Archivo del Autor: Richard Angelo Leonardo Loayza

Acerca de Richard Angelo Leonardo Loayza

Es más que seguro que mi hermano Marco Antonio y yo sabíamos lo que nos esperaba afuera; por eso, a pesar de las urgencias y los dolores de nuestra pobre madre, nos negamos a salir hasta el décimo mes. Mi hermano cayó en batalla y muy temprano; el caso es que desde ese terrible día siento que algo me falta. Das ding? diría el viejo Lacan, recordando a Freud. No lo sé. Quería iniciar esta aventura hablando de aquel del cual nunca hablo. Quería buscarle una respuesta a la soledad del corredor de fondo, mi soledad. También tengo un hermano, Percy, a quien debo más de lo que él cree. Por qué perder el tiempo con un blog. Porque es el medio perfecto para compartir ideas (tanto las mías como las de aquellos que pueden decir mejor las cosas que yo). Por eso, aquí se pueden hallar una serie de textos nómades, que emigran de blog en blog, con la única intención de difundir ideas, muchas ideas. Es necesario que lo comenten? No, solo es fundamental leerlo. Después de todo también se puede escribir en lo virtual, que no es como en el aire, no? Tal vez es necesario soltar una palabra como quien suelta una botella al mar, como quien suelta una promesa, una queja, un grito de guerra. TODO EL MATERIAL USADO TIENE FINES ACADEMICOS SALVO EL SABER, TODO ES ILUSION

Itaca

Itaca

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Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

kavafis

I Jornada de Estudios Decimonónicos Latinoamericanos

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Detalles de la actividad
Fecha: 6 de julio
Horario: 4:15 p.m.
Modalidad: Ingreso libre
Lugar: Auditorio del Instituto Raúl Porras Barrenechea (calle Colina 398, Miraflores, Lima)
Resumen

I Jornada de Estudios Decimonónicos Latinoamericanos

Lima, 6 de julio de 2015

Organizan: Instituto Raúl Porras Barrenechea, Escuela Académico Profesional de Literatura y Taller Porras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Local: Auditorio del Instituto Raúl Porras Barrenechea (calle Colina 398, Miraflores, Lima)

Mesa 1 4:15 p.m.

“La cita en la velada”. La secularización de la educación femenina en el espacio público a través de Teresa González de Fanning

Evelyn Sotomayor (PUCP)

Nuevos asedios a María Nieves y Bustamante y su novela Jorge o El hijo del pueblo

Richard Leonardo (UNMSM-UNFV)

Manuel González Prada, un modernista peruano

Thomas Ward (Loyola University Maryland)

Comentarista: Marcel Velázquez Castro (UNMSM)

Mesa 2 5:45

Tinta y hojas eventuales: las huellas de la prensa político-satírica a puertas de la Guerra Civil Peruana (1892-1893)

Génesis Portillo Espinoza (Florida Internacional University)

Margarita Práxedes Muñoz: Una aventura decimonónica luminosa

Ruben Quiroz Ávila (UNMSM)

Comentarista: Cristóbal Aljovín de Losada (UNMSM)

Conferencia (7:00 pm)

Del Rímac al Plata: escritoras peruanas en la Buenos Aires de entresiglos

María Vicens (Universidad de Buenos Aires)

Comentarista: Vanesa Miseres (University of Notre Dame)

QUERIDO Y REMOTO MUCHACHO. Ernesto Sabato

QUERIDO Y REMOTO MUCHACHO:

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Me pedís consejos, pero no te los puedo dar en una simple carta, ni siquiera con las ideas de mis ensayos, que no corresponden tanto a lo que verdaderamente soy sino a lo que querría ser, si no estuviera encarnado en esa carroña podrida o a punto de podrirse que es mi cuerpo. No te puedo ayudar con esas solas ideas, bamboleantes en el tumulto de mis ficciones como esas boyas ancladas en la costa sacudidas por la furia de la tempestad. Más bien podría ayudarte (y quizá lo he hecho) con esa mezcla de ideas con fantasmas vociferantes o silenciosos que salieron de mi interior en las novelas, que se odian o se aman, se apoyan o se destruyen, apoyándome y destruyéndome a mí mismo.

