisivo. Uno “pertenece” a un Estado, pero es “atravesado” por una red, es otra lógica.

Pero si el estatismo socialista no es la solución, la fe liberal en el poder milagroso del “Dedo de Dios” para armonizar a los conflictos en el Mercado, mediante una santa autorregulación, no lo es tampoco. Esta fábula liberal, que cree justificar así el laisser-faire económico, es tan dañina como su homóloga marxista de la fe en la dialéctica histórica que justificaba la violencia social en nombre del irresistible avance de la liberación del hombre por el hombre en la sociedad comunista. Ya estamos más o menos todos curados de la creencia en la dialéctica de la lucha de clases, pero muchos todavía siguen creyendo en el poder regulador de las pseudo “leyes del Mercado”. Desgraciadamente, son al contrario las desarmonías sistémicas que el sistema económico provoca en el campo social planetario, las que obligan y justifican la construcción de una “Responsabilidad Social” consciente por parte de los actores sociales, a fin de contrarrestar la pendiente natural de los procesos del Mercado hacia la insostenibilidad global de la vida humana. El Mercado puede regular precios, también mejorar ciertos productos, jamás cuidará de los bienes comunes mundiales que quedan sistemáticamente fuera de los cálculos de maximización del interés propio (ver por ejemplo Garett Hardin,The Tragedy of the Commons).

Así es que la Responsabilidad Social parece sufrir el mismo problema que la ecología política: la dificultad para “entrar en política” y hacerse un sitio entre y contra las posiciones dominantes muy marcadas del liberalismo (la derecha) y del socialismo (la izquierda), hacerse un sitio que redistribuya a los demás sitios, que cambie las reglas del juego, resuelva otros problemas con una concepción diferente de lo que es “éxito” y “fracaso”. Creer que se pueda integrar a las exigencias de la Responsabilidad Social en la agenda política sin transformar al juego político es la mayor equivocación actualmente de muchos actores bien intencionados que innovan de verdad, pero no quieren sacar todas las consecuencias de sus innovaciones sociales, no quieren cambiar sus paradigmas mentales.

Entonces cada uno trata de recuperar para sí el discurso de la ecología y la Responsabilidad Social (los derechos humanos, el desarrollo sostenible, etc.), pero cambiando lo mínimo posible su posición ideológica. Hacemos política “verde” a la derecha como a la izquierda, pero es un verde de derecha y un verde de izquierda. Nos quedamos pues en el debate sobre colores. Esto da finalmente el muy mediocre resultado que uno ve: mucho blabla sobre ecología y “salvemos el planeta”, algunas acciones limitadas sin efecto sistémico, y un enorme Business as usualde los actores económicos (para el crecimiento) y políticos (para el control del Estado nacional), que asegura la tendencia de fondo: mantener el rumbo hacia la insostenibilidad creciente de nuestro modo de residencia terrestre, hacia la puesta en peligro creciente de la calidad y durabilidad de la vida humana sobre el planeta.

Contra esta tendencia constatada, se levantan los inútiles gritos que llaman “la Etica” al rescate. Pero hay que resaltar el hecho de que la ética de la Responsabilidad Social no es una ética personal basada en la buena voluntad, sino una ética de tercera generación, es decir una ética sistémica, una ética pública. Y una ética pública no es una ética personal de los agentes públicos (la buena voluntad e integridad del funcionario por ejemplo), sino un conjunto de principios y deberes éticos para la sociedad cuya aplicación y respeto son vigilados públicamente, por medio de muchos instrumentos como: leyes, herramientas de gestión, estándares, certificaciones, acción ciudadana, denuncias, lobbies y gobernanza… Dicho de otro modo, la « Responsabilidad Social » no es un nuevo sentimiento moral que brota en el fondo del corazón de las personas buenas, es la institucionalización de reglas universales de sostenibilidad social y ambiental para que nuestras prácticas colectivas no vayan, en el conjunto de sus efectos colaterales, en contra del fin moral de la humanidad.

Mientras la defensa del “crecimiento”, del “empleo” y del “poder adquisitivo” seguirá siendo el único foco de atención de los discursos políticos de derecha y de izquierda, continuaremos avanzando, con bella unanimidad cacofónica socialmente irresponsable, a veces hacia la derecha, a veces hacia la izquierda, juntos en nuestro lindo barco planetario: el Titanic.

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Sociedad del riesgo y Responsabilidad Social

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Sociedad del riesgo

Si queremos entender por qué razón ha nacido esta curiosa nueva responsabilidad que es la “Responsabilidad Social”, como complemento de la responsabilidad individual moral (ética de primera generación) y de la responsabilidad jurídica (ética de segunda generación), debemos tomar conciencia de las nuevas características de nuestra sociedad en la era global tecnocientífica: estamos pasando de un modelo de sociedad basada en el problema de la producción y redistribución de las riquezas entre las clases sociales, a un modelo de sociedad basada en la prevención de riesgos para todas las clases sociales.

A grandes rasgos, esta nueva etapa de la modernización del mundo corresponde al paso de:

1) la revolución industrial y el crecimiento (con lucha de clases para no padecer y aprovechar de dicho crecimiento) que tuvo lugar durante los últimos 3 siglos en el marco del Estado-nación y la internacionalización de la economía de mercado,

hacia:

2) una sociedad postindustrial globalizada, fuertemente tecnológica, totalmente dependiente de los marcos jurídicos y políticos inter y supranacionales (ocaso del poder sobre sí mismo del Estado-nación para controlar y resolver solo sus propios problemas) y cuyo problema esencial no es sólo ni tanto la producción y distribución de riquezas sino ante todo la sostenibilidad de sí misma: su capacidad de control interno frente a los riesgos y amenazas fatales que genera constantemente debido a sus superpoderes tecnocientíficos y el carácter sistémico global de sus impactos colaterales.

