1. Independientemente tuya

Fue sacado de una suerte de monitos, sin nombre, sin rostro, sin sonido de voz. Apareció y fue uno más, con nombre, con rostro, con sonido de voz; y así como unos van, otros vienen: cadencioso, presuroso y curioso, él tocó suerte. Fue algo más que una voz, fueron unas horas, fue un olor y también fue un adiós.
Puede que necesite más de una vida para olvidarlo, pero es necesario su recuerdo ahora, pues me salva de mí misma. No sé si esta actitud puede llamarse valiente pero ES y está AHÍ, y por lo tanto tiene pertenencia en mi mundo real-virtual. Nunca quedará en el olvido pues no se actualizó, no se hizo una carne, no se concretó en dolor. Estuvo en el momento perfecto, en el instante preciso cuando se le requirió.
¿Pudo ser otro? No, él era el escogido.

2. Ir de sayonaras por el mundo

Recuerdo sus pies en sandalitas rosa y su aire despreocupado; recuerdo mi apariencia demasiado setentera, desaliñada a propósito. Ambas estudiábamos un idioma ajeno, ella soñando con un marido extranjero y yo soñando con recorrer el mundo como corresponsal de guerra. Nada nos hermanaba, salvo el género y la edad, por lo que terminamos compartiendo mi camino que me llevaba a mi bus, y su camino que la llevaba su diario. No puedo decir que conversáramos en ese trayecto; en realidad era atosigante pues yo no entendía por qué no me dejaba hablar, su necesidad imperiosa de no solo tomar la palabra sino hacerse dueña de esta… y algo que me llamaba la atención aún más ¿por qué las sayoranaras en invierno? El taco 10 que usaba le lastimaba los pies, bailaba toda la noche y toda la noche iba en taco 10. Pero yo no sabía eso, yo no supe eso sino hasta muchos años después. ¿Eres periodista? No, no precisamente. Al terminar ese primer ciclo yo me trasladé de local y no supe más de ella hasta mucho después.
Me la encontré en el Jr. Ica. Yo salía con demasiados libros imposibles de leer, pero que la señora Pinto amablemente nunca me negaba, y así iba, con la típica vestimenta de la sanmarquina…, ella estaba con su madre, una señora gorda y con cara curiosa. Me saludó ella tan efusivamente, sosteniendo mi mano como si hubiéramos sido grandes amigas, exhibiéndome ante su madre como si yo fuera una vieja amiga a la que no veía años. Sorprendida y preocupada pues no sé que evento dizque importante tenía, me solté de su mano presurosa y me despedí. No le pedí teléfono y creo que ella tampoco tenía la intención de pedirme mi número. De allí ella no supo más de mí, pero yo sí de ella. Convertida en una vedette de su época, puta para las malas lenguas, reinó fachosa ella en la década de los ochenta.
Hoy tomaría alegremente unos tragos con ella, por supuesto no le permitiría acaparar la conversación. Seríamos dos mujeres de cierta edad contándonos todo nos pasó en ese lapso que dejamos de vernos.
Hoy me doy cuenta de que ella quiso ser un poco yo y yo quise ser un poco ella.

3. “Mas bonita que ninguna”

Me gusta esa canción de Violeta Parra “Volver a los 17”, pues me trae el recuerdo de mis jóvenes amigos, muchachos delgados, muy delgados, de ojos brillantes y soñadores, de manos delicadas y tiernas, con sus canciones, sus poemas, sus lecturas y también con sus mentiras, mentiras de adolescentes, es decir, mentiras de amor.
Ese lindo recuerdo me trae al presente lo que soy, pues estuve arrullada y resguardada por ellos en esa época, influyeron en mi pensamiento, en mi formación, en esa mujer que ahora soy y que escribe sus pensamientos pues tiene miedo a la posibilidad de olvidar.
Hoy quisiera tomar un café con ese pasado y tener una larga conversación con aquellos ojos grandes, brillantes y tristes,… sin embargo, confieso la pena de que ya no me diga “más bonita que ninguna”.

Hoy no hay video, y este post se llama De la saga de la galleta casino de menta pues esas eran las galletas que me podían invitar mis amigos de esa época.

Puntuación: 0 / Votos: 0