Notas sobre The Exhaustion of Difference de Alberto Moreiras*.
John Beverley
El texto de Alberto Moreiras The Exhaustion of Difference. The Politics of Latin American Cultural Studies es uno de los más amplios e influyentes en el campo de los estudios culturales y literarios latinoamericanos en los últimos años y, sin lugar a dudas, merece una discusión más detallada que la que puedo ofrecer aquí. A pesar de esto, intentaré establecer algunas observaciones generales. Para empezar, este texto no trata de un estudio de la cultura latinoamericana sino, más bien, de una “política del conocimiento” —usando una frase del autor— preocupada de la representación de la cultura latinoamericana. Alberto Moreiras llama a dicha representación “pensamiento latinoamericanista” o —en filiación con la idea de Orientalismo de Edward W. Said— “latinoamericanismo”, entendiendo por este término “la suma total del discurso académico sobre América Latina, ya sea desarrollado en América Latina, en Estados Unidos, en Europa o en cualquier otro sitio…” .
De igual manera que Gayatri Spivak es conocida por usar a la deconstrucción para interrogar y abrir los estudios subalternos y postcoloniales, podríamos ver The Exhaustion of Difference como un intento de usar las herramientas de la deconstrucción para radicalizar el espacio conceptual e ideológico de los estudios culturales latinoamericanos. Alberto Moreiras llama al tipo de pensamiento que su libro representa “latinoamericanismo de segundo orden”, esto es, un discurso latinoamericanista que versa sobre el latinoamericanismo como tal. ¿Por qué es necesario este gesto deconstructivo? Parece ser que Alberto Moreiras siente que el latinoamericanismo de “primer orden” está construido sobre conceptos de identidad y diferencia “anticuados” . Especialmente, ahí donde este latinoamericanismo apela a un vínculo fundacional con el nacionalismo cultural y sus correspondientes poéticas/estéticas (del realismo mágico, de la alegoría nacional, de la transculturación, de la hibridez, de la voz testimonial, entre otras). En este sentido, y buscando recuperar su potencial radical, el latinoamericanismo debiera ser empujado más allá de aquellos conceptos y de su propia autosatisfacción y complacencia. “He intentado a través de este libro —señala Alberto Moreiras— ir hacia los momentos aporéticos del conocimiento latinoamericanista y empujar al latinoamericanismo contra sus límites” .
Moreiras sitúa su proyecto en la doble conjetura formada por la crisis del nacionalismo latinoamericano (y algunos de los paradigmas teóricos asociados a él, como la teoría de la dependencia o el de la transculturación) y los efectos de la globalización y de la hegemonía neoliberal en la región. Este escenario presupone también el debilitamiento de la soberanías de los Estados nacionales. Aquellos temas, anunciados en un libro anterior Tercer espacio: literatura y duelo en América Latina , se han vuelto centrales para los jóvenes críticos literarios de América Latina. Tercer espacio: literatura y duelo en América Latina realiza, en términos de la doble conjetura antes señalada, una serie de relecturas de algunas de las figuras canónicas de la narrativa modernista latinoamericana como también de cierta narrativa postmodernista (Borges, Cortázar, Lezama Lima, Elizondo, Sarduy). Este gesto no sólo involucró el simple reposicionamiento del canon de la literatura moderna latinoamericana en relación a la nueva situación política e histórica de los años ochenta y noventa del siglo recién pasado; sino que también involucró la valoración de las estrategias epistemológicas desarrolladas por dichos escritores en tanto formas de un “regionalismo crítico” . Regionalismo crítico capaz de crear un tercer espacio fuera de las afirmaciones esteticistas/historicistas de la identidad nacional, así como de la lógica de la hegemonía neoliberal y de la globalización. Tercer espacio, en otras palabras, relacionado con la localización del punto en el que la “diferencia” estética o narrativa se transforma en “resistencia”.
