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FERNANDEZ RETAMAR, EL CRITICO. Una aproximación a la obra crítica de Roberto Fernández Retamar
FERNANDEZ RETAMAR, EL CRITICO. Una aproximación a la obra crítica de Roberto Fernández Retamar
Por: Richard A. Leonardo Loayza
Universidad Nacional Federico Villarreal
Universidad de San Martín de Porres
el tronco ha de ser de nuestras repúblicas.
José Martí.
Fernández Retamar
El trabajo crítico realizado por Roberto Fernández Retamar es un continuo y reiterado compromiso con la cultura y la literatura latinoamericana. No sólo desde la creación poética sino también desde la crítica, siempre el tema fundamental sobre el que gira sus reflexiones ha sido y es Latinoamérica. Quizás haya mucho de polémica en el ejercicio de su labor, pero lo cierto es que éste se constituye como un aporte fundamental que ha abierto múltiples caminos por donde pueden transitar aquellos que, de alguna u otra manera, están inmersos en esa búsqueda impostergable de una Latinoamérica que pueda leerse y expresarse por sí misma.
A pesar que ha pasado mucho tiempo desde que Retamar alzara su voz, creo que sus reclamos se hacen actuales y que mucho de lo que dijo y dice es necesario y pertinente hoy más que nunca cuando el fantasma de la globalización (¿debo decir occidentalización?) está rondando nuestra casa y todo hace prever que nos arrasará sin ninguna clase de contemplación. En estas breves líneas me propongo hacer una aproximación a la obra crítica de este importante intelectual cubano. Y, en especial, a lo referente a la postura suya de buscar una teoría literaria latinoamericana auténtica y propia.
Urgencia de una teoría literaria latinoamericana: tras la búsqueda del unicornio.
Debemos empezar diciendo que el trabajo crítico de Fernández Retamar fue parte fundamental de un sector de la crítica Latinoamericana que rechazó la «avanzada» agresiva del primer estructuralismo (al que el mismo Fernández Retamar denominara, en su versión mecanicista de aplicación, estructuralismo vulgar (1995b:131)) y que diera cuenta de la especificidad del fenómeno literario producido en Latinoamérica.[1]
Este proyecto generacional y colectivo tuvo su partida de nacimiento oficial en Para una teoría de la Literatura Hispanoamericana[2], ensayo que Roberto Fernández Retamar publicara en la entonces muy prestigiosa revista Casa de las Américas, en 1973. En este ensayo, especie de manifiesto, de queja pública, reclamó la necesidad urgente de la emergencia de una «auténtica teoría de la literatura latinoamericana» que cerrará filas a la «invasión metateórica y teórica europea» que postulaba, en muchas de sus versiones, la universalidad de sus aplicaciones metodológicas. Presupuesto que, muchas veces, era aceptado a rajatabla por los intelectuales latinoamericanos. Fernández Retamar insistía:
“Las teorías de la literatura hispanoamericana, pues, no podrían forjarse trasladándose e infiriéndole en bloque criterios que fueron forjados en relación con otras literaturas, las literaturas metropolitanas. Tales criterios, como sabemos, han sido propuestos -e introyectados por nosotros- como de validez universal. Pero también sabemos que ella en conjunto es falsa, y no representa sino otra manifestación del colonialismo cultural que hemos sufrido, y no hemos dejado de sufrir, como secuela del colonialismo político y económico. Frente a esta seudo universalidad, tenemos que proclamar la simple y necesaria verdad de que una teoría de la literatura es la teoría de una literatura” (1995a: 82).
Así Fernández Retamar negaba de plano la universalidad de la Teoría literaria que se postulaba como única fuente de aproximación y estudio del fenómeno literario. Esta arrogancia universalizadora y homogeneizadora no era dable por la sencilla razón de haber sido construida sobre la base pragmática de una literatura única: la metropolitana, la occidental. Entonces esta teoría no servía para leer la literatura latinoamericana y por extensión ninguna otra que no sea la literatura metropolitana occidental. Walter Mignolo, explica la postura de Fernández Retamar cuando comenta Para una teoría…:
“Aunque la expresión no le conviene [Mignolo se refiere a la denominación Tercer Mundo], Retamar la usa para desprenderse de la idea de un mundo homogéneo y de la paralela noción de la universalidad de la Literatura. Y si no existe una literatura universal, tampoco puede existir una teoría general o universal de la literatura que, por definición, es la contemplación de ese objeto que no existe” (1991:104).
