No cabe la menor duda que el movimiento social #NiUnaMenos ha generado gran expectativa (habrá que ver la marcha), en razón a casos judiciales denominados emblemáticos por la prensa nacional y por la protesta generada tras sus resultados (legales o no, lo sabrán los jueces y abogados de las causas, el resto es especulación pura), pero, pregunto ¿Estamos ante un asunto que merezca estar en la agenda política? ¿Estamos ante un problema público en materia de políticas públicas? ¿El asunto forma parte de los intereses de este gobierno o estuvo en su plan de gobierno?
Es importante saber que una cosa es marchar (tal vez lo haga con mi familia, por mi madre, por mi pareja, por mi hermana y por mi hija), publicar en redes sociales y decir algo al respecto, pero otra muy distinta es “agendar” a nivel de políticas públicas este problema, claro, si se considera que es un problema y si se cree que es parte de las prioridades del Estado a través de su gobierno –actual-.
Particularmente, no creo que la violencia contra la mujer sea un problema público, creo que el problema es la violencia integral en general, la que ejerce el marido contra su mujer o viceversa, la que ejercen los padres contra los hijos y viceversa, y la que se ejerce socialmente contra la familia; entonces, pregunto una vez más ¿Será posible hacer de esto, aunque sea, una agenda legislativa si no es posible que sea política?
No lo creo y lo dudo, porque si no es parte de la agenda política, esto quedará en una marcha, una entrevista al presidente, algún ministro y todo se acabará; ojala se asumiese el tema como cuestión política para desarrollar una política pública vinculada a la violencia como problema público, pero de acuerdo a mi experiencia, es poco probable que eso suceda. Lo otro, es que el problema aparente, sea motivo de aprovechamiento político y el asunto pase de una agenda política a una agenda o cuestión legislativa y hasta judicial (como ya se ve en redes sociales), eso supondría legislar a favor de la mujer (víctima) únicamente y dejar de lado a las demás víctimas de violencia, y, en el ámbito judicial, significaría que los jueces procedan con mano dura en casos de violencia contra la mujer por cuestión de consigna, y no hagan lo propio en los casos de otras víctimas de violencia.
He visto como profesional, muchos casos en los que el varón y los hijos (en determinadas edades) son víctimas y todo el sistema ha obrado de manera indiferente, claro, porque si a una mujer no le toman la denuncia por violencia familiar y eso genera escándalo, imagínense a un varón que va a denunciar, muchas veces es el hazmerreír de la policía, de los fiscales y personal a cargo, lo he visto y hay que ser sincero, eso sucede todos los días sin que se haga algo.
En ese escenario hay que precisar que también hay un problema de falta de información y estadística en el Estado, queda claro que la mayoría de casos se vincula a mujeres, pero existe una cifra importante y otra negra –significativa- en casos de violencia contra varones y violencia de madres contra hijos o de hijos contra ambos padres, de modo que legislar en un escenario como el actual, solo supondría criminalizar determinadas conductas por mediáticas sin evaluar el problema real, eso que siempre sucede en el país.
En su artículo científico “Por un enfoque integral de la violencia familiar” ALONSO VAREA, José Manuel y CASTELLANOS DELGADO, José Luis, resumen que: “Las manifestaciones de violencia que tienen su origen o justificación en procesos disruptivos intrafamiliares cada vez se detectan más por los profesionales, a la vez que se reduce la aceptación de estas situaciones por parte de las víctimas en una sociedad que tiende a asumir como uno de sus valores fundamentales la tolerancia cero frente a este tipo de conductas. Los enfoques tradicionales basados en la atención de la víctima y el agresor, además de parciales y a posteriori, olvidan los numerosos puntos en común que tienen estos fenómenos. Un enfoque integral de la violencia familiar debería, en primer lugar, orientarse hacia la prevención de la violencia en este ámbito creando competencias de comunicación, relación afectiva y disciplina que superen las habituales asociaciones entre violencia-machismo-autoridad.”.
Queda claro, que las investigaciones actuales van más allá de lo que hoy supone el enfoque tradicional erigido en la víctima y el agresor (judicialmente), por lo que, los autores concluyen que en la actualidad es un problema social de primer orden.