Es imprescindible leer el libro del gran sociólogo alemán Ulrich Beck “la sociedad del riesgo” (traducción española en Paidos en 2006 ¡recién 20 años después de su edición en Alemania!) que es el inventor de dicha noción. Todos los que se interesan por la Responsabilidad Social deberían leerlo para entender por qué razón se necesita definir la Responsabilidad Social de las organizaciones en términos de GESTIÓN DE IMPACTOS o bien GESTION DE RIESGOS y no en términos filantrópicos. No me cansaré de repetirlo. Pero volvamos a la “Sociedad del Riesgo”.

Debe quedar claro que estamos en una fase de transición en la cual se superponen y retroalimentan los rasgos y problemas de la sociedad industrial de clases con la sociedad postindustrial de riesgos. De ninguna manera significa que se acabó la lucha de clases y los problemas de la miseria y la injusticia, pero estos problemas ya conocidos se resignifican en un nuevo contexto que es aquel de la sociedad del riesgo:

El cambio fundamental es que las riquezas (y las carencias) se POSEEN. Por eso se pueden FABRICAR concientemente y DISTRIBUIR en forma equitativa o no. El conflicto fundamental de la sociedad de clases es pues aquel de la PROPIEDAD, su socialización y repartición. Los POBRES tienen problemas, los RICOS no. Y es fácil percibir quién es rico y quién es pobre: los problemas sociales se ven, tienen rostros y lugares visibles.

Mientras que los riesgos se PADECEN. Por eso no se fabrican sino que son EFECTOS COLATERALES NO DESEADOS de la producción y el modo de vida moderno en general. Como tales, tienden a ser imperceptibles, sistémicos, endémicos y difusos: alcanzan a TODOS y generan amenazas y miedos tanto para el rico como para el pobre: la nube radioactiva de Chernóbil, la contaminación ambiental, el cambio climático, el terrorismo internacional, el cáncer, las sustancias tóxicas en la alimentación, los transgénicos, las crisis económicas, la drogadicción, la inseguridad urbana, la amenaza nuclear, etc. Son todos “riesgos” generados por nuestra sociedad moderna que amenazan a todos. Se tienen que CONTROLAR, PREVER, IMPEDIR, CALCULAR, ESTUDIAR, MITIGAR, etc. Por lo que la actividad científica es central en la prevención de riesgos, al igual que la coordinación entre sectores públicos (la legislación) y privados (la gestión de la producción y su vigilancia) a nivel transnacional, global. El problema fundamental de aquella sociedad del riesgo es sencillamente su autocontrol, su capacidad de protegerse a sí misma contra los propios riesgos que genera, es decir su SOSTENIBILIDAD. Por lo que los deberes éticos universales que le corresponde son de TERCERA GENERACIÓN.

Se nota muy bien aquí la ambivalencia ética de la Ciencia que es a la vez responsable de la generación de riesgos (todos los tóxicos que consumimos, por ejemplo) y de la protección contra ellos (mediante la investigación, evaluación y solución tecnológica). También se nota aquí la importancia política nueva de las empresas que son los principales vectores de la generación y difusión de riesgos, puesto que son el punto que relaciona los descubrimientos científicos con el consumo cotidiano de la gente. Por lo tanto, el CIENTIFICO y el EMPRESARIO son los dos nuevos actores centrales de la política y la ética y deben ser RESPONSABILIZADOS por su actividad crucial en la sociedad. Lo que significa: RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LA CIENCIA (nunca lo fue hasta ahora, la ciencia operó siempre al margen del control social, apoyándose sólo en el buen corazón y lucidez del científico, lo que es hoy altamente insuficiente e ineficaz) es decir también la de la Universidad, y RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LA EMPRESA.

Es por eso que son tan importantes hoy los estándares de calidad, las normas de control, las experticias (si no se investiga y evalúa al riesgo, nunca se revela, no existe social ni jurídicamente, entonces es más peligroso aún), la vigilancia ciudadana, las coordinaciones internacionales y los principios éticos de los organismos transnacionales, la transparencia y accountability, las medidas de gestión de impactos y riesgos, etc. Es decir, toda la parafernalia de los instrumentos y estrategias de Responsabilidad Social que, no lo olvidemos, no conciernen sólo a las empresas sino a todos los actores sociales: Estado, ONG, Universidades, Movimientos ciudadanos, Organismos internacionales, etc. A problemas globales, respuestas globales.

En esta sociedad del riesgo se resignifican los problemas de injusticia social en términos de riesgos sociales (riesgos de exclusión, de crisis, de inseguridad, de terrorismo, de migraciones descontroladas, etc.) es decir que se trata de resolverlos no sólo porque lo debemos (la injusticia es inmoral), sino también porque es el interés de todos (la injusticia es peligrosa).

También se redefinen la acción ciudadana militante y la labor de las ONGs en el marco internacional global de investigación, vigilancia, veeduría, control, denuncia, lobbies, etc. Menos lucha de intereses de clases (apoyando a los intereses de los débiles contra los fuertes: si yo gano tú pierdes) y más lucha de intereses universales (apoyando a los intereses de los débiles como los de todos los “stakeholders” a largo plazo contra el peligro de los intereses privados de corto plazo: si yo gano tú ganas también, porque tu “ganancia” cortoplacista no era más que una ilusión que te ponía también a ti en riesgo). Lo que implica una fuerte dependencia de la acción militante frente a la investigación científica y el acceso a la información pertinente. Las luchas sociales se dan cada vez más en el terreno del conocimiento y su difusión, haciendo jugar el conflicto entre corto plazo y largo plazo, visión parcial estrecha y visión global, intereses particulares de clases e intereses universales. Por eso, las ONGs redefinen su estrategia de acción alrededor de la producción y difusión de informaciones cruciales y el “ciberactivismo”. Miren por ejemplo el Boletín “Salud y Medio ambiente” de la ONG española Ecología y Desarrollo:
http://www.ecodes.org/pages/areas/salud_medioambiente/suscripcion.asp
o la estrategia de ciberactivismo de Greenpeace:
http://www.ciberactuacongreenpeace.es/index.php

Bueno, espero que esté claro, y que ayudará a los numerosos estudiantes de Maestría y Doctorado que se lanzan en el apasionante tema de la RSU para su tesis, pero que me escriben lamentándose de la escasa bibliografía y ausencia de marco teórico. Aquí está el marco teórico: sociedad del riesgo, ética de tercera generación, gestión de riesgos e impactos.

