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Acerca de Kathy Roncal

Soy psicóloga educacional formada en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Tengo más de 18 años de experiencia como psicóloga escolar, psicoterapeuta, consejera psicológica y educativa, experta en temas de aprendizaje, crianza y desarrollo humano.

Manejo del Duelo en tiempos de pandemia.

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Este tema, sobre todo en tiempos como estos, resulta complejo y doloroso, pues nos hace recordar que todavía no podemos sentirnos seguros, ya que aún no tenemos garantizada la vida, la salud ni el bienestar en general. Además, hemos estado expuestos últimamente a tantos momentos dolorosos de pérdidas que nos desarticulan y, la verdad, no sabemos cómo reaccionar.

Primero tenemos que aclarar qué es duelo. Solemos pensar que duelo es la pérdida de un ser amado, cuando en realidad, el concepto va mucho más allá. Se refiere a la pérdida, ¿de qué? De TODO, que nos genera dolor, rabia, miedo, soledad, desesperanza, perdiendo muchas veces la capacidad de tomar decisiones, y demás sentimientos que consideramos negativos.

Entonces, definimos Duelo, como el proceso psicológico que atravesamos a lo largo de la vida, así como diversas pérdidas que sufrimos en ella. Puede ser, efectivamente, que se refiera al fallecimiento de miembros de nuestra familia, el alejamiento de la pareja, el ya no contar con nuestros seres queridos como era antes, discusiones con amigos que generen reales alejamientos. También pueden ser  otro tipo de pérdidas, como podría ser el trabajo, la salud que se pierde, el dinero y, por lo tanto, nuestro estilo de vida, beneficios de algún tipo, y un largo etcétera.

Lo peor que podemos hacer es resignarnos ante el dolor (eso es como si nos dejáramos morir), hay que reasignar esa pena y transformarla en combustible que ayude a continuar. Cargar con el sentimiento de la pérdida es algo así como cargar en la espalda un saco de carbón, pesa , hace heridas al contacto, hasta que nos damos cuenta que ese carbón podemos usarlo como combustible, que si lo quemamos, puedo avanzar más rápido que sólo llevarlo en la espalda.

Es cierto que, a veces nos invade la idea “Por qué a mí que soy bueno, y a él no que es tan malo”. Hay que entender que las cosas no nos pasan porque sean premios o castigos en la vida, todos somos mortales, todos somos propensos a morir, porque así es la biología. Lo mismo con las otras pérdidas que comentamos líneas arriba, donde tenemos muy pocas cosas seguras. Tenemos que ser conscientes que nuestra vida puede cambiar en un minuto, por eso, lo mejor que podemos hacer es cuidarnos y, si nos enfrentamos a un cambio radical, a una pérdida, lo mejor por hacer es no culpar a nadie, pues nadie buscó esa situación de manera deliberada; debe quedar claro que la vida no se empeña en hacernos daño, son sólo hechos fortuitos y, a veces, desafortunados.

Por otro lado, la pérdida o el dolor ante el duelo nos genera estrés, y las personas no reaccionamos de la misma manera ante el estrés; por ello, no podemos decir que existe una única manera de manejar este dolor. A pesar de ello, se establecieron estas  5 etapas:

  1. Negación. Es cuando tratamos de “amortiguar el golpe” y negamos el impacto que ha tenido la pérdida en nosotros. Aquí, mientras más lejos estemos de la realidad y de entender la pérdida como tal, más tiempo nos tomará entender el dolor emocional causado por la pérdida.
  2. Ira. En esta etapa aparecen la rabia y el resentimiento, pasamos la mayor parte de nuestro tiempo buscando responsables o culpables. También, durante este tiempo, entendemos que la pérdida es irreversible, lo cual genera más dolor. Esa rabia solemos proyectarla, no solo con nosotros mismos, sino en nuestro entorno.
  3. Negociación. Aquí tratamos de estar en control de lo que pasa, a veces fantaseamos que podemos evitar el suceso, como cuando se le pide a Dios que nos ayude, o hacemos promesas para que el duelo no se dé. Esta etapa es corta porque no encaja con la realidad, y puede darse antes que el duelo ocurra en verdad.
  4. Depresión. Nos invade la tristeza y sensación de vacío, no hablamos de depresión clínica (el trastorno de salud mental), pero sí de no manejar la situación de manera adecuada. Podría llevarnos a presentar crisis existencial: “para qué me quedo aquí, sola(o) si ya no está”. Aquí lo difícil no sólo aceptar la ausencia, sino también entender que la vida que nos queda por recorrer está definida por esa ausencia. Es normal que nos aislemos más, que nos sintamos cansados, que pensemos que no podemos salir de ese estado de tristeza y melancolía.
    Esta etapa suele durar más tiempo, es la que nos impacta más, pues nos toca lidiar con la realidad. A veces, el dolor nos bloquea y no nos permite entender lo que ocurre, o ver el mundo como realmente es. Es la etapa más peligrosa.
  5. Aceptación. Se acepta la pérdida, la ausencia del ser querido, o de eso importante que ya no está con nosotros. Si bien la tristeza se mantiene porque el recuerdo de los episodios tristes no desaparecen, al recordar lo ocurrido ya no genera dolor. Al principio, si bien nos sentimos más aliviados y ya no presentamos sentimientos intensos, tampoco sentimos felicidad ni tranquilidad; esa va llegando de manera paulatina, hasta regresar a la “normalidad”. Aprendemos a convivir con el dolor, sin que genere mayor dolor.

Cabe señalar que no todos tenemos que pasar necesariamente por estas etapas, ni tampoco en ese orden específico, pero al menos debemos llegar a la última de ellas. Se espera que el duelo se termine de superar en aproximadamente un año, es decir, que transitemos por las etapas que sean necesarias en ese lapso de tiempo.

Muchos de nosotros nos hemos enfrentado a la pérdida de un ser querido, el cual no hemos tenido la oportunidad de despedirlo de la manera que seguramente hubiésemos deseado; es más, en muchos casos, no pudimos, siquiera, dar el último adiós. Eso complica más el proceso de duelo, se torna más doloroso e, incluso, podría volverse traumático y/o patológico. Podría originar que nos estanquemos en alguna de las etapas que mencionamos antes, por ejemplo en negación y nos bloquee por completo, haciendo que no podamos seguir la vida como siempre, que no consigamos integrarnos a nuestra vida pasada.

¿Cómo ayudarnos ante un duelo complicado?

  • Es necesario que dejemos fluir las emociones que nos embargan, no “hacernos los valientes”. Es normal sufrir, es normal que duela muchísimo y que sintamos que se nos parte el alma. Tenemos que permitirnos “estar mal”, aflorando las emociones dolorosas.
  • Es importante hablar de lo que sentimos (las palabras son mágicas, siempre), puede ser con personas cercanas, con algunos miembros de la familia, con alguien de nuestra confianza y que sabemos que nos brindará soporte emocional.
  • También nos ayuda “compartir” con el fallecido, desde abrazar su foto, usar su ropa, su perfume, etcétera, es una manera de sentirnos cerca y lidiar con el dolor. Eso podemos hacerlo mientras nos preparamos y aprendemos a vivir con la ausencia de la persona.
  • Una opción, sobre todo ahora que esta situación de la covid 19 no nos ha permitido despedirnos de la manera que quisiéramos y necesitamos, es hacer una carta de despedida. Puede ser en un momento y espacio privado, donde nos permitimos mostrar nuestro dolor, algo así como si tuviésemos una cita con esa persona, y ahí le decimos todo lo que nos sale del corazón, aquello que hubiésemos querido decirle como despedida. Seguramente una sola carta será insuficiente, se podrá hacer las que sean necesarias.
  • También se pueden hacer cartas como quien narra la historia que tuviste con esa persona, lo que compartieron, lo que sentían el uno por el otro, la historia de vida en común. Esto ayudará, no sólo para que afloren todas las emociones que podríamos tener guardadas, sino también para que se ejercite la memoria. Hay que tener en cuenta que la memoria es la herramienta que nos ayudará a que nuestros seres queridos siempre se “mantengan” en nuestro recuerdo, con nosotros.
  • Algunas personas, cuando se sienten tristes, tratan de alejarse, incluso de no recibir apoyo de otros, esa es la peor decisión, pues es como si nosotros mismos escogiéremos enfrentar el peor momento de nuestras vidas, solos, por nuestra cuenta. Es necesario recibir el cuidado, cariño y afecto de los demás, alguien que nos brinde la opción de conversar, pero no sólo para hablar de lo doloroso, sino también de cosas positivas, incluso permitirnos reír, de darse el caso.
  • Ayudaría también que, en casa podamos darle un último adiós, esto además de brindarnos paz, también nos ayuda a sentirnos tranquilos de estar haciendo algo que, seguramente, alegraría a esa persona que ya no está.  Desde prender una vela, incienso, tocarle una canción, prepararle la comida que más le gustaba, leerle algo, etcétera.
  • Con este tema del duelo, a veces pensamos que ya no hay salida, que estamos perdidos y no tenemos opción de sentirnos bien. Ojo que, aunque a veces no lo parezca, siempre hay salida, hay luz al final del túnel, pues llega un momento donde el dolor se vuelve entendible, manejable, consiguiendo vivir con esa pena sin que nos genere más dolor emocional.
  • Es cierto también que por más que nos esforcemos, el dolor no cesa, llevándonos a sentir desesperación y desamparo. Es en esos casos, es necesario buscar ayuda psicológica profesional, pues en ocasiones, por más que lo intentemos, nuestro esfuerzo no es suficiente. Si este pesar no se atiende de manera adecuada, puede generar en nosotros desde trastornos de ansiedad, depresión, estrés post traumático, somatizaciones, pérdida del sentido de la vida, hipersensibilidad, irritabilidad, trastornos de la alimentación, adicciones y un sinfín de problemas.

