Mes: octubre 2013
Congreso Internacional de Investigaciones en Estudios de Género. Homenaje a Esther Castañeda Vielakamen. Lima, 13, 14 y 15 de noviembre de 2013
‘La presencia querida y ejemplar de Esther Castañeda’ por Alberto LOza Nehmad
La presencia querida y ejemplar de Esther Castañeda
Por Alberto Loza Nehmad
Fuente: Alberto Loza Nehmad
Lima, 6 de marzo, 2010
fui construyendo mi vida”.
los otros no solo era inteligente sino también desdeñosa, paternalista e
indulgente con nosotras… a una mujer siempre se le exige el doble”.
de mis maestros fue lo que tomé de mis alumnos”.
¿A quién celebrar sino a Esther Castañeda ahora que, reciente su partida, se conmemora el día de las mujeres? Amigo de ella en la década final de su vida, es decir, amigo más o menos reciente, compañero de aventuras bibliotecarias, tuve la oportunidad de apreciar en ella y desde cerca, rasgos poco comunes: una fuerza de voluntad y un coraje de esos que solo se inclinan ante las leyes de la vida.
Esther Castañeda Vielakamen (1947-2010), maestra sanmarquina y poeta, mujer de variadas y brillantes facetas, cumplió el ciclo de su vida a las 2:20 de la tarde del miércoles 24 de febrero. Tenía sesenta y dos años de edad. De esos sesenta y dos años, Esther pasó trece combatiendo un inexorable tumor cerebral. En esos trece años, cinco operaciones que disminuyeron sus fuerzas físicas no le impidieron escribir, investigar sobre literatura ni editar las plaquetas, libros y discos del sello editorial Magdala que fundó en 1995 con Hiromi Toguchi. Imponiéndose a las dificultades físicas, impulsó y congregó siempre al colectivo Magdala, un grupo de mujeres dedicadas a la literatura, las artes visuales y la socialización creativa, y destacó en Lima como una animadora cultural. Qué fuerza de voluntad la de Esther, qué magnífico ejemplo nos deja, qué maravillosa excepción la suya en un medio como el nuestro.
Conocí a Esther Castañeda en mayo de 2002, en una exposición de la biblioteca central de San Marcos. Me la presentó Judith León, diseñadora, amiga, mi colega en la biblioteca y miembro de Magdala. Esther estaba acompañada de Hiromi y se ayudaba con una muleta para caminar. Hablaba con cierta dificultad. Me dio una plaqueta de Magdala que recibí con profunda ignorancia: yo había estado diez años ausente. Entonces no imaginaba que pronto el magnetismo de Esther me atraería a colaborar con ella, con Hiromi, Judith y Graciela Oropeza. Con el tiempo, me convertí en un feliz observador, algo marginal, de las actividades de Magdala, mujeres que con diferente regularidad y ocasión —presentaciones de libros y conferencias, homenajes a Esther— giraban, cada una en su propia órbita, alrededor de esa fuerza gravitacional que era Esther Castañeda.
Pero qué de preocupaciones, trámites, investigaciones, telefonazos y suaves aguijonazos los de Esther, antes de cada edición de Magdala, de cada libro presentado, de cada conferencia, PowerPoint incluido porque ella se tuteaba con la tecnología como no lo hacía la mayoría de sus colegas docentes coetáneos ni lo harán jamás sus mayores. Quince minutos de una de sus conferencias, leída por Hiromi, con imágenes y música atraían y convencían, tanto como aburrían los sesenta y más minutos de otro docto expositor perorando ex cathedra. Y cuánto de investigar en la biblioteca central y cuánto de buscar y desempolvar revistas y diarios viejos “para la profesora Esther”, como ahí la llaman con respeto. Esther estaba muy familiarizada con las colecciones antiguas y especiales de San Marcos; en 1994 había sido parte de una comisión encargada de seleccionar los materiales que deberían ser parte del Fondo Reservado de la biblioteca. Cuando la conocí ella decía que ya estaba retirada, pero no era cierto. Visitaba la biblioteca y la imprenta de San Marcos con asiduidad. Escribía y publicaba. Aprovechaba todo evento cultural para difundir un número más de Magdala, esa plaqueta sobre “literatura escrita por mujeres, que es breve, no venal y coyuntural”.
