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Siempre decimos que una de las cosas que más queremos en la vida es que nuestros hijos se conviertan en “personas de bien”, que sean “maduros”; pero esta palabra, realmente ¿Qué quiere decir?, ¿Cuándo llega esa madurez?, ¿Qué implica esa madurez?
Obviamente esta madurez depende, por sobre todo, del desarrollo cerebral de los niños, pues las áreas del cerebro se desarrollan a diferentes velocidades y generando conexiones entre ellas, impactando de manera directa sobre el desarrollo intelectual de los niños, específicamente sobre las funciones ejecutivas; pero…
¿Qué son las funciones ejecutivas?
Son las actividades mentales complejas, que nos llevan a planificar, organizar, guiar, revisar, regularizar y evaluar nuestro comportamiento; es decir “funcionar” adecuadamente, facilitando la adaptación al entorno y, consecuentemente, nuevas situaciones. Estas habilidades son vitales para el aprendizaje académico, pues permiten asociar ideas, movimientos y acciones simples para realizar tareas complejas.
Por ejemplo, a partir de los 3 años, aparecen las primeras habilidades para regular la conducta, sobre todo por tiempos cortos, necesitando aún el monitoreo y/o supervisión de los padres o de la figura de autoridad para conseguirlo plenamente, costándole seguir indicaciones específicas. Por lo tanto, a esa edad, esperar que los pequeños permanezcan más de 25 minutos consecutivos sentados en un mismo lugar es poco factible; a pesar de ello, hay pequeños que lo consiguen, pero seguramente yendo en contra propio desarrollo, generándole probablemente sumo malestar.
A los 4 años, son capaces de controlar ciertos impulsos y tener necesidad de compartir con los pares, entendiendo la temática del juego compartido. En esta etapa los niños buscan hacer amigos y disfrutar con ellos. Seguramente los pequeños de esta edad que llevan clases virtuales deben sentirse frustrados, porque saben que no pueden compartir con los compañeros, notando que su juego (el que le permite poner ideas en práctica) es probable que sea en solitario. Es así que es posible que ese malestar se transforme en desgano, frustración y cierta desobediencia ante la pauta de las actividades por realizar, establecidas por el adulto.
De los 5 a los 8 años, es la etapa de mayor desarrollo de las funciones ejecutivas, por lo cual la mayor parte de dificultades en torno al desarrollo cognitivo serán evidentes dentro de este periodo de tiempo, se necesita estar bastante pendiente del día a día de los chicos y de aquello que empieza a costarles, dentro del plano del aprendizaje. También van ganando facilidad para regular su conducta, como también dirigir el comportamiento de manera autónoma, fijándose pequeñas metas y anticipándose a hechos, sin depender de las indicaciones de otros.
Dada las circunstancias actuales, es muy probable que los niños comparen su año anterior o las actividades que antes realizaban en el aula y el recreo y las extrañen, costándoles asumir las nuevas responsabilidades y maneras de accionar. En esta etapa es más probable ver episodios de rebeldía e, incluso, negación hacia las nuevas actividades académicas, las cuales podrían fácilmente ser planificadas por ellos mismos, mostrarse desobedientes y retadores, pues se espera que en este periodo de tiempo, los niños consigan desarrollar conductas estratégicas y habilidades de razonamiento más organizados y eficientes.
Entre los 9 y 11 años, sobre todo a los 10, los niños ya son capaces de controlarse a nivel conductual como en torno al flujo de ideas, consiguiendo después habilidades similares, incipientes claro está, a las de un adulto joven.
Al llegar a los 12 y hasta los 14 años, algunas funciones cognitivas todavía se encuentran en clara evolución, como son la flexibilidad cognitiva, resolución de problemas y memoria de trabajo. Igualmente, durante este periodo de tiempo, los adolescentes se encuentran habilitados para razonar, aunque no consiguen ponderar por completo las consecuencias de sus decisiones, ni la anticipación de las mismas. Se puede observar que, en torno a la adaptación del sistema educativo a distancia, la mayor dificultades que encuentran los púberes y adolescentes por estos días es la negación a la participación fluida de las actividades planteadas por los maestros, si bien son conscientes del error, no consiguen entender las reales consecuencias de sus actos y decisiones.
Como podemos ver, tanto niños como púberes y adolescentes se encuentran en constante cambio, físico, cognitivo y, sumamos a ello, tener que entender y asumir una realidad que, valgan verdades, a los adultos también nos cuesta entenderla. Es por ello que es necesario que seamos justos con ellos y no juzgarlos como adultos, pues vemos que aún no se encuentran capacitados para entender el mundo en su total envergadura, como lo hacemos los padres.
Lic. Katherinne Roncal Soto
C.Ps.P.: 15026
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¿Por qué a mi hijo le cuesta adaptarse a los cambios? by Lic. Katherinne Roncal Soto C.Ps.P.: 15026 is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.