De acuerdo a lo niveles de planificación que deberían existir en el Estado, podemos precisar que son las políticas públicas las que constituyen las líneas directrices para el cumplimiento de determinados fines, por lo que, estas son emprendidas en base a determinados enfoques, muchas veces vinculados a la ideología o línea política de los oficialistas.

Está claro también que en el Perú estos enfoques cambian con cada gobierno, dado que, no somos especialistas en el desarrollo de políticas de Estado, que sean perennes en el tiempo más allá de los gobiernos, sobre todo cuando son eficaces; por el contrario, somos seudo-especialistas en la implementación de políticas de gobierno cortoplacistas.

Está claro que nadie –o pocos- planifican más allá de un lustro y por ello los resultados se miden o procuran medir en ese tiempo, esa ha sido desde nuestra perspectiva la forma en que nuestro país se ha desenvuelto en el ámbito de las políticas públicas hasta el día de hoy.

Mencionamos esto como base para analizar la coyuntura y escena política nacional, dado que en las últimas semanas tanto apristas como fujimoristas (en especial los primeros), se han dedicado a multiplicar las críticas sobre las fallas ocurridas en el Programa Qali Warma implementado por este gobierno, críticas que resultan incoherentes con los fines del Estado (Acuerdo Nacional, Objetivos del Milenio, etc.) y procuran -únicamente- que un determinado grupo político figure en la escena política, sin importar la idea “país”.

Tenemos claro que los gobiernos de Fujimori, Toledo y García, le dieron especial preeminencia a las políticas públicas económicas y de infraestructura (necesarias en su momento), en las que –por obvias razones- el riesgo de causar daño a los niños es mínimo, salvo la vulneración de derechos colectivos (que se vinculan a personas en general y no necesariamente a niños) y accidentes aislados en cuanto a infraestructura.

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Este último gobierno en cambio, procuró a través de su lema de inclusión social, desarrollar políticas y programas vinculados a un enfoque distinto, creo yo de derechos humanos y algo mínimo en relación a la interculturalidad, enfoques que no suponen –únicamente- el engrandecimiento del erario nacional y las reservas internacionales (con chorreo incluido, aunque imperceptible para grupos mayoritarios) o cubrir el país de brea y cemento (importante como medio), sino, sobre todo, la mejora de los indicadores específicos de nutrición, salud, disminución de mortalidad infantil y otros vinculados a estos, que a la postre tendrán resultados a mediano plazo (por lo menos eso esperamos).

Precisamente el desarrollo de políticas públicas en base a estos últimos enfoques, ha dado lugar a muchos de los programas sociales implementados por el gobierno para el logro de sus cometidos, es por ello que a través del programa citado, buscan nutrir y alimentar a escolares, dotando más de tres millones de raciones diarias a nivel nacional; las preguntas que surgen al respecto son: ¿Cómo se generan más riesgos, concesionando bienes y servicios públicos por doquier o nutriendo niños? ¿Cómo se generan más riesgos, construyendo puentes o alimentando niños?

Las respuestas deberían ser evidentes, sin embargo, a ciertos grupos políticos parece importarles más figurar en la escena política que coadyuvar con la idea de lo que queremos como Estado, a través de políticas públicas que hagan perceptible el crecimiento macroeconómico en los que menos tienen y colaborando como grupos políticos con propuestas vinculadas a mejorar los programas, en lugar de pretender desparecerlo o modificarlo regresándolo a la forma en que ellos lo manejaban ¿Acaso PRONAA no era un ente corrupto? ¿Acaso no intoxicó niños?

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Creemos que la política es libre y en el ámbito del marketing político mucho más, sin embargo, la deficiencia o inexistencia de instituciones políticas y la debilidad del sistema de partidos, que algunos conciben –inclusive- inexistente, parece ubicar nuestra política a nivel de talk show, en el absurdo morbo de quién pega más, o quién insulta más en relación al problema.

Para nosotros no tiene asidero, el enarbolar una campaña política sobre la base de la nutrición de los niños, que si necesitan el programa, con fallas o no (que al final se pueden corregir), dado que, en ese escenario convertimos la política, no en un fin de acceso al poder estatal, sino en un medio para el logro de fines particulares.

Tanto escándalo aislado, podría hacer que el programa retroceda, con una única consecuencia, que los niños dejen de recibir sus raciones o canastas alimenticias ¿Acaso en ese momento los duros críticos aliviarán sus necesidades?

Queda también claro, que es necesarísimo un mea culpa del gobierno de turno, debiendo implementarse una intendencia de supervisión de ejecución de contratos de suministro de alimentos y adecuada entrega de raciones en las que participe la ciudadanía a través de la comunidad educativa, fiscalizando la entrega adecuada de bienes para la satisfacción de los niños, quienes lo merecen y por intereses políticos podrían perder aquello que tal vez nunca recibieron en casa.

Si estamos hablando de más de tres millones de raciones al día, cuatrocientos casos aislados no suponen un porcentaje significativo, y no desmerezco a los niños que fueron dañados o intoxicados (mi absoluta solidaridad con ellos), pero ese era el riesgo ¿O no? ¿Por qué la televisión no se encarga de documentar las buenas experiencias del programa y la satisfacción de algunos otros millones? Presionando de este modo, con el fin de lograr la corrección del programa y evitar ensalzar esto a nivel de un debate nacional.

Al fin y al cabo, sobre todo quienes somos padres, sentimos dolor por lo que les pueda pasar a nuestros niños, sin embargo, no se pueden restar méritos y superar actos enmendables en beneficio de quienes necesitan realmente el programa, lo decimos porque nuestra experiencia en el sector educación nos llevo a conocer a niños que caminan entre tres y cuatro horas para estudiar, sin siquiera haber desayunado, precisamente por ello, esto no merece politizarse, sino corregirse.

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