El Perú como república empezó dividido, qué digo, estábamos divididos mucho, muchísimo antes; para no regresar -tanto- en la historia convendría afirmar que en el momento de la conquista española (1532) dos medios hermanos incas (Huáscar y Atahualpa) estuvieron en disputa, en lo que se denominó guerra de sucesión inca, teníamos -además de todo- un imperio fuerte, empero, construido -en cierta medida- con miedo y la opresión sobre otros grupos o naciones, la violencia y la fuerza habían logrado esto, no pretendo -ahora- un juzgamiento histórico tardío por si acaso, sino una simple evocación, a saber, los chancas nunca se supeditaron absolutamente a los incas y estos últimos nunca ingresaron verdaderamente en la Amazonía, por citar un par de ejemplos.

De hecho, el imperio inca no se construyó sobre la base de justicia y lealtades, aunque sea negociadas, sino sobre una creciente invasión bélica de territorios sin mayor posibilidad de reclamo, todo aquello que hoy en día no se debería hacer para lograr aunque sea una pizca de lealtad o verdadera legitimidad -política-, empero, quién soy yo para juzgar los modos de aquellos tiempos; los incas, de hecho, para quienes no conciben que los aimara puedan haber ocupado territorios muy amplios sin perjuicio de su origen, provenían o estaban influenciados en mayor medida por los wari, un imperio previo que llegó tan cerca de Cusco que construyeron Piquillacta, cuya arquitectura y escultura influenció todo lo que se hizo luego en el imperio inca, éstos incluso duraron más que el imperio inca, de modo que no estaría mal pensar que -por muchas razones, tras la “independencia”, cuando re-nacimos como república- realmente estábamos divididos como nación, nunca habíamos construido una.

Así, quienes, hoy en día, piensan que la división y polarización es una suerte de moda o coyuntura nunca antes vista o vivida, o la sienten como un fenómeno nuevo en el que hay que adscribirse a uno de los lados o bandos, y en consecuencia, se auto-catalogan como: globalistas o antiglobalistas, liberalistas o conservaduristas, izquierdistas o derechistas, etc., simplemente no han entendido el proceso o no han leído un poco de historia; la nuestra está plagada de eventos que demuestran diferencias evidentes -inclusive irreconciliables- mucho antes de la llegada de los españoles, luego de esta, marcadas diferencias entre colonos, criollos, mestizos, indios y esclavos, y así sucesivamente, hasta tiempos en que, sin perjuicio de otras clasificaciones, nos tildamos y vemos como capitalinos o provincianos.

En lo que he revisado, creo que nunca hubo una nación peruana como tal, solo la encuentro en el fútbol cuando estamos cerca de un mundial y nunca más; eso sí, habría que recordar que más allá de lo que nosotros creíamos o denominábamos culturas pre incaicas, hubo naciones, amalgamadas no por ley o derecho administrativo, sino por identidades construidas a lo largo del tiempo; naciones o pueblos originarios que hoy en día, muy a pesar de muchos, existen y comparten “genes históricos” mucho más sólidos que sustentan su forma de pensar y actuar, por lo que, a priori, considerar que algunos están en lo cierto y otros están errados, avanzados o retrasados en el tiempo, es absurdo.

Siempre he pensado que el Perú podría ser dividido en cuadrículas para jugar “Michi” y así podríamos encontrar una suerte de homogeneidad en el pensamiento del peruano, tendríamos nueve espacios o regiones con visiones completamente distintas de lo que es el país, aunque esto parezca un sinsentido, no me explico, por ejemplo, qué pasó con los tecnócratas peruanos cuando definieron la región Inka por decreto, fusionando lo que hoy son los departamentos de Apurímac, Cusco y Madre de Dios, acaso no sabían que solo entre estos tres existían visiones y dinámicas completamente distintas que parten en la historia mucho antes que nuestra joven república, lo que me lleva a pensar que las causas -actuales- de la división, de la polarización y sobre todo de la discriminación, hay que revisarlas de la mano con la historia.

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