¿Es cierto que las emociones pueden influir en el aprendizaje de un niño o adolescente? Pues… Si.
Esto ocurre porque el proceso de aprendizaje está totalmente vinculado a las emociones que viven nuestros hijos, tanto dentro como fuera del ambiente de aprendizaje (aula y, por estos días, la casa). Dependiendo de dichos espacios, se tendrá una reacción positiva respecto a la educación o negativa y, por tanto, su predisposición para el aprendizaje será una u otra.
Las investigaciones en neurociencia indican, a través del estudio de la actividad de las diferentes áreas del cerebro y sus funciones, que solo puede ser verdaderamente aprendido aquello que interesa, que “comunica” algo, esto llama la atención y genera emoción, aquello que es diferente y sobresale de la monotonía.
En cuanto a la motivación y la emoción, estos son procesos distintos aunque íntimamente relacionados. Las emociones nos “mueven”, es lo que nos impulsa a actuar, y la motivación es la responsable de mantener nuestra atención sostenida en el tiempo, la disposición al esfuerzo mantenido por conseguir una meta.
Tanto la motivación como la emoción, influyen en la percepción, la atención y el aprendizaje.
¿Cómo?
Atención:
Tanto las emociones como la motivación, hacen que captemos la información por encima de otra. Allí, donde ponemos nuestra atención, es hacia donde nos dirigimos y nos enfocamos. Por ejemplo, cuando estamos alegres, prestamos atención a aquellas cosas ligadas a esa emoción; en cambio, las emociones displacenteras o desagradables reducen nuestra atención y concentración, pues lo que queremos es evitarlas. En contra parte, las emociones agradables amplían nuestro interés, haciendo que prestemos mayor atención a más cosas; llevándonos a aumentar la capacidad para relacionar y asociar elementos diferentes.
Percepción:
La manera en que interpretamos la información se ve afectada por las emociones y, consecuentemente, lo que nos motiva. Nuestra percepción de las situaciones que vivimos, así como el procesamiento de dicha información, varía en función a lo que experimentemos, así como a las emociones que estas nos generen. Por ejemplo, cuando nuestros hijos ingresan a una habitación oscura y esto los asusta, pueden percibir que la ropa colgada de la percha es un monstruo que los acecha, percepción tergiversada de la realidad.
Aprendizaje:
Todos estos procesos mencionados anteriormente, potencian o inhiben la adquisición de conocimientos y habilidades. Cuando la emoción es de tristeza, preocupación o disgusto, nuestra atención se centra en las consecuencias negativas, y eso nos lleva a “estancarnos” en esa emoción desagradable, lo cual no propicia el aprendizaje. En cambio, el aprendizaje participativo y basado en la experiencia crea motivación, no ocurre lo mismo con el aprendizaje memorístico y repetitivo. Las tareas creativas son más motivadoras y divertidas que las repetitivas.
Es de esta manera que, cuando nuestros hijos se sienten muy molestos, tristes o ansiosos, aparecen los bloqueos mentales, que hacen que el aprendizaje no se dé, pues no percibimos adecuadamente la información y, en consecuencia, no la procesamos correctamente. Las emociones incómodas e intensas absorben toda nuestra atención. Contrariamente, la motivación positiva, unida a sentimientos de capacidad y poder, generan en nuestros hijos perseverancia y, en consecuencia, adecuado rendimiento.
Ahora nos queda más claro porqué es imposible separar a las emociones del proceso de aprendizaje en general, más allá del plano académico, también de la información necesaria que necesitamos para la vida.
Lic. Katherinne Roncal Soto
C.Ps.P.: 15026
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Importancia de las emociones en el proceso de aprendizaje by Lic. Katherinne Roncal Soto C.Ps.P.: 15026 is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.