Jacques Marie Emile Lacan nace el 13 de abril de 1901 en el seno de una familia parisina de clase media alta. En su adolescencia se entusiasmó con la filosofía, especialmente con los escritos de Spinoza. Su pasión por la filosofía se apreciará, más tarde, en su obra.
En 1920 comienza la carrera de medicina, obteniendo, años más tarde, su especialización en psiquiatría, interesándose particularmente en la psicosis paranoica.
Lacan se conectó con grandes pensadores de su época como Ferdinand de Saussure, Claude Levi-Strauss y Roman Jakobson; además de relacionarse con importantes figuras del arte como Salvador Dalí, Paul Eluard, Luis Buñuel y otros.
Precisamente Dalí, en su revista “Minotauro”, hace mención a la tesis doctoral de Lacan, titulada “De la Psicosis Paranoica en sus relaciones con la personalidad”.
Lacan encontró un elemento común en diversas manifestaciones de locura. Este punto en común tenía que ver con la imposición de algo procedente desde fuera del sujeto.
La figura de Lacan comienza a hacerse célebre a partir de su análisis del caso Aimeé, caso que tuvo importante repercusión en su época. Aimeé fue una mujer que intentó acuchillar, sin razón aparente, a una famosa actriz francesa de esa época llamada Huguette Duflos.
Lacan intentó rastrear las motivaciones que se escondían detrás de ese acto aparentemente insensato; y acierta que Aimeé llevaba una vida normal, trabajando y cuidando de su pequeño hijo pero, al mismo tiempo, veía en la famosa actriz una especie de ideal referente a una aspiración oculta relacionada con la fama y el prestigio.
Esta imagen ideal constituía a la vez una aspiración y un peligro, pues atentaba contra su vida normal de esposa y madre.
Lacan sostuvo que, al atacar a la Duflos, Aimeé se estaba atacando a sí misma. Lacan se interesó profundamente en la enmarañada relación que se daba entre esta imagen ideal y la identidad, y especialmente, en la manera en que la identidad puede extenderse fuera del cuerpo. La identidad de Aimeé, o al menos una parte, residía fuera de ella, en una imagen ideal representada por la actriz famosa.
El Estadio del Espejo y lo Imaginario
En 1926, Lacan participa en la fundación de la Sociedad Psicoanalítica de París. Diez años después, expone su teoría del “Estadio del espejo” en el congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional llevado a cabo en Marienbad.
Sabido es que los seres humanos, en relación a otras especies, nacemos indefensos, incompletos, “no listos” biológicamente. Al nacer, el niño tiene un dominio apenas parcial de sus funciones motoras. ¿Cómo llega el niño a manejar su cuerpo?
Estadio del espejo es el nombre que Lacan da al fenómeno que se produce entre los 6 y los 18 meses de edad, cuando el “cachorro” humano reacciona con alborozo al contemplar su imagen en el espejo.
Hasta ese punto, el cuerpo no es percibido más que como una serie de sensaciones fragmentadas. Al ver su imagen en el espejo el niño adquiere la noción de completud de su cuerpo. La imagen que da curso a la adquisición de la noción de completud puede ser una imagen captada en un espejo o bien, la imagen de otro niño. La completud aparente abre la posibilidad de un nuevo dominio del cuerpo.
Ahora bien, por este nuevo dominio de las funciones motoras se paga un precio. Al identificarse con un “otro” no es entonces de extrañar que cuando el otro llore el niño llore también, y cuando el otro posea algún objeto, el niño también lo quiera. Lacan utiliza el término “lo imaginario” para referirse al registro en que tiene lugar esta identificación.
Resulta importante aclarar que esta completud aparente del cuerpo da lugar a la formación del Yo. El Yo se construye, entonces, a partir de una imagen externa, lo cual implica que la identidad nos es dada desde afuera. El yo se precipita a partir de una identificación imaginaria.