Este enfoque aseguró un lugar estratégico a la producción de la cultura latinoamericana. Este es el enfoque que Moreiras despliega en The Exhaustion of Difference. Sin embargo, este nuevo libro va mucho más allá del ejercicio textual de Tercer espacio y podría ser propiamente descrito como un estudio de las políticas de la cultura (o políticas culturales) en un contexto globalizado que toma, a veces, ejemplos de la literatura para ilustrar algunos de los temas estudiados —bien podría ser comparado con The Location of Culture de Homi Bhabha o A critique of Postcolonial Reason de Gayatri Spivak . La problemática desarrollada por Alberto Moreiras, y la elección de los estudios culturales como su interés central, ha estado nutrida por su preocupación por dos de los principales debates que han dominado los estudios latinoamericanos desde el fin de la Guerra Fría. El primero tiene que ver con el cambio en las relaciones de poder entre las humanidades y las ciencias sociales dentro de los Estudios de Área. La emergencia de los estudios culturales no significa solamente un cambio de terreno de los estudios literarios en América Latina, tradicionalmente un campo secundario o suplementario en las limitadas políticas de los estudios latinoamericanos, sino que también la intrusión de la teoría literaria en las propias ciencias sociales. La reacción de las ciencias sociales, y más particularmente de la historia (la disciplina más ambiguamente situada entre las humanidades y las ciencias sociales), apuntará, por un lado, contra “el giro lingüístico” y favorecerá, por otro, una re-territorialización neo-positivista de los límites de sus disciplinas.
El segundo debate toma lugar en el área de la teoría de la cultura y la teoría literaria latinoamericana. Este debate está relacionado con cierta “política de localización”, en la que compiten dos grupos. Uno nominado como “latinoamericanistas no latinoamericanos”, agrupados en torno a los Estudios subalternos y postcoloniales quienes escriben principalmente en inglés y pertenecen a la academia norteamericana. Y el otro nominado “latinoamericanistas latinoamericanos” quienes escriben principalmente en español o portugués. Estos últimos ven en la hegemonía de la teoría crítica o de los “Estudios Culturales” una nueva forma de imperialismo cultural y rechazan su pretensión de representar adecuadamente la especificidad histórica y cultural de América Latina (en otras palabras, ven a los “Estudios culturales” como un tipo de neo-Orientalismo).
Ambos debates, en sus respectivos momentos, tuvieron como telón de fondo la crisis y transformación general de las disciplinas universitarias tanto en Estados Unidos como en América Latina debido a los efectos de la globalización: una crisis, tal vez, bien diagnosticada en el texto The University in Ruins .
Moreiras correctamente registra que el concepto de “latinoamericanismo” es en sí aporético o indecidible, pero quizás no explora las implicaciones de ello suficientemente (volveré sobre este punto luego). Se refiere el latinoamericanismo a la representación del conocimiento sobre América Latina producido en las universidades metropolitanas (principalmente norteamericanas), think tanks, y en organizaciones como la Asociación de Estudios Latinoamericanos (esto es, “latinoamericanismo no latinoamericano”); o a la tradición de pensamiento cultural o culturalista sobre la identidad cultural de América Latina producido en la propia América Latina. Tradición representada por Fernando Ortiz, Antonio Candido, Angel Rama, Roberto Fernández Retamar o Antonio Cornejo Polar. Autores que, desde cierta perspectiva, podrían ser vistos en tensión con la autoridad centro metropolitana (tradición que bien podría inscribirse bajo el título de un “latinoamericanismo latinoamericano”). O, más bien, se refiere a los conocimientos y prácticas culturales subalternas latinoamericanas, las que están en tensión tanto con el “latinoamericanismo no latinoamericano” como con el “latinoamericanismo latinoamericano”.
En este tercer caso, por supuesto, el propio término “latinoamericano” es el que se vuelve problemático como significante de la identidad del proyecto: por ejemplo, la población indígena —que constituye, tal vez, el 20% de la población de lo que es llamada América Latina— no es, estrictamente hablando, ni ‘Americana’ ni ‘Latina’; o los campesinos y los sujetos de las clases trabajadoras podrían no ver como propias las aspiraciones y los valores representados por los discursos de la academia latinoamericana y/o la cultura literaria —de hecho, podrían sentir que la cultura existe precisamente para ‘mal representarlos’ y subalternizarlos (esto es, subalternizarlos precisamente en el acto de representarlos.)
El problema de la indeterminación del concepto de formación cultural regional no es específica al latinoamericanismo de The Exhaustion of Difference. Por ejemplo, los lectores del texto Provincializing Europe de Dipesh Chakrabarty se habrán sorprendido por la inconmensurabilidad entre la primera y la segunda parte del libro: la primera trata sobre las formas de historicidad (principalmente religiosas)de sujetos pre-modernos comparada con una historia teleológica, secular y estatal; la segunda parte trata sobre la India, principalmente sobre instituciones y formas literarias modernas y seculares. Esto es tratado especialmente en el extenso y brillante capítulo dedicado al estudio del Adda: institución Bengali similar a la Tertulia latinoamericana.