    Recordemos que cuidar nuestra salud mental, no sólo nos permite continuar “en la carrera”, sino vivir bien.

    Lic. Katherinne Roncal Soto
    C.Ps.P.: 15026

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Problemas en la pareja ¿Todo se acabó?

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Hasta cierto punto, es esperable que todas las parejas tengan conflictos,  y eso no es malo, pues los problemas de pareja son algo normal e inevitable. Estos problemas exigen de cada uno lo mejor de sí para poder seguir adelante.

Estos se originan del simple hecho de que toda pareja está conformada por dos personas que, a pesar de tener cosas en común, en esencia son diferentes (puntos de vista, pasado, modos de ser, actitudes, etcétera); si bien estas diferencias forman parte de la riqueza de una pareja, también son fuente directa de ellas mismas. Es así que toda pareja vive el reto de saber convivir con estos aspectos contrarios, sin acabar menospreciando o descalificando el mundo del otro. Este reto forma parte, también, de lo que entendemos por “amor”; es decir, amar a alguien implica ser capaces de convivir con las diferencias, sin tener la necesidad de imponer un punto vista, o desvalorizar a la pareja. También es necesario subrayar que, el bienestar de una pareja depende de saber manejar adecuadamente los retos que suponen el ser distintos, así como los problemas que surgen de la convivencia.

¿Es la incompatibilidad causa de los conflictos de pareja?

Las diferencias de cada uno en una relación de pareja no significan incompatibilidad, por el contrario, la incompatibilidad en una pareja es más bien la incapacidad o indisposición de uno, o de ambos, para asimilar y saber convivir con las diferencias del otro. El reto de toda pareja es hacer coexistir la diferencia de dos modos de vivir necesariamente diferentes. Lograr esto no es nada sencillo, generando muchas veces problemas en la pareja. No se trata de que una pareja no tenga conflictos, se trata por un lado de que estos conflictos no se salgan de control, y amenacen con romper la relación; y por otro lado, aprender y crecer de manera personal como de a dos. A esto nos referimos cuando afirmamos que los conflictos de pareja no son del todo malo.

Podríamos decir que existen problemas de pareja que son necesarios, y problemas de pareja  innecesarios. Los problemas de pareja necesarios tienen que ver con las dificultades que surgen naturalmente del reto de aprender a convivir con los modos de ser diferentes, y los problemas de pareja innecesarios se referirían a incapacidades, indisposiciones, impotencia de uno o de ambos, para lidiar adecuadamente con este reto. Los conflictos de pareja innecesarios, entonces, tienen que ver con un mal manejo de las diferencias presentes, necesariamente, dentro de una relación.

Los problemas de pareja confrontan a cada uno con sus propios demonios.

Por otro lado, los conflictos dentro de la unión también están ligados con aspectos “negativos”, con “imperfecciones” dentro de la relación, o quizá heridas abiertas, problemas no resueltos que se vienen arrastrando desde la infancia. Esto, evidentemente, vuelve considerablemente complejo y difícil el reto del que hablábamos, de lograr una convivencia plena de los modos de ser diferentes dentro de una relación.

