Los corruptos pueden celebrar: Este fin de año

El Comercio

En el balance de este fin de año no hay duda de que los corruptos pueden celebrar, en particular los fujimoristas. Este gobierno los reivindica a pesar de la imposibilidad de impedir el juicio a su jefe máximo.
Crousillat está libre por obra de Alan García. Obviamente salió de la clínica pues no era cierta su grave enfermedad y no ha pagado ni pagará su deuda al fisco, que tuvo que extraditarlo, pues fugó a la Argentina. Compitiendo con una resolución aún más corrupta, el Tribunal Constitucional sacó del juicio al general Chacón, excluyendo a un corrupto de la sentencia no se protege el debido proceso que, indudablemente, requiere defender los plazos y el tiempo, pero no de esta manera. Y para colmo de males el ministro de Justicia les quitó el presupuesto a los procuradores anticorrupción. El gobierno aprista no quiere que se siga enjuiciando a los más grandes corruptos de nuestra historia. ¿No sería mejor que el Ministerio Público, titular de la acción penal, tuviera ese presupuesto para alimentar la iniciativa de sus fiscales? No se lo dan y el cajero es el MEF.
Alas Peruanas se ha convertido en sinónimo de tráfico de influencias. A los dos magistrados supremos que no se avergüenzan de haber viajado a Francia con todos los gastos pagados, sin ser literatos ni especialistas en Vallejo, se suman congresistas de la cúpula que nos gobierna y no les pasa nada… solo el presidente del Poder Judicial terminó con un antejuicio promovido por otro congresista aprista que no por casualidad fue primer ministro de Fujimori.
El Congreso, sin embargo, sigue a la cabeza en las encuestas… su presidente quedó muy mal y el encubrimiento de sus errores fue aún peor. A los escándalos sin fin se suma su incapacidad de tomar distancia y fiscalizar o hacer control político.
¿Pueden nuestros gobernantes mirar cara a cara a los jóvenes? No, salvo que su mensaje sea “todo vale, compañero”.
Al terminar el año 2009 poco se ha avanzado en la denuncia del escándalo de los “petroaudios”. La maraña abogadil tiene el sello del Partido Aprista, que tantas veces apostó por controlar a jueces y fiscales. Es imposible no asociarla al gobierno aplicando un adecuado “control de daños”. Y lo poco que se avanza en el Caso Bagua es grave porque insiste en desconocer que legislar a espaldas del pueblo, evadiendo el debate público, no es propio de un gobierno representativo. Como no lo es reprimir sin racionalidad ni planeamiento operativo.
Solo faltaba “un rey que rabió”, como en la opereta, asociando lo más retrógrado a un gobierno corrupto. Primero intentó contratar al abogado de Fujimori para que defienda a los militares acusados de violar derechos humanos. Luego enfrenta a Mario Vargas Llosa y a Javier Pérez de Cuéllar que, afirmando principios y valores democráticos, tratan de mirar lejos y combatir la violencia con valores y con la verdad, esa que defendió Salomón Lerner para sufrir todos los agravios de los “mortícolas”, esos que solo creen vencer cuando matan al otro.
Los más grandes corruptos de nuestra historia se sienten vencedores y sus abogados hoy amedrentan a los jueces. Pero el Perú no tiene salida en la corrupción, y eso lo saben los jóvenes. Apostemos por ellos.

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