La publicación de Para una teoría… generó una intensa polémica en los ámbitos del pensamiento latinoamericano crítico latinoamericano. Polémica que se agudizó al aparecer, en 1975, un segundo ensayo que reafirmaba y ampliaba los puntos de vista de Retamar en lo referente a la necesidad de una «verdadera teoría de la literatura latinoamericana». Este ensayo se llamó Algunos problemas Teóricos de la Literatura Hispanoamericana[3], que apareció simultáneamente en dos de las revistas más importantes del pensamiento crítico continental: Casa de las Américas y la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana.
Detengámonos, pues, un poco más en la base argumental en el se apoya este segundo ensayo de Fernández Retamar.
Una teoría literaria latinoamericana: reiterando un viejo reclamo
En este segundo ensayo Fernández Retamar, una vez más, evidencia la «incongruencia» de que la literatura hispanoamericana sea abordada con un aparato teórico elaborado a partir de otras literaturas. Según él, la literatura producida en el continente es un aparato descolonizador que expresa nuestros problemas y trasmite nuestros valores. Lamenta que ésta carezca de una visión descolonizada que la estudie o que incluso, se lo proponga como:
“[…] como algo distinto de lo que en realidad es -de nuevo como mera proyección metropolitana- : con frecuencia, mediante una arbitraria jerarquización que empuja a primer plano sus búsquedas formales, y oscurece sus verdaderas funciones: todo ello con motivaciones y consecuencias ideológicas diversas y a ratos diversionistas” (Fernández Retamar, 1994 b: 83).[4]
Esta orientación hacia esa «búsqueda formal» de los críticos latinoamericanos, se amplía en la intención de algunos de ellos que pretenden arribar a una teoría general de la literatura que, a pesar de utilizar como sustrato ejemplos de la literatura hispanoamericana, no hacen sino resaltar aún más su dependencia cultural.
Es aquí donde Fernández Retamar propone empezar esta elaboración de una teoría literaria latinoamericana apelando a elementos extrínsecos de la obra literaria. Proponer un «ir más allá» del texto focalizando su estudio en un marco referencial sociológico. Para ello se apoya en las contribuciones del materialismo dialéctico e histórico para llegar a una comprensión del mundo, esto por medio del análisis de una situación concreta. En este caso, la situación concreta latinoamericana.
A diferencia de Para una teoría… en el que creía que esta situación concreta de nuestra América era única, Fernández Retamar postula la existencia de otras realidades únicas, «situaciones concretas» que pueden ser similares a esta. Pone énfasis en la «similitud», especialmente, que guarda Latinoamérica con Europa del este, la socialista.
Esta presuposición le permite esbozar, además de una «similitud» de realidades, una «similitud» en la literatura, dada por las condiciones sociales existentes, y por tanto, una «similitud» en el tratamiento critico y teórico de la misma.
Lo que, en síntesis, propone Fernández Retamar es estudiar la literatura latinoamericana con un abordaje crítico propio, pero que pueda aprovechar muy bien la experiencia de abordajes similares practicados a literaturas similares.
En este segundo ensayo Fernández Retamar reprocha el «inmanentismo» de la propuesta que alguna vez hiciera Alfonso Reyes[5] que, a la manera de Jakobson[6], postula la existencia de una especie de «literaturiedad», cuando hace el deslinde entre aquello que es y no es literatura. Deslinde que privilegia la orientación hegemónica, colonizadora de una literatura pura, y que deja de lado esa otra manifestación discursiva verbal impura, llamada por él «ancilar».
Fernández Retamar, apoyado en otro Formalista, Yuri Tinianov[7], y en J.A. Portuondo[8], postula que la línea central, la columna vertebral de la literatura latinoamericana es esa que, precisamente, desecha Reyes. Es decir, que el sentido que toma la literatura latinoamericana es opuesto al de la literatura europea occidental. Para Fernández Retamar esto se debe a que:
“dado el carácter dependiente, precario de nuestro ámbito histórico, a la literatura [la latinoamericana] le han solido incumbir funciones que en las grandes metrópolis han sido segregadas ya de aquella. De ahí que quienes entre nosotros colocan o trasladan estructuras y tareas de la literatura de las metrópolis -como es lo habitual en el colonizado-, no suelen funcionar eficazmente”. (1994b: 109).