Justamente, uno de los factores por los cuales los conflictos de pareja pueden complicarse y generar crisis, están relacionados a nuestras características y/o problemas individuales no resueltos, anteriores a la relación, que incluso es probable que vengamos arrastrando de nuestra propia infancia, de nuestro pasado. Es por este motivo que las dificultades en una relación de pareja pueden ser complejas e intensas, pues confrontan a cada uno en la relación, a sus “propios demonios”, porque hace salir a flote problemas no resueltos que, de otra manera (fuera de una relación de intimidad y de confianza) no saldrían.

¿Cuáles suelen ser los motivos de discusión dentro de la pareja?

Pueden ser muchas y variadas las razones por las que las parejas discuten o tienen dificultades. Entre ellas:

  • Celos, desconfianza.
  • Manejo del dinero o problemas económicos.
  • Trabajo, problemas para conseguirlo o trabajo en exceso que genera estrés.
  • Enfermedades (físicas o mentales).
  • Repartición de tareas.
  • Infidelidad.
  • La familia, dificultad de poner límites a la familia extensa (suegros, hermanos, etc.).
  • Falta de deseo sexual u otros problemas sexuales.
  • Eventos traumáticos.
  • Sentimiento de no ser comprendido.
  • Dificultad en tolerar las características poco armónicas del otro.
  • Sentimiento de dar más de lo que se recibe.
  • Sentimiento de ser desplazado o no ser tomado en cuenta, de que la relación no es prioridad para la contraparte.
  • Comunicación inadecuada.

Los problemas de pareja permiten crecer y fortalecer tus debilidades.

Como ya lo vimos líneas arriba, si un miembro de la pareja (o ambos) mantiene (n) “heridas abiertas del pasado”, es más que probable que genere conflictos en la relación. Por ejemplo, si María arrastra problemas no resueltos de su infancia, donde sus padres no le dieron la atención y el afecto que necesitó de pequeña, es muy probable que esa atención que no tuvo de niña, ahora demande en su pareja Juan (probablemente con el mismo ímpetu como si fuese niña otra vez), llevándola, seguramente, a tratar de controlar e invadir el espacio personal de Juan, haciendo que él le reclame constantemente lo “intensa” que puede ser e, incluso, lo sofocante que puede llegar a comportarse en algunas circunstancias. Es así, que en la medida que maría no haya resuelto este dolor del pasado de manera adecuada, entenderá el deseo de  su pareja Juan por tener su espacio y su privacidad, como muestras de desamor y desatención, pues ella buscará ser siempre el centro de atención de Juan, cuando sabemos que eso no es correcto. Las discusiones provenientes de este conflicto, probablemente, revivirán las heridas abiertas que María trae, llevándola a hacer preguntas constantes y querer controlar a Juan día a día. A su vez, esta conducta activará en Juan el deseo de “protegerse”, es decir, distanciarse, pues sentiría que su espacio vital se ve amenazado.

Esta dinámica está presente, en mayor o menor medida, en todas las relaciones de pareja importantes. Lo que sucede es que existe una especie de “reciprocidad” entre las debilidades de cada uno en una relación; es decir, que las personas no solo se atraen por aspectos positivos, como la belleza, la inteligencia, etcétera; sino también se atraen debido a aspectos negativos. Los problemas no resueltos, por ejemplo, forman parte de las razones por las que dos personas se atraen y se unen. Esto tiene que incluirse en la concepción que tenemos del amor, pues no es contrario al mismo.

Que la relación de pareja confronte a cada uno con sus debilidades o problemas no resueltos y, de esta forma, les exija atenderlos y superarlos, solo puede ser algo conveniente, pues es únicamente por amor que una relación de pareja exige a ambos a crecer y fortalecer sus debilidades. En la medida que se logre esto, se habrá conseguido no sólo superar ese dolor propio de pasado, sino también haber superado la crisis de pareja,y acercarnos a a la tan esquiva felicidad.

Lic. Katherinne Roncal Soto
C.Ps.P.: 15026

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¡Me separo! ¿Mis hijos sufrirán?