Dipesh Chakrabarty nos presenta convincentemente el caso del Adda —en su articulación temporal, valórica y afectiva— como un exceso tanto de las lógicas nacionales como internacionales del capitalismo. Nos representa, dicho de otro modo al Adda mucho más como una cultura de la resistencia dentro de la modernidad global. Pero, por supuesto, en la India y/o en Bengala misma, Adda es una forma de cultura de clase media alta, secular, cuya identidad depende de su distanciamiento de la cultura, y a veces incluso del mundo lingüístico, de los campesinos, de los trabajadores, de los pobres, y en general, con notables excepciones, de las mujeres indias.
En la presentación de Chakrabarty existiría una tácita combinación entre la negatividad subalterna regional o nacional representada por el Adda —o la poesía Bengalí dentro de un preexistente orden colonial y ahora global— y la subalternidad dentro de un contexto regional o nacional dado, donde las instituciones como el adda, o la “ciudad letrada” para el caso latinoamericano, no son subalternas sino prácticas de discriminación y dominación. Aquella combinación, quizás, tiene algo que ver con la mudanza de Chakrabarty, y de otros subalternistas Sur Asiáticos, desde la India a la academia norteamericana. Esto habría producido una línea defectuosa de la subalternidad no tanto dentro de la sociedad y la historia India sino que entre la sociedad, la historia y Europa. Una similar idealización de la cultura clásica Hindú es evidente en algunos de los más recientes trabajos de Ranajit Guha, por ejemplo, sus lecturas de la filosofía de la historia de Hegel en la Universidad de Columbia dos años atrás. Irónicamente, la segunda parte de Provincializing Europe de Chakrabarty se vuelve a ratos en una especie de “defensa de la poesía” de la que Harold Bloom encontraría poco que debatir. ¿Ha llegado el tiempo de enrolar a Bloom como un aliado, en vez de verlo como el bufón de la corte de las humanidades? Ahora que la literatura ha perdido su lugar y ella misma se ha vuelto subalterna, quizás sea el momento para aquellos de nosotros que provenimos del criticismo literario y nos hemos desplazado hacia los estudios culturales, de volver a él (admito que no soy inmune a esta tentación).
Alberto Moreiras, quien de hecho proviene del criticismo literario, no cae, sin embargo, en la trampa de sentimentalizar la cultura literaria a la manera que lo hace Dipesh Chakrabarty, un historiador. Por el contrario, él realiza un gran esfuerzo en la disección del Arielismo —equivalente latinoamericano del Adda. Trabaja, en otras palabras, en develar el supuesto de que los intelectuales del área de la literatura y los literatos serían los poseedores privilegiados de la posibilidad, y de la originalidad, de la cultura en América Latina. Supuesto que se ha vuelto uno de los pilares de la crítica “latinoamericanista latinoamericana” a los estudios culturales, postcoloniales y subalternos, vistos como nuevas formas de imperialismo cultural.
Aún así, Alberto Moreiras podría estar de acuerdo con Dipesh Chakrabarty en lo relativo a que tanto el Adda como algunas formas de la literatura y del arte latinoamericanas estarían en una relación subalterna con la globalización y, de esta manera, configurarían el espacio para una contra modernidad o para una modernidad alternativa. Si Lenin identificó en un estadio anterior del capitalismo a la “cuestión nacional” como la principal contradicción, desplazando la contradicción capital/trabajo dentro de la territorialidad de los Estados nacionales, quizás podría ser argüido que la “diferencia regional” —o, para usar el término que prefiere Alberto Moreiras, “regionalismo crítico”— ha llegado a ser con la globalización la principal contradicción . Al mismo tiempo, Moreiras está atento a la penetrante observación de Fredric Jameson de que quizás “la diferencia global es capital global”. La alteridad latinoamericana en las variadas formas en que es interrogada en The Exhaustion of Difference por Alberto Moreiras —populismo, realismo mágico, transculturación, hibridación, heterotopía borgeana, testimonio, “subalternidad”, etcétera— puede correr el riesgo de ser, simplemente, incorporada a la lógica de la globalización, a la manera de United Colors of Benetton o de un multiculturalismo feliz (tomando la frase de Coco Fusco) perdiendo en el proceso toda la fuerza de oposición que pudiese tener. Esta amenaza de cooptación de la diferencia (tal vez más que su extenuación) —amenaza similar a la que enfrenta el historiador de volverse cómplice de aquella dominación que Walter Benjamin identificó en sus Tesis de la filosofía de la historia— es una amenaza omnipresente en las páginas del libro que comentamos. Se puede ver el deseo de combatir la domesticación reaccionaria en el trabajo de deconstrucción realizado por Alberto Moreiras. Y este “trabajo de lo negativo”, como podría ser llamado, es a la vez la base para una demanda por una política subalternista. Como en el trabajo de Gayatri Spivak, The Exhaustion of Difference establece, en última instancia, la pregunta por el valor político de la deconstrucción. Aquí —y a pesar de mi admiración por el trabajo de Alberto Moreiras, y a la ayuda brindada al esclarecimiento y la profundización tanto de ciertos aspectos de mi propio trabajo como del proyecto de los estudios subalternos— debo registrar un escepticismo residual.