Entonces Fernández Retamar asume que este «carácter predominante», «esta función instrumental» de nuestra literatura obliga a un replanteo categorial, en el que debe ampliarse el corpus y aceptar en él, además de los ya clásicos géneros de la literatura occidental, otros «ancilares» como, las crónicas de Bolívar o Fidel, artículos como los de Mariátegui; memorias como las de Pocaterra, diarios como los del Che (Ibíd.: 110).
Una vez ampliado el corpus, Fernández Retamar, propone la formulación de los discursos que alimentan la teoría literaria: la crítica y la historia. Estos, a la vez que los plantea en términos de campos teóricos específicos, a nivel de teorías, los postula como correlacionados e Íntertextuales:
“historia y crítica literaria son como anverso y reverso de una misma tarea: es irrealizable una historia literaria que pretenda carecer de valoración crítica; y es inútil o insuficiente una crítica que se postule desvinculada de la historia: así como ambos mantienen relaciones esenciales con la correspondiente teoría literaria (Ibíd.: 17).
Para la historia literaria propone una periodización propia, que tenga, en efecto, en cuenta la situación concreta, pero que no por ello, abandone las interrelaciones que esta tenga con otras «realidades». Fernández Retamar afirma:
“A la mera aceptación de la categoría y denominaciones metropolitanas no puede oponérsele, tampoco aquí, una tabla rasa feroz como ingenua, sino una búsqueda concreta y una delimitación cuidados” (1984: 122).
En cuanto a la crítica literaria, además de otorgarle una valoración ideológica a ésta, propone que en ella pueda aprovecharse la integración de los métodos que en ese momento estaban en pugna: el estructuralismo y el sociologismo.
“Sin duda es integrando lo más valioso de tales métodos, y eludiendo sus escollos, como llegaremos a contar con la crítica que requerimos” (1994: 131) .
Fernández Retamar, termina así su ensayo:
“Y el que, como paso indispensable para elaborar nuestra propia teoría literaria insistimos en rechazar la imposición indiscriminada de criterios nacidos de otras literaturas, no puede ser visto, en forma alguna, como resultado de una voluntad aislacionista. La verdad es exactamente la opuesta. Necesitamos pensar nuestra concreta realidad, señalar sus rasgos específicos, porque sólo procediendo de esa manera, a lo largo y ancho del planeta, conoceremos lo que tenemos en común, detectaremos los vínculos reales, y podremos arribar un día a lo que será de veras la teoría general de la literatura general” (1995b: 134).
Aciertos y equivocaciones de una propuesta
Sin lugar a dudas, los ensayos de Fernández Retamar causaron revuelo en los ambientes del pensamiento crítico literario latinoamericano. Algunos asumieron como propias sus exigencias, avalando esa necesidad de una “verdadera teoría de la literatura latinoamericana” haciendo un cierrapuertas a cualquier manifestación teórica foránea. Otros, que igualmente, entendieron mal estas propuestas, vieron en Fernández Retamar a un aislacionista, adánicamente absurdo y dogmático.[9]
Creo que la propuesta de Retamar debe ser examinada con mucho cuidado. Entenderla en términos de búsqueda y autolegitimación, de tanteo metodológico y urgencia problemática.
La intención pragmática de Fernández Retamar, suscitada por el marco de referencia ideológico: el marxismo, es la de descolonizar los estudios literarios. Esta intención no lo empuja a postular un volver a fojas cero, desconociendo los aportes invalorables de occidente (Europa y USA). Por el contrario, alentó el aprovechamiento de estos en beneficio nuestro. En Para una teoría… Fernández Retamar escribe:
“Proponerle mansamente a nuestra literatura una teoría otra -como se ha intentado- es reiterar la actitud colonial, aunque tampoco sea cuestión de partir absurdamente de cero eliminando los vínculos que se conservan con la llamada tradición occidental, que es también nuestra tradición, pero en relación con la cual deben señalarse nuestras diferencias específicas” (1995a: 97).
Y reitera esta actitud, nada dogmática, cuando en Algunos problemas… escribe:
“Rechazar los escollos, sin embargo, no puede significar, de ninguna manera, rechazar los métodos [occidentales] de los cuales aquellos no son sino su desbordamiento, extrapolación o absolutización (1914b:131).
E insiste en esta posición cuando escribe en su Carta sobre la crítica:
“Los aportes verdaderamente científicos, no importa cual sea su lugar de origen, son desde luego ganancia de la humanidad toda […] ya el viejo Andrés Bello, que no era precisamente un desmelenado, aconsejaba imitar a Europa más que en sus resultados, en los procedimientos que llevaron a esos resultados” (1995c: 138).