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Desde que somos jóvenes, muchas personas buscamos vivir en pareja, y es así que nos “emparejamos”, empezamos nuestra vida familiar. También ocurre, a veces, que este ideal de vida familiar no resulta como lo imaginamos, es decir, aparecen los problemas cada vez más complejos y, muchas veces, estos no tienen solución.

En estos casos, la separación puede ser la solución a los conflictos de pareja, es más, en ocasiones, resulta el “menor de los males”, pues las personas tenemos derecho a buscar ser felices dentro de relación que entablemos.  A pesar de ello, una separación implica dolor y cambios, para los ahora “ex”, para los hijos; incluso para la familia extendida y amistades.

Dar el paso hacia la separación no es algo sencillo, eso lo sabemos o, en su defecto, lo entendemos. Tomar la decisión de decir adiós a la pareja para siempre, a esa persona que esperábamos que sea el amor de nuestra vida y que, al final, no fue así, es algo que genera tristeza, por más que tengamos claro que esa es la mejor opción. En esos momentos, viene a nosotros todo tipo de pensamientos ¿Qué pasará después? ¿Qué será de mi vida? ¿Mis hijos van a sufrir?

Si bien, varios estudios aseguran que la separación de los padres figura entre las causas de estrés más intensa que afecta la infancia; a pesar de ello, es más claro aún que las experiencias negativas, producto de las discusiones y “frialdad” entre los padres, son generadoras de ansiedad, miedo e inseguridad, así como sentimientos ambivalentes y, hasta, diversos trastornos de conducta. Es decir, el dolor de vivir dentro de una familia fracturada pero no separada, genera mayor daño emocional.

Si bien este proceso siempre será complicado y penoso, tenemos opciones, “consejos”, para que las separaciones no afecten sobremanera a los hijos, entendiendo que cada caso es muy particular y que estos puntos, si bien son generales, no necesariamente tienen que responder a todas las realidades.

En cuanto al accionar de los padres:

  1. Evitar a toda costa discutir sobre la separación delante de nuestros hijos. Se ha comprobado que muchos niños suelen culparse de la separación de sus padres, con las secuelas que esto provoca en la autoestima y equilibrio emocional de los hijos.
  2. Nunca desaprobar la conducta de la otra parte o, simplemente, hablar mal de la ex pareja delante de nuestros chicos, o con ellos; tampoco propiciar que otros lo hagan. Si bien, en algunos casos el dolor y la indignación nos puede embargar, hay que recordar que ya no hablamos ni pensamos sólo por nosotros, también por el bienestar emocional de ellos, nuestro motor.
  3. Se recomienda que ambos padres comuniquen a los hijos la decisión de separarse (en términos sencillos de entender), sin dar mayor detalle de lo acordado, o no, entre los padres. Al momento de hacerlo, asegurarse que no se agravie a ninguno de los padres, por más que alguno de ellos no haya tenido la mejor de las conductas.
    En este caso, es recomendable hacer hincapié en que la separación no afectará la relación individual entre los hijos con cada padre, que no tiene nada que ver con el amor materno o paterno.
  4. Ser sumamente prudentes con precipitar la entrada de nuestros hijos en una nueva relación y/o familia. Antes de presentar una nueva pareja, es necesario saber nuestros hijos tienen la capacidad para asimilar la nueva relación.
  5. Jamás condenar a nuestros chicos al abandono afectivo, con tal de evitar los encuentros con la ex pareja. Es importante que por más difícil sea la ruptura, el vínculo entre nuestros hijos y el padre o madre que sale de la casa, no sufra más de lo que la propia separación implica. Este vínculo, a fin de cuentas, si es para toda la vida.
  6. Nada justifica convertir a nuestros hijos en espías que informen qué hace la otra parte, ni rehenes del cariño para conseguir negociaciones ventajosas. En caso de establecer régimen de visitas, no se debe perder la perspectiva de que la prioridad es satisfacer la necesidad de compartir juntos, hijo y padre, sin hacer de eso una manera de sancionar. Los chicos deben saber que contarán con el cariño y apoyo de ambos padres, como si nada hubiese pasado; así como también seguir gozando del amor y cuidado de abuelos, tíos y primos.

