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As Good As It Gets es la historia del romance entre una mujer de clase trabajadora y un escritor con síndrome obsesivo-compulsivo en la ciudad de Nueva York. Menciono la trama de esta forma, con estos tres elementos, porque estos son prominentes en el film. La condición económica de Carol, el personaje interpretado por Helen Hunt, es importante para el conflicto principal en la primera parte de la trama, mientras que la condición psiquiátrica de Melvin, interpretado por Jack Nicholson, es crucial en la segunda parte. Y a lo largo del film de James L. Brooks, una comedia romántica que recuerda las películas del Hollywood de oro, New York es determinante para los personajes. Es la ciudad repleta de artistas y neuróticos en la que alguien como Melvin puede tener éxito rotundo. Es la ciudad de barrios obreros como el Brooklyn de los 90, a pocos minutos de Manhattan, donde muchos empleados como Carol (camarera en una cafetería) se ganan la vida. Es la ciudad en la que la locura y el amor espontáneo puede tener sentido, y, por tanto, un film de tantos reveses y disparates puede tornarse una historia de amor creíble para la audiencia.
Esta no es una película que haya envejecido muy bien que digamos. Hace unos meses di con un ensayo de Robert McRuer, académico y activista por los derechos de las personas discapacitadas, que es considerado de los trabajos seminales de la teoría crip, propuesta que vincula los estudios críticos de la discapacidad con la teoría queer. Lo que más me sorprendió del artículo es que, como argumento principal, McRuer utiliza al personaje de Melvin Udall en As Good As It Gets. Sabía que la película tenía sus detractores (sobre todo quienes objetan el Óscar a la Mejor Actriz para Helen Hunt), pero no sospechaba una controversia así. La película, en su empaque anticuado de comedia de situación y personajes estrambóticos, puede no parecer la película más atractiva para las audiencias modernas, pero que se le acuse de replicar una mirada capacitista y heteronormativa de las relaciones amorosas (palabras duras, eh), implica algo distinto, difícil de ignorar.

El argumento es bastante concreto. El personaje de Melvin Udall tiene un tipo muy marcado de trastorno obsesivo compulsivo (TOC), que roza la hipérbole y la caricatura. Es cierto que Melvin exhibe muchas características evidentes del TOC. Tiene una obsesión con la seguridad en su casa, con al menos 5 picaportes distintos. Evita las rayas en la acera y no entra en los lugares que las tengan. Tiene cierta fijación con la limpieza. Planifica obsesivamente su día y tiene problemas cuando las cosas se salen de control. No deja ir ciertos rígidos patrones. Claramente sufre de depresión y tiene problemas para lidiar con sus emociones. Todo esto cuaja bastante bien. Muchas de estas cosas han sido evidentes en mi propio TOC, incluso las más cómicas. Pero el personaje de Melvin va más allá. No solo es huraño, sino abiertamente misántropo y hostil. Mira con malos ojos a la gente y no evita comunicarse profundamente con el resto. Hace constantes referencias machistas, homofóbicas, racistas y no tiene mucha empatía o consideración con los demás. Es impulsivo, grosero y egoísta, y por buena razón Carol duda mucho antes de enamorarse.
El problema central, como dice McRuer, es que estas cuestiones están estrechamente vinculadas con el TOC de Melvin. A lo largo de la película una característica y la otra se confunden. Los otros personajes le atribuyen al TOC el tipo de reacciones impulsivas y ofensivas que tiene el personaje. “¿Crees que tu vida es sencilla?”, dice el vecino de Melvin, Simon, luego de escuchar una broma homofóbica de su parte. “Si conoces alguna fundación para alguien como tú, házmelo saber”, dice el amigo de Simon luego de ser maltratado por Melvin. A lo largo de la película, el comportamiento obsesivo, la depresión y las reacciones bruscas se confunden entre sí. Este de por sí es un gran problema, dice McRuer, pero lo verdaderamente conflictivo es la solución que plantea el film.
A lo largo de la película, Melvin mejora debido a la presión constante de Carol y Simon, sobre todo de la primera, de la que ha quedado perdidamente enamorado. No lo digo yo, lo dice él mismo, y en la frase más famosa del film: “me haces querer ser un hombre mejor”, confiesa Melvin. Melvin mejora, si lo decimos en hollywoodense, por “el poder del amor”, conferido por su relación con Carol. La consolidación del amor heterosexual es exactamente el motivo por el que Melvin abandona patrones incómodos de su condición. Por algo en el clímax del film un envalentonado Melvin está decidido a declarar su amor por Carol y, en el proceso, se da cuenta de un pequeño detalle: se ha olvidado de poner los cinco seguros a la puerta. El TOC y la obsesión por la seguridad eran literalmente el mayor obstáculo al amor para Melvin, superado en el momento más importante del film. Ser diagnosticado con TOC no solo le impide ser un hombre funcional en la sociedad, sino que, por lo demás, le impide hallar el amor. El TOC es el obstáculo principal para encontrar un futuro mejor con Carol. En una película que juega con los arquetipos clásicos de Hollywood, ante la ausencia de un villano, el TOC parece la mejor opción.