Estas palabras, pienso, rechazan de plano cualquier denominación de aislacionista, con el que se quiere encasillar a Fernández Retamar.
Quizás sea también, aparentemente, reprochable el que Fernández Retamar postule un tipo de literatura, la «ancilar», como expresión discursiva verbal propia del continente y desdeña otra, la occidental. Recordemos que Fernández Retamar elabora sus presupuestos desde un marco de referencia ideológico marxista: aquí la literatura cumple una función, sirve. En este enfoque lo que no está orientado en ese sentido, sencillamente, no existe. Pero Fernández Retamar, ampliando el paradigma ortodoxo marxista, no pretende la abolición de este tipo de literatura «veleidosa», sino que la subordina a la necesidad discursiva del continente: es necesario una literatura de combate, que libere, que concientice, que descolonice. Dentro de este paradigma, la intención pragmática es consecuente[10], además de apoyarse en una tradición literaria en la que la literatura es algo más que un juego estético.
El paradigma o matriz conceptual también orienta a que Fernández Retamar busque una especie de homología entre los países periféricos del Asia y el África (coincidentes en su condición social y económica) y los de Europa del este (por su situación política) con Latinoamérica. No creo que esta relación sea forzada; en verdad existen algunas similitudes, pero lo cierto es que hay una clara intención legitimadora del modelo y el pensamiento socialista (a pesar que Tinianov, por ejemplo no sea para nada un marxista). Y aún más, puede valorarse lo importante del engarce que ejecuta entre la tradición de pensadores periféricos euro orientales y nuestra tradición crítica, que sin ser de origen marxista, es, creo, una tradición subversiva y cuestionadora.
La propuesta de Fernández Retamar, sin embargo, adolece de una falla de base: el intentar construir una teoría de la Literatura Latinoamericana tomando corno referencia las exigencias de la cultura metropolitana, ¿Qué es lo que entiende Retamar por nuestra literatura?. La respuesta pragmática es aquella que enuncia la aceptación de los modelos metropolitanos, europeos. La literatura que él privilegia es aquella que se sustenta en el idioma colonizador: el castellano, y su forma repositoria es la escritura alfabética. Este acto puede leerse corno una negación, un olvido de la heterogeneidad de las culturas de América Latina y sus expresiones discursivas apoyados en la oralidad, un olvido del plurilingüismo reinante y la diversidad que puebla el continente.
Creo que el aporte de Fernández Retamar es fundamental al pensamiento crítico latinoamericano; es necesario retomar trabajos como el suyo para construir un verdadero modelo teórico que pueda permitirnos el abordar nuestras expresiones discursivas con rigor y cientificidad. A partir de su propuesta, Latinoamérica hacia pública una exigencia que data ya de una tradición bastante antigua y rica; en la que los nombres de Espinosa Medrano y Bello, Martí y Mariátegui, Portuondo y Cándido, son sólo algunos de sus puntos más importantes. No importa reconocer que ese proyecto epistemológico fracasó en su momento (Cornejo, 1994:14). Sin embargo, hoy surge como una necesidad imperiosa y trascendental para el destino de Latinoamérica. Es necesario regresar sobre los pasos de nuestros grandes críticos: Rama. Cornejo Polar, Nelson Osorio, Fernández Retamar, etc., y continuar su esfuerzo. Sólo así podremos elaborar un discurso que nos permita salvarnos de los vientos funestos de una globalización en la que precisamente apenas somos agentes pasivos, meros espectadores sin voz ni voto. Es necesario volver sobre el trabajo de nuestros críticos y sus propuestas. Apenas aquí se ha intentado decir algo, pero Fernández Retamar es mucho más; esta obra es actual, se abre a nuevos rumbos y dialoga constantemente con el mundo y su contemporaneidad. [11]
BIBLIOGRAFÍA
Bueno, Raúl.
1991 ”La teoría y desarrollo social en América Latina”. En: Escribir en Hispanoamérica. Ensayo sobre teoría y crítica. Lima: Latinoamericana Editores.
Cornejo Polar, Antonio.
1994 Escribir en el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas. Lima: Horizonte.
Díaz Caballero, Jesús
1991 Angel Rama o la crítica de la trasculturación. Ultima entrevista. Lima: Lluvia Editores.
Fernández Retamar, Roberto
1995a “Para una teoría de la literatura Hispanoamericana”. En: Para una teoría de la literatura hispanoamericana y otras aproximaciones. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo.
