“Oh Cora” por Jeisson Sandoval

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Cora apareció algún día hace tres años entre los compasivos brazos de mi hermana menor. Acompañada de ladillas y piojos, el pequeño animal parecía una pequeña bola negra que no dejaba de quejarse y despertarnos a cada hora de la madrugada. Hoy, Cora es algo diferente, ya no tiene la cola de rata cuando pequeña, tampoco la tremenda panza que no la dejaba caminar después de tomar tanta leche como podíamos darle. Ha crecido y dejado el negro total para acariciar en sus orejas pizcas de ocre y marrón, algo de lo mismo, pero atigrado, en sus patas traseras, y más de eso, en la cola, pero con una pizca de rojo que la asemeja a su muy, pero muy lejano e hipotético antepasado, Pastor alemán. El resto de su tosco pelaje, sigue siendo tan negro como la noche en que llego a mi casa.
De Cora detesto tanto sus orejas caídas como su torcida cola, sin embargo a veces toman la posición que me agrada y la adoro, sus orejas se levantan, olvida que tiene cola y la deja caer, se ve tan elegante, se ve astuta, ladra, dirige una mirada hacia lo que no le doy importancia, pero luego me ve, se alegra, se pone estúpida, olvida las orejas y levanta la cola, no deja de moverla, saca la lengua, se me va acercando, echa una mirada hacia el suelo, la levanta algunas veces mientras se me acerca, me recuerda a una hiena de Animal Planet, se apresura, noto que se acerca medio de costado, me recuerda a una canción de los Enanitos Verdes, me mira igual que la primera vez, me dice que me quiere, me agradece no sé qué, y entonces me alejo de ella indiferente, no sé si la quiero, no le puedo mentir.

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