A todos los lectores de este blog, muchas gracias por su interés, disculpa por las largas demoras entre artículos (acabo de mudarme a Francia para hacer mi doctorado en la Universidad de Paris XII con la filósofa Monique Castillo sobre el tema de los fundamentos éticos de la RS), y un consejo importante: empiecen el blog por su comienzo (vean los archivos desde octubre 2006) para seguir el hilo conductor de la reflexión.

Mitakuye Oyasin!

François Vallaeys

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Entrevista sobre Responsabilidad Social empresarial y universitaria

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Entrevista a François Vallaeys: Filósofo, Consultor internacional en Responsabilidad Social Universitaria, Asesor de la Dirección Académica de Responsabilidad Social (DARS) de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Profesor de Ética y Responsabilidad Social en el MBA de CENTRUM (Centro de Negocios de la PUCP), Colaborador en la Iniciativa Interamericana de Ética, Capital Social y Desarrollo del BID.

Gustavo J. Tondi (1): ¿Se dice que los conceptos de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) y Responsabilidad Social Universitaria (RSU) todavía están en construcción. ¿Cómo las definiría usted?

François Vallaeys: Efectivamente están en construcción. La Responsabilidad Social es un movimiento joven, mundial, polimórfico, que involucra muchos actores de diversos horizontes y con diversos intereses. La Responsabilidad Social es un sistema de gestión en base a criterios éticos de justicia y sostenibilidad para lograr un desarrollo social y ambientalmente sostenible en la tierra. Se encarna como gestión de todos los impactos internos y externos que la organización produce. Lo que implica: diagnóstico regular del quehacer de la organización, acatamiento de estándares internacionales de buenas prácticas laborales y ambientales, participación de las partes afectadas por las decisiones de la organización (stakeholders), rendición pública de cuentas en todos los aspectos de la organización (la triple bottom line: económico, social y ambiental), trabajo en red con otras organizaciones para mitigar impactos negativos y maximizar impactos positivos (cadenas de valores, proveedores), promoción de alianzas para el desarrollo humano sostenible (Capital Social para el Desarrollo).

Esto vale para cualquier tipo de organización. La diferencia entre RSE y RSU surge al momento de diagnosticar cuáles son los impactos y quiénes son las partes afectadas. En la Universidad, tenemos impactos académicos específicos (educativos, epistemológicos, cognitivos) que, en la práctica, alejan mucho la RSU de la RSE.

Gustavo J. Tondi: ¿Cuál(es) considera que puede(n) ser la(s) causa(s) de la gran variedad de acciones que son realizadas y comunicadas desde muchas empresas, pero que en realidad no constituyen acciones de RSE?

François Vallaeys: La confusión persistente entre acción social benéfica (filantropía) y RS. Esta confusión es normal, la filantropía tiene varios siglos en el mundo organizacional y está en sintonía con nuestros patrones mentales ético-cristianos. Pero esta confusión es perversa: porque se torna muy cómoda cuando, por multiplicar acciones benéficas, una organización no quiere cambiar su sistema de gestión y sigue provocando impactos negativos (adentro y afuera) que no quiere contabilizar, que quiere seguir “externalizando” como en el modelo clásico de gestión en el cual todos los efectos colaterales se externalizan. En ese momento, la filantropía (de por sí muy buena) se torna perversa, se vuelve una pantalla cosmética para esconder la falta de RS. En resumen, más una organización genera acciones de beneficencia social sin cambiar su sistema de gestión, más se vuelve socialmente irresponsable, a pesar de su “bondad social”. Estamos en camino hacia el cambio de paradigma, ya se empieza a entender que la RS no es una serie de acciones para el prójimo, sino un sistema de gestión. Pero como es más exigente que la filantropía, como cuesta más en cuanto a los cambios de rutinas y la redistribución del poder, hay obviamente muchos intereses en seguir con el modelo de la filantropía: la filantropía es placentera (porque es placentero ayudar al otro), la RS duele (porque siempre duele diagnosticar sus incongruencias y cambiar sus rutinas para responsabilizarse por sus impactos negativos).

Gustavo J. Tondi: Las empresas de algunos sectores (ej. tabaco, petróleo u otras industrias contaminantes) son controvertidas a la hora de calificarlas como “socialmente responsables”. ¿Cree usted que hay alguna forma de revertir esta situación, más allá de hacer “cosmética” en las acciones y su comunicación?

