Eloisa y Abelardo (siglo XII)
En la Biblioteca Nacional de París, Étienne Gilson,un célebre medievalista, encontró la correspondencia que prueba la existencia de una historia de amor imposible del siglo XII: la de Abelardo y Eloísa.
Abelardo nace en 1079 en Pallet (Bretania-Francia). Pertenece a la pequeña nobleza. A diferencia de sus hermanos dedicados al oficio de las armas, él decide dedicarse al estudio. Se interesa por la dialéctica y por participar en apasionadas discusiones de la época. Es la primera gran figura de intelectual moderno en el siglo XII, el primer profesor.
Pedro Abelardo llega a Paris para ser discípulo de Guillermo de Champeaux, uno de los filósofos más influyentes de Europa, pero desde el comienzo interfiere las clases con sus críticas hasta lograr desacreditarlo. Así logra destronarlo para ocupar su lugar en la Montaña Santa Genoveva y transformarse en un académico exitoso. Inteligente, sagaz, atractivo, Abelardo, clérigo y canónico, se convierte en profesor de teología y de filosofía y logra ocupar, en Paris, un lugar de privilegio.
Sus ideas son radicales y muy revolucionarias para la época. Sus exposiciones se van a centrar en un problema filosófico clave para la Edad Media: “la cuestión de los universales” (1)
Entre sus alumnos estaba un tal Fulberto (hombre de letras y de la iglesia) que tenía a su cuidado a una joven sobrina, Eloísa, quien poseía una gran cultura y además, dominaba el latín, el griego y el hebreo. Abelardo se las ingenia para convencer a Fulberto para que lo nombre preceptor de su sobrina. Éste será el fin de sus éxitos y el comienzo de una gran tragedia. Así lo relata en su autobiografía Historia Calamitatum
Abelardo tenía 39 años y Eloísa 17, pero en cuanto conoció a la joven comenzó su tarea de seducción que incluyó el uso de la fuerza física. Sucedió que finalmente ambos se enamoraron y comenzaron a encontrarse secretamente. Poco tiempo después Eloísa queda embarazada y estalla el escándalo. Fulberto se siente traicionado y humillado. Eloísa había sido deshonrada y, a la vez, perdía su imagen de importante mujer de letras.
Para reparar la falta Abelardo ofrece casarse con Eloísa, pero en secreto para no afectar su prestigio como académico y porque teme que el matrimonio trabe el desarrollo de su carrera. Luego la envía a la casa de una hermana suya en las afueras de París.
En la Europa del siglo XII la enseñanza de la filosofía y la teología exigía ser célibe, porque no se trataba de una profesión sino de un estilo de vida. Ser célibe era una condición necesaria para vivir la vida de un sabio.
Asimismo, Eloísa no aceptaba el casamiento porque sabía que esto afectaría el futuro de Abelardo. Ella no quería ser un obstáculo en su carrera y le propone ser su amante. Esta actitud corresponde a una fuerte corriente anti-matrimonial que aparece en el siglo XII. La mujer ya no es considerada una propiedad del hombre y, además, ya nadie duda si tiene alma. El matrimonio cae en descrédito tanto entre los nobles (surge el amor cortés, carnal o espiritual) como en los medios escolares. Aparece la teoría del amor natural (Roman de la Rose de Juan de Meung).
Los goliardos, grupo de intelectuales al que Abelardo pertenecía, reivindicaban para los clérigos e incluso para los sacerdotes el goce de los placeres carnales. Consideraban que el hombre y la mujer poseen órganos cuyo uso no deben desdeñar. Eloísa que apoyaba estas ideas le escribe:
“No podrías ocuparte con igual cuidado de una esposa y de la filosofía… quienes deben preocuparse por el dinero y las cuestiones materiales no pueden entregarse a su ocupación de teólogos o de filósofos”.
Personajes como Cicerón, en la antigüedad, Teofrasto y San Jerónimo, también condenaban el matrimonio del sabio.
Como el casamiento se había efectuado sólo ante la presencia de Fulberto y algunos pocos parientes y amigos, y luego Eloísa había desaparecido de Paris, comienzan las habladurías y Fulberto se siente nuevamente humillado y engañado: ese matrimonio no existía para las demás personas. Eloísa vivía en un convento de monjas y sólo se encontraba en secreto con Abelardo.
La sensación de ridículo hizo reaccionar violentamente a la familia de Eloísa. Sobornaron a un sirviente de Abelardo, descubrieron el lugar donde se escondía y una noche entraron en su habitación y se vengaron castrándolo. La historia de amor se transformó en una tragedia, no sólo para Abelardo y Eloísa, sino para todos los demás: Fulberto fue detenido y se le confiscaron todos sus bienes, al servidor y dos parientes les vaciaron los ojos y los castraron.