En la universidad de San Marcos, que le “dio todo”, como escribió ella una vez, fue profesora desde los años setenta. Actuando su militancia feminista, fue una de las organizadoras del primer encuentro de poetas sanmarquinas de 1981, y de los siguientes. Inauguró el curso Literatura escrita por mujeres e investigó y publicó mucho sobre el tema. Con orgullo ella recordaba haber sido nombrada en 1987 directora de la joven escuela académico-profesional de bibliotecología, cargo que desempeñó con la colaboración activa —“toma de espacios” incluida— de las primeras promociones (en San Marcos también le dieron algunos sinsabores: años después, un par de espíritus profesionalmente acomplejados pretendió cambiar la historia y desconocer a Esther como directora de su escuela, legítima como fue; feliz y justamente, el profesor Orlando Corzo, en su documentado y grato artículo “Esther Castañeda y la bibliotecología peruana”, deja todo ese asunto clarísimo y bajo el sol). Finalmente, su universidad la reconoció haciéndola profesora emérita; el acto público tuvo lugar en el Instituto Porras, otro de sus hogares intelectuales, en una inolvidable velada a la que Esther llegó en silla de ruedas. Al momento de recibir la medalla se puso y mantuvo de pie, con dificultad pero con orgullo y entereza. El público amigo estaba afectuosa y francamente conmovido: muchos recién la veían así. Si es cierto que San Marcos le dio todo a Esther, ella se lo devolvió todo y más. Fue una maestra ejemplar y muy querida.
En los últimos tiempos, cuando vinieron la segunda muleta y luego la silla de ruedas y ella seguía trabajando, empecé a oír que Esther unía su voz a las voces de quienes no tienen accesos fáciles, o ninguno, a edificios, auditorios, segundos pisos. Mencionaba el tema nunca con amargura, siempre con humor o sencillamente por preocupación práctica, para poder llegar a tiempo o sencillamente ya no ir. Cuando todavía usaba una muleta, en los tiempos en que la imprenta aún carecía de pasamanos para subir al segundo piso, Esther me dijo que había tenido que subir apoyándose con ambas manos sobre la lisa pared de mayólicas, “como el hombre araña”. Y reía cuando lo contaba. Reímos. Recuerdo también a Esther en silla de ruedas, exiliada arriba en uno de los modernos auditorios de San Marcos, mientras graderías abajo Hiromi leía una de sus ponencias: el otro moderno auditorio de la universidad tampoco tiene rampas.
Como poeta, editora y espíritu animador de la cultura, Esther ayudó a crear y creó ella misma cosas que fueron creciendo en complejidad y trascendencia. Las publicaciones de las magdalas comenzaron siendo impresas en papel y pasaron pronto a incluir publicaciones electrónicas en discos compactos, películas, diapositivas acompañadas de música, recitales de poesía. La presencia de Esther era el catalizador de la amistad y solidaridad que caracterizaron todas esas actividades. La biblioteca de San Marcos deberá agradecerle siempre por la parte que le cupo en la exposición 30 años de poesía peruana en revistas, 1971-2000, y por el fino catálogo que ella y Hiromi editaron. El resultado de esa iniciativa es la valiosa colección de poesía en revistas y folletos que ahora existe en el Fondo Reservado de la biblioteca de esa universidad. Queda como tarea para esa biblioteca completar la colección de las plaquetas Magdala que se publicaron y se seguirán publicando. ¿Cuántas publicó Esther? ¿Guarda Hiromi todas y cada una de ellas? Hiromi Toguchi es ahora la depositaria de una riqueza peruana creada por mujeres que, valgan verdades, algunos poetas hombres veían con cierta condescendencia.
Los meses finales de Esther fueron más bien solitarios. Repuesta de una neumonía, pasó una larga temporada en casa con muy pocas visitas. Muchos fallamos. Nunca le fallaron ni Hiromi ni Gloria, hasta el final. Fue internada en el hospital de la avenida Grau el viernes 19 de febrero. Pasó inconsciente casi todo el resto del tiempo. El miércoles 24 fuimos a visitarla con Judith León, quien me la había presentado hacía ocho años. A las dos y veinte minutos Esther falleció ante los ojos de Gloria y los nuestros. No la dejamos sola mientras pudimos. Al día siguiente su cuerpo estuvo unas horas en la Vieja Casona de San Marcos, la universidad que le dio todo y a la que ella devolvió mucho más. Finalmente, el círculo de la vida de Esther se cerró en los términos que ella quería y que le correspondían de acuerdo a la Ley: fue sepultada en el Cementerio Israelita del Callao, junto a su madre, en comunidad. Una vida plena. Larga vida a Magdala.