François Vallaeys: Sí hay forma, la única diferencia es que si los impactos negativos son muy numerosos el sistema de gestión RS tiene que ser muy exigente y asociar a muchos socios en el esfuerzo de responsabilización y sostenibilidad. El petróleo es un producto fabuloso y muy útil, son nuestros patrones de uso que son insostenibles por el momento: quemar petróleo para hacer avanzar un vehículo es, en sí, una tontería. Sólo se debería usar el petróleo en la fabricación de materias necesarias al ser humano y que no podemos conseguir de otra forma. Podemos discutir si deberíamos erradicar el tabaco (personalmente no estoy de acuerdo, pero se discute) pero mientras no lo hacemos hay legitimidad en producir cigarros, trabajando a la par para mitigar al máximo los efectos colaterales que su mal uso genera. El tema más difícil en cuanto a la legitimidad social de producción es aquel de las armas. En sí, son radicalmente dañinas (están hechas para eso). Controlar su fabricación, su disminución, y mitigar sus efectos dañinos es un tema muy complejo que empezará el día en que la ONU tendrá suficiente poder como para obligar las naciones a sentarse a dialogar y negociar. Mientras tanto, sería efectivamente vano que una empresa que fabrica armas tenga pretensiones de “responsabilidad social”.

Gustavo J. Tondi: ¿Cómo ve a América Latina y, particularmente, a Argentina en materia de RSE y RSU?

François Vallaeys: El tema RSE avanza en América Latina (AL) a medida que retrocede la confusión con la filantropía, poco a poco. La globalización es un poderoso empuje, puesto que obliga las empresas exportadoras a seguir criterios de calidad más exigentes del primer mundo, en los que la dimensión social y ambiental crece cada vez más. Como la ética quiere ser ley, a ella le gusta la internacionalización de los estándares de buenas prácticas. Pero estamos todavía muy atrasados en el tema de certificaciones de RS y sistemas de gestión ambiental (SA 8000, AA 1000, GLOBALGAP, EMAS, etc.), y eso debido al contexto de débil exigencia interna y fuerte informalidad que vivimos. El problema RS número uno de América Latina es sin duda el tema interno de las buenas prácticas laborales. Mientras seguimos operando con más del 50% de organizaciones parcial o totalmente informales, no se puede hacer mucho en materia de Responsabilidad Social. No puedo juzgar de la RSE en Argentina, no soy especialista en eso.

En cuanto a la RSU, ella nació en AL, del esfuerzo conjugado de varios frentes como la Red Construye País en Chile, La Iniciativa Interamericana de Ética, Capital Social y Desarrollo del BID, la Red AUSJAL de las Universidades jesuitas, etc. Ahora España se mete fuertemente en el tema. La noción de “Universidades Sostenibles” está ganando muchos adeptos en el mundo anglosajón y europeo. Pero hay mucha resistencia todavía, sobre todo por parte de ciertos académicos de Universidades públicas latinas que no pueden superar una visión muy ideológica del asunto y no entienden la importancia de la gestión universitaria ejemplar como tema no sólo administrativo, sino también y ante todo educativo. Todavía se prefiere hablar en términos de Extensión que de Responsabilización Social desde la academia, al igual que en el mundo empresarial se prefiere hablar de filantropía que de sistema de gestión socialmente responsable. Pero no importa mucho, constato cada día que el movimiento de la Responsabilidad Social, el Desarrollo sostenible, la internacionalización de los estándares de buenas prácticas, es imparable, porque sencillamente no tenemos otra solución si queremos asegurar la sostenibilidad social y ambiental de nuestra presencia en la tierra. Y cada vez que desespero, recuerdo lo que dice Charly García, el genial cantante argentino: “Pero los dinosaurios van a desaparecer”. Ahora les toca a los argentinos evaluar cuántos dinosaurios y vacas sagradas se comen la mayoría del pasto en los campus universitarios de Argentina.

Gustavo J. Tondi: ¿Cuál considera usted que debe ser el papel de las Instituciones (incluso las religiosas) y las ONG en la sensibilización y el arraigo de la RSE y la RSU?

François Vallaeys: Retomando la clasificación establecida en la Universidad de Michigan, creo que necesitamos romper muchas barreras ideológicas y miedos al cambio para crear mayor Capital Social de nexo (entre instituciones del mismo nivel, es decir Redes interorganizacionales) y Capital Social de puente (entre grupos de nivel social asimétrico, es decir la “subsidiaridad” que permite al débil aprovechar de su vínculo con el fuerte para obtener la oportunidad que le falta en sus vínculos tradicionales) en AL. Si hay mucha informalidad y poca presencia del Estado, necesitamos una sociedad civil con mucha capacidad de asociatividad, para tener la fluidez que nos falta. AL se muere de una carencia de Capital Social de nexo y puente, y de una sobredosis de Capital Social de vínculo, que es este tipo de asociación con sus pares, su grupo de referencia, sus familiares y amigos de siempre, que crea un espacio social hecho de amiguismo, nepotismo, privilegios, corporativismo, redes casi “mafiosas”, que trabajan con un solo lema:

“A los enemigos: ¡la ley!
A los amigos: ¡todo!”

Luchar contra este tipo de mentalidad es un esfuerzo para juntarse con el (aparente) enemigo de ayer, y constatar que podemos inventar relaciones gana-gana con él, aumentando así la sinergia y confiabilidad social.

Gustavo J. Tondi: ¿Cuáles son los aspectos más importantes y/o conflictivos a tener en cuenta, a la hora de diseñar y poner en marcha un plan de RSU?

François Vallaeys: Primero, la dicotomía entre el área administrativo y el área académico, que deben de trabajar juntos, entendiéndose juntos. Hay que saber si estamos dispuestos a crear más Capital Social de nexo en la propia Universidad, o no.

Segundo, la transparencia y la redistribución de poder que la participación de las partes interesadas internas y externas (los stakeholders) implica. Hay que saber si estamos dispuestos a ceder un poco de poder y a permitir mayor visibilización de los problemas internos de la Universidad o no. Esto se da sólo si hay una confianza básica entre los actores, una voluntad común de mejorar, y un entendimiento de que no todo se puede resolver a la vez, sino que la Responsabilización Social es un camino de mejora continua.