            No rehúyo darte la mano que desde tan lejos me pedís. Pero lo que puedo decirte en una carta vale muy poco, a veces menos que lo que podría animarte con una mirada, con un café que tomáramos juntos, con alguna caminata en este laberinto de Buenos Aires.

            Te desanimás porque no sé quién te dijo no sé qué. Pero ese amigo o conocido (¡qué palabra más falaz!) está demasiado cerca para juzgarte, se siente inclinado a pensar que porque comés como él es tu igual; o, ya que te niega, de alguna manera es superior a vos. Es una tentación comprensible: si uno come con un hombre que escaló el Himalaya, observando con suficiencia la forma en que toma el cuchillo, uno incurre en la tentación de considerarse su igual o superior, olvidando (tratando de olvidar) que lo que está en juego para ese juicio es el Himalaya, no la comida.

            Tendrás infinidad de veces que perdonar ese género de insolencia.

            La verdadera justicia sólo la recibirás de seres excepcionales, dotados de modestia y sensibilidad, de lucidez y generosa comprensión. Cuando aquel resentido de Sainte-Beuve afirmó que jamás ese payaso de Stendhal podría hacer una obra maestra, Balzac dijo lo contrario; pero es natural: Balzac Había escrito la Comedia Humana y ese caballero una novelita cuyo nombre no recuerdo. De Brahms se rieron gentes semejantes a Sainte-Beuve. Mientras que Schumann, el maravilloso Schumann, el desdichadísimo Schumann, afirmó que había surgido un músico del siglo. Es que para admirar se necesita grandeza, aunque parezca paradójico. Y por eso tan pocas veces el creador es reconocido por sus contemporáneos: lo hace casi siempre la posteridad, o al menos esa especie de posteridad contemporánea que es el extranjero, la gente que está lejos, la que no ve cómo te vestís. Si esto les pasó a Stendhal y Cervantes, ¿cómo podés desanimarte por lo que diga un simple conocido que vive al lado de tu casa? Cuando apareció el primer tomo de Proust (después que Gide tirara los manuscritos al canasto), un cierto Henri Ghéon escribió que ese autor se había “encarnizado en hacer lo que es propiamente lo contrario de una obra de arte, el inventario de sus sensaciones, el censo de sus conocimientos, en un cuadro sucesivo, jamás de conjunto, nunca entero, de la movilidad de los paisajes y las almas”. Es decir, ese presuntuoso critica lo que es la esencia del genio proustiano. ¿En qué Banco de la Justicia Universal se pagará a Brahms el dolor que sintió, que inevitablemente hubo de sentir aquella noche en que él mismo tocaba el piano en su primer concierto para piano y orquesta, cuando lo silbaron y le arrojaron basura? No ya Brahms, detrás de una sola y modesta canción de Discépolo, cuánto dolor hay, cuánta tristeza acumulada, cuanta desolación.

            Pero —tan extraña es la condición humana— no sólo los insignificantes y fracasados padecen esos sentimientos bajos. ¿No dictaminó Lope que el Quijote era el peor libro que había leído en su vida? ¿No silenciaba Goethe a poetas que eran tan notables como él, mientras elogiaba a otros de tercera categoría, con lo cual ponía por debajo de ellos a espíritus que en el fondo envidiaba? Pero volvamos a tus dudas. Me basta con leer uno de tus cuentos para saber que un día llegarás a ser importante. Pero ¿estás dispuesto a sufrir esos horrores? Me decís que estás perdido, vacilante, que no sabés que hacer, que yo tengo la obligación de decirte una palabra.

            ¡Una palabra! Tendría que callarme, lo que podrías interpretar como una atroz indiferencia, o tendría que hablarte durante días, o vivir con vos durante años, y a veces hablar y a veces callar o caminar juntos por ahí sin decirnos nada, como cuando se muere alguien que queremos mucho y cuando comprendemos que las palabras son irrisorias o torpemente ineficaces. Sólo el arte de los otros artistas te salva en esos momentos, te consuela, te ayuda. Sólo te es útil (¡qué espanto!) el padecimiento de los seres grandes que te han precedido en ese calvario.