    En cuanto a la conducta diaria de nuestros hijos:

  1. Dentro de lo cotidiano, nuestros hijos no deben perder las rutinas ya establecidas desde antes, ayuda apegarse a ellas, esto les brindará orden y estructura.
  2. Si bien es esperable que aparezca cierta desorganización conductual en nuestros hijos, no se debe permitir mala conducta, lenguaje inapropiado o comportamientos inaceptables para compensar la pérdida. De presentar un marcado desajuste, tanto emocional como conductual, es necesario acudir a un profesional en salud emocional. 
  3. Evitar en lo posible otros cambios en la vida de los hijos, como por ejemplo mudanzas, cambio de colegio, de amistades, actividades extracurriculares dejadas de lado, etcétera. Asimismo, si ya se estableció un régimen de visitas, no cambiar los días ni horarios. Dejarlos “plantados” y hacer promesas que no se pueden cumplir, no sólo los daña emocionalmente, sino también los llevan a no entender la noción de responsabilidad y estabilidad.

Es necesario tener en claro que, ante la separación, indudablemente nuestros hijos vivirán un proceso difícil y doloroso, por ello tienen derecho a hablar de ello y a recibir ayuda terapéutica. El darles la oportunidad de entender su nueva situación, implica enseñarles herramientas, no sólo para continuar con su vida, sino también para enfrentar otras dificultades que puedan aparecer en el futuro.

¿Te separaste? ¿No sabes cómo ayudarte y/o ayudar a tus hijos en esta situación? ¿Consideras que no es bueno que tus hijos convivan con tu ex pareja? ¿Tu ex pareja no te permite compartir con tus hijos?

De ser este tu caso, no dudes en pedir ayuda. Comunícate con nosotros al +51 9988 10240 o a yanapaysp@gmail.com  que en Yanapay siempre estamos gustosos en ayudarte.

Lic. Katherinne Roncal Soto.
            C.Ps.P.: 15026

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¡Llegaron las vacaciones! ¿Qué hacemos?

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Muchos padres hemos vivido al lado de nuestros hijos esta nueva manera de aprender, muy distinta a la que todos estábamos acostumbrados; algunos lograron adaptarse, otros, seguramente, lo hicieron con dificultad y, es muy probable, que unos cuantos aún no lo hayan conseguido. Pero eso acabó por el momento, pues el bimestre o trimestre terminó y llegaron las tan ansiadas, y necesitadas, vacaciones de medio año.

Es tiempo de descansar de las clases virtuales, de las tareas, de los grupos de padres de WhatsApp (aunque esos en algunos momentos nos ayudaron como grupo de soporte y demás) y darse cuenta que los chicos ya están en casa sin responsabilidades académicas. Es por ello que resulta vital buscar actividades a realizar pues, el permanecer en casa sin tener la posibilidad de salir, ni compartir con otros, como seguramente hicieron en anteriores vacaciones, podría alterarlos, nuevamente. Entonces,

¿Qué podemos hacer?

Primero, debe quedar claro que será por poco tiempo, seguramente no se extenderá más de dos semanas, así que eso representa un alivio, si pensabas que tenías que volver a “pararte de cabeza” para que tu vida pueda tener, también, un respiro.

Independientemente de ello, los chicos, sin importar la edad que tengan, necesitan mantenerse activosrecordemos lo convulsionada que estaba su conducta los primeros días de iniciarse la cuarentena, cuando aún no empezaban las clases virtuales, pues no, no podemos, ni debemos, caer en la misma situación.

Mantener rutinas en casahay que recordar que los chicos ya han estado expuestos a diversos cambios, los cuales naturalmente causan estrés; por ello es necesario explicarles cuál será la rutina diaria, hasta que terminen las vacaciones y retomen las clases virtuales. Ayudaría que, con la ayuda de ellos, se elaboren horarios para las tareas que tengan que realizar. Es importante conservar las responsabilidades con el hogar y, de no estar instauradas, pues es momento de hacerlo.

Leer. Lo importante es que sea una lectura del agrado de tu hijo, aunque diga que no le gusta la actividad en sí, definitivamente debe existir un tema que lo apasione. Además, la lectura es importantísima, no sólo por las habilidades que estimula, así como por brindar la posibilidad de escapar a mundos variados donde todo, todo, puede suceder; sino también para que tengan una tarea, un poquito, ligada a las actividades escolares. Resultaría más significativo para tu hijo o hija que también puedas leer tú, así serás su ejemplo.

JuegosAdemás de los ya tan conocidos juegos de mesa, sería interesante crear juegos novedosos o adaptar algunos que sean del agrado de tus chicos. Por ejemplo, seguir pistas con pequeños premios en cada “estación”.