Tercero, resolver el problema inmenso de la falta de comunicación interna: la Universidad es una institución de origen medieval que se estructura en Facultades, Departamentos más o menos separados y estancos. Esto ha servido durante siglos para proteger la autonomía académica frente a los poderes religiosos y políticos externos e internos. Ha sido muy eficaz, pero hoy necesitamos romper con eso, necesitamos transversalidad y sinergia para operar en forma compleja con problemas complejos, desde una actitud transdisciplinaria. Esto pide un enorme esfuerzo de comunicación interna y apertura de las torres de marfil y feudos académicos. Hay que decidir si estamos dispuestos a esto, o no.

Cuarto, empezar un primer diagnóstico participativo, seleccionar las áreas de mejora, actuar, evaluar, rendir cuentas y empezar otra vez con el diagnóstico. La metodología de la RSU es básicamente un camino hacia la inteligencia y autorreflexión institucional. Es decir, pretende ayudar a las instituciones del conocimiento -que saben enseñar- a aprender a aprender.

(1) Gustavo J. Tondi: Contador Público y Licenciado en Administración de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, docente de la carrera de Administración de dicha Universidad y miembro del Centro de Responsabilidad Social Empresarial y Capital Social (CENARSECS). Presidente de EXCOR Business Consultants, Inc. (Miami-USA). Está elaborando una Tesis de MBA sobre RSE y RSU. Sigue leyendo

¿Compromiso social o Responsabilidad Social Universitaria?

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RSU es dinero

Desde hace algunos meses se está produciendo un debate universitario alrededor de la “Responsabilidad Social Universitaria” (RSU) a nivel latinoamericano. Desgraciadamente, como nuestro medio sigue dominado muchas veces por académicos que no han sabido todavía hacer caer su Muro de Berlín interno, la RSU es vista con sospecha como hija ilegítima de la RSE (Responsabilidad social Empresarial) y desata las iras de todos los que quieren salvar a la autonomía de la Universidad pública de los países pobres frente a la invasión del Gran Capital internacional que quiere mercantilizar a nuestro bien público educativo. Así, para contrarrestar la peligrosa RSU, considerada como obra del demonio neoliberal, América Latina prefiere hablar del “Compromiso Social Universitario”.

Desde un punta de vista teórico, cualquier “compromiso” necesita responsabilizarse por su cumplimiento, y la “responsabilidad” implica forzosamente “compromiso” para no ser mera palabra. Pero el debate entre los del Compromiso y los de la Responsabilidad no es teórico sino ideológico. Y las posiciones de poder de los del compromiso son bien asentadas: la “Declaración del Congreso Internacional de Rectores Latinoamericanos y Caribeños: El Compromiso Social de las Universidades de América Latina y el Caribe” (Belo Horizonte, Septiembre 2007) rehúsa hablar de RSU. Sucedió lo mismo en el IX CONGRESO IBEROAMERICANO DE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA (Bogotá Noviembre 2007) y sin duda sucederá lo mismo en el evento de la CRES 2008 organizado IESALC/UNESCO por celebrarse en Cartagena en estos días de Junio 2008, puesto que el texto de referencia de dicho Congreso en cuanto a pertinencia y responsabilidad social universitaria, CALIDAD, PERTINENCIA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL DE LA UNIVERSIDAD LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA (José Dias Sobrinho sigue en la misma nota. Cada vez, el discurso es el mismo:

1. Se reduce la Responsabilidad Social a la Responsabilidad Social Empresarial
2. Se confunde la RSU con RSE (a pesar de todo lo que vamos repitiendo contra esta confusión).
3. Se critica a la RSE como necesariamente engañosa puesto que viene de las empresas que son necesariamente malas y engañosas.
4. Se agita el espectro de la mercantilización internacional de la Enseñanza superior como nuevo imperialismo de los países del primer mundo (amenaza real por cierto y no conozco ningún defensor de la RSU que esté de acuerdo con la OMC al respecto, pero la RSU no implica ninguna mercantilización de la Universidad en ningún momento).
5. Se defiende heroicamente a la educación como Bien público que se encarna naturalmente en la Universidad pública nacional cuya autonomía necesitamos proteger contra las invasiones internacionales del Gran Capital.
6. A partir de ahí, el “Compromiso social” de la Universidad se expresa en su misión genuina de institución al servicio del pueblo y se desarrolla el mismo blablá de siempre (viejo como la Reforma de Córdoba del inicio del siglo XX) acerca de la pertinencia social de la Extensión universitaria. Aquí se dicen grandes verdades con las cuales todo el mundo está de acuerdo, pero nunca se dice cómo pasar del discurso a los hechos, ni por qué razón las Universidades pocas veces practican lo que dicen.

Es obvio que no asistimos a una simple guerra de términos, sino a un conflicto de enfoques. Las palabras no importan, pero los modelos, sí. Podríamos estar de acuerdo entre todos si los académicos que defienden el “compromiso” supiesen reconocer:

(1) Que la Universidad está en crisis desde su propia GESTION, ha reproducido todas las enfermedades de la burocracia, la incomunicación institucional, la inflexibilidad que dificulta el autoaprendizaje organizacional, la separación tajante entre academia y administración. Tiene grandes problemas de transparencia, incluso a veces de corrupción, falta de rendición de cuentas, de procesos democráticos, despilfarra y es ambientalmente irresponsable, etc. Esto, el ex director de IESALC, Claudio Rama, sí lo reconocía y subrayaba (ver aquí), pero esta capacidad autocrítica me parece dormida actualmente. Ojalá me equivoque.

