Mass es una película que se filma desde el dolor. Una visceral propuesta narrativa, desprovista de elementos ajenos a la tragedia, enfocada en el lenguaje de la aflicción y la pena. La cámara se fija, bajo un firme plano medio, en cada uno de los cuatro personajes, en el constante vaivén de culpa y acusaciones, en el sinsentido de la desgracia, en el sufrimiento como modus vivendi. Cada protagonista confronta el desconsuelo como mejor se dan las circunstancias, entre la represión ahogada y la exaltación al vacío; entre la ira por el otro (y por uno mismo), y la búsqueda de una inusitada redención. Son muchísimas emociones, incluso contradictorias, en un permanente estado de volatilidad y tensión. El cine hace lo que puede por capturarlas, dejando ese espacio invisible entre la imagen y la emoción, ese al que solo puede acceder desde el acto introspectivo de la audiencia.
La película, sin embargo, no inicia ni cierra con la confrontación de la tragedia. Fran Kranz disecciona el conflicto a partir de una meticulosa observación de acciones y escenarios. La cámara de Kranz sigue a un pastor y su asistente en lo que parecen ser los últimos arreglos antes de una jornada de mediación. Se confecciona el duelo y la reconciliación, a partir de la adaptación de escenarios en particular, la ubicación estratégica de objetos, la planificación de horarios, la atención a los detalles, las apariencias, los rituales. La audiencia desconoce el motivo de la mediación: sabemos que son dos parejas, cada una con un hijo adolescente, dos polos de una misma tragedia. A partir del contexto, la audiencia puede reconstruir la tragedia, o al menos hacer el intento. Uno de los hijos fue responsable de un tiroteo escolar en el que fallecieron estudiantes, y el otro hijo fue una de las víctimas. El espacio se brinda algún tiempo luego de que la tragedia ya ha sucedido: el perpetrador sigue vivo, y ese es un peso adicional con el que cargan sus padres. La película sigue, casi en tiempo real, la interacción entre los cuatro personajes.
Al inicio, no es del todo claro quién es quién. Y por momentos, si uno no presta suficiente atención (o si se enfoca demasiado) es posible que vuelva a confundir los roles, que se difuminen las distancias entre una pareja y otra. Ahora que escribo este texto, casi un año después de ver Mass, me cuesta recordar la identidad de cada uno, a pesar de tener muy presente la intensa tragedia que la cámara de Kranz evoca desde los rígidos planos medios. No creo que Kranz busque representar el carácter arbitrario de los roles en la tragedia (esa sería una lección demasiado simple para un film así), sino que, más bien, se fija en el carácter inmersivo y acaparador del sufrimiento, la eterna marca que toma sobre los cuerpos y las ideas. La película no va necesariamente in crescendo, en tanto que el drama no se explora linealmente, pero la cámara de Kranz es lo suficientemente paciente para no exigir una respuesta demasiado radical de los personajes, sino dejándoles suficiente espacio en cada toma para moverse, quebrarse, quedarse firmes o lo que les sea mejor.
Solo una puesta en escena así permite observar el duelo en toda su inmensidad. El duelo es un conjunto de distintas emociones, una sensación porosa, que se pega a los personajes, que se queda fija en la piel y el espacio, que se imprime en una mirada desencajada, alicaída, reprimida o lastimera, a veces frustrada, casi siempre descorazonada. El duelo está presente en las expresiones rígidas de Martha Plimpton, en la voz ahogada de Jason Isaacs, en la mirada retraída de Reed Birney, en el llanto débil de Ann Dowd. El duelo está presente en la habitación de espacios amplios y mucha luz, espacio que se va achicando conforme avanza la película. El duelo parece casi como una presencia fantasmagórica, que casi no puede percibirse, pero que se sabe allí, presente, a veces capaz de encarnarse, de transformarse en caso se le presione demasiado.
El duelo se hace palabra. Recuerdo algunos trabajos etnográficos que exploraban los significados de muertes de niños en el contexto peruano, y recuerdo un término que buscaba usarse para casos así: malamuerte, un tipo de muerte que se sale de todo sentido común y expectativa social, una suerte de quiebre ontológico al que darle un nuevo nombre, un nuevo orden. ¿Qué palabras pueden surgir para nombrar la tragedia? ¿Qué términos, qué adjetivos, qué verbos, qué verboides, y qué omisiones? Los personajes de Mass hablan tanto como pueden, a veces más de la cuenta, hablan intentando posicionarse en algún punto de enunciación que les sea suficiente, creíble. Ningún término u oración es suficiente. El texto de Kranz juega con los tiempos verbales, funciona como espiral, interviene en el pasado y el presente, sigue el paso fluido de la narración de los personajes, a veces contradictoria, pero suficientemente creíble para quienes lo vemos desde fuera.
Mass nos recuerda las potencialidades (y a veces también las limitaciones) del cine que representa la tragedia: está está una película en todo la regla, y no una videograbación del teatro, porque Kranz utiliza la cámara de forma inteligente, la acerca al rostro desencajado de los protagonistas, se enfoca en su devastación de forma frontal, contraponiendo la seguridad de los espectadores frente a la creciente inestabilidad en la pantalla. La imagen se ensancha y se achica según las necesidades dramáticas en la pantalla, pero manteniendo suficiente respeto por la crisis sin precedentes que se relata en la pantalla.
No creo que haya una necesidad de buscarle un sentido a la película, y la película tampoco asume esa responsabilidad: si existen dudas, estas seguirán una vez se cierra la historia y la jornada de conciliación ha llegado a su fin. El acto de conciliar, (que no es igual a sanar o perdonar) funciona como el propio film: puede ser repetitivo, parsimonioso, muy intenso, pero es humano, muy humano, y eso no siempre se obtiene en la pantalla.
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