La fuga del protegido del presidente: La amenaza de la corrupción

El Comercio
Era previsible que fugara y fugó por segunda vez. A pesar del clamor nacional, el presidente García demoró tanto en revocar el indulto que escapó en cuanto un fiscal comenzó a citarlo y volvió a evadir su deber. El Comercio puede recordar al país que al segundo día del indulto —el 13 de diciembre— editorializó llamando “injustificable y vergonzoso indulto” a esa decisión presidencial. Al cerrar el año escribí en este Diario —28 de diciembre— que “los corruptos pueden celebrar”. Pero son palabras de simples ciudadanos, y eso a los poderosos no les importa.

Crousillat desafió a todos, mostró su buena salud paseándose por todas partes y pretendió recuperar el canal de TV cuya línea vendió al fujimorato amenazando a sus legítimos propietarios. Estos reaccionaron informando —que es lo que saben hacer— y el ministro Pastor los amenazó con una increíble exigencia de una comisión investigadora congresal. La rápida retirada del jefe del Gabinete, que dejó sin piso al ministro, no desaparece los hechos ni las presumibles intenciones. Una vez más, cuando se tolera la corrupción, esta afecta la institucionalidad democrática: es sistémica o estructural y nos reitera circularmente sus efectos.

Es penoso el papel del ministro Pastor, pero voy a hablar en su favor. No creo ser su amigo, porque la vida no me ha dado tiempo para tener muchos amigos, la mayoría fueron compañeros de trabajo, y los sentí amigos mientras hubo ese trabajo. Lo conozco como un parlamentario correcto, capaz y esforzado. Fue vicepresidente de una de las comisiones de Constitución que presidí y lo hizo bien. Ha sido un pésimo ministro y, aunque me consta que estuvo comprometido en la acción de la transición contra la corrupción y el fujimorato —como Jorge del Castillo—, ha hecho todo lo contrario en su gestión ministerial, desactivando las procuradurías anticorrupción, entre otros antecedentes de este desaguisado. Tengo una explicación que no le puede gustar, y es la extrema debilidad ministerial en nuestro sistema constitucional. Sostengo que los ministros solo lo son entre nosotros cuando le dicen “no” al presidente y los que lo hacen pierden de inmediato el cargo.

Tengo razones suficientes para afirmar que Alan García no fue parte de los que luchamos por una transición democrática, sino el beneficiario de ella, estaba fuera del país. Ha actuado en consonancia con eso desde la formación de su propia plancha presidencial: uno viene del partido de Kouri y la otra de la familia que produjo un tránsfuga en el 2000, al margen de sus calidades personales y profesionales, porque en política no hay ingenuidades.

Desde allí comienzan las jugarretas que han abierto cancha a la corrupción que esperábamos haber sacado del Estado y que se produce no solo al manejar dinero y afecta la institucionalidad democrática. Frente a eso Pastor ha sido un ministro débil que pienso está en esta situación por obedecer al presidente. Ojalá acepte la interpelación para que las instituciones sean la salida y la ciudadanía saque las lecciones, y ojalá su juventud le haga mirar lejos y saber que no es un delincuente y que los errores políticos tienen correcciones posibles.

La corrupción ha avanzado mucho y la respuesta debemos darla los ciudadanos en las urnas sin tolerar corruptos o sospechosos de serlo en ningún nivel. En el Parlamento han tenido altos cargos personajes enjuiciados por corruptos, el Poder Judicial tiene una escandalosa deuda con el país en el caso de los “petroaudios” y el Consejo Nacional de la Magistratura acaba de escandalizar a todos, mientras el Tribunal Constitucional debería tener vergüenza de su sentencia sobre el Caso Chacón, a quien los ciudadanos podemos señalar como corrupto sin que un juez pueda liberarlo o condenarlo.

La hija del condenado por crímenes de lesa humanidad sigue de candidata y Kouri, el inefable asesor de Montesinos, pretende ser alcalde de Lima. Entendámonos, no odio a nadie por principio, pero la política tiene que salir del lodazal que hemos vivido o seguiremos viendo hasta en la vida privada la destrucción de valores fundamentales.

Felizmente la política no es la única dimensión de la vida ni la única manera de servir a los demás, lo digo ahora que ya no sirvo en ella. Dejemos ese lugar a los que no tengan estos problemas.

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