Dicen además, que frente a las formas más graves y/o asentadas como fenómenos a combatir, están apareciendo “nuevas” manifestaciones; episodios de violencia graves a edades cada vez más tempranas, acoso escolar, violencia de hijos a padres, etc. Esta situación está motivando planes y estrategias de sensibilización, prevención e intervención por parte de las administraciones públicas, organizaciones sociales y colectivos profesionales. Muchos de estos fenómenos se producen en el entorno familiar o es factible que su factor precipitador se encuentre en este ámbito. Frente a la dinámica de intervención y explicación víctima – agresor; dicen los autores, que se suman a la corriente que aboga por la necesidad de un enfoque global sobre el origen y el mantenimiento de la violencia que se produce en el seno de las familias (Giddens, 2000, Trujano et al, 2006), por lo que, para ellos, se trataría de fortalecer las capacidades, las relaciones afectivas y el equilibrio intrafamiliar, como vía para prevenir las conductas violentas en el futuro, en cualquiera de sus expresiones. Esta perspectiva puede ser especialmente útil a la hora de diseñar orientaciones preventivas generales (Moreno, 2005), como:
- La coherencia. Los padres deben tener y mantener el mismo criterio, que tiene que ser firme, tiene que tener continuidad y permanencia para no crear confusiones en el niño. Corregir desde el principio las conductas agresivas del hijo, no reírlas como si fueran una “gracia” del niño.
- La educación para la empatía y transmitir al hijo un afecto y unos valores basados en la comunicación y el respeto mutuos.
- La educación para la responsabilidad inculcando el binomio esfuerzo-responsabilidad hacia la colectividad. Los padres han de aprender a decir no al hijo, sin crispación, sin violencia, sin temor a que esta negativa provoque en el niño reacciones negativas en el presente o en el futuro. La permisividad no es educativa; inculcar pautas y pequeños hábitos de comportamiento hechos como rutina pone los fundamentos de una vida futura en que el niño sea capaz de asumir sus decisiones.
- Compartir tiempo de ocio y comunicación. No delegar la tarea educativa al mundo del ocio comercializado, sino convertir este ocio en un diálogo activo y creativo sobre los contenidos de los medios audiovisuales.
- La escuela ha de utilizar procedimientos inclusivos. La exclusión sistemática del niño que molesta puede ser un procedimiento generador de violencia: del aula al pasillo, del pasillo al patio y del patio a la calle.
- La intervención en los jóvenes por un delito por violencia doméstica tiene que ser diferente a la que se hace por otras conductas delictivas, prioritariamente desde el ámbito de la salud mental familiar o individual, de la mediación comunitaria y del ámbito social (Romero y otros, 2005).
Si el problema es ese y su forma de resolverlo se plantea en el mundo actual en los términos trascritos, es absurdo pedirle al sistema más sangre, mas leyes maquiavélicas y poco legítimas, más leyes para unas en desmedro de otros, menos violencia contra unas en desmedro del resto, creo que es momento de reflexionar por y para todos; un correazo de padre a hijo crea un ciclo de violencia, en el que el hijo, una vez crecido, creerá que puede hacerlo con su mujer e hijos, entonces, es probable que la culpa no sea de él, sino del origen de la violencia que sufrió y que actualmente pocos atacan o abordan y que nadie reclama.
Como profesional he visto casos en los que la mujer víctima denuncia la agresión de su marido al mismo tiempo que ejerce violencia sicológica y física contra sus hijos, por impotencia o para lastimar al padre, eso no se puede tolerar, porque las niñas harán lo propio contra sus hijos y sin querer formarán hombres violentos y el ciclo de violencia seguirá.
Creo –finalmente- que en cuanto a violencia hay que abordar el tema seriamente, la violencia de género (femenino para el caso) es solo una pequeña parte del problema; ojala la marcha sirva para llamar la atención y agendar el problema para una verdadera política pública integral y no para lograr un conjunto de normas represivas contra unos en desmedro de otros sin sustento alguno.
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