            Es entonces cuando además del talento o del genio necesitarás de otros atributos espirituales: el coraje para decir tu verdad, la tenacidad para seguir adelante, una curiosa mezcla de fe en lo que tenés que decir y de reiterado descreimiento en tus fuerzas, una combinación de modestia ante los gigantes y de arrogancia ante los imbéciles, una necesidad de afecto y una valentía para estar solo, para rehuir la tentación pero también el peligro de los grupitos, de las galerías de  espejos. En esos instantes te ayudará el recuerdo de los que escribieron solos: en un barco, como Melville; en una selva como Hemingway; en un pueblito, como Faulkner. Si estás dispuesto a sufrir, a desgarrarte a soportar la mezquindad y la malevolencia, la incomprensión y la estupidez, el resentimiento y la infinita soledad, entonces sí, querido B., estás preparado para dar tu testimonio. Pero, para colmo, nadie te podrá garantizar lo porvenir, porvenir en que cualquier caso es triste: si fracasás, porque el fracaso es siempre penoso y, en el artista, trágico; si triunfás, porque el triunfo es una especie de vulgaridad, una suma de malentendidos, un manoseo; convirtiéndote en esa asquerosidad que se llama un hombre público, y con derecho (¿con derecho?) un chico, como vos mismo eras al comienzo, te podrá escupir. Y también deberás aguantar esa injusticia, agachar el lomo y seguir produciendo tu obra, como quien levanta una estatua en un chiquero. Lee a Pavese: “Haberte vaciado por entero de vos mismo, porque no sólo has descargado lo que sabés de vos sino también lo que sospechás y suponés, así como tus estremecimientos, tus fantasmas, tu vida inconsciente. Y haberlo hecho con sostenida fatiga y tensión, con cautela y temblor, con descubrimientos y fracasos. Haberlo hecho de modo que toda la vida se concentrara en este punto, y advertir que es como si no lo acoge y da calor un signo humano, una palabra, una presencia. Y morir de frío, hablar en el desierto, estar solo día y noche como un muerto.”

            Pero sí, oirás de pronto esa palabra —como ahora, donde esté Pavese oye la nuestra—, sentirás la anhelada presencia, el esperado signo de un ser que desde otra isla oye tus gritos, alguien que entenderá tus gestos, que será capaz de descifrar tu clave. Y entonces tendrás fuerzas para seguir adelante, por un momento no sentirás el gruñido de los cerdos. Aunque sea por un fugitivo instante, sentirás la eternidad.

            No sé cuando, en qué momento de desilusión Brahms hizo sonar esas melancólicas trompas que oímos en el primer movimiento de su primera sinfonía. Quizá no tuvo fe en las respuestas, porque tardó trece años (¡trece años!) para volver sobre esa obra. Habría perdido la esperanza, habría sido escupido por alguien, habría oído risas a sus espaldas, habría creído advertir equívocas miradas. Pero aquel llamado de las trompas atravesó los tiempos y de pronto, vos o yo, abatidos por la pesadumbre, las oímos y comprendemos que, por deber hacia aquel desdichado tenemos que responder con algún signo que le indique que lo comprendimos.

            Estoy mal, ahora. Mañana, o dentro de un tiempo seguiré.

—Ernesto Sabato, Abaddón el exterminador

Fuente: http://citasernestosabato.tumblr.com/post/5173623451/querido-y-remoto-muchacho-me-pedis-consejos

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Sobre héroes y tumbas (fragmento). Ernesto Sabato

Sobre héroes y tumbas (fragmento). Ernesto Sabato

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“En la vida es más importante la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza. Además, ¿sabemos acaso lo que es la verdad? Si yo lo digo que aquel trozo de ventana azul, digo una verdad. Pero es una verdad parcial, y por lo tanto una especie de mentira. Porque el trozo de ventana no está solo, está en una casa, en una cuidad, en un paisaje. Está rodeado del gris de ese muro de cemento, del azul claro del cielo, de aquellas nubes alargadas, de infinitas cosas más. Y si no digo todo absolutamente todo, estoy mintiendo. Pero decir todo es imposible, aun en este caso de la ventana, de un siempre trozo de la realidad física. La realidad es infinita y además infinitamente matizada, y si me olvido de un solo matiz, ya estoy mintiendo. Ahora imagínese lo que es la realidad de los seres humano con sus complicaciones y recovecos, contradicciones y además cambiantes. Porque cambia a cada instante que pasa, y lo que éramos hace un momento no lo somos más. ¿Somos, acaso, siempre la misma persona? ¿Tenemos acaso siempre los mismos sentimientos? Se puede querer a alguien y de pronto desestimarlo y hasta detestarlo. Y si cuando lo desestimamos cometemos el error de decírselo, eso es una verdad, pero una verdad momentánea, que no será más verdad dentro de una hora o al otro día, o en otras circunstancias. Y en cambio el ser a quien se la decimos creerá que ésa es la verdad, la verdad para siempre y desde siempre. Y se hundirá en la desesperación”