Abelardo decide entonces convertirse en monje y obliga a Eloísa a tomar los hábitos y ella obedece. Él se convierte en un filósofo al servicio de la voluntad de Dios. Es en esta época que produce la mayoría de sus obras: la Dialéctica, los comentarios de Porfirio y Aristóteles y sus tratados de teología.
Primero fue aceptado por los monjes de la abadía de San Dionisio. Allí escribe un libro sobre la Trinidad que es condenado y quemado públicamente. Luego investiga sobre la historia de la abadía y descubre que era falsa la afirmación de que Dionisio la había fundado, ya que nunca había estado en ese lugar de Francia. Su actitud de constantes críticas lo obliga a dejar la Abadía. Primero se instala en un lugar solitario, pero rápidamente comienzan a llegar estudiantes que se afincan en tiendas. Debido a esto, san Norberto y san Bernardo lo persiguen. Acepta entonces ir como Abad a una abadía bretona. Al instalarse descubre que se trata de monjes violentos y corruptos que buscan en él al cabecilla de una banda de ladrones. Empieza así su lucha por reformarlos, y escribe Historia Calamitatum, donde cuenta que le echaron veneno en el cáliz mientras celebraba misa. Luego escribe Sic et non, donde señala divergencias entre la Biblia y diferentes obras de los Padres de la Iglesia, poniendo de manifiesto su cuestionamiento a la autoridad. Finalmente, en 1141 sus doctrinas son consideradas heréticas en el Concilio de Siena y condenadas. Abelardo decide viajar a Roma a fin de ser reconocido por el Papa. Nunca llega ya que muere en el camino. Pasa sus últimos días con los monjes de Cluny (únicos en darle apoyo) y muere en abril de 1142 a los 63 años de edad. El Abad de Cluny envía la noticia a Eloísa, quien le solicita que le envíe el cuerpo.
En contrapartida, Eloísa desarrolla una vida religiosa exitosa, organiza su comunidad y es nombrada abadesa. Sin embargo, nunca dejó de considerarse la amante de Abelardo. Dice Eloísa:
“Aquellas voluptuosidades de amantes que hemos disfrutado juntos han sido para mí tan dulces que no puedo recordarlas sin pena. Me vuelva hacia donde me vuelva ellas se imponen siempre a mi vista; ellas y sus deseos…Yo, que debería lamentarme por lo que he hecho, suspiro ante lo que he perdido”.”Los hombres dicen que soy casta porque no han descubierto que soy hipócrita”.
Eloísa murió en 1164 y fue enterrada y acostada sobre la misma piedra en la tumba donde se hallaba Abelardo.
Los aportes más importantes de Abelardo fueron en el campo de la dialéctica (Manual de Lógica para principiantes. Es un nominalista (se contrapone a los realistas) que considera que las palabras están hechas para significar, pero están fundadas en la realidad, pues corresponden a las cosas que significan.
Da mucha importancia a la introspección: “… el pecado no es más que una falta” (no es una sustancia), por lo tanto el centro de la vida moral es el poder del hombre para consentir o rechazar lo que no es correcto.
Como humanista, reconoce en todo hombre al hijo de Dios (no importa a la religión que pertenece). Hay que ser tolerante y, en ese sentido, buscar lo que une a los hombres.
(1)Los universales: apunta a una pregunta lógico-metafísica central para la filosofía de la Edad Media. ¿De qué estamos hablando cuando utilizamos palabras como “hombre” o “caballo”?. ¿Estos términos refieren a algo real que existe en alguna parte, a ideas que sólo están en nuestra mente o a una cualidad compartida por distintos objetos?
Los platónicos decían que cuando digo caballo entiendo a que se refiere porque alude a una entidad real, por lo tanto, esos términos tienen un significado que no varía en diferentes contextos. Comprendo lo particular “este caballo”, porque contiene algo que es inmutable y universal. Abelardo consideraba que las esencias inmutables eran una fantasía. Un universal no es más que una palabra, un sonido que designa una idea general obtenida de nuestra experiencia; es una función lógica del lenguaje.
BIBLIOGRAFÍA
Pablo Da Silveira, Historia de filósofos, ed. Extra Alfaguara, Buenos Aires, 1997
Régine Pernoud, Eloísa y Abelardo, ed. Espasa-Calpe, S.A., Madrid, 1973
Jaques Le Goff, Los intelectuales en la Edad Media, ed. Gedisa, Barcelona, España, 1986
Fuente:http://elcieloporasalto.blogspot.com/2013/03/eloisa-y-abelardo-siglo-xii.html