1995b “Algunos problemas teóricos de la literatura Hispanoamericana”. En: Para una teoría de la literatura hispanoamericana y otras aproximaciones. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo.
1995c “Carta sobre la crítica”. En: Para una teoría de la literatura hispanoamericana y otras aproximaciones. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo.
García-Bedoya, Carlos
1993 “Apuntes fragmentarios sobre los estudios literarios latinoamericanos 1970-1992”. Revista Iberoamericana, 164-165: 509-520.
1997 “Los estudios literarios latinoamericanos: un balance (en homenaje a Antonio Cornejo Polar)”. La casa de cartón de Oxy, 11: 9-20.
Mignolo, Walter
1991 “Teorizar a través de las fronteras culturales”. En: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, XVII, 33. Lima.
Navarro, Desiderio
1982 “Eurocentrismo y Antieurocentrismo en la teoría literaria de América Latina y Europa”. En: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, 16. Lima.
Osorio, Nelson
1989 “Situación actual de una conciencia crítico literaria (borradores de una exposición)”. En: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, XV, 29. Lima.
Ramos, Julio
1989 Desencuentros de la modernidad en América Latina. Literatura y política en el siglo XIX. México: Fondo de Cultura Económica.
Notas
[1] Preocupación que compartió con un selecto grupo de estudiosos latinoamericanos como Antonio Cornejo Polar, Ángel Rama, Nelson Osorio, Antonio Cândido y otros más de igual importancia intelectual.
[2] Desde ahora en adelante se abreviará por Para una teoría..
[3] De ahora en adelante se abreviará como Algunos problemas…
[4] Esta especie de ingenuidad del crítico latinoamericano que resalta Fernández Retamar, es condenada a ultranza por Desiderio Navarro: “[…] la aplicación acrítica a nuestra realidad literaria de teorías, leyes, categorías o simples conceptos elaborados sobre la base exclusiva de las literaturas metropolitanas, no pondrán ser más un acto de ingenua “falsa conciencia”, sino sólo fruto de una decisión ideológica deliberada, de una “mala conciencia” (Navarro, 1982:26).
[5] Alfonso Reyes. El deslinde. Prolegómenos a la Teoría Literaria, 1944. Obra citada por Retamar así como las que aparecen en notas 6,7 y 8.
[6] Roman Jakobson. La Nueva Teoría Rusa. Esbozo primero: Velimir Jlebnicov, 1921.
[7] Yuri Tinianov. El hecho Literario (1924) y sobre la evolución literaria (1927).
[8] José A. Portuondo. Literatura y Sociedad (1969).
[9] Véase la actitud de Ángel Rama frente al proyecto de Retamar “[…] creo que el libro de Roberto Fernández Retamar es uno de los errores mayores que se han cometido en materia de crítica: que es postular la existencia de una Teoría Literaria que, como tal, es una regla general, pero que solamente rige para la literatura Latinoamericana” (Díaz Caballero, 1991: 22).
[10] Julio Ramos enfatiza esta función multifacética que cumple la literatura en los principios de la vida republicana en América. El escritor, y su discurso, tienen que ocuparse de otras esferas ideológicas: política, sociología, etc. (Ramos, 1989). Creo que ésta función “ancilar” de nuestra literatura se da aún hoy. ¿Acaso el etnotestimonio, no desborda el canon de esa literatura «pura» que Reyes defiende?.
[11] Mignolo (1993). Es importante la orientación que hace de la propuesta de Retamar, en el debate actual entre regionalistas y universalistas de la teoría literaria. Retamar, al negar la universalidad de esta teoría vislumbra la necesidad de teorizar a nivel regional, propia, específica. Postula la necesidad de teorizar a través de las culturas.
Nota biográfica: Richard Angelo Leonardo Loayza (Arequipa) Licenciado en Literatura por la Universidad Nacional de San Agustín. Ha realizado estudios de Maestría en Literatura Peruana y Latinoamericana en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; egresado del Diploma de Estudios de Género de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Actualmente estudia la Maestría en Estudios Culturales en esta misma universidad. Co-fundador del Grupo de Estudios Literarios Latinoamericanos Antonio Candido ( GELLAC). Ha participado como ponente en diferentes eventos nacionales e internacionales, y ha publicado diferentes artículos sobre la especialidad. Se desempeña como profesor de la Escuela de Literatura de la Universidad Nacional Federico Villarreal y en la Universidad de San Martín de Porres.