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Dudo mucho del olfato y la muñeca como indicadores de acción y medición en política, pero que bien le hace a la capacidad de reacción y la forma en que algunos buscan eludir sus responsabilidades, o por lo menos las investigaciones en torno a ellas, es precisamente el caso de García, quien ha sabido escabullirse de la justicia peruana, por uno u otro motivo, por una u otra razón, por uno u otro medio (de comunicación).

Desde pequeño me enseñaron que quien nada debe, nada teme; mi mamá decía ¡Dime la verdad y no pasará nada! (No voy a comentar lo que pasaba después), ello me enseñó a creer en ese refrán, por ende considero que quien es investigado debería desvestirse de cuerpo entero y asumir con entereza el proceso y/o procedimiento cuyo objeto es precisamente la demostración de la verdad y la inocuidad de quien se jura casi un santo.

No creo que sea mérito de Alan y sus abogados, eso lo hubiera hecho cualquiera (si gustan me linchan en cometarios al respecto, colegas), creo que fue una irresponsabilidad de Sergio Tejada y compañía, ¡Por Dios! Con aproximadamente doce millones pudieron contratar a los mejores para tipificar los hechos y cumplir una simple orden judicial (no lo digo con desdén), pecaron de arrogantes ante el mandato judicial, se nota hasta el día de hoy.

Tampoco creo en la justicia para ese caso, el juez pecó de formalista, bien decía Couture: “Tu deber es luchar por el derecho, pero el día que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia”.

No me sorprende el excesivo formalismo aplicado al caso, pues, en lugar de que conozcamos la verdad, probablemente nos quedaremos con el chisme histórico, típico del aprismo y en especial de García. ¡Eso da votos no! Ya veo a los niños y jóvenes del país, cometiendo errores y delinquiendo, para luego argüir la vulneración de sus derechos individuales –aunque fundamentales- contra los derechos colectivos.

El ¡Derecho de Defensa de García! Grita su barra brava enardecida, sin mayor argumento por supuesto, y qué del interés público, del interés colectivo, del erario nacional, de la Nación; en teoría procesal penal he leído acerca de la ponderación en torno a esto, habrá pensado en el efecto social de su fallo el juez de la causa. ¿Con qué moral reclamamos la liberación de un presunto ladrón? Si por formalidades perdemos la oportunidad de limpiar la política, y dar muestra clara y concreta de la inocencia o la responsabilidad de quien en estos días ha sido adjetivado de muchas maneras.

No me indigna como abogado, porque soy testigo de lo que pasa en el Poder Judicial, no culpo a las personas, probablemente sea una cuestión de sistema, un problema público que merece ser asumido con seriedad. Lo olvidaba, sólo Alan consigue una resolución en plena huelga del Poder Judicial, ese tip lo necesito, porque el común de abogados y justiciables tienes paralizados sus procesos a causa de esto, a eso se le llama tener contactos ¿No?

Me pregunto si Alan se siente victorioso, si sus abogados le explicaron que la prescripción en materia penal y la defensa de forma con el objeto de evitar el fondo (excesivo formalismo y famoso Debido Proceso), son formas limpias de arribar a la justicia y de sentirse orgulloso, tal vez en política, empero no en Derecho y menos en justicia.

Estadista le dicen algunos, yo me quedo en estatista; dudo, que la política tome forma o mejore de esta manera, me apena por la imagen de impunidad que mostramos una vez más, empiezo a dudar de la investigación ¡Favor con favor se paga!, estaremos en eso, no lo sé, creo que nadie lo sabe. Solo espero con indignación que se corrijan los errores, que se proceda conforme a los valores supremos, en especial a la justicia, y que tomemos conciencia, la calle está bien, pero la reflexión enseñará más que un fallo, aunque lo ideal hubiese sido un sanción ejemplar, o tal vez una absolución justa, lo que haría que García levante la cara con el orgullo de un inocente y no con la desfachatez de un cínico.

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