A propósito del fracaso de la solicitud de extradición de Martín Belaunde Lossio y la clarísima explicación de Villa Stein al respecto, creo que se debe marcar un hito necesario en relación al rol de la prensa y la presión política y social para determinados casos. Sí, esa es –precisamente– la mala suerte de los que son sentenciados, sin siquiera haber sido sometidos a investigación y juzgamiento.
Para quienes conocemos el derecho, el orden lógico es claro: investigación, juzgamiento y sentencia (obviamente no estoy teorizando sobre el proceso, para quienes son abogados); sin embargo, para la presión social que siempre juzga por anticipado por insinuación de la prensa (casi siempre), el orden natural de las cosas se altera, de modo tal, que si alguien es capaz de demostrar su inocencia a través de un juicio, ello se vincula a corrupción, favoritismo, etc., obviamente no digo que esto no suceda, pero no es parte del contenido de este post.
Por si acaso, no se sorprendan por el aserto “alguien capaz de demostrar su inocencia”, pues, aunque en el país existe el Principio de Presunción de Inocencia y está cargo del Ministerio Público la acreditación de la responsabilidad, ello solo sucede en la teoría, puesto que en el terreno de los hechos, la cosa funciona más o menos bajo la perspectiva del “sálvese quien pueda”, ello significa básicamente que cada uno debe probar su inocencia ante un cúmulo de imputaciones de hecho.
Lo que trato de decir es que si en este país tienes la mala suerte de verte involucrado en un caso emblemático, lo más probable es que purgues condena sin que antes se hayan desarrollado las etapas lógicas citadas en los párrafos precedentes (investigación y juzgamiento); si pues, el debido proceso queda de lado y prima la sed de sangre, la moda de la prisión preventiva, la justicia mediática y la justicia política, vinculada casi siempre al sensacionalismo de la prensa, que usualmente maximiza determinados eventos de acuerdo a sus conveniencias, casi siempre económicas y políticas.
Alguien me puede decir si acaso no es cierto que la concentración de medios ha maximizado el presunto cabildeo de la pareja presidencial para igualarlo con el de su candidato de preferencia; lo que yo entiendo, más o menos, es que nos quieren poner en la balanza de la elección, corrupto contra corrupto, decide tú peruano, pues eso sucede y sucederá siempre con todo aquel que le quiera hacer sombra la candidato de dichos medios.
Obviamente no defiendo a la pareja presidencial, pero tanto se ha escarbado sin hallar vínculo directo de corrupción hasta hoy, que sin mediar mayor justificación, se vende la noticia y hasta ya existe una sentencia popular, obviamente sin que se haya realizado juicio formal alguno. La prensa dirá que es labor de investigación periodística y que ello es parte de su libertad ¿Acaso esa libertad es irrestricta? Otro sector dirá que es el costo político de la figuras políticas ¿Acaso este es superior al honor de la persona? Yo prefiero dejarlo para la reflexión.
Lo que está claro, es que en este país no te puedes dar el lujo de meter la pata (perdón por la vulgaridad), pues, si la prensa y a través de ésta, la presión social considera que debes ser lapidado hasta la muerte del honor –objetivo-, eso sucederá sin perdón alguno y sobre todo sin proceso, sin que importe tu color o tu posición política, principalmente si no eres parte de la argolla mediática que quiere manejar el país o la política en determinado sector o nivel de gobierno.
Se ha vuelto facilísimo juzgar, y aunque este no es un voto a favor de la impunidad en ningún tipo de instancia o caso en especial, puesto que los actos delincuenciales en muchos casos es evidente, no considero adecuado vilipendiar el honor y la presunción de inocencia con que cuenta una persona ¿Acaso eso es reparado por alguien a posteriori?
Por obvias razones, no tenemos la mejor prensa, ni el mejor control social, pero tampoco hacemos algo, aunque sea poco, para reformar la situación; en este país no te puedes dar el lujo de estar contra la prensa o de tener un posición distinta a la de sus intereses económicos y políticos, o sus líneas editoriales, de no ser así, lo más probable es que te conviertan públicamente en un muerto en vida.
A raíz de los procesos judiciales, comisiones investigadoras y demás formas, que casi siempre se instauran a pedido del público, por presión de la prensa, no queda sino, la objetividad con que pueden obrar algunos de sus operadores, he ahí la decencia de un juzgador formal, no la de un juez político o la de un timorato que se siente parte del control social a raíz de la presión mediática; por lo menos eso creo yo, de modo tal que un juez no debería estar con Dios y con el Diablo, sino con lo que aporta la prueba dentro del debido proceso, que en resumidas cuentas es derecho fundamental de todos, hasta del delincuente confeso.
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