Lo simbólico
Lacan no tardará en entrar en conflicto con la tendencia conservadora de las autoridades de la Sociedad Psicoanalítica de París. Lacan desacredita a los psicoanalistas que se contentan con perpetuar una ortodoxia. Plantea que el psicoanálisis debe seguir profundizándose y para ello propone una relectura de la obra de Freud.
En su minuciosa relectura de la obra freudiana, Lacan encuentra firmes referencias a la importancia del lenguaje en la constitución del psiquismo.
Influenciado por su relación con importantes lingüistas de la época como Ferdinand de Saussure y Roman Jakobson, divisa que el inconciente opera con estructuras y reglas análogas a las del lenguaje. Lacan relaciona operaciones lingüísticas como la metáfora[1] y la metonimia[2] con los mecanismos señalados por Freud en el trabajo que realiza el inconciente en la producción de los sueños y los síntomas. Es entonces cuando postula una de sus tantas frases famosas: “el inconciente está estructurado como un lenguaje.”
Saussure había enseñado que el signo, noción básica del lenguaje, está conformado por dos elementos: significante y significado. Siendo el significante la referencia y el significado lo referido. El significante puede ser una imagen visual (un gesto) o una imagen acústica (una palabra) que supuestamente remite a un concepto (significado).
El signo es a la vez señal y ausencia. Si bien representa al significado, marca que el mismo está ausente.
Si, con el estadio del espejo, Lacan había subrayado la identificación imaginaria, a partir de la década del ’50 empieza a examinar el registro simbólico. El niño, capturado por una identificación imaginaria, asumirá también como factores identificatorios los significantes pronunciados por sus padres.
Pensemos en esta situación, hipotética pero perfectamente probable: la madre alza al niño frente al espejo y, al mismo tiempo que lo confronta con la imagen, le dice “Sos igual a tu papá” o “tenés los ojos de tu hermano”. Estos pronunciamientos simbólicos van ligando la imagen con un universo de representaciones lingüísticas.
La madre podrá decirle al niño: “qué malo que sos” o “sos un santo”. La identidad del niño terminará dependiendo de cómo asuma las palabras de sus padres.
La relación del sujeto humano con sí mismo continúa construyéndose desde afuera. El sujeto humano aprende quién es a partir de lo que otros le dicen. Lo imaginario será entonces estructurado por el lenguaje.
No se trata de que el niño decida concientemente parecerse a un familiar. Sencillamente incorporará las palabras que oye, generará su identidad en base a ellas, operando lo simbólico desde lo inconciente.
En un desarrollo normal, la identificación simbólica impide que el sujeto quede atrapado en el mundo imaginario.
Lo Real
En 1953, Lacan añade a sus formulaciones la categoría de lo Real. Lo Real es aquello que escapa a la significación, lo que está fuera del orden simbólico.
Lo Real en Lacan no tiene nada que ver con lo que en lenguaje corriente referimos con la palabra realidad. En todo caso, lo Real sería justamente aquello que está excluido de la realidad, lo que carece de sentido, la dimensión de lo que no encaja, de lo que no podemos situar.
Lo que normalmente llamamos realidad sería el resultado de una especie de entrecruzamiento entre lo simbólico y lo imaginario.
La obra de Lacan se fue desarrollando y complejizando a través de sus Escritos y Seminarios. Analizar sus grafos y matemas, sus desarrollos topológicos, sus conceptos de deseo, goce, falo, nombre-del-padre, objeto a, gran otro, sujeto barrado, la dialéctica del amo y del esclavo, el fantasma, etc. no corresponden -obviamente- a los fines de este modesto texto introductorio.
Lic. Alejandro Quiroga
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[1] La Metáfora implica sustituir un elemento por otro. Es el surgimiento en una determinada cadena de significantes, de un significante llegado desde otra cadena, que produce un efecto de sentido. Ej: “la primavera de la vida”, “el cielo llora”.
[2] La Metonimia implica designar una cosa con el nombre de otra, tomar la parte por el todo, el efecto por la causa, etc. Ej: “treinta velas” (en lugar de treinta navíos), “la lectura de Freud”, “se llevó los laureles”.
Fuente: http://psicopag.galeon.com/lacan.htm