Ernesto sabato en Sobre héroes y tumbas

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Gargantúa y Pantagruel (fragmento)

De las consideraciones que hizo el filósofo Trouillogan respecto a las dificultades del matrimonio

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Terminadas las anteriores palabras, dijo Pantagruel al filósofo Trouillogan:

—Os llega ahora el turno de responder a nuestra pregunta. ¿Debe Panurgo casarse o no?

—Las dos cosas —respondió Trouillogan.

—¿Qué decís?

—Lo que acabáis de oír.

—¿Qué es lo que he oído?

—Lo que he dicho.

—¡Ah, ah! ¿En esas estamos? —intervino
Panurgo—. Pasemos por ello. ¿Debo casarme o no?

—Ni lo uno ni lo otro —respondió Trouillogan.

—Que el diablo me lleve —dijo Panurgo—, si no me vuelvo loco o logro entenderos. Esperad: me pondré los lentes sobre la oreja izquierda para tratar de oiros mejor.

En aquel momento vio Pantagruel, en la puerta de la sala, al perrito de Gargantúa, al que llamaban “Kyne” porque ése fue el nombre del perro de Tobías.Entonces dijo a los reunidos:

—Nuestro rey anda por las cercanías; levantémonos.

Aun no había terminado de pronunciar estas palabras, cuando Gargantúa entraba en el salón del banquete. Todos se pusieron de pie para rendirle pleitesía, y Gargantúa, una vez que hubo saludado con su característica amabilidad a todos los concurrentes, dijo:

—Amigos míos: os ruego encarecidamente que no dejéis vuestros asientos ni vuestras razones. Acercadme una silla a este extremo de la mesa y dadme algo para beber en vuestra compañía. Y ahora decidme: ¿Sobre qué punto versaban vuestras palabras?

Pantagruel le respondió que se hallaban tratando una cuestión planteada por Panurgo: la de saber si se debía casar o no y que tanto el padre Hipotadeo como el maestro Rondibilis habían evacuado ya sus respuestas. En el momento en que él entraba respondía el fiel Trouillogan, quien, cuando Panurgo le había preguntado: “¿Debo casarme o no?”, respondió: “Las dos cosas a un tiempo” y al preguntárselo por segunda vez: “Ni lo uno ni lo otro”. Panurgo se hallaba confuso ante tan contradictorias respuestas y aseguraba
que no entendía su finalidad.

—Me parece —dijo Gargantúa— que yo sí la entiendo. Tal respuesta es parecida a la de un anciano filósofo, quien, interrogado sobre si tenía alguna mujer, contestó: “La tengo, pero no me tiene. La poseo, pero no me posee”.

—Tal respuesta recuerda —agregó Pantagruel— la que cierta espartana caprichosa dio cuando la preguntaron si alguna vez había hecho algo con un hombre, pues contestó que nunca, pero que eran varios los hombres que habían hecho algo con ella.

—Será bueno, entonces— agregó Rondibilis— que mantengamos nuestra neutralidad en medicina y el término medio en filosofía, por participación de una y otra extremidad, por abnegación de ambas y mediante la división del tiempo dedicado tanto a la una
como a la otra.

—Estimo —dijo Hipotadeo— que lo declaró mucho más claramente el Santo Enviado cuando dijo: “que los casados sean como no casados y los que tienen mujer, como si no la tuvieran”.

—Interpreto lo de tener y no tener mujer —concluyó Pantagruel— en el sentido de que tenerla es utilizarla para el uso a que la naturaleza la dedicó, es decir, para la ayuda, compañía y esparcimiento del hombre. El no tener mujer es tanto como caer en la molicie, no contaminar ese sublime afecto que el hombre debe a su Creador, renunciar a las obligaciones que por la ley natural debe el hombre a su patria, a la comunidad, a sus amigos y dejar en estado de abandono sus negocios por el afán inusitado de contentar siempre a la mujer. Aceptando esta interpretación, no me parece que resulten antagónicos ni contradictorios los términos de tener y no tener mujer al mismo tiempo.

