Reflexiones en torno a la CVR: la memoria como acción. Gisela Canepa Koch

Reflexiones en torno a la CVR: la memoria como acción.

Gisela Canepa Koch
Departamento de Ciencias Sociales
Pontificia Universidad Católica del Perú

El 28 de agosto de este año, después de dos años de intenso trabajo, la Comisión de la Verdad y Reconciliación – convocada en el año 2001 por el gobierno transitorio de Paniagua y ratificado luego por el gobierno de Alejandro Toledo- entregó por separado a los tres poderes del estado (ejecutivo, legislativo y jurídico) una copia de su informe final.
Al día siguiente, 29 de agosto en la ciudad de Ayacucho -capital del departamento donde se dio inicio a las acciones terroristas de las últimas dos décadas y lugar que más sufrió la violación de derechos humanos por acción de Sendero Luminoso y las fuerzas armadas- la CVR hizo entrega de su informe final a la ciudadanía. Este evento se realizó en la plaza de la ciudad y tuvo un carácter cívico-cultural, distinto al acto oficial y protocolar que se había realizado en Lima. El evento contó con la presencia de las autoridades políticas locales, los comisionados de la CVR, agrupaciones de familiares de desaparecidos y organizaciones de derechos humanos. En la noche se realizó una verbena musical en la que participaron intérpretes de distintas provincias del Perú.

La entrega del informe en Ayacucho tuvo un carácter simbólico muy importante en el contexto de una nación con grandes fracturas sociales, culturales y geográficas, y con una conciencia y acción ciudadanas aún muy frágiles. En primer lugar, se trató de un gesto a través del cual se reconocía a una ciudadanía ante la cual el estado debía asumir responsabilidad. En ese sentido la CVR, como un órgano del Estado, propone desde dentro un reto al Estado Peruano cuyas políticas aún no han tocado lo central de una sociedad cuya historia está marcada por la marginación, discriminación y genocidio étnicos, que ha producido ciudadanos de segundo y tercer orden, cuyos derechos legales, económicos, y culturales no son plenamente reconocidos.

“Cruz del Migrante” realizado por Claudio Jiménez en 2000.
Fotografía: María Eugenia Ulfe

En segundo lugar, y en el contexto de las políticas de des-centralización que están en curso, la entrega del informe en Ayacucho tiene el ingrediente de hacer visible una parte del Perú -lo que todos llamamos el “Perú profundo”. Este acto argumenta por una nueva geografía de identidad que implica reconocer las provincias como lugares donde también hay ciudadanos, y que exige des-localizar Lima como único centro político y cultural.

La realización de ambos eventos no estuvo libre de percances y estuvo acompañada de muchas tensiones y dudas. Los medios y algunos congresistas iniciaron una campaña de desprestigio a los comisionados. Por otro lado, existía la posibilidad de tener que posponer la fecha de entrega del informe para acomodarla a la agenda presidencial, que tenía otras prioridades. Finalmente había rumores en el sentido de que agrupaciones de oposición estarían planeando boicotear la ceremonia planeada en la plaza de Ayacucho, creando disturbios durante la realización de ésta. Esto exigía realizar la ceremonia en un recinto cerrado que iba en contra de su diseño como acto público y democrático.

El hecho de que el informe fuera finalmente entregado en ambas ciudades y dentro de las fechas previamente establecidas, se debió ciertamente a la voluntad y decisión de las personas involucradas en la preparación del informe y la organización de los eventos. La realización de estos eventos en las fechas y lugares previstos tenían una importante dimensión performativa y política. Por un lado, a través de la negociación de un elemento calendárico, se estaba negociando el lugar del informe de la CVR y todo lo que eso implica, dentro de la agenda política nacional. Y por otro lado, a través de la negociación del diseño espacial que debía tener el evento en Ayacucho, se estaba poniendo en juego la posibilidad de re-inventar el propio estado peruano, a través de formas de acción y comunicación que lo acercaran más a la ciudadanía; no en la forma que lo hacía Alberto Fujimori viajando por el Perú, vistiendo a la usanza local y repartiendo tractores que ya no funcionan y escuelas que se derrumban, sino en la forma de acciones que permitan un compromiso mutuo a través del reconocimiento de una memoria compartida.