Debo admitir que el argumento de McRuer, un teórico al que respeto mucho, es bastante convincente. Y eso me genera un conflicto evidente. No solo porque soy un fiel seguidor de la teoría crip y sus supuestos políticos, o porque yo mismo vivo con un diagnóstico de TOC desde hace ya cinco años. Mi principal conflicto es que, además de todo esto, soy muy fanático de As Good As It Gets. No sé. Llámenme ingenuo, pero este es un film que fácilmente llega a mi corazón y que puedo ver una y otra vez. El cast excelente y la actuación de los protagonistas es impecable. El guion de James L. Brooks y compañía, como una vieja historia del Hollywood de los cincuenta, es bastante astuto, de diálogos ácidos y comprometidos, de situaciones bochornosas con un gran timing cómico, de buenas confrontaciones y leves giros. El tono del film, si bien melodramático, nunca es del todo empalagoso, es cómodo y agradable, inteligente y sincero. Ver As Good As It Gets es una experiencia muy entretenida, y el film tiene un encanto innegable. Es el tipo de película que uno ya no suele ver en Hollywood hoy en día: un cine de adultos para adultos, de temática inteligente, de conflictos verdaderos, de personajes y sus neurosis, sin importar la hipérbole, que, por otro lado, es bastante divertida.
Supongo que tiene sentido que, de alguna manera u otra, intente conciliar el film con sus críticas. Quizá peque de permisivo y excesivamente tolerante, y el film no se merezca el beneficio de la duda. Pero la provocativa teoría de McRuer merece más discusión. No creo que pueda negar lo que dice McRuer, por cierto: es verdad que el film no hace mayor esfuerzo en explorar el origen o desarrollo del TOC de Melvin y es muy cierto que las líneas entre su condición psiquiátrica y su personalidad desagradable son, cuanto menos, peligrosamente difusas. Y es cierto que el triunfo del amor heterosexual también puede ser, finalmente, el triunfo de la “normalidad” sobre el TOC, y eso es muy peligroso.
Pero luego pienso en la primera parte del film. El TOC de Melvin, más allá de conductas caricaturescas, le lleva a estar inmensamente solo. Escribe novelas que le encantan a las mujeres, pero no puede hablar con confianza con ninguna. Su único consuelo, de imprevisto, es cuidar del perro de Simón luego de que esta sufra un accidente. “No seas como yo”, le dice Melvin, mientras lleva al perro consigo. El problema de Melvin no es el TOC, sino que, como profecía autocumplida, cree genuinamente que el TOC lo dejará solo, y así es, y eso lo hace más hostil y huraño. Irónicamente, el estigma contra su TOC le da la razón perfecta para mantenerse en el rol de víctima y justificar su misantropía. Melvin parece más afectado por una depresión creciente y el rechazo a los medicamentos, y, de esa forma, se niega a confiar en los otros. Desconfía de las buenas acciones de Carol y rechaza sus avances. Se niega a abrirse con Simón. Escribe, publica y sigue encerrado.
El TOC es así: una forma de ordenar y reordenar tu cabeza y que, de pronto, hace que no encajes en el mundo. Es difícil explicarle al resto el peso de las obsesiones, la carga de una compulsión en la rutina, la necesidad de tener el control que simplemente no existe. Es agotador, te harta y, en ocasiones, parece que mejor funciona en los extremos: esconderlas por completo o, por el contrario, hacerlas tan evidentes para que queden en la hipérbole. El film hace constantes esfuerzos por demostrar que es Melvin quien decide no encajar, y que, por el contrario, no se trata de una reacción por el TOC, sino la consecuencia de vivir lejos del resto y viceversa, una y otra vez.