Fuente: http://librosquedesesperan.blogspot.com/2012/01/gargantua-y-pantagruel-de-francoise.html

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Paraliteratura

Paraliteratura

 

 

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Termo com que se designam todas as formas não canónicas de literatura (auto-ajuda, folhetins romanescos, literatura cor-de-rosa, romance ultra-light, literatura de cordel, literatura oral e tradicional, banda desenhada, literatura marginal, pornográfica, policial e popular, etc.) que em regra não são aceites por certos eruditos, certas instituições académicas ou certos meios de comunicação. A vantagem da designação paraliteratura (em vez de infraliteratura) reside no tom não depreciativo que o prefixo para- tem, uma vez que remete para tudo aquilo que fica na margem de e não necessariamente tudo aquilo que não entra na categoria de um clássico, por exemplo. Também não fica garantido que um género paraliterário não se torne numa dada época um género maior de literatura. Os géneros principais (romance, textos de poesia e textos de teatro) não foram géneros maiores em todas as épocas. O que permanace hoje é a ideia de que todo o texto que se refugie numa categoria não convencional é porque pertence a um género marginal de literatura a que convém então o nome de paraliteratura. O problema é que muitas vezes esta classificação resulta da aplicação arbitrária de um critério de qualidade que não corresponde inteiramente ao rigor de uma classificação científica. Um romance policial, por exemplo, pode ter grande qualidade, pode ser uma obra-prima e pode rivalizar com qualquer outro tipo de romance no que respeita ao domínio das mais apuradas técnicas literárias. Ora, daqui se infere que atribuir a todos os romances policiais a categoria de paraliteratura pode ser uma atitude redutora e ideologicamente reprovável. Esta designação corre os mesmos riscos de todas as sub-classificações do texto literário que estão à mercê do juízo de comunidades de leitores. Por outro lado, pode-se argumentar que o que faz a literatura ser maior ou menor não é o juízo do leitor, porque a obra em si mesma transporta uma literariedade que é incompatível com juízos de valor subjectivos. Qualquer adversário da estética da recepção defenderá esta posição. Como a realidade nos mostra que muitas vezes a literatura existe enquanto for entendida como produto de difusão, desprezar o papel do leitor na decisão do que deve ser literatura e o que deve ser paraliteratura pode ser inconsequente. O caso da ficção científica pode ser pertinente: o género fixou-se de tal forma como espaço literário autónomo e perfeitamente resguardado de preconceitos em relação à sua índole literária que se torna difícil aceitar hoje que se trate de paraliteratura como sempre foi visto.

Bibliografia

Alain-Michel Boyer: La Paralittérature (1992); Bernard MOURALIS, As Contraliteraturas (Coimbra, 1982); Daniel Couégnas: Introduction à laparalittérature (1992); Myrna Solotorevsky: Literatura¾Paraliteratura: Puig, Borges, Donoso, Cortazar, Vargas Llosa (1988); Marc Angenot et al.: LaParalittérature: textes (1974); Noel ARNAUD, Francis Lacassin e Jean Tortel (dir.),Entretiens sur la paralittérature (1970).

http://www.quarante-deux.org/archives_stellaires/roger_bozzetto/ecrits/textes_critiques/bilan/sf_lit_paralit.html

http://web.jet.es/enseres/des.htm

Fuente: http://www.edtl.com.pt/index.php?option=com_mtree&link_id=350:paraliteratura&task=viewlink

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Eloisa y Abelardo (siglo XII)

Eloisa y Abelardo (siglo XII)

 

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En la Biblioteca Nacional de París, Étienne Gilson,un célebre medievalista, encontró la correspondencia que prueba la existencia de una historia de amor imposible del siglo XII: la de Abelardo y Eloísa.