El informe final es un documento histórico que, con cifras y datos de archivo y etnográficos, da contenido a la memoria de violencia del Perú de las dos últimas décadas. El argumento central del informe final es que la violencia vivida tiene su lógica última en el racismo, autoritarismo y centralismo que caracterizan a nuestra sociedad y que explican que el mayor número de víctimas hayan sido campesinos quechua-hablantes. Es este argumento el que finalmente da sentido y direccionalidad a la memoria entendida no como una cosa, sino como un proceso que requiere de su constante debate y acciones futuras. Dentro de esta misma lógica, la importancia de haber entregado el informe final en Ayacucho reside en el hecho de poner el informe final, es decir la memoria, en acción. Una acción diseñada para producir eventos que tengan la capacidad de dar inicio a una nueva memoria, en la que se re-escriba la historia del Perú.

Sin embargo, a dos meses de entregado el informe no ha habido pronunciamiento alguno de parte del Presidente Toledo, que prioriza la inserción económica en el mercado global, recibir la visitas de personalidades del extranjero, viajar y responder a las cifras que indican su baja de popularidad, inaugurando locales. Por otro, los medios se muestran reticentes a divulgar el tema de la CVR, ya que “eso no vende”, dando prioridad a los temas políticos en los que se puedan explotar ingredientes de escándalo o drama, como el reciente destape de los favores que el vice-presidente hizo a su novia de 26 años (ex novia del propio hijo) y a sus familiares cercanos.

Frente a este hecho cabe preguntarse por la eficacia de los eventos de entrega del informe final de la CVR como propuesta para poner en acción la memoria nacional. El trabajo de la CVR y sus acciones de impacto social que además de los eventos acá comentados incluyeron las audiencias públicas, la divulgación de sus acciones y convocatorias a través de campañas que iban desde la elaboración de afiches hasta las presentaciones de conciertos de rock, teatro en la calle, son un buen ejemplo para pensar la política y poética de la producción de memoria en el contexto de la emergencia de una cultura pública (Appadurai 1995). Esta ciertamente ofrece espacios de democratización, nuevas prácticas de intervención, y nuevos públicos, pero también requiere negociar con grandes intereses, como los del mercado, los medios, la burocracia del Estado, grupos de poder local, etc. No ha sido fácil para la CVR conseguir espacios televisivos para la emisión de las audiencias públicas. Tampoco los eventos de entrega del informe tuvieron la cobertura mediática que pueden tener, por ejemplo, el mundial de fútbol o las olimpíadas.

La producción de memoria y su puesta en circulación en el contexto de la cultura pública peruana plantea posibilidades, pero también retos y contradicciones sobre los cuales se requiere reflexionar. Por ejemplo, cómo espectacularizar la política sin a la vez des-politizarla? Cómo hacer uso de los medios de masa evitando al mismo tiempo una reflexión y debates políticos inmediatistas?
En este sentido vale la pena mencionar la exposición fotográfica de la CVR: “Yuyanapaq * Para Recordar”. Inaugurada en agosto de este año y con pequeñas muestras itinerantes que están recorriendo el país, se ha constituido en el espacio más eficaz para poner la memoria en circulación.

Visitada diariamente por grupos de todas las edades es un espacio a través del cual la memoria como tema nacional sigue teniendo actualidad, se sigue comunicando y sigue siendo acción. Es además un ejemplo de la potencialidad de formas de acción no mediáticas -como los museos e instalaciones- para tener un impacto masivo, sin tener que “vender” la memoria a una televisión mercantilizada y corrupta. No hay que menospreciar la eficacia de la “acciones pequeñas”. En ese sentido es necesario reconocer los esfuerzos de voces locales que, a través de sus manifestaciones folklóricas (música y danzas) y artesanales (retablos, mates burilados, etc.), también están poniendo la memoria en acción. Otorgar sólo a la CVR la condición de voz autorizada para enunciar la memoria nacional no sería más que reproducir viejas relaciones de poder. Algo que, estoy segura, los miembros de la CVR están lejos de desear.

Fuente: http://hemi.nyu.edu/esp/newsletter/issue8/pages/canepa.shtml

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