Ejercicio físico. Estos días que vacaciones es importante que se mantengan físicamente activos, lo cual no necesariamente tiene que ser con actividades frente a una pantalla (como cuando hacían educación física hasta una semana atrás). Podrían ser momentos de baile, de “entrenamiento físico” (si lo hace contigo, mucho mejor), etcétera. También es importante la improvisación, si bien tener las cosas organizadas y pautadas es imprescindible, un poco de movimiento “a lo loco” resulta reconfortante.

Por otro lado, si tienen la posibilidad, y les parece adecuado, salir un momento a la calle (con todas las precauciones del caso), sería beneficioso para los chicos, no sólo por tener mayor espacio para el movimiento, sino porque el acceder a un lugar diferente y que, quizá, lo lleve a recordar momentos de esparcimiento y diversión, los ayudará a sentirse mejor.

Horas de sueñoLo más probable es que los chicos, al ponerse en “modalidad vacaciones” querrán trastocar las rutinas que antes tenían, sobre todo con respecto a la hora de ir a la cama. Es recomendable que esto no varíe mucho, no sólo porque podría perder la rutina, seguramente antes ganada con “sangre, sudor y lágrimas”; sino también porque al alterar sus horas de sueño, es muy probable que tu niño o niña se torne de mal humor y demandante, evidenciando así malestar. Ver a los chicos alterados nos afecta, pues además de generar alboroto en casa y movilizar a la familia entera, quiere decir que realmente, la están pasando mal. Ojo con eso.

Uso de pantallas. Aquí entra la disyuntiva para ellos, pues lo virtual pasó de ser, seguramente, su objeto de deseo máximo antes de entrar en estado de emergencia, a convertirse en el medio por el cual tenían que continuar su proceso de aprendizaje (quizá de manera no tan animosa como hubiésemos esperado) y ahora, nuevamente, a representar felicidad y ocio. A los niños, y adolescentes también, les cuesta “cambiar de chip” con tanta facilidad (incluso a nosotros mismos), entonces podrían presentar reacciones poco esperadas ante el uso de las mismas.

Lo importante es que ellos deben tener en claro que, si hasta una semana atrás podían estar conectados a las pantallas por muchas horas (para las clases), en vacaciones el tiempo no tiene que ser el mismo, pues el estímulo que reciben a través de ellas (tablet, tv, laptop, celular o cualquiera que sea), tienden a exacerbar las conductas. No, gracias.

Con nuestros adolescentes, que muchas veces resulta tan difícil de acordar y/o complacer, sería buena idea tratar de acercarse a conversar con ellos, y así puedan compartir las ideas y sentimientos que podrían estar surgiendo en ellos, en torno a esta nueva manera de organizarnos en la vida. Es necesario tener en cuenta que, por el hecho de ser “grandes”, ellos no procesan, entienden ni sopesan la información como lo hacemos los adultos; por lo tanto, podrían estar apareciendo en ellos pensamientos y sentimientos que, más que ayudarlos, podrían estarles generando real malestar emocional. Recuerden, siempre será nuestro deber, velar por su bienestar, tanto físico como emocional.

Como dijimos líneas arriba, este pequeño tiempo que los chicos estarán libres, nos sirva para reconectarnos con ellos, no con sus tareas ni responsabilidades escolares (de las cuales nosotros también nos cansamos) y podamos sentir que estamos juntos en esto, que no sólo los protegemos, sino que nos divertimos y tratamos de ser felices, así como la familia que siempre fuimos o, de repente, quisimos ser.

Lic. Katherinne Roncal Soto
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Educar en positivo

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¿Cómo ayudar a nuestros hijos a manejar sus emociones?

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¿Cómo aprende el cerebro?

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¿Qué le ocurre a tu hijo cuando le gritas y/o pegas?

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A raíz de la aparición de la pandemia y posterior confinamiento, fue cada vez más usual ver padres “endurecer” sus estilos disciplinarios, sobre todo en lo que respecta a la corrección de conductas o, simplemente hacia la convivencia diaria con los chicos.

Si bien, también se ha visto que la conducta de los hijos se des regula, cada vez con más facilidad, hay que recordar que nosotros somos los adultoslos que si podemos manejar nuestras emociones y estamos ahí para guiarlos, no para tener respuestas así de desajustadas como ellos podrían tenerlas.