Moreiras que es un latinoamericanista no latinoamericano , a pesar de todo, marca fuertemente, al comienzo de su libro, cómo sus preocupaciones fueron elaboradas en diálogo con el grupo de intelectuales asociados a la Revista de Crítica Cultural en Chile. Moreiras también hace notar, algunas veces, que ve en el tipo de trabajo que realiza una forma de política solidaria con las fuerzas radicales de América Latina. Tomo estas afirmaciones seriamente. Moreiras desconfía, con razón, de aquellas demandas de autoridad basadas simplemente en un reclamo de pertenencia, como si no hubiesen bibliotecas completas de pensamiento reaccionario o de pensamiento progresista parcial, desviado, aunque bien intencionado en América Latina. Pero, en verdad, el emplazamiento (en el sentido de una “política de lugar”) de The Exhaustion of Difference no está ni en la tradición del pensamiento cultural latinoamericano ni en aquel otro latinoamericanismo de la academia norteamericana: este emplazamiento es el propio espacio de la teoría crítica cosmopolita. En este sentido, aunque The Exhaustion of Difference registra la crisis del latinoamericanismo, brillantemente, no logra salir de ella. Por el contrario, tanto el impulso que funda el Grupo de los estudios subalternos latinoamericanos como el trabajo de los críticos latinoamericanistas latinoamericanos lo hacen (por ejemplo, mi giro hacia los estudios subalternos es producto de la crisis de mi identificación teórica y personal con la Revolución Nicaragüense). Se podría hablar aquí de una relación de dependencia en reversa entre la deconstrucción y una América Latina (subalterna) “objetiva correlativa” que le ha sido asignada la tarea “atópica” de ser —en tanto “regionalismo crítico”— la portadora concreta de la deconstrucción.
Dicho problema se debe, según creo, a la sobrevaloración de la crítica cultural e intelectual que, de algún modo, Moreiras compartiría con la deconstrucción en general. Debido a que sus herramientas son aquellas de la crítica, la deconstrucción sería incapaz de interrogar adecuadamente sus propias condiciones de posibilidad. Por el contrario, yo vería el impulso esencial (¿deconstructivo?) tanto en los estudios subalternos y culturales —en tanto desplazamiento de la autoridad hermenéutica de la “tradición intelectual” (en el sentido gramsciano del término)— como en lo que los intelectuales tradicionales consideran las formas y las prácticas culturales autorizadas, incluidas la literatura escrita y ‘crítica’.
Lo que no está presente en The Exhaustion of Difference, ni siquiera como una ausencia registrada, es el tercer componente del latinoamericanismo: esto es, aquellas formas de conocimiento, de cultura, de agencia y de valores que no se ajustan ni con un latinoamericanismo metropolitano (‘objetivamente’ al servicio de la globalización) ni con un latinoamericanismo latinoamericano autocomplaciente —localizado, esencialmente, en la burguesía latinoamericana y de cultura de clase media. Podríamos llamar a este tercer componente, correctamente, como “latinoamericanismo “subalterno”, si no fuera por el hecho, como ya lo señalé antes, que el término es auto-contradictorio de igual manera como la idea de “estudiar” lo subalterno. Este tercer latinoamericanismo es ciertamente algo que viene de “otro lugar”, que no es exactamente, sin embargo, el “tercer espacio” de Homi Bhabha o de Moreiras —esto es, el espacio de la indecidibilidad y traductibilidad semiótica— sino más bien el espacio concreto de las luchas cotidianas, fuertemente informadas por las ideas sobre la identidad, la historia, el individuo y la comunidad que la deconstrucción estaría obligada a encontrar aporéticas, si permanece fiel a su ética del conocimiento.
La deconstrucción puede marchar junto a aquellas luchas e ideas —en este sentido, las declaraciones de solidaridad de Alberto Moreiras como las de Gayatri Spivak no son engañosas— pero no puede actuar en su lugar. Como lo establece Walter Benjamin, esto se debe a que (los lectores pueden hacer los ajustes postcoloniales necesarios): “la lucha de clases no está entre el intelecto y el capital sino que entre el proletariado y el capital”.