(2) Que más que parte de la solución a los problemas sociales la Universidad es ante todo parte del problema social que contribuye en REPRODUCIR a diario desde los salones de clases con sus malas prácticas académicas de docencia e investigación (currículo oculto), con sus decisiones epistemológicas e institucionales solapadas que reproducen sin cesar la “inteligencia ciega” (monodisciplinariedad superespecializada incapaz de tratar los problemas en forma compleja e inteligente), la “irresponsabilidad científica”, la dicotomía entre humanidades y ciencias, la soberbia deontológica del experto, etc. La Responsabilidad Social de la Universidad empieza mucho antes que su “compromiso social”, porque ella debe primero hacer su mea culpa, diagnosticar sus incongruencias internas (la mayoría de ellas ocultas e involuntarias, pero reales), empezar por casa antes de querer ir a arreglar el mundo.

(3) Que el paradigma de la “Extensión universitaria” y del Voluntariado social estudiantil fuera del tiempo académico es ahora inadecuado tanto para la formación ciudadana como para la participación social universitaria. Que necesitamos “academizar” la extensión, para que deje de ser la quinta rueda del coche universitario; que necesitamos articular alrededor de un mismo proyecto institucional los 4 procesos universitarios que son la Gestión, la Docencia, la Investigación y la Extensión. Y dejar de considerar a la Gestión como un subproceso, un medio nomás, si en realidad es el corazón mismo de la institución, y constituye el modelo ejemplar de la enseñanza oculta que se le da al estudiante.

Si estuviéramos todos de acuerdo en estos puntos, podríamos avanzar rápidamente en América Latina hacia la reforma social de nuestras Universidades, no desde una imposición legal exterior, sino desde un proceso interno de autorreflexión y autodiagnóstico participativo, que permitiría profundos cambios con muy pocos recursos externos. Es lo que propone el modelo RSU al cual he participado en los últimos años.

Por el momento, el movimiento del “compromiso social”, en cambio, no ha propuesto nada nuevo. Apenas critica un poco las insuficiencias de la Extensión, pero no quiere ver el tema de la gestión, rehúsa por completo la necesidad de accountability (rendición de cuentas) refugiándose detrás de la “autonomía universitaria” (que nadie niega, pero que no debe significar libertinaje social), no hace dialogar las partes interesadas internas, es decir que, de entrada, no ataca el corazón del problema, condenándose así a no proponer ningún cambio relevante.

Otro problema del modelo del “Compromiso social” es que rechaza de antemano (únicamente por motivos ideológicos) todas las herramientas de gestión que el movimiento de la Responsabilidad Social ha creado en los últimos años (GRI, AA 1000, SA 8000, ISO, etc.) puesto que sataniza a la empresa. Así, pasa al lado de temas tan importantes como del CAMPUS SOSTENIBLE, no mira el tema del CLIMA LABORAL interno, desconfía de los procesos de benchmarking que la internacionalización de indicadores de diagnóstico podría permitir, etc. Al negarle pertinencia a la Responsabilidad Social, y al seguir reduciéndola a la empresarial, se separa de muchas cosas sin aportar ninguna nueva.

Mientras tanto, el modelo de la RSU está avanzando:

– Hemos distinguido claramente la RSU de la RSE, pero reconociendo el parentesco de espíritu en cuanto a la GESTION de IMPACTOS y la PARTICIPACION de los STAKEHOLDERS.
– Hemos producido una definición procedimental (y no dogmática) de RSU que indica un camino de cambio y mejora continua pero sin encasillar todas las Universidades hacia un mismo modelo, sino al contrario orientando procesos de autodefinición genuina de la misión de cada Universidad según su contexto e historia. Esta definición es aplicable a Universidades públicas como privadas.
– Hemos empezado a producir herramientas de autodiagnóstico institucional participativo para que los actores universitarios internos y externos puedan recuperar el poder de decisión y reflexión sobre el quehacer de la institución universitaria.

Lo que más necesitamos ahora es que los tenores del “compromiso social universitario” dejen de tener una versión maniqueísta de la Responsabilidad Social y satanizadora del mundo empresarial. Que se pongan a estudiar las herramientas y las corrientes de Responsabilidad Social para verificar que muchas ONGs, Sindicatos, Organizaciones internacionales, están en la dinámica, luego que no es un asunto propiamente empresarial, sino un experimento mundial que implica muchas voces y actores de todos los sectores. Y que si es verdad que muchas malas prácticas cosméticas se dan en nombre de la Responsabilidad Social, no es una razón para rechazar en bloque lo que aspira a ser un nuevo modelo de gestión organizacional para el desarrollo sostenible de nuestro pobre planeta, modelo que está recién en sus inicios, tratando de encontrar su fundamento y su práctica idónea. Más que de la soberbia y la ironía de los medios académicos, la Responsabilidad Social necesita de su atención, crítica constructiva e imaginación, para consolidarse en un nuevo “Contrato Social” entre las Organizaciones (todas, incluso las Universidades) y su entorno.

Como dice el proverbio francés: “No se debe botar al bebé junto con el agua sucia de su baño”.
Botemos al agua sucia de la Responsabilidad Social que son todas estas prácticas cosméticas de marketing que quieren tapar los daños que las organizaciones hacen a sus entornos sociales y ambientales, así como a su propia gente. Pero no botemos al bebé mismo, que necesita de nuestro cariño más que nunca.

Habrán entendido, espero, que el tono polémico de estas líneas está hecho para crear debate, con cariño!

Mitakuye Oyasin

François Vallaeys
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Definición de Responsabilidad Social: ya se está despejando el camino

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vínculo social

La Responsabilidad Social es un movimiento mundial que está poco a poco cobrando fuerza y forma a pesar de su juventud y de su carácter plural. Recordemos que sus principales herramientas de gestión no tienen en general más de una década de existencia: el GRI (1997), SA 8000 (1998), AA 1000 (1999). Recordemos también que la Responsabilidad Social va borrando todas las diferenciaciones clásicas que existen entre sector privado y público, organizaciones con o sin fines de lucro, ámbito nacional o internacional: Empresas y ONGs se asocian para proyectos comunes de desarrollo, Sindicatos aprovechan la fuerza de persuasión de clientes corporativos para hacer presión sobre una gerencia reacia a acatar los derechos laborales, Organizaciones privadas hacen presión sobre gobiernos blandos para que la ley nacional se ponga al nivel de exigencia de estándares internacionales, etc. Toda una serie de nuevas prácticas que redibujan el panorama de la sociedad civil y la gestión organizacional alrededor de la regulación mediante estándares de calidad ética así como buenas prácticas de administración.

