Un día se miró al espejo y dijo: ” No soy una buena madre”

No soy una buena madre, pues en las mañanas no despierto con la alegría del nuevo día; despierto incómoda, con sueño, con ganas de seguir durmiendo o tomar un café negro, sin decir nada, sin ni siquiera sonreír.

No soy una buena madre pues en las noches no canto canciones de cuna ni arrullo ni arropo; no soy una buena madre pues solo quiero echarme y dormir, o desvelarme y vivir.

No soy una buena madre pues no cocino delicias ni preparo ricas loncheras; no soy una buena madre pues de almuerzo solo quiero un café más un helado de café.

No soy una buena madre pues no disfruto de las reuniones de padres de familia ni organizo fiestas infantiles ni gusto de las tareas escolares; no soy una buena madre pues con gusto estaría en un café conversando largamente con un amigo, o llorando y tomando unas cervezas con una amiga.

No soy una buena madre pues no gusto del bullicio de la navidades ni de las tardes de domingo en familia; no soy una buena madre pues con gusto me iría hacia el mar y ver cómo se oculta el sol, sin hablar y pensar en nada.

No soy una buena madre pues no tejo calceta ni bordo los nombres en las toallas ni colaboro vendiendo rifas escolares; no soy una buena madre pues con gusto bajaría a las fábricas para conversar con los obreros y convencerlos del movimiento.

No soy una buena madre pues no duermo con el recuerdo de mi familia; no soy una buena madre pues me acuesto recordando unos ojos y me levanto añorando una boca.

No soy una buena madre, soy simplemente una madre.

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