Primero, es necesario que quede claro qué es exactamente la ansiedad.
Es un sentimiento de miedo, temor e inquietud, que puede estar presente como respuesta al estrés. Ahora es esperable que sintamos ansiedad cuando nos encontremos ante ciertos eventos o situaciones que normalmente generan cierta tensión, como por ejemplo antes de tomar una decisión importante. También ocurre a veces, que este temor toma posesión de nuestra mente y cuerpo, sintiéndolo día a día, de manera constante y ante cualquier tipo de situación (sea de consideración o no), abrumándonos y no permitiendo que vivamos la vida de manera tranquila y saludable.
Efectivamente, no siempre la ansiedad es negativa, puede ayudarnos a enfrentar situaciones complejas, darnos impulso, energía para guiar nuestra conducta y así salir airosos de las dificultades; es decir, puede ser enteramente adaptativa y necesaria. Sin embargo, cuando esta se convierte en patológica, se transforma en trastorno; en este caso, la angustia y el estrés no sólo se presentan en todos los aspectos de nuestra vida (trabajo, familia, entorno social, académico, etcétera), llevándonos a sentir una serie de síntomas complicados de entender. Por ejemplo, cuando la respuesta a la ansiedad es desproporcional en intensidad y duración, perdemos nuestro autocontrol, lo cual nos lleva a sentir incapacidad y un estado de ánimo evidentemente alterado.
Es cierto que en estos tiempos que nos toca vivir, la tensión, estrés y demás aún están presentes; eso podría estar movilizando nuestras emociones de manera interna, llevándonos de repente a sentir que no estamos bien. En este caso, la pregunta sería, ¿esa ansiedad que sentimos, es patológica o adaptativa?
Entonces, ¿qué tenemos que tomar en cuenta para saber si necesitamos ayuda externa, o no?
Primero, hay que entender que cada caso es muy particular, que no todos los que necesitan ayuda en torno a la ansiedad, van a sentir, entender y experimentar sus síntomas de la misma manera; pero si hay puntos en común.
Cuando los síntomas son de orden físico, es decir hay malestar general, opresión en el pecho, taquicardias, sensación de mareo, dolor de cabeza, sudoración, pérdida o disminución del apetito, y un largo etcétera; es importante recurrir al especialista, quien, además, evaluará si existe desesperanza, desmotivación, angustia o problemas de sueño y alimentación.
¿Existe alguna forma de controlar la ansiedad sin ayuda de un especialista?
Como casi todo en la vida, depende. Ahora conocemos algunas técnicas que, efectivamente, nos ayudan a calmarnos, como son las técnicas de relajación y respiración. Esta última, de preferencia que sea guiada por un profesional en salud mental, pues requiere mucha concentración, pues una mala ejecución de esta puede desencadenar síntomas de hiperventilación, es decir, ¡empeorar!
También es necesario trabajar la autoestima, pues cuando sentimos que perdemos el control, aparece la frustración, la cual nos desajusta tremendamente.
Si somos responsables y conscientes, entenderemos cuánto de esto puede ser “remediado” por nosotros mismos, sin ayuda externa y así procurar nuestra propia felicidad; pero si sabemos que no podemos hacerlo solos, y que cada vez nos va quedando más claro que nuestros síntomas pueden estar relacionados con un trastorno (pues nos vamos sintiendo peor día a día, por más ganas que le pongamos a mejorar), es vital la ayuda de un especialista en salud mental.
Los adultos responsables sabemos, o deberíamos saber, cuándo llegó el momento de pedir ayuda y así, de una buena vez, sentir tranquilidad.
¡Que siempre estemos bien!
Si necesitas ayuda, estamos para escucharte, para servirte.
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Lic. Katherinne Roncal Soto
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