Es nuestro deber ser sus maestros en cuanto a auto control, regulación, tolerancia, manejo de situaciones difíciles y un largo etcétera; eso jamás se aprenderá en el colegio, sólo en nuestras casas.

¡Que siempre estemos bien!

Si necesitas ayuda, estamos para escucharte, para servirte.
¿Conversamos?

Lic. Katherinne Roncal Soto
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Cel.: +51 998 810 240

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Importancia de las emociones en el proceso de aprendizaje

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¿Es cierto que las emociones pueden influir en el aprendizaje de un niño o adolescente? Pues… Si.  

Esto ocurre porque el proceso de aprendizaje está totalmente vinculado a las emociones que viven nuestros hijos, tanto dentro como fuera del ambiente de aprendizaje (aula y, por estos días, la casa). Dependiendo de dichos espacios, se tendrá una reacción positiva respecto a la educación o negativa y, por tanto, su predisposición para el aprendizaje será una u otra.

Las investigaciones en neurociencia indican, a través del estudio de la actividad de las diferentes áreas del cerebro y sus funciones, que solo puede ser verdaderamente aprendido aquello que interesa, que “comunica” algo, esto llama la atención y genera emoción, aquello que es diferente y sobresale de la monotonía.

En cuanto a la motivación y la emoción, estos son procesos distintos aunque íntimamente relacionados. Las emociones nos “mueven”, es lo que nos impulsa a actuar, y la motivación es la responsable de mantener nuestra atención sostenida en el tiempo, la disposición al esfuerzo mantenido por conseguir una meta.

Tanto la motivación como la emoción, influyen en la percepción, la atención y el aprendizaje.

¿Cómo?

Atención:
Tanto las emociones como la motivación, hacen que captemos la información por encima de otra. Allí, donde ponemos nuestra atención, es hacia donde nos dirigimos y nos enfocamos. Por ejemplo, cuando estamos alegres, prestamos atención a aquellas cosas ligadas a esa emoción; en cambio, las emociones displacenteras o desagradables reducen nuestra atención y concentración, pues lo que queremos es evitarlas. En contra parte, las emociones agradables amplían nuestro interés, haciendo que prestemos mayor atención a más cosas; llevándonos a aumentar la capacidad para relacionar y asociar elementos diferentes.

 Percepción:
La manera en que interpretamos la información se ve afectada por las emociones y, consecuentemente, lo que nos motiva. Nuestra percepción de las situaciones que vivimos, así como el procesamiento de dicha información, varía en función a lo que experimentemos, así como a las emociones que estas nos generen. Por ejemplo, cuando nuestros hijos ingresan a una habitación oscura y esto los asusta, pueden percibir que la ropa colgada de la percha es un monstruo que los acecha, percepción tergiversada de la realidad.

 Aprendizaje: 
Todos estos procesos mencionados anteriormente, potencian o inhiben la adquisición de conocimientos y habilidades. Cuando la emoción es de tristeza, preocupación o disgusto, nuestra atención se centra en las consecuencias negativas, y eso nos lleva a “estancarnos” en esa emoción desagradable, lo cual no propicia el aprendizaje. En cambio, el aprendizaje participativo y basado en la experiencia crea motivación, no ocurre lo mismo con el aprendizaje memorístico y repetitivo. Las tareas creativas son más motivadoras y divertidas que las repetitivas.

Es de esta manera que, cuando nuestros hijos se sienten muy molestos, tristes o ansiosos, aparecen los bloqueos mentales, que hacen que el aprendizaje no se dé, pues no percibimos adecuadamente la información y, en consecuencia, no la procesamos correctamente. Las emociones incómodas e intensas absorben toda nuestra atención. Contrariamente, la motivación positiva, unida a sentimientos de capacidad y poder, generan en nuestros hijos perseverancia y, en consecuencia, adecuado rendimiento.

Ahora nos queda más claro porqué es imposible separar a las emociones del proceso de aprendizaje en general, más allá del plano académico, también de la información necesaria que necesitamos para la vida.

Lic. Katherinne Roncal Soto
              C.Ps.P.: 15026

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Importancia de las emociones en el proceso de aprendizaje by Lic. Katherinne Roncal Soto C.Ps.P.: 15026 is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.