Tres gaseosas por el precio de dos no hacen calidad de vida
Planteamiento del problema
Tal parece que los ciudadanos no notamos la necesidad de contar con espacios públicos y al mismo tiempo a gozar de una ciudad como derecho, porque no lo sabemos ni conocemos gracias a nuestras autoridades en todos los niveles de gobierno, Cusco y las ciudades peruanas en general, parecen constituirse en trampas mortales, sin vías adecuadas, sin lugares de recreación y esparcimiento, sin equipamiento público y privado adecuado y, sin orden, eso no puede generar sino, mucho desorden, caos, estrés, ansiedad y –obviamente- delincuencia.
Respecto de la percepción del espacio público, Edmundo Pérez, especialista en la materia, refiere que el espacio público desempeña un papel fundamental en la construcción del territorio, que no solo articula, estructura y ordena las diferentes actividades y usos del espacio urbano, sino que es por excelencia el escenario de la socialización colectiva de la ciudad, que -por lo menos- en esta ciudad no existe, salvo por el uso que se da, sin control alguno, a la zona de amortiguamiento del parque de Sacsayhuamán para fines de recreación, sin que existan otros similares, así, la ciudad tiende a repeler a sus miembros fuera de ella, en un escenario actual, en el que debería suceder todo lo contrario.
En ese sentido, el investigador, agrega que el concepto de espacio público para el ciudadano promedio que habita en las comunidades de los sectores populares está presente en la medida en que este se encuentre disponible para el uso directo por parte de su familia y allegados. Precisión complicada de explicar en una ciudad como Cusco, en la que no existen espacios comunes y gratuitos, que permitan a los ciudadanos interrelacionarse socialmente, lo que denota un déficit en la gestión del problema a todo nivel.
El citado, refiere que el uso del espacio público se entiende en diversas formas de acuerdo a las necesidades de cada individuo o grupo social; debido a que ese espacio es de utilidad tanto como espacio necesario para el desplazamiento como para la recreación y trabajo, su uso se considera como un derecho, el cual no se puede enajenar ni perder, de modo que el concepto y percepción del espacio público varía en los diversos grupos de la población, de acuerdo con condiciones como el tipo de uso, ocupación y nivel cultural.
En la mayoría de los casos el ciudadano común no identifica el espacio público a escala de la ciudad, sino a escalas menores como el barrio y la localidad. Debe quedar claro, que el espacio público no se vincula exclusivamente a la recreación, sino, a todos los componentes urbanísticos que hacen que la ciudad sea integral y dinámica, lo que en Cusco tampoco parece interesar, por ejemplo, no existen vías adecuadas para el desplazamiento de los trabajadores a su centro de labor o zonas de producción y menos el equipamiento para ello, no existen parques o áreas de recreación en las que se generen actividades artísticas, deportivas, culturales, etc., en las que la familia pueda desenvolverse sin necesidad de abandonar la ciudad o restringir ello a los lugares deprimidos donde se ubican sus casas, sin infraestructura adecuada, ni siquiera existe equipamiento urbano público ni privado que organice la ciudad en centros de desarrollo que permitan al ciudadano acceder a todo lo que busca en determinado lugar, ejemplo, mercado, centro comercial, bancos, instituciones públicas, colegios, hospitales, clínicas, etc.
¿Derecho o no? ¿En qué vamos?
El Derecho –emergente- a la ciudad y su elemento integrante, el espacio público, en términos de Juan Carlos López Roa, comprende o se desagrega en los siguientes: Derecho a la vivienda, derecho al lugar, derecho a servicios de calidad, derecho a la centralidad, espacio público y monumentalidad, derecho a la belleza, a la identidad comunitaria, a la movilidad y accesibilidad, a la inclusión, al gobierno de proximidad, a las nuevas tecnologías, al laicismo, a la justicia local, a la seguridad, a demandar cambios en la legalidad, a la calidad del medio ambiente, a la intimidad y a la diferencia, a igual status de ciudadanía, a la información a la representación y a la participación. Dice también el investigador que el derecho a la ciudad es un derecho emergente y en construcción, con lo que estamos de acuerdo, pues, en nuestro país, ello ni siquiera está prescrito de manera clara.
Dice López, que la búsqueda de una mejor calidad de vida para las personas y la protección de los derechos y libertades de los ciudadanos de forma igualitaria, son fundamentos sobre los que está cimentado todo Estado democrático, por tal motivo, una manera de garantizar el cumplimiento de estos derechos es con la existencia y protección de espacios públicos ordenados y abiertos, como la plaza, el parque, la calle y los frentes de agua, destinados para la práctica de deportes, ornato y descanso; pues, donde estos están presentes mejoran la moral, las condiciones de vida de la ciudadanía, opacan notablemente la delincuencia, así como las agresiones visuales, auditivas y de movilidad causadas por la ciudad.
Refiere además que una ciudad sana y exitosa puede compararse a un ser vivo; los pulmones de la ciudad son los espacios libres, estos responden a la necesidad de los pobladores de conciliar los diferentes ámbitos y esferas sociales en un lugar común, donde se construya el tejido social en el que cada individuo se reconoce como miembro de una comunidad, y se relaciona con otros para la satisfacción de sus intereses y necesidades. De esta manera, la defensa del espacio público contribuye a garantizar la existencia de un escenario de convivencia, que acerca a todos los habitantes de una ciudad en condiciones de igualdad.
Si esa es la explicación, estamos frente a un derecho, probablemente no codificado, pero vinculado a la dignidad del ser humano como fundamento del desarrollo integral de su ser, de modo que, negar esa posibilidad supone denegar la existencia del mismo y dejar de la lado al ciudadano, a la persona; esta ciudad está bastante lejos de todo lo mencionado, tal parece que la falta de planificación, de ordenamiento territorial, de autoridad y gestión urbanística han ganado la batalla, pues, no basta con peatonalizar, sino, con dinamizar los espacios públicos, y ordenar la ciudad en base a las necesidades derivadas de la planificación y no al interés del privado que solo busca lucrar, inclusive en desmedro de la ciudad, sí, cuando estuvimos a cargo del ordenamiento municipal descubrimos por ejemplo, que los grandes hoteles de la ciudad pagan arbitrios como viviendas a pesar de las ingentes cantidades de residuos que producen; por lo pronto, quisiera que recuerden que calidad de vida no se vincula a comprar tres gaseosas por el precio de dos, o adquirir la oferta del fin de semana cuyo precio es absolutamente variable, menos abona a tener una buena ciudad, tugurizar la misma y generar caos y congestión vehicular, lo que desde mi perspectiva lograría un centro comercial en la estación de Wanchaq, sin embargo, eso será materia de la columna del viernes próximo, esta es solo la introducción, recuerden entonces, por el día de Cusco, que ¡Tenemos derecho a la ciudad!
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