Aunque la confusión sigue vigente en América Latina entre Responsabilidad Social y Filantropía, ya el mundo está enseñando a nuestros gerentes cavernícolas que no se debe de asemejar “Responsabilidad Social” con “acción social” o “beneficencia social”. Léase al respecto el excelente editorial del Noticiero español de Responsabilidad Social Empresarial: “Responsable.biz”:
http://www.responsables.biz/editoriales/Accion-Social-la-parte-por-el-todo

En realidad, quien sigue la evolución del debate se da rápidamente cuenta que la estrategia de limitar la “Responsabilidad Social” a los actos generosos de una Fundación caritativa a favor de causas sociales – estrategia en general manejada por el gerente de marketing – tiene las horas contadas.

La Responsabilidad Social es en verdad un nuevo modelo de gestión organizacional, aplicable a cualquier tipo de organización, y que se centra en el tema de la gestión de los impactos que una organización genera, a corto y largo plazo, en el campo social y medioambiental, y que afectan a un sin número de grupos de interés (stakeholders) internos y externos de dicha organización. Esto no es una afirmación de François Vallaeys sino de la misma ISO 26000.

La inmensa ventaja del gran debate mundial actual para conseguir una Norma de Responsabilidad Social valedera para cualquier tipo de organizaciones, y que lleva el nombre poco poético de ISO 26000, es que congrega a ONGs, Empresas, Sindicatos, Organismos internacionales, Universidades, etc. para establecer un consenso internacional acerca de lo que es la Responsabilidad Social. Desde luego, constituye la definición de mayor legitimidad y ninguna organización podrá definir a partir de ahora su Responsabilidad Social sin hacerle referencia, a menos que quiera aislarse por completo del debate mundial.

Pues bien, el tercer y cuarto borrador de la norma ISO 26000 (que se supone saldrá en 2009 o 2010) definen a la Responsabilidad Social de este modo:

“Responsabilidad de una organización por los impactos de sus decisiones y actividades sobre la sociedad y el medio ambiente, a través de un comportamiento ético y transparente que:

– sea consistente con el desarrollo sostenible y el bienestar de la sociedad;
– tome en cuenta las expectativas de las partes interesadas (stakeholders);
– esté en conformidad con la legislación vigente y congruente con las normas de conducta internacionales; y
– sea integrada en toda la organización y practicada en todas sus relaciones.”

El texto precisa además que las “actividades” de la organización incluyen sus productos y servicios, “esfera de influencia” y responsabilidad en la cadena de producción. Es decir que, por ejemplo, una organización no sólo es responsable de lo que ocurre en ella, sino también en la cadena de sus proveedores.

En esta definición de Responsabilidad Social de la ISO 26000, es importante subrayar que el corazón de la definición se centra en la responsabilización por los impactos, poniendo a las expectativas de los stakeholders como subtema. Es un punto importante en el cual todavía muchos organismos de Responsabilidad Social no tienen claridad: responder a las expectativas de los stakeholders (las partes interesadas) es un medio para alcanzar el fin que es la gestión ética de los impactos para el desarrollo sostenible y el bienestar social. No puede ser considerado este medio como fin en sí mismo por la razón siguiente: “Quien no llora, no mama”.

Este dicho popular nos permite entender el peligro detrás de la gestión de la relación con los stakeholders: el peligro de atender solamente a los grupos de interés que son suficientemente fuertes para hacer presión sobre la organización, dejando a los débiles abandonados. Sabiendo que los más marginados y las generaciones futuras serán siempre por definición los que griten menos para reivindicar sus derechos, no podemos definir exclusivamente la Responsabilidad Social en términos de atención a los stakeholders, sino que ésta debe de ser orientada por la brújula de la gestión de impactos: DEBEMOS gerenciar los impactos de nuestras organizaciones de tal modo que se asegure la sostenibilidad de nuestro mundo, a nivel social y ambiental. Que exista o no un stakeholder para reivindicarlo, debemos igual hacer lo que hay que hacer.

En conclusión, la definición general de la Responsabilidad Social ya existe, y es consensuada entre todas las partes de la sociedad civil mundial. Nadie puede pretender que no está enterado. En el pequeño mundo de marfil de las Universidades, debemos de ponernos al día:

– abandonar la estrecha visión de la “Extensión solidaria” como única expresión de la Responsabilidad Social Universitaria,
– acabar con el blablá de la “autonomía universitaria” que funciona sobre todo ahora como buen pretexto para seguir siendo una institución medieval en pleno siglo XXI y no rendir cuentas a nadie,
– operar un cambio drástico de política institucional y académica,
– no buscar más definiciones autistas e idiosincrásicas demasiado cómodas de “RSU” (o peor aún, de “compromiso social”, una borrosa noción que no contempla ninguna rendición de cuentas a nadie) que nos ahorren el esfuerzo de cumplir con las cada vez más exigentes normas y certificaciones internacionales.

Hay que empezar a decir francamente lo que se hace (ser transparente), y hacer lo que se dice (ser congruente), siguiendo a los estándares internacionales (Derechos Humanos, Convenciones de la OIT, Pacto Global, Protocolo de Kyoto, etc.).

