Matías, no es nada personal

Cuando empecé a escribir en el Twitter, lo confiezo, fue con un afán de chonguear. Poco a poco empecé a virar y esto se lo debo a mis seguidos y seguidores. El mundo giraba afuera de las cuatro paredes de mi hogar. El mundo especial que soñé para mí y para mis hijos se trastabillaba, pues estaba dentro del Perú, y este no me era ajeno.
No tengo posición política definida, y menos un partido que me cierre la boca. Por eso creo que soy imparcial para juzgar ciertos hechos. Por ejemplo, me parece injusto que se condene a Miro Ruíz por la muerte de Matías, pues no se le condena por eso. Se le condena por el hecho de ser un cholo y de ser de un partido de cholos. Esa es la verdad. Este congresista se ha hecho conocido. Vi en su página que tiene una serie de proyectos para Huancavelica, pero eso no se destacó nunca.
Otro hecho que me sublevó fue la muerte en Bagua, tanto de nativos que defendían sus tierras, su soberanía como de policías que lo único que hacen es hacer su trabajo, pues órdenes son órdenes. El hecho se tapó con una nube de tinta y comentarios frívolos de los sucesos que después sucedieron. La muerte de la Delgado, de Marco Antonio y hasta los amores de Melcochita fueron nota importante que restaron importancia a un suceso terrible: Bagua y todo lo que vino después.
Luego la gripe porcina y el friaje en el sur, y sempiterna ineficiencia del MINSA. No se toman las medidas del caso. El caso del niño que murió frente a cámaras es solo uno, y no se hace nada. No basta con enviar trapos usados para que se abriguen. Necesitan alimentos y vacunas contra la neumonía. Y lo peor de todo esto: la Cruz Roja peruana pertenece a una familia. Esto es estúpido. Intereses particulares se superponen a un interés público.
Tampoco me es ajeno lo que ocurre en otros países. Se cierran radios, medios de comunicación: en Perú, Chile, Venezuela. Esto es muy grave poner una mordaza para que no se denuncien atropellos, es el inicio de una dictadura.
El mensaje presidencial no me defraudó pues no esperaba nada de él. Con mucha soberbia como para reconocer los terribles excesos que su gobierno cometió contra esa población, pretendió hacernos creer que vivíamos en un país de maravillas y que el mundo nos admiraba.
Como ves, no es nada personal, Matías. Solo que cuando se trata de vidas humanas, los perritos pasan a un segundo lugar.

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