Por qué apoyo a Alejandro Toledo

El Comercio

La candidatura presidencial de Alejandro Toledo tiene el peso de la experiencia. Gobernó el Perú en uno de los momentos más difíciles de nuestra historia, cuando salíamos del fujimorato y muchos actores confundieron democracia con “todo vale”. Los peruanos comprobamos hoy los buenos resultados económicos, pero sobre todo los buenos resultados democráticos de ese gobierno cuyo presidente aguantó de todo, respetando las libertades y reabriendo canales institucionales malogrados por el régimen autocrático.

El ejemplar gobierno del presidente Paniagua no podía agotar la transición que iniciamos en una aventura unitaria y concertada, desde el Congreso, las fuerzas democráticas. En esa lucha conocí a Toledo, actuando en la Mesa de Diálogo de la OEA, y coordinamos en el Parlamento y en las calles. Tras el gobierno de Paniagua, recién pudimos cambiar muchas de las reglas institucionales que no alcanzó a consensuar la Mesa de Diálogo para abrir puertas a un proceso más firme y participativo. Fue decisiva la Mesa Directiva del Congreso concertada con todas las bancadas, elegida dos años casi por unanimidad. Fue Carlos Ferrero quien encabezó el proceso, a mí me tocó continuarlo hasta que se rompió la concertación por decisión de los opositores y se formó la primera alianza entre el Apra y Unidad Nacional, que enfrenté en las elecciones del 2003. Además de las leyes que restablecían reglas democráticas en los poderes del Estado, produjimos la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública promovida por Anel Townsend y la primera ley de partidos políticos, que tuvo varios padres. Ambas son claves en la institucionalidad democrática de hoy, pero lo más importante fue la descentralización y, aunque hoy el mismo Toledo acoja las críticas, esa fue la acción más saltante de su gobierno, la que hace que hoy el Perú se gobierne de otra forma y no solo desde Lima, aunque también en eso haya mucho por cambiar.

Vinieron entonces las maniobras para vacar al presidente Toledo, que fracasaron una tras otra. Los promotores se conocen aunque hoy lo nieguen. Por iniciativa del Tribunal Constitucional modificamos el reglamento para que no se pueda intentar con mayoría simple, y ello ayudó al actual presidente a superar una maniobra parecida. En un régimen presidencial los presidentes solo pueden ser removidos por una decisión compleja y muy concertada.

Admiré la paciencia y sencillez con la que Alejandro Toledo enfrentó esas maniobras. No ha habido presidente más atacado en todas las dimensiones de su vida. Pero puedo decir que no encontré en él, en ningún momento, a un gobernante corrupto ni antidemocrático. Resistió el temporal con estoicismo y bastante buen humor –ciertamente mejor que el mío– y buscó salidas sanas, en cada caso. Fue uno de los presidentes que más escuchó, a todos y tiene una horizontalidad que pocos logran en este Estado tan vertical que hasta a los parlamentarios –simples representantes– los hace aparecer jefes.

No comparto la fe neoliberal, pero creo indispensables las libertades que ellos defienden y varias de las que se olvidan. Su primer gobierno tuvo demasiado de la herencia preexistente y para crear alternativas se necesita tiempo que no tuvo. Pero ese gobierno ha permitido el crecimiento actual y que tengamos la posibilidad de debatir lo que queremos cambiar o dejar como está, porque eso es también la democracia que construimos.

Han ido cayendo todas las acusaciones. Su familia es pobre, él y su mujer viven bien, pero de su trabajo que está registrado internacionalmente. Por donde lo miren es una persona capaz de servir, con el peso adicional de la experiencia. Porque la política es un servicio o no sirve para nada. Estamos hartos de elegir presidentes que se comportan como emperadores o reyes para imponerse a los demás y no para ser sus servidores. Toledo jamás nos tratará como los artículos de “El perro del hortelano” ni dirá que hay peruanos de segunda categoría o nos pateará por la espalda o nos abofeteará desde la protección de su guardia.

Necesitamos una profunda reforma del Estado, que haga de cada cargo público un servidor de los demás. Toledo puede hacerlo y por eso lo apoyo.

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