Abelardo nace en 1079 en Pallet (Bretania-Francia). Pertenece a la pequeña nobleza. A diferencia de sus hermanos dedicados al oficio de las armas, él decide dedicarse al estudio. Se interesa por la dialéctica y por participar en apasionadas discusiones de la época. Es la primera gran figura de intelectual moderno en el siglo XII, el primer profesor.
Pedro Abelardo llega a Paris para ser discípulo de Guillermo de Champeaux, uno de los filósofos más influyentes de Europa, pero desde el comienzo interfiere las clases con sus críticas hasta lograr desacreditarlo. Así logra destronarlo para ocupar su lugar en la Montaña Santa Genoveva y transformarse en un académico exitoso. Inteligente, sagaz, atractivo, Abelardo, clérigo y canónico, se convierte en profesor de teología y de filosofía y logra ocupar, en Paris, un lugar de privilegio.
Sus ideas son radicales y muy revolucionarias para la época. Sus exposiciones se van a centrar en un problema filosófico clave para la Edad Media: “la cuestión de los universales” (1)
Entre sus alumnos estaba un tal Fulberto (hombre de letras y de la iglesia) que tenía a su cuidado a una joven sobrina, Eloísa, quien poseía una gran cultura y además, dominaba el latín, el griego y el hebreo. Abelardo se las ingenia para convencer a Fulberto  para que lo nombre preceptor de su sobrina. Éste será el fin de sus éxitos y el comienzo de una gran tragedia. Así lo relata en su autobiografía Historia Calamitatum
Abelardo tenía 39 años y Eloísa 17, pero en cuanto conoció a la joven comenzó su tarea de seducción que incluyó el uso de la fuerza física. Sucedió que finalmente ambos se enamoraron y comenzaron a encontrarse secretamente. Poco tiempo después Eloísa queda embarazada y estalla el escándalo. Fulberto se siente traicionado y humillado. Eloísa había sido deshonrada y, a la vez, perdía su imagen de importante mujer de letras.
Para reparar la falta Abelardo ofrece casarse con Eloísa, pero en secreto para no afectar su prestigio como académico y porque teme que el matrimonio trabe el desarrollo de su carrera. Luego la envía a la casa de una hermana suya en las afueras de París.
En la Europa del siglo XII la enseñanza de la filosofía y la teología exigía ser célibe, porque no se trataba de una profesión sino de un estilo de vida. Ser célibe era una condición necesaria para vivir la vida de un sabio.
Asimismo, Eloísa no aceptaba el casamiento porque sabía que esto afectaría el futuro de Abelardo. Ella no quería ser un obstáculo en su carrera y le propone ser su amante. Esta actitud corresponde a una fuerte corriente anti-matrimonial que aparece en el siglo XII. La mujer ya no es considerada una propiedad del hombre y, además, ya nadie duda  si tiene alma. El matrimonio cae en descrédito tanto entre los nobles (surge el amor cortés, carnal o espiritual) como en los medios escolares. Aparece la teoría del amor natural (Roman de la Rose de Juan de Meung).
Los goliardos, grupo de intelectuales  al que Abelardo pertenecía, reivindicaban para los clérigos e incluso para los sacerdotes el goce de los placeres carnales. Consideraban que el hombre y la mujer poseen órganos cuyo uso no deben desdeñar. Eloísa que apoyaba estas ideas le escribe:
“No podrías ocuparte con igual cuidado de una esposa y de la filosofía… quienes deben preocuparse por el dinero y las cuestiones materiales no pueden entregarse a su ocupación de teólogos o de filósofos”.
Personajes como Cicerón, en la antigüedad, Teofrasto y San Jerónimo, también condenaban el matrimonio del sabio.
Como el casamiento se había efectuado sólo ante la presencia de Fulberto y algunos pocos parientes y amigos, y luego Eloísa había desaparecido de Paris, comienzan las habladurías y Fulberto  se siente nuevamente humillado y engañado: ese matrimonio no existía para las demás personas. Eloísa vivía en un convento de monjas y sólo se encontraba en secreto con Abelardo.
La sensación de ridículo hizo reaccionar violentamente a la familia de Eloísa. Sobornaron a un    sirviente de Abelardo, descubrieron el lugar donde se escondía y una noche entraron en su habitación y se vengaron castrándolo. La historia de amor se transformó en una tragedia, no sólo para Abelardo y Eloísa, sino para todos los demás: Fulberto fue detenido y se le confiscaron todos sus bienes, al servidor y dos parientes les vaciaron los ojos y los castraron.