Como lo dice EMSU: Environmental Management for Sustainable Universities, que es una red que organiza conferencias internacionales para explorar el papel de las universidades en la creación de nuevos conocimientos y actitudes para afrontar las presiones ambientales actuales, y promover un intercambio bidireccional de conocimiento entre universidades y sociedad:

“Universities as ivory towers isolated from society are anachronistic, irrelevant and wasteful of time and resources needed for creating solutions for sustainability. The dogmatic days of academic freedom and tenure are dead. Universities must build bridges to serve local communities directly with knowledge-based products and services, and to lead by example in campus operations and culture to create sustainable solutions.”
http://emsu.org/www/index.php?option=com_content&task=view&id=30&ac=0&Itemid=42

¡Está tan bien dicho que no da ganas de traducirlo!

Mitakuye oyasin

François Vallaeys

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¿Qué es lo que nos hace respetar el deber ético?

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En la Ética de primera generación, fue sin duda la educación religiosa, con su propuesta de explicación total del sentido del mundo y la vida humana, la que aseguró primero la internalización y respeto de los deberes éticos, a través también de un sistema de recompensas y amenazas. Luego, con el proceso de laicización moderna de la educación, es a la educación moral familiar y escolar que se le encarga hacer interiorizar y respetar las normas morales a los individuos.

En la Ética de segunda generación, pasamos de una coacción meramente interior a una coacción asegurada por la ley jurídica. No sólo tengo que respetar mis deberes éticos por mí mismo, sino que la ley jurídica me obliga a hacerlo y me sanciona si no lo hago. A partir de ahí, el respeto y acatamiento ético puede ser consolidado por el interés bien calculado y el miedo al castigo penal.

En la Ética de tercera generación, son toda una serie de instrumentos de gestión, normas, estándares, reportes, auditorías de calidad, consultorías y vigilancias, diagnósticos los que, junto a la ley, funcionan como aseguradora del acatamiento del deber moral.

Es obvio que no podemos prescindir de ninguna de las 3 herramientas, ni la educación moral, ni la ley jurídica, ni los sistemas de gestión de calidad, para asegurar hoy que se respete la ley moral y que se la encarne con coherencia (congruencia entre lo que se declara y lo que se hace). En ese sentido, nuestra época debería ser la primera capaz de realmente “administrar la ética” y garantizar su máximo acatamiento, y no sólo apelar a ella en discursos retóricos de poca fuerza de coacción y convencimiento.

Mitakuye Oyasin!

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¿Qué cosa se vuelve difícil de hacer desde una Ética de tercera generación?

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todo al revés

Recientemente me di cuenta de que hay una curiosa característica de la Ética de tercera generación, es que lo fácil y lo difícil se ponen al revés. Quiero decir: lo que es fácil hacer desde la Ética de primera generación se vuelve muy difícil desde la Ética de tercera generación y viceversa. Veamos:

Desde la ética de primera generación, como su propósito es de hacer el bien desde la pureza de la buena intención (ver este artículo), resulta muy fácil no hacer daño a nadie. Basta para eso no hacer nada, y así, puesto que no habré tenido ninguna mala intención ni acción en contra de alguien, no habré hecho daño a nadie. Al contrario, desde esta misma perspectiva de primera generación, la dificultad es de lograr hacer el Bien para alguien, porque tengo que salir de mi egoísmo, tener una buena intención altruista, y realizar en consecuencia una buena acción para mi prójimo.

Luego, podemos afirmar que, desde la perspectiva de una Ética de primera generación: “Hacer el Bien es difícil, pero no hacer daño a nadie es fácil”.

Pues sucede todo lo contrario desde la perspectiva de una Ética de tercera generación. Como aquí se consideran los efectos colaterales de las acciones en el entorno global (según el principio de la “ecología de la acción” de Edgar Morin), hacer una acción bien intencionada resulta algo fácil: basta quererlo y hacerlo.

Pero no hacer daño a nadie resulta ser algo muy complicado, que pide mucho análisis y diagnóstico de todos los efectos colaterales y las inter-retro-acciones con el medio, pide tener plena responsabilidad, conciencia y control de todos los impactos que podemos provocar sobre el entorno, y crear soluciones responsables para mitigar o suprimir los daños diagnosticados. Lo que resulta ser una tarea de largo aliento, muy difícil de lograr en su totalidad, y siempre falible.

Tomemos un ejemplo: para una empresa, resulta fácil hacer un acto de filantropía, en forma puntual o permanente: basta destinar recursos para ello y realizar el acto bien intencionado en beneficio de quien lo necesita. Pero resulta muy difícil no hacer daño a nadie, porque el mismo desempeño de la empresa afecta a un sin número de partes interesadas (“stakeholders”): los empleados, sus familiares, los vecinos, la comunidad, el medioambiente, los inversionistas, etc. Los efectos colaterales de la empresa son múltiples a corto, mediano y largo plazo, y el cumplimiento cabal con su “Responsabilidad Social”, su capacidad de “internalizar sus externalidades”, atender a sus partes interesadas creando valor para todos, mitigar su huella ecológica, etc. constituye un laborioso trabajo, potencialmente infinito, de “Responsabilización Social” paulatina.

Luego, podemos concluir que, desde la Ética de tercera generación: Hacer el Bien es fácil, pero no hacer daño a nadie es muy difícil.

Detrás de esta paradoja, entendemos que:

1. Hacer el Bien no basta, también hay que analizar y reducir los daños colaterales que podemos provocar en forma involuntaria e inadvertida.
2. El ensanche de la sensibilidad ética que representa la perspectiva de tercera generación transforma nuestro afán de ser buenos en un trabajo continuo hacia la solución de (potencialmente) todos los problemas sociales que hemos generado, por eso se expresa en términos de “responsabilidad”, y más precisamente, de “Responsabilización Social continua”.

Mitakuye oyasin!

François Vallaeys
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