Fuente: http://www.librosperuanos.com/autores/articulo/00000000290/La-presencia-querida-y-ejemplar-de-Esther-Castaneda
‘La piel poética de Esther Castañeda’ por Carmen Ollé
La piel poética de Esther Castañeda* |
Carmen Ollé
Desde Interiores, su primer poemario, publicado en 1994, pasando por Carnet (Lima, 1996) y ahora Piel, la poesía de Esther Castañeda se ha ido estructurando en base a silencios. Coincide la autora con cierta narrativa postmoderna en la que el desenlace y la solución del enigma están ausentes, aunque en el caso de Castañeda no por un propósito lúdico sino para acrecentar la ambigüedad de mundo referido, tal como es práctica en la poesía japonesa desde Matsuo Basho en el siglo XVII. Según Umberto Eco, un texto es un aparato perezoso y corresponde al acto de lectura suplir lo que no se dice. Gracias a la noción de elipsis, que en griego (“elieipo”) quiere decir yo descuido, dejo a un lado, se omiten frases o varias palabras cuyo sentido puede sobreentenderse. En Piel, Castañeda nos introduce en la neblina, en una pintura sin contornos, en un mundo lleno de texturas y sonidos en sordina, y esboza una pareja de amantes cuya identidad sexual apenas si entrevemos por el último verso pero en la que siembra un conflicto, un drama amoroso. Probablemente el eterno drama del cortejo amoroso está representado por los movimientos pautados de un felino que acecha a su presa, escondido, en la hierba crecida. Hablamos de un poemario compuesto de veintiuno poemas cortísimos, pero no se crea que ellos suman gratuitamente con cada página un contenido casi imperceptible, donde el hilo conductor y el clima de tensión hacen lo suyo gracias a muy pocas metáforas, y a que la interpretación de lo no dicho es tarea de la elipsis que en todos los textos amplía la dimensión referencial.
LLUVIA resbala lluvia cobíjame
ALONDRA vuela a tu rama preferida rózala rodéala alondra
AMANTE gaviota te vuelves arena al borde de sus brazos
AZUL tu voz seda empecinada agua dulce flor azul
Lo que en la retórica de la poesía del siglo XX se ha versificado hasta el cansancio: el dolor y la amargura existencial, en Castañeda se oculta cuidadosamente. Por ello, el tono de Piel no es ni díscolo ni agresivo sino falsamente apacible, el velo apenas si se rasga con algunos sustantivos disonantes al conjunto. Densidad y economía en el lenguaje son virtudes altamente consideradas en la poética de fines del siglo XX, en parte como oposición a la poesía coloquial y narrativa de los años setenta, heredera de la poesíabeaknik. Pero no basta con lanzar uno que otro verbo sobre la página en blanco, la maestría consiste —como en Basho o en Issa— en captar un especial estado de ánimo o un instante en la cambiante naturaleza. También, en el caso de Piel, en un manejo diestro de los silencios. Con su trabajo poético, Esther Castañeda ha ido labrando un espacio importante en la poesía peruana, sin estridencias ni afán protagonista, paso a paso, con ojos vigilante.
*Texto de la Introducción al poemario Piel de Esther Castañeda publicado por Magdala Editora, en 2001 (título adaptado). Fuente: http://letrasueltacultural.blogspot.com/2010/03/la-piel-poetica-de-esther-castaneda.html |
La travesía de Esther
La travesía de Esther
La poesía de Esther Castañeda está labrada con ternura, precisión y economía de palabras. Tímida y callada en un mundo sórdido, agresivo e intolerante, sin embargo supo afrontarlo con talento y así ganó un espacio para el diálogo, la docencia y la poesía. Docente universitaria, quienes fueron sus alumnos la recuerdan por su capacidad de investigación y permanente defensa de la intelectualidad femenina. Su nombre completo es Esther Castañeda Vielakamen (Lima 12/02/47-24/02/2010).
Publicó el libro Interiores (Amaru, 1994), fue comentado por Rosina Valcárcel y analizado por Lady Rojas-Trempe. La obra Falso huésped (Flora Tristán y Magdala Editoras) la situó en un lugar preferente en la poesía contemporánea hecha por mujeres. Rosina Valcárcel escribió en esa época: La sobriedad de Esther Castañeda expresa lo que se vive y lo que se muere con la otra persona. Su escritura sugiere el amor en acción, asombra y atrae, acaso porque arriesga y a veces invita a volar. Se palpa su aprendizaje permanente del vivir, sus claves abren puertas hacia adentro, son una forma de búsqueda de la verdad. Nos pone en contacto con nosotras mismas. Peregrina apresurada, vuelve a sí misma por los embates sufridos y descansa un instante. Una suerte de conciencia del existir. Peligro-angustia-círculo cerrado. Tratando de comprender que todo es relativo.
En la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde estudió literatura, Esther compartió experiencias en los predios de la política feminista, a través de las organizaciones Mujeres en lucha (80) y Flora Tristán, junto con Diana Miloslavich y otras compañeras. Colaboró con la revista Kachkaniraqmi (II etapa, 90). Alentó la cátedra de literatura de mujeres desde mediados de los 90, estimulando la reflexión crítica y literaria sobre una literatura que subvierte los prejuicios sexistas y sexuales, como lo hizo Lady Rojas, una de las estudiosas de su obra, desde la Universidad de Concordia Montreal, Canadá. A fin que se conozca mejor su labor docente y poesía […].
Fuente: http://www.diariolaprimeraperu.com/online/cultura/la-travesia-de-esther_58088.html