De hecho, y aquí un punto bastante astuto del film, es que Melvin constantemente recurre a la autocomplacencia mediante el TOC. Y es otro de los grandes riesgos de vivir con un TOC y de sufrir sus estragos permanentes. Melvin encuentra la excusa perfecta. Filtra su TOC desde un discurso ácido y cínico, se pasea por el mundo entero justificando sus acciones mediante el diagnóstico. “Doctor, ¿cómo le diagnostica a alguien TOC y luego espera que respeta su hora de citas?”, dice Melvin, en un claro ejemplo. En otra escena, mientras Simon confiesa el dolor por un episodio traumático de su pasado, Melvin decide competir con él. “Mi padre me pegaba cada vez que fallaba el piano”, dice, y, para remate, confiesa su peculiar teoría: “no te sientes miserable por lo que tus padres te hicieron, sino porque no le pasó a otros. Hay quienes son felices, van de paseo y comen ensaladas, pero no somos nosotros”. Es claro que Melvin usa el TOC como una excusa y que, parte de su reticencia de tomar sus pastillas e ir a terapia, es que, si acaso mejora, ya no tendrá la misma excusa que siempre para seguir siendo como es.
Aquí otro punto importante. Melvin es como él, y vive con un éxito notable, justamente porque es hombre, blanco y talentoso. Carol lo tolera porque tiene dinero suficiente para ayudar a su hijo con su enfermedad. Su editora y el resto en la publicación lo soportan por el dinero que les genera. No sufre mayor paliza ni juzgamiento, por más que sienta que todo el mundo esté en su contra. Miremos lo que les pasa a otros personajes. Simon, de un corazón noble y talento artístico, sufre la violencia y la pobreza por ser gay. Carol, mucho mejor persona que Melvin, es tildada por loca por otros personajes por su actitud rebelde y la devoción por su hijo. Al final del film, Melvin sigue “tan bien como se puede”, mientras que Simon, quebrado y con el corazón confundido, depende de él.

Uno podría pensar que Melvin es “premiado” en el film dado su amor heterosexual y Simon es castigado por sus afectos gais. Lo que es más, Carol, para la mitad de la película, llora ante la ausencia de un hombre en su vida. ¡Qué pasado de moda! Pero es cuestión de verlo desde otra forma. Carol y Simon son infinitamente más agradables que Melvin y reciben menos debido a su posición en el mundo, más propensa a ser juzgada y castigada por el resto. La presión de Carol parte, en buena medida, por un modelo de amor que se le ha impuesto. “¡Por qué no puedo tener un novio normal!”, dice Carol cuando recibe a Melvin de madrugada en su puerta. “Todas quieren eso, pero no existe”, dice su madre. Y es verdad. Su versión del amor, el amor Disney, simplemente se evapora, y debe confrontar que, bien que mal, el TOC de Melvin se le quedará para siempre. La relación entre Simon y Carol (que le devuelve la inspiración al primero y la confianza a la segunda) parte de la ausencia de presión por tener sexo y una admiración platónica desprovista de un deseo posesivo. Incluso el propio Melvin mejora en la medida en que empieza a cuidar de otros y no esperar que los demás le premien por hacerlo, un acto que confronta sus manías.
Y es que el proceso de transformación de Melvin no implica suprimir su TOC. Nada más distante en el film. La película reconoce que, bien que mal, las pastillas son, en el fondo, un primer paso en el reconocimiento de que puede ser un hombre mejor y que, es “tan bueno como se puede”. No apoyo ninguna mirada capacitista y condescendiente en torno al TOC, pero sería imposible desconocer que, si acaso pudiera escoger, bien elegiría no tenerlo, o, al menos, en una versión más moderada. Y tiene sentido que uno quiera mejorar por otros, y que, en el proceso, se abra mucho más, y se reconozca vulnerable.
Si algo es claro en Melvin es su evidente sensibilidad. Hace buenas migas con el perro Verdell desde su primera noche en casa. Decide acoger a Simón en su casa y reconocer las evidentes virtudes de su vecino. No impone su afecto por Carol y, por el contrario, evita aducirle un sentido de culpa o responsabilidad. “Tú me has insultado y yo no”, le dice a Carol luego de una primera confrontación. Luego de que Carol le vocifere que jamás se acostará con él, Melvin responde calmado, y no se acerca. Melvin mejora con Carol en la medida que reconoce su vulnerabilidad por lo que es, y no como excusa.

Puedo notar la presencia del TOC en varias de las cualidades de Melvin. Melvin es particularmente observador e incisivo, y es por eso que sus cumplidos a Carol son tan efectivos. Reconocerse vulnerable y atrapado en su cabeza facilita su disposición a humillarse y reconocer sus errores. Su sentido de prioridades, mediado por la obsesión y la compulsión, es distinto al promedio, y eso le permite los grandes gestos de bondad en medio y en el cierre del film. Su obsesión por la rutina le permite disciplinar a Verdell y ser un buen vecino con Simón. Como muchos con una mente tormentosa, Melvin es creativo, astuto y generalmente encantador. Si no podemos desligar al TOC de Melvin de sus numerosos defectos, tampoco deberíamos hacerlo de sus virtudes.
Y estas son las mismas virtudes que le permiten quedarse con Carol. Un TOC con final feliz no viene mal. No me malinterpreten, los problemas en el film se mantienen. Pero, así como Carol con Melvin Udall, quizás haya otro modo de mirar.

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