Abelardo decide entonces convertirse en monje y obliga a Eloísa a tomar los hábitos y ella obedece. Él se convierte en un filósofo al servicio de la voluntad de Dios. Es en esta época que produce la mayoría de sus obras: la Dialéctica, los comentarios de Porfirio y Aristóteles y sus tratados de teología.
Primero fue aceptado por los monjes de la abadía de San Dionisio. Allí escribe un libro sobre la Trinidad que es condenado y quemado públicamente. Luego investiga sobre la historia de la abadía y descubre que era falsa la afirmación de que Dionisio la había fundado, ya que nunca había estado en ese lugar de Francia. Su actitud de constantes críticas lo obliga a dejar la Abadía.  Primero se instala en un lugar solitario, pero rápidamente comienzan a llegar estudiantes que se afincan en tiendas. Debido a esto, san Norberto y san Bernardo lo persiguen. Acepta entonces ir como Abad a una abadía bretona. Al instalarse descubre que se trata de monjes violentos y corruptos que buscan en él al cabecilla de una banda de ladrones. Empieza así su lucha por reformarlos, y escribe Historia Calamitatum, donde cuenta que le echaron veneno en el cáliz mientras celebraba misa. Luego escribe Sic et non, donde señala divergencias entre la Biblia y diferentes obras de los Padres de la Iglesia, poniendo de manifiesto su cuestionamiento a la autoridad. Finalmente, en 1141 sus doctrinas son consideradas heréticas en el Concilio de Siena y condenadas. Abelardo decide viajar a Roma a fin de ser reconocido por el Papa. Nunca llega ya que muere en el camino. Pasa sus últimos días con los monjes de Cluny (únicos en darle apoyo) y muere en abril de 1142 a los 63 años de edad. El Abad de Cluny envía la noticia a Eloísa, quien le solicita que le envíe el cuerpo.
En contrapartida, Eloísa desarrolla una vida religiosa exitosa, organiza su comunidad y es nombrada abadesa. Sin embargo, nunca dejó de considerarse la amante de Abelardo. Dice Eloísa:
 “Aquellas voluptuosidades de amantes que hemos disfrutado juntos han sido para mí tan dulces que no puedo recordarlas sin pena. Me vuelva hacia donde me vuelva ellas se imponen  siempre a mi vista; ellas y sus deseos…Yo, que debería lamentarme por lo que he hecho, suspiro ante lo que he perdido”.”Los hombres dicen que soy casta porque no han descubierto que soy hipócrita”.
Eloísa murió en 1164 y fue enterrada y acostada sobre la misma piedra en la tumba donde se hallaba Abelardo.
Los aportes más importantes de Abelardo fueron en el campo de la dialéctica (Manual de Lógica para principiantes. Es un nominalista (se contrapone a los realistas) que considera que las palabras están hechas para significar, pero están fundadas en la realidad, pues corresponden a las cosas que significan.
Da mucha importancia a la introspección: “… el pecado no es más que una falta” (no es una sustancia), por lo tanto el centro de la vida moral es el poder del hombre para consentir o rechazar lo que no es correcto.
Como humanista, reconoce en todo hombre al hijo de Dios (no importa a la religión que pertenece). Hay que ser tolerante y, en ese sentido, buscar lo que une a los hombres.
(1)Los universales: apunta a una pregunta lógico-metafísica central para la filosofía de la Edad Media. ¿De qué estamos hablando cuando utilizamos palabras como “hombre” o “caballo”?. ¿Estos términos refieren a algo real que existe en alguna parte, a ideas que sólo están en nuestra mente o a una cualidad compartida por distintos objetos?
Los platónicos decían que cuando digo caballo entiendo a que se refiere porque alude a una entidad real, por lo tanto, esos términos tienen un significado que no varía en diferentes contextos. Comprendo lo particular “este caballo”, porque contiene algo que es inmutable y universal. Abelardo consideraba que las esencias inmutables eran una fantasía. Un universal no es más que una palabra, un sonido que designa una idea general obtenida de nuestra experiencia; es una función lógica del lenguaje.
BIBLIOGRAFÍA
Pablo Da Silveira, Historia de filósofos, ed. Extra Alfaguara, Buenos Aires, 1997
Régine Pernoud, Eloísa y Abelardo, ed. Espasa-Calpe, S.A., Madrid, 1973
Jaques Le Goff, Los intelectuales en la Edad Media, ed. Gedisa, Barcelona, España, 1986
Fuente:http://elcieloporasalto.blogspot.com/2013/03/eloisa-y-